Aclaración para evitar malentendidos: Este fic, como mis demás fics, está fundamentado en un enredo con una pizca de drama, muchas escenas de amor y ternura, y un final feliz, por supuesto, así que, si no te gusta este tipo de historia, búscate una que te complazca, hay autoras en Fanfiction para todos los gustos, aprovecha la diversidad ;)

Capítulo sin beteo, así que, de antemano, disculpen cualquier error que se me haya escapado.

Disclaimer: La saga Crepúsculo pertenece a Stephenie Meyer, yo solamente me divierto con sus personajes, ya que me enamoré de ellos. Esta historia es una idea mía y ahora la comparto con ustedes.

Resumen: Ella había adoptado a mi hija por un acaso del destino, lo que no imaginaba era que al ir en busca de mi niña también encontraría el amor verdadero. Ya era padre y de pronto me encontré deseando ser el marido de aquella mujer, y junto con ella y mi hija construir una familia, nuestra familia. (Todos humanos)


Capítulo 1 — Una noche inolvidable, la vida y la muerte

Bella POV

Escuchaba el sonido de un bip a lo lejos, estiré mi mano hasta que di con mi busca, abrí los ojos despacio y leí el mensaje: centro quirúrgico emergencia.

Me levanté lo más rápido que pude y me dirigí hacia el lugar en que me citaban, miré la hora en mi móvil, eran las 3 de la mañana, sólo había dormido 40 minutos, y antes no había descansado un solo instante desde que mí guardia empezara a las 7 de la noche.

— ¿Qué sucede, doctor Cullen? — Pregunté al cirujano de guardia en esta noche cuando adentré en el centro; en el hospital siempre lo llamaba formalmente, pero para mi suerte el doctor Cullen se convertía en Carlisle fuera del ámbito de trabajo, hace un año que conozco a él, su esposa e hijos, les tengo como a mis segundos padres; sus dos hijos y sus esposas son mis amigos, mis hermanos.

— Una mujer embarazada sufrió un accidente en coche, la ambulancia está a camino, vamos a tener que sacar el bebé si es que llega con vida, por lo que me han dicho los paramédicos su estado es muy grave — me explicó él.

Asentí, el doctor Cullen tenía bastante experiencia en obstetricia, si algún médico era capaz de salvar la vida de este bebé y tal vez hasta de la madre ése sin duda era él. Desde que entré en este hospital he participado de su equipo innúmeras veces, admiraba su dedicación y la paciencia que tenía con todos sus pacientes, además también trataba bien a todo el equipo, no le importaba que unos fueran médicos, otros enfermeros y técnicos en enfermería, a todos los trataba con respeto.

Me dirigí hacia el cambiador del centro quirúrgico y cambié mi ropa de guardia por un pijama quirúrgico y por encima de mi zapato calcé las botas desechables, y puse el gorro desechable sobre mi pelo, enseguida hice la asepsia de los brazos y manos, por último puse el cubre boca y entré en el quirófano, el doctor Cullen ya estaba preparado junto con las demás personas necesarias para la intervención. Me dirigí en dirección de la incubadora, donde una enfermera obstetra ya se encontraba.

— Hola, doctora Swan.

— Hola, Ángela, ¿Qué tal tu niño?

— Listo para otra travesura — contestó.

Ella tenía un adorable niño de 4 años llamado Noah, una semana atrás lo consulté porque tenía mucha fiebre y nada de lo que comía le paraba en el estómago, para suerte del niño se trataba solamente de un virus estomacal.

— ¡Qué bueno! Yo como pediatra ya me preocupo por los pequeños, no quiero ni imaginar lo que deben de sentir los padres cuando ven a sus niños enfermos — le confesé.

— Pues, cuando seas madre me lo dices la diferencia de tenerlos como pacientes a hijos, te puedo decir por experiencia propia que ninguna preocupación puede igualarse a ésta.

Le di una sonrisa comprensiva y me puse a checar todo el material necesario para la manutención del bebé, aunque supiera que las enfermeras siempre hacen este chequeo antes de empezar cualquier procedimiento quirúrgico, me gustaba revisar para estar totalmente segura de que nada faltara, y en esta ocasión este hábito me ayudó a huir del camino que había tomado mi charla con Ángela. Amaba a los niños, por eso elegí ser pediatra, pero en los últimos meses me dolía cuando las personas hacían referencia a mis futuros hijos, me dolía porque de cierta manera seguía rehén de mi pasado, para mí no tan lejano, tan sólo un año y seis meses antes.

Seguí verificando todo lo necesario para la manutención del bebé, y cerca de dos minutos después escuchamos el sonido de una camilla que era llevada a toda prisa por los pasillos, en treinta segundos la paciente ya empezaba a recibir la anestesia y en menos de 10 minutos después que el doctor Cullen recolectara todas las informaciones necesarias con el equipo que atendió a la mujer en emergencias, la cesárea empezó. Puse un par de guantes desechables y me quedé a la espera de mi momento de actuar, haciendo plegarias a Dios para que todo saliera bien en la cirugía.

Era verdad que la madre estaba en una condición muy preocupante, durante la cesárea fue necesario que la conectaran a una bolsa de sangre, su corazón latía lentamente y su presión sanguínea estaba muy baja, el doctor Cullen actuó muy rápido y luego sacó al bebé del interior del útero de su madre.

— Es una nena — declaró él. — Bienvenida, pequeña — él siempre decía estas palabras cuando por fin tenía al bebé fuera de su madre. — Hora del alumbramiento a las 3:30 de la mañana — recitó como de costumbre.

Ángela rápidamente tomó a la bebé en brazos y me la entregó enrollada en la manta verde esterilizada. La niña no había emitido ningún sonido cuando nació, así que la puse en el cunero para recién nacidos y me dediqué a revisar su vía respiratoria, estaba un poco obstruida, tuve que ponerle un catéter en sus pequeñas narinas para que éste succionara toda la secreción presente allí. Cuando terminé la niña empezó a chillar incómoda por todo lo que tuve que hacerle, mientras ella lloraba empecé a sonreír, que llorara era una buena señal.

Luego verifiqué sus signos vitales, todo estaba perfecto, y pude concluir, a través de mi evaluación, que ella no era una niña prematura, probablemente su madre ya estaba en la trigésima octava semana. Su peso fue 3 quilos y 100 gramos. Cuando por fin terminé su revisión, la tomé en brazos para calmarla y pude fijarme en sus características físicas, ella tenía la piel blanca y rosada, los ojos seguían cerrados; una naricita pequeñita y arredondeada, sus labios eran gruesos y bien rosados; una leve pelusa de pelo cubría su pequeña y arredondeada cabeza, el color no se podría definir, ya que estaba todavía húmido por las secreciones del parto. Sus manitas estaban cerradas en puño junto a su cuerpo. Era la cosita más hermosa, y ya llegaba al mundo en una situación tan trágica, no resistí y acaricié una de sus regordetes y rosadas mejillas, tan pronto la toqué sus ojos parpadearon y luego la mirada más dulce que ya había visto me contemplaba, sus ojos eran grandes y llenos de vida y probablemente el color de su iris iba a ser azul o verde, por ahora estaba indefinido, pero sin duda iban a ser claros.

— Doctora Swan... — me llamó Ángela, sacándome de mi abstracción.

— Sí, Ángela.

— Voy a limpiarla y la llevaré para los cuneros, pronto tendrá hambre.

— Por supuesto, la reviso nuevamente dentro de una hora, solo por seguridad, porque está bien y sana — le expliqué.

Ángela la tomó de mis brazos y se la llevó. De pronto me sentí tan vacía sin su cuerpo caliente junto al mío, sacudí mi cabeza para alejar este pensamiento; trabajo con bebés a tres años y jamás había sentido algo así, debía de estar algo conmocionada por su historia, la madre por lo que percibí antes de dejar el quirófano, estaba en estado grave; ningún niño debe crecer sin recibir el amor de una madre, para mis adentros hice una plegaria a Dios para que la mujer que en este momento estaba siendo suturada lograra sobrevivir.

Salí del quirófano, saqué los guantes de látex, lavé mis manos, y me quité el pijama quirúrgico, volviendo a poner mi pijama de consultas y la bata sobre él, enseguida me dirigí a los cuneros y a través del vidrio vi como Ángela le daba un poco de leche a la bebé, entré y me senté en el puesto de enfermería, prescribí un pedido de análisis de sangre para la niña, esperé a que Ángela volviera y le entregué, pidiendo que me avisara así que los resultados estuviesen listos. Después me dirigí hasta la pediatría y allí revisé algunos pequeños pacientes.

Después de poco más de una hora haciendo rondas, fui avisada de que los resultados del análisis estaban listos, y gracias a Dios todo estaba normal, la bebita estaba totalmente sana. Lavé mis manos y adentré en los cuneros para revisarla. Solamente había tres bebés esta noche, las cunas estaban una al lado de la otra, era un hermoso cuadro, tres nenas, una negra regordeta con unos preciosos ojos negros, una mestiza pequeñita con mucho pelo rizado y negro y por último estaba ella, con su piel blanca, todavía sonrosada por el parto, el pelo castaño miel ahora ya visible. Eran tan lindas que daba ganas de sacar una foto para recordar siempre la paz y la pureza que transmitían, eran tan distintas físicamente, pero tan hermosas a la vez. Revisé a cada una, todas estaban bien, cuando terminé vino Ángela y otra enfermera para llevar a las otras dos niñas a sus respectivas madres para que fueran alimentadas por ellas. Las enfermeras se fueron y yo me quedé observando aquel angelito que dormía tan tranquila, las otras dos tenían una madre que las iban a arrullar y amar, mientras que aquella pequeñita todavía no había sentido ni siquiera el calor de su madre. Sentí como mi corazón se apretujaba con ese pensamiento, no era justo, todo bebé debía tener a su madre, sabía lo que ella iba a enfrentar si su madre no sobreviviera, perdí la mía a los dos años de edad a causa de un accidente en coche, no me acordaba de ella, construí recuerdos a través de las fotos que me mostraba mi padre con el paso de los años, pero siempre la eché de menos. Sin darme cuenta acaricié una de sus mejillas, sus ojos parpadearon al sentir mi toque, pero luego se cerraron nuevamente, dejando escapar de sus labios un tierno suspiro; yo contuve mis ganas de tomarla en brazos, debía dejarla tranquila.

Salí de allí y me dirigí hacía la UCI* (N/A: Unidad de Cuidados Intensivos*), donde estaba la madre de la bebé, necesitaba saber algo de aquella mujer. Entré en el lugar y me encontré con Carlisle revisándola.

— Hola, Bella, ¿cómo va la nena? — Preguntó bajito, sin dejar de hacer su trabajo.

— Muy bien, está sana pese a todo y ni siquiera necesitó ir a la incubadora.

— Qué buena noticia.

— ¿Y ella cómo está? — Pregunté mirando a la madre.

— Intentando — suspiró.

— Voy al puesto de enfermería, tengo que rellenar la prescripción médica, nos vemos luego, Bella — dijo él.

Asentí y me quedé mirando a la demacrada mujer delante de mí, se veía que era una mujer hermosa a pesar de todos los machucados que tenía, su rostro estaba morado en algunas partes y había una gran hinchazón en su lado derecho, probablemente durante el accidente ella había dado con el rostro en la ventana del conductor.

Los ojos de la mujer de pronto se abrieron, ella parpadeó un poco intentado enfocar la visión, luego sollozando dijo:

— Mi hija...

Me aproximé poniéndome en su campo de visión.

— Tranquila, ella está bien — le dije —, soy su pediatra, ella está sana y es muy hermosa — expliqué sonriendo al acordarme de la bebita.

La mujer me miró fijamente, clavándome su mirada azul en mis ojos.

— Voy a morir, lo sé, — profesó.

— No, tienes que luchar, por tu niña — le pedí.

— Luché todo lo que pude, logré que ella naciera, no voy a desistir — dijo con dificultad — pero siento que ha llegado mi hora.

— ¿Tienes familiares? — Pregunté. — Podemos contactar a alguien.

— No, mis padres ya murieron y no tengo hermanos, tampoco sé quién es el padre de mi hija, fue una aventura de una noche, si muero mi niña se irá directo a un centro de acogida — explicó, cansada.

— Es mejor que no te esfuerces, voy a llamar a tu médico — dije, pero ella tomó mi mano y la sujetó con todo lo que le quedaba de fuerza.

— Espera — pidió —, tengo que pedirte algo. Sé que te gusta mi niña, lo vi en tu mirada cuando me hablaste de ella, eres pediatra, los niños te gustan — observó lo obvio —, quédate con ella, cuídala como si fuera tuya, no permitas que vaya a un lugar en que le puede pasar de todo. — Imploró.

— Yo... No pienses así, vas a salir de esta situación y la vas a cuidarla tú misma.

— Por favor... Hagámoslo así, habla con la gente del hospital, consigue que preparen todos los documentos para que tú la adopte, lo firmo todo, si salgo adelante los documentos quedan inválidos, pero si no, tú serás su madre.

Me quedé de piedra en mi lugar, pensé en mi infancia sin mi madre y como eso podría haber sido peor si no tuviera a mi padre. Ya es difícil crecer sin uno de tus padres, lo sabía mejor que nadie, pero no tener a ninguno de ellos es demasiado, y ni siquiera tener a algún familiar que te cuide, como en el caso de la pequeña, y terminar en un frío centro de acogida, la vida a veces llegaba a ser excesivamente dura.

Ya le tenía una respuesta.

Asentí y ella me susurró un gracias, parecía aliviada.

— Voy a preparar todo, vuelvo lo más pronto posible — le di un apretón de mano y salí.

No podía creer en lo que estaba a punto de hacer, pero también sabía que eso era lo mejor, pues una sensación de tranquilidad tomó cuenta de mi cuerpo desde el momento que le dice que adoptaría a su hija. Busqué a Leah, la trabajadora social del hospital y mi amiga desde que éramos unas niñas, le conté todo, y gracias a Dios no me juzgó, y además me regaló su apoyó. Ella me explicó toda la documentación necesaria para efectuar la adopción y me dijo que por la madre hacerlo de su propia voluntad esto facilitaba todos los trámites, luego fuimos en busca de Jacob, que era el abogado del hospital, además de esposo de Leah y mi amigo. Jacob, así como su esposa, comprendió la situación y preparó los documentos, dos horas después todo estaba listo, le comunique a Carlisle mi decisión y él también me apoyó. Entramos los cuatro en la UCI, Carlisle y Leah serían los testigos, nos dirigimos hacia la camilla de Tanya Denali, así se llamaba aquella mujer que me estaba entregando lo más valioso que tenía. Jacob le leyó los documentos que me concedían la guardia de su hija en el caso de que ella muriera, Tanya estuvo de acuerdo y firmó la hoja, yo también la firmé y luego Carlisle y Leah.

Terminado todo, mis amigos se fueron dejándome a solas con Tanya, ella parecía más débil y respiraba con más dificultad. Tomé su mano entre las mías y le dije:

— Quiero que sepas que si por acaso tengo que quedarme con la niña, que la voy a amar y cuidar igual si la hubiera dado la luz, y cuando ella tenga edad suficiente le explicaré que tiene dos madres y que tú la amabas demasiado por eso me la dejó, porque sabía que yo iba a amarla y cuidarla.

— Gracias — ella apretó débilmente mi mano —, todavía no he elegido un nombre, esperaba con ver a su rostro para eso, pero si logro o no salir de esta situación, quiero que tú lo elijas — pidió.

Asentí, y le dije el nombre que venía sondeando mis pensamientos desde cuando miré a la bebita.

— Se llamará Madeleine.

— Madeleine… es muy hermoso y dulce…, si todavía no has elegido un segundo nombre, podrías ponerle Sofía, es uno de los nombres en que había pensado — sugirió cansada.

— Sofía es perfecto. Madeleine Sofía — recité.

— Gracias… — musitó ella cerrando los ojos un instante.

— No te la puedo traer para que la veas, pues la UCI es un lugar lleno de virus y bacterias, pero le saque una foto con mi celular — puse mi aparato delante de su rostro y ella sonrió ante la imagen de su bebé que llenaba la pequeña pantalla; tras hablar con Tanya y dejar a Leah y a Jacob a cargo de los documentos de la adopción, volví a los cuneros y le saqué una foto a la bebé, si lo peor sucedía la mujer merecía tener por lo menos un recuerdo de su hija.

— Mi Madeleine Sofía… es preciosa… mi dulce niña, cuando ella tenga edad suficiente dile que la amo y siempre la amaré — empezó a decir ella con los ojos llenos de lágrimas, sin quitar su mirada de la pantalla; tuve que respirar para intentar retener mis propias lagrimas —, y le pidas que me perdone por negarle todo lo que ella merece tener, pero sé que serás una buena madre, por eso te la dejo a ti… — suspiró al final y cerró los ojos agotada, sin volver a abrirlos.

Casi al inicio de la mañana Tanya tuvo una fuerte hemorragia, el equipo médico hizo todo lo que se podía hacer para intentar detener su pérdida de sangre, pero su cuerpo entró en colapso, pues ya había perdido mucha sangre por el accidente y ella falleció, dejándome a cargo de su hija. Como Tanya no tenía parientes cercanos, su cuerpo iría quedarse a cargo del estado, pero yo conseguí, con la ayuda de Leah, que es una excelente trabajadora social, hacerme cargo de todo relacionado al funeral; la pequeña bebé, que ahora era mía, tenía el derecho de poder tener a su madre sepultada en un lugar digno y cerca de ella, para cuando ella tuviera edad suficiente y quisiera ir a visitarla.

En el entierro, dos días después de su muerte, estuvimos, Carlisle, Leah, Jacob y yo, no hubo un funeral, ya que era solamente nosotros quien asistiríamos a la posible ceremonia. El reverendo Weber, padre de la enfermera Ángela, a pedido de Carlisle, dijo unas cuantas palabras y pronto todo había terminado.

Esme, la esposa de Carlisle, Rosalie y Alice, esposas de sus hijos, así que supieron que yo había adoptado a una bebé se pusieron en marcha y me regalaron todo lo necesario para el cuidado y bienestar de un bebé, jamás había visto tantas bolsas de compras en mi vida. Mi padre, el jefe de la comisaría de Forks, al inicio se asustó con la novedad y con todo lo que conllevaba el hecho de ser una madre soltera, a pesar de darme la charla de las dificultades, él terminó diciendo que siempre estaría para su nieta y para mí, al oírlo llamarle a mi pequeña Maddie de nieta por primera vez sentí mi corazón calentarse de amor. Dos días después pude llevar a mi hija a nuestra casa, ya con su partida de nacimiento en manos, ella era oficialmente Madeleine Sofía Swan, mi Maddie.


¡Hola lectoras! Espero que les haya gustado este primer capítulo. Les adelanto que el próximo será desde el punto de vista de nuestro amado Edward ;) Las actualizaciones serán una vez a la semana, siempre a los jueves.

Imagino que tengan algunas dudas y preguntas en sus cabezas, pronto todo se explicará.

¿Reviews? Son mi sueldo, ¡no se olviden! Si te gustó la historia déjame saber, los comentarios son muy valiosos para todas nosotras que escribimos, no por la cantidad, sino por las palabras que ustedes lectoras se nos dedican.

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Saludos llenos de cariño, ¡gracias por leerme! Hasta el próximo capi ;)

Jane