Capítulo uno
Su llanto le desgarraba el alma, las lágrimas le recorrían las mejillas sin ningún pudor aunque fuera la primera vez que lloraba en su presencia. Sabía que Lia estaría a su lado, no hacían falta palabras de consuelo, su simple presencia la calmaba como un bálsamo.
La estrechó entre sus brazos, intentando transmitirle sosiego, la castaña se agarró fuertemente a ella, como si fuera un bote salvavidas en medio de un embravecido océano. Sus sollozos comenzaron a remitir, convirtiéndose en pequeños gemidos, hasta que el silencio reinó.
─Gracias por estar siempre a mi lado ─susurró débilmente, con la voz ronca debido al llanto. Lia negó con la cabeza.
─Somos amigas, nunca te dejaré sola.
Una vez calmada, decidieron que sería mejor ir a su habitación, la noche había sido muy dura y no querían añadirle además un castigo, seguramente sus compañeras estarían dormidas, mejor… así no harían preguntas. Además Hermione no quería cruzarse que Brown, algo completamente lógico tras lo ocurrido.
Una vez en la cama se desearon las buenas noches, y Lia cayó inmediatamente en el profundo mundo de los sueños.
Severus Snape entró en la ostentosa mansión Malfoy con su capa ondeando tras él, llevaba su máscara de mortífago que le ocultaba el rostro, había sido llamado por el señor tenebroso.
Andaba por uno de los muchos interminables pasadizos, decorados con retratos de antiguos miembros de la familia, e infinidad de muebles y jarrones de un valor incalculable.
Al llegar al final del pasadizo, unas grandes puertas de roble rojizo daban paso al interior de la sala de reuniones, al abrirlas vio que todos se encontraban sentados en sus respectivos lugares, algo que lo desalentó pues llegar tarde solo significaba una cosa.
─Te has retrasado Severus ─habló una voz siseante que arrastraba las palabras como si de un reptil se tratase.
─Lo lamento mi Lord ─respondió haciendo una reverencia, era mejor no poner escusas.
¡Crucio!
El hechizo impactó de lleno, haciendo que cayese al suelo en medio de convulsiones, todo su cuerpo se contrajo a causa del insoportable dolor, como si una infinidad de cuchillos le rasgasen la piel desde dentro. Se retorcía y se agitaba incontrolablemente, se mordió fuertemente el interior de su mejilla, para no soltar ningún grito y aguantó valientemente hasta que todo se detuvo.
Levantándose lentamente se dirigió a su lugar, le dolía el cuerpo entero y estaba sudando. Los presentes observaban con paciencia y una vez sentado la reunión comenzó.
Una vez terminada, Severus quería salir inmediatamente de ese lugar e informar a Dumbledore, si ese monstruo ponía las manos encima de su objetivo, no sabía lo que podría ocurrir, pero antes de que pudiera retirarse Malfoy y Middleford se acercaron a él.
─¿Como te encuentras Severus? ─preguntó el rubio platinado, posándole una mano en el hombro.
─Perfectamente, Lucius ─respondió subiendo el mentón demostrando su fortaleza, un simple cruciatus no acabaría con Severus Snape.
Lucius soltó una carcajada -Ese es mi Severus, igual que cuando éramos críos ─rio petulante ─Y hablando de "críos"... ─enfatizó la palabra ─¿Cómo está Draco?
Severus miró a su amigo, sabía que todo lo que hacía era por el bien de su familia, aunque los medios fuesen los equivocados haría cualquier cosa por ellos y eso era admirable y triste... Observó a su acompañante, Middleford, los dos se saludaron cordialmente, era un mortífago que siempre guardaba la compostura y nunca hablaba si no era necesario, prefería pasar inadvertido, con el único que mantenía una "relación" era Lucius.
Había hablado un par de veces con el y no le caía del todo mal, no era un sádico despiadado como los demás mortífagos. Solo una vez tuvieron una misión juntos, lo había visto torturar y matar, pero no vio placer alguno en sus ojos, más bien repugnancia y no precisamente hacía sus víctimas, era diferente, él lo veía. Tenía unos quince o veinte años más que Snape, era un hombre alto y delgado, el pelo castaño claro ondulado hasta los hombros, mentón cuadrado, nariz recta y los ojos de un profundo jade amarillento
─Draco está bien, en lo que se refiere a estudios no tiene ningún problema, pero se pasa el día peleando con los Gryffindor, sobretodo con Granger y Blake ─Severus observó que de pronto Middleford ponía más atención a sus palabras y Lucius le dirigió una mirada al castaño, más Severus no le dio importancia.
─¿Las dos amigas sangre sucia de Potter? ─recordó el rubio.
Severus sintió un escalofrío al oír esas palabras, pero no demostró emoción alguna y se limitó a asentir.
─Draco me ha hablado de ellas, inteligentes ¿no es así? ─Severus volvió a asentir.
─El otro día tuvieron un duelo en medio de los corredores, Draco tuvo que ir a la enfermería, pero no te preocupes no fue nada grave.
─ ¡Esa Granger! ─rugió el rubio.
─Me temo que no, esa vez no fue ella, sino la señorita Blake ─al decir eso Middleford soltó una carcajada, pero se recompuso enseguida, intentando disimular. Lucius lo miró de mala manera, pero luego suspiró.
─La señorita Blake también tuvo que ser llevada a la enfermería ─Snape suspiró ─Lo digo en serio, esos mocosos me sacaran de quicio... Se hubieran matado si no llego a aparecer.
─Hablaré con Draco, no tendrás más problemas con el Severus.
─Me retiro, mañana tengo clase a primera hora ─se despidió cabeceando ligeramente, los hombres se despidieron y fueron a hablar con los demás asistentes.
Severus Snape salió a paso apresurado, había sido una reunión muy larga y aun estaba adolorido, cuanto antes llegara a sus aposentos mejor.
A la mañana siguiente las cosas no mejoraron en absoluto. Ya en el Gran Comedor se sentaron al lado de Ginny, puesto que Harry se encontraba con Ronald y Lavender. Increíble… solo se habían liado una noche anterior y ya estaban pegados como lapas.
Ginny observaba a su hermano, y seguidamente a Hermione, iba a preguntar pero inmediatamente Lia intervino con lo primero que se le cruzó por la cabeza.
─Este fin de semana hay salida a Hogsmade ¿Qué os parece una salida de chicas? ─Hermione se encogió de hombros, Ginny pareció entender su idea y rápidamente le dio la razón ─Podríamos decírselo también a Luna, a mi me cae muy bien.
─Claro, iremos las cuatro ¿Qué te parece Herms? ─preguntó la pelirroja.
─Por que no… puede estar bien ─se animó al fin – ¡Sí, claro que si!
Las clases del día pasaron rápidamente, Harry la miraba de vez en cuando y le mandaba una sonrisa de aliento a Hermione, era obvio que estaba entre la espada y la pared, los dos eran amigos suyos y no podía ponerse del lado de ninguno, no estaría bien. Ese día Lia notaba una extraña sensación, como si fuera observada constantemente, empezaba a ponerse paranoica.
La última clase llegó y con ella un gran desánimo de los leones. Doble hora de pociones con las serpientes, todo un horror. Se sentaron algo más apartadas de los chicos, junto a Parvati. Lia le mandó una mirada de disculpa a Harry que se había tenido que sentar con Ron y Lavender. Como si ya fuera poco tener pociones con Snape y Slytherin, ahora el pobre debía aguantar a la nueva pareja, la joven le mandó una última mirada de comprensión y llevó su atención a las mesas de Slytherin.
Crabbe y Goyle engullían rápidamente unos pastelitos antes de que empezara la clase, como si no comer en dos horas los matara de hambre. Se le revolvió el estómago solo de ver como zampaban. De repente un fuerte portazo sobresaltó a los alumnos y Crabbe se atragantó, pasando del rojo al morado rápidamente, Goyle le dio una fuerte palmada en la espalda desatrancándole la tráquea. Lia se tapaba la cara con las manos, intentando ahogar la risa. Esos dos eran unos cerdos glotones.
─Silencio ─bramó una voz sedosa y grave, e inmediatamente se le erizó el vello. El oscuro mago caminó con pasos elegantes y un porte que se caracterizaba más para un conde que no de un profesor ─Hoy prepararan un filtro de muertos en vida, tienen dos horas ─Agitó su varita y las instrucciones aparecieron en la pizarra, inmediatamente todos los alumnos se pusieron manos a la obra.
Severus se encontraba muy cansado esa mañana y no tenía ganas de ponerse a explicar nada nuevo. Igualmente los muy inútiles no comprenderían gran cosa así que se decidió a darles trabajo para que a él le dejaran en paz.
La joven Lia preparó el caldero y los ingredientes, mientras el agua se calentaba empezó a cortar las raíces, pero no podía concentrarse, notaba una mirada clavada en ella, así que observó a Hermione pero ella estaba concentrada en su trabajo, recorrió el aula con la mirada hasta encontrarse con unos ojos grises que las miraban intensamente.
Draco Malfoy no le quitaba los ojos de encima, ella le dedicó una mueca de asco y siguió con su trabajo, seguramente el hurón estaría planeando algo contra ella y sus amigos, pero no se saldría con la suya, la chica estaba dispuesta a adelantársele. "Estúpido niño rico..."
Una vez terminadas las horas lectivas Lia fue a su cuarto para dejar la mochila. Era viernes así que al día siguiente irían a Hogsmade, era un alivio, puesto que el curso no había comenzado muy bien por culpa de la llegada de Umbridge, esa mujer cara de sapo repelente era terriblemente odiosa, con su conjunto completamente rosa, esa cara de no haber roto nunca un plato y su falsa voz dulce. Ya había castigado a Harry por dos semanas completas simplemente por afirmar que Voldemort había vuelto.
Estaba claro que el Ministerio no quería abrir los ojos... y si seguían así no quería ni imaginar lo que sucedería.
Suspiro y se acercó al espejo, últimamente se le había pasado por la cabeza cortarse el cabello, pero estaba demasiado orgullosa de su larga cabellera castaño oscuro, herencia de su madre. Le llegaba casi por la cintura, completamente liso con pequeñas ondulaciones a mitad del cabello, sedoso y brillante. Era guapa, aunque ella se veía normal, era una chica normal. Tez blanca y lisa, labios carnosos, el inferior ligeramente más relleno que el superior y la nariz fina, pero su fuerte... su fuerte eran los ojos, unos ojos verdes, oscuros como el césped y moteados de un amarillo pálido, eran muy hermosos, suponía que los ojos debió heredarlos de sus abuelos, los cuales no había conocido, o de su padre, aunque no lo sabía.
No había conocido a su padre, su madre nunca hablaba de él, una vez su curiosidad pudo con ella y le preguntó a su madre por él, recordaba la triste sonrisa de su madre, esa expresión se le había grabado a fuego en sus retinas. Ella respondió que era un hombre muy hermoso y que se habían amado profundamente sobre todas las cosas. Que era un buen hombre que había tomado malas decisiones, pero que no era malvado. Dijo que ellas eran lo más importante para él, que por eso se había ido. Al ver la expresión de su pequeña hija volvió a sonreír de esa manera que a ella le hacia que le doliese el pecho y le dijo que cuando fuera mayor se lo contaría todo, que aun era demasiado pequeña para entenderlo. No lo entendió entonces y aun seguía sin comprenderlo. Si tan importantes fueron para el ¿porqué no se había quedado? ¿de que debía protegerlas? se podría haber quedado con ellas, cuidándolas y queriéndolas, no huyendo como una vil rata.
Suspiró y alejó esos pensamientos de su mente.
Decidido, no se cortaría el pelo, era una lata cuidarlo sí, pero era muy bonito y le quedaba genial largo.
En ese momento entraron Lavender y Parvati, cotilleando como un par de marujas sin nada mejor que hacer, se acercaron a ella y empezaron a hablar rápidamente las dos a la vez, provocando que no entendiera ni una palabra de lo que le decían.
─ ¡No habléis las dos a la vez que no es entiendo! Haber ¿que pasa...? ─renegó.
─Lia de verdad, yo no quiero que Hermione este enfadada conmigo, pero es que Ro-Ro me gusta mucho... intenta hablar con ella por favor ─suplicó poniendo morritos. Lia la observó comprensiva, no puedes decidir quien te gusta y quien no, pero ella no era quien para entrometerse.
-Lo siento, pero eso deberás hacerlo tú. Explícale las razones y supongo que acabará entendiendo, pero yo no puedo meterme.
Lavender alzó el puño en señal de ánimo, como una guerrera que está a punto de comenzar una temible batalla, infundiéndose valor.
─ ¡Lo haré! Voy ahora mismo, seguro que está en la biblioteca ─dijo desapareciendo rápidamente por la puerta. Lia rio, realmente sus compañeras estaban locas.
No sabía que hacer, así que se dispuso a buscar a Ginny, seguro que la ayudaría a trazar un buen plan para gastarles alguna a Malfoy y sus secuaces.
Draco se dirigió a sus más allegados amigos en la sala común de Slytherin, Blaise Zabini, Theodore Nott, Gregory Goyle y Vincent Crabbe.
─Veréis, tenemos que planear la broma perfecta contra las sangre-sucia y la traidora a la sangre, últimamente están muy crecidas y creídas, tenemos que bajarles los humos.
─ ¡Bien pensado Malfoy! ─dijo Zabini, encantado con la idea de meterse con las Gryffindor.
─ ¿Que propones que hagamos? ─preguntó Goyle llevándose un trozo de chocolate a la boca.
─Veréis... ─todos prestaron su máxima atención al rubio.
Severus Snape decidió ir a la biblioteca a por un par de ejemplares para su lectura nocturna ya que padecía de insomnio desde hacía muchos años, ni recordaba la última vez que había dormido del tirón... Pero era de lo más normal cuando llevabas el ritmo de vida que soportaba él.
Al llegar allí no había mucha gente, se metió entre unos estantes y empezó a rebuscar entre los tomos, casi todos los había leído ya, así que sería una tarea difícil encontrar algo nuevo para leer.
Al rato algo llamó su atención, observó a unas chicas de Gryffindor algunas mesas más alejadas de donde él se encontraba, Granger y Brown, rodó los ojos exasperado. Granger una insufrible sabelotodo y Brown... ¡Por Merlín esa chica le producía un agudo dolor de cabeza con su irritante voz chillona!
Brown empezó a llorar y Granger volteando avergonzada por el espectáculo intentaba calmarla dándole golpecitos de ánimo en el hombro. ¿Pero es que esas chicas no sabían comportarse? ¡Estaban en una biblioteca! Iba a reprenderlas cuando en ese momento llegó una chica pelirroja y llena de pecas, esa era Weasley. Se acercó a sus compañeras e intentó calmar los ánimos. Cuando todo se calmó vio como Brown abrazaba fuertemente a la castaña y salía risueña del lugar, como si nada hubiera pasado. ¿Padecería algún tipo de trastorno psicológico? ¿Bipolaridad quizás? ¿Principios de esquizofrenia?
Intentó volver a poner atención a los libros, pero nuevamente alguien le molestó, un joven Hufflepuff que reía desmesuradamente. ¿Es que la gente no se daba cuenta de que eso era una biblioteca o que? Cogió un ejemplar al azar y se acercó al muchacho, con los nervios ya crispados.
─ ¿Se puede saber que es este escándalo? ─preguntó irritado.
El joven perdió todo el color de su rostro, intentó responder, pero estaba tan nervioso que solo podía balbucear incoherencias.
─Diez puntos menos para Hufflepuff señor Toryn, por no saber comportarse en la biblioteca, y ahora, ¡Lárguese de mi vista! ─vociferó.
El chico salió despavorido del lugar, Snape suspiró. Lo mejor sería volver a su despacho y encerrarse allí, así no tendría que aguantar las estupideces de los malditos adolescentes.
