Una joven pareja tomada de la mano, caminaban por los alrededores de la Torre Eiffel. Eran Bridgette, quien tenía una sonrisa plantada en su cara y Félix, quien tenía una expresión tranquila. (Lo usual en él)
—¿Sabes que día es hoy? —preguntó la muchacha con alegría, balanceando su brazo como el de su acompañante.
—¿Domingo?
Bridgette hizo un mohín.
—¿De verdad no lo sabes? ¿Lo olvidaste? —Su mirada se volvía triste y decepcionada al no recibir respuesta— ¡Es mi cumpleaños! —Repuso al rato, sonriendo enormemente— Y te perdonare que lo hayas olvidado... si me das un beso —negoció.
Félix detuvo su caminata para mirarla. Ella lucia emocionada e impaciente.
—¿Me lo darás? ¿Mi regalo? —Sus ojos estaban brillando esperando su obsequio.
Félix suspiró.
—Cierra los ojos.
—¿Lo harás? —anunció sorprendida, quien ya sabía que era reacio a muestras de afecto en público.
—Ciérralos.
Ella acató la orden sin poder borrar esa sonrisa de su rostro como el color rojo que pintó sus mejillas.
Pasado medio minuto, Félix le había puesto un gorro en la cabeza. Sorprendiendo a la joven que estaba esperando un beso, razón de que llevó sus manos en ese sector.
—Es tu regalo —espetó— No lo olvide... feliz cumpleaños, Bridgette.
Ella desvió la mirada hacia un costado, su cara mucho más roja al ver esos ojos celestes mirarla de forma tan cálida.
—Prefería el beso —murmuró, un poco decepcionada.
—¿No te gusta? —preguntó volviendo a caminar, tomados de la mano.
—¡Me encanta! pero... —hizo una pausa— ¿No quieres darme dos regalos? —en una sonrisa que mostraba todos sus dientes— ¿O tres? —Volviéndose codiciosa— Seria lindo que también me digas que me amas.
—Tonta —masculló en voz baja como en tono cariñoso.
—¿No cumplirás mis deseos? ¡Es mi cumpleaños! —pidió tironeándolo de su ropa, dando una mirada de cachorrito. Motivo, que hizo que Félix volviera a detenerse para bajarle el gorro.
Así su cara se ocultaría y dejaría de ver esa expresión.
—¡Félix! —Exclamó, pero él no permitió que se lo suba— ¿Q-que estas... —pero su queja fue interrumpida, cuando sintió que al gorro -lentamente- se lo estaba subiendo. Hasta que se detuvo a la altura de la punta de la nariz— ¿Fé...?
Sin embargo, no pudo terminar de pronunciar su nombre, cuando sintió como unos labios se pegaban a los de ella. Para la sorpresa de Bridgette, quien no se lo esperaba. No así.
—Te amo —susurró el muchacho a centímetros de sus labios, cuando dio por finalizado el beso.
Ella sonrió suavemente, contenta de escuchar eso en un día tan especial como era su cumpleaños y de haber recibido ese obsequio.
—Yo también te amo.
Y cuando Bridgette retiró el gorro que cubría su cara. Se enamoró mucho más de él... ¡Se había sonrojado!
