Hetalia no me pertenece

Este fanfic se inspira de la baraja de cartas que pertenece al art book "Arte Stella" que nuestro querido Himaruya-sama hizo para nosotros! :3

Por cualquier cosa dire como van las cartas.

Corazones (Rojos) / Rey: Alemania / Reina: Japón / Jack: Italia

Diamantes: (Amarillos) / Rey: Francia / Reina: Liechtenstein / Jack: Suiza

Trébol: (Verdes) / Rey: Rusia / Reina: Hungría / Jack: Austria

Espadas: (Azul) / Rey: America / Reina: Inglaterra / Jack: China

Jokers: Prusia y Sealand


Una promesa

Alfred F. Jones, el pequeño príncipe de "The Spades Kingdom" y futuro heredero del trono, desde su nacimiento y tiempo en el cuidado agudo de los sirvientes personales de su madre había sido enseñado a obedecer. A siempre depender de impecables modales, en presencia de cualquier persona y siempre apegarse a las reglas, fuera y dentro del reino. Y en sus pocos años de vida había cumplido esa regla. Claro, hasta este momento. Como costumbre, todas las tardes debía asistir a "la hora del té" como le llamaban. A un pequeño bocadillo que tomaba lugar en el fresco balcón del castillo con una hermosa vista al extenso jardín. Adornado con diversas clases de rosas, tulipanes, margaritas color índigo hasta donde se podía alcanzar la vista.

Y por eso es el perfecto lugar para esconderse, Pensó traviesamente el príncipe de ojos azules. Había recorrido un largo trecho desde que dejó de oír a las doncellas llamando su nombre. Pequeña culpa le pesaba en su conciencia pues ellas serían las primeras quienes recibirían el sermón que vendría de su madre. Pero más era la alegría de poder saltarse esas dos horas de completo aburrimiento solo oyendo a sus padres "hablar cosas de adultos" con los reyes del Kingdom of hearts. Quienes, esta vez, no traerían a Ludwig para hacerle compañía. Había lanzado una rabieta cuando su madre le había dado las noticias de que su amigo no vendría. "De seguro se quedo con su hermano…" Dijo para sí mismo rencorosamente mientras se escabullía entre las flores. Alfred era hijo único, la niña de los ojos de su madre y el orgullo de su padre. Nunca se había quejado de eso, pero siempre estaba solo. Visitaba frecuentemente a los sirvientes del reino; al chef del castillo, quien le había enseñado a hacer galletas; a los jardineros, a las mucamas; en fin, había ayudado a casi todos en el palacio. Excepto a su padre, "Son cosas de grandes hijo, cuando crezcas lo entenderás". No era justo, él ya era un adulto, ¡tenía diez años!

"¡Oof!" Escuchó algo que lo saco de sus pensamientos, se alarmó, ¿Quién se habría podido infiltrar al castillo sin alertar a los guardias? Retrocedió un poco inseguro de qué hacer. Sus padres se habían asegurado que el pequeño príncipe aprendiera esgrima, pero el rubio no tenía ninguna clase de arma a la mano. Como futuro rey, tampoco se podía permitir ser un cobarde, por lo menos a su edad estaba seguro de eso.

"¿Q-quién eres?" Preguntó quedamente.

No hubo respuesta.

"Pregunté, ¡¿Quién eres?" Preguntó nuevamente alzando su voz. Demandante.

"¡Como tu pri-!" Nunca pudo terminar su oración, pues algo se le había arrojado encima. Era un poco más alto pero con su fuerza similar. Los dos pequeños cuerpos forcejearon hasta que el príncipe Alfred tuvo la ventaja y sostuvo las dos manos al costado de lo que ahora parecía una persona, una pequeña persona.

"¡Su-suéltame idiota!" El príncipe se quedo atónito, nunca nadie le había dicho así, ni siquiera Ludwig.

"¿Qué…?" Pregunto el pequeño rubio estupefacto.

"¡Que te quites de encima!" El pequeño sujeto atrapado, levantó sus piernas, levantando a Alfred con ellas y arrojándolo hacia adelante. El ojiazul no tuvo tiempo de procesar que estaba pasando cuando cayó de lleno sobre su espalda.

"Ouch…" Dijo el heredero del trono mientras se levantaba.

"Te advertí" Fue lo único que el otro murmuró.

Ahora Alfred podía ver claramente a su compañero de pelea, era un niño más o menos de su edad, era más delgado, pálido. Sus ropas estaban sucias y su cara también. Era rubio, pero no igual que él. El cabello del niño era más leve y pálido. Tenía ojos grandes y verdes. Pero lo que más destacaba de su rostro eran unas prominentes cejas adornando su faz.

Por alguna razón el futuro rey no se sintió en lo más mínimo en peligro, más bien un poco emocionado.

"Soy Alfred" Dijo el rubio rojizo, extendiéndole una mano al otro.

"Arthur" Dijo el ojiverde, cauteloso. Tomando la mano frente a él estrechándola.

"Tus cejas…" El príncipe murmuró – ¡Son gigantes!-

Arthur se vio enfurecido por el comentario y azotó la cabeza de Alfred. "¡Eres un idiota!"

"Oow" Se llevó la mano al lugar del impacto, donde hace segundos había estado la de Arthur. En verdad se merecía ese golpe, no tenía idea de porqué pero le comenzaba a gustar obtener reacciones así, de esta nueva persona.

Arthur vió como el otro niño se reía como si hace no menos de un minuto habían estado luchando. "¿Estas mal de la cabeza?" dijo con una sonrisa y también él se echo a reír.


"¿Qué haces aquí?" Pregunto seriamente Arthur después de un rato. Los dos niños se habían sentado bajo la sombra de un árbol, lejos de cualquier guardia que vigilara el jardín.

"Mi padre y madre trabajan todo el tiempo, supongo que quería alejarme de todo aunque fuera solo un día" Hubo algo en el pequeño príncipe el no contarle toda la verdad a Arthur. "¿y tú?"

"Pa'…" Alfred pudo ver como la expresión de Arthur se oscurecía y se llenaba de dolor. "El, zarpó hoy hacía Icedrop, cazará Aloes*."

El pequeño de ojos azules se quedo atónito, esas criaturas no eran fáciles de encontrar, mucho menos cazar. "Pero…"

"Ma' dice que el dinero que se hace es bueno y que Pa' estará bien" El ojiverde levantó su mirada alcanzando la de Alfred, solo para hacer el pequeño corazón del príncipe doler. Ojos verdes llenos de dolor, luchando con lágrimas que se asomaban a sus esquinas. "Pero yo los oí hablar anoche" Una lagrima cayó por su mejilla "Pa' no regresará dentro de diez años"

Arthur no pudo más e irrumpió en llanto. El príncipe sintió su garganta apretarse, sin saber qué hacer. Había oído de ese cargo, personas fuertes que se embarcaban en una expedición de años, que enduraban hambre, frío, soledad, tristeza pero hacían lo necesario por su familia, o simplemente personas que no tenían más porqué luchar.

Alfred como heredero al trono no podía simplemente dejar que Arthur siguiera triste, si no podía hacer feliz a una persona, ¿Cómo iba a ser capaz de hacer feliz a un reino? Eso era lo que pasaba en la mente del príncipe de ojos azulados.

"¿Qué edad tienes?" Preguntó el pequeño heredero, como si habían estado manteniendo una conversación por horas.

"O…once años" Respondió Arthur entre sollozos.

Los ojos de Alfred brillaron con una idea en mente. "¡Vamos, eres 1 año mayor que yo!"

"¿Y?" Preguntó el rubio claro restándole importancia.

"¡Eso significa que tienes que ser más fuerte que yo!"

"¿Y?"

Alfred suspiró, un poco irritado.

Se puso de pie y se acercó al niño que se encontraba sentado, tiró de su brazo indicándole que también se pusiera de pie. Arthur lo hizo.

El pequeño heredero notó que apenas y le llegaba a la nariz del rubio. Esto lo hizo envidiar la altura del otro niño.

"¡Eres más alto!, significa que ya casi eres adulto, y como adulto tienes que cuidar de tu familia y ser fuerte por tu madre y por ti" Acentuó la ultima silaba con un pequeño toque en la nariz de Arthur, de la misma manera que su padre lo hacía con Alfred.

Arthur dejó salir una risita y vio de cabeza a pies al niño frente a él. "Eres raro niño, y un poco torpe, pero creo que tienes razón" Y con eso se secó las lagrimas con su camisa. Alfred notando unos pocos agujeros en ella.

Ahora que el príncipe lo notaba Arthur ni siquiera usaba zapatos.

"Ya va siendo muy tarde" El ojiverde musitó. Alfred se percató que el sol estaba a punto de esconderse en el oeste. Había pasado toda la tarde, sus padres deberían estarlo buscando.

"Ya me tengo que ir" Dijo el ojiazul, y notó la tristeza en la cara del otro. "No te preocupes, ¿Qué tal si vienes mañana?"

El de cejas prominentes se alegró, pero luego confundido preguntó: "¿Qué hay de la familia real? Este es su jardín, nos descubrirán"

"Nadie del reino viene aquí, dudo que nos atrapen" Aseguró con una sonrisa el futuro rey.

"De acuerdo" Arthur decidió no cuestionar más a su nuevo amigo. "¿A la misma hora?"

"¡Por supuesto!"


"¿Y qué has hecho toda la tarde, Alfred?" Le preguntó finalmente su madre, la reina, después de haberle hecho saber lo muy preocupada que había pasado todo el día.

"Lo pase en el jardín, madre" No era que no confiara en ella para decirle toda la verdad, sino que ella tendía a juzgar a las personas por su titulo, como si eso definía a un ser humano. Y por lo que había visto de Arthur ese día, este no parecía poseer alguno. Además se sentía bien saber que Arthur era su secreto y de nadie más.


"¿No te aburres de venir aquí siempre?" Preguntó Arthur inesperadamente.

"¿A qué te refieres?" Dijo el rubio rojizo, un poco desconcertado. No había forma que Arthur se hubiera dado cuenta que él vivía en el castillo y que era el príncipe y futuro heredero de kingdom of spades. Se empezó a sentir incomodo, ¿cómo le explicaría a Arthur que era parte de la familia real? ¿Dejaría de caerle bien al pequeño con ojos esmeralda? ¿Arthur lo odiaría? Esa era la mayor preocupación del príncipe.

"Siempre nos reunimos aquí, ¿No te gustaría ir a otro lugar?" Alfred suspiro en alivio, ya habían pasado meses desde que conoció a Arthur. Y todos los días sin falta este lo había visitado. Dejó de asistir a las pequeñas reuniones de sus padres y por suerte, ninguno de ellos había descubierto que era lo que Alfred hacía o con quien se reunía.

Alfred se sintió un poco mal por seguirle ocultando la verdad a su amigo, pero había algo en la mirada de Arthur, y era amistad; pura y sincera amistad, y eso era un poco difícil de encontrar para el príncipe. Solo en muy extrañas ocasiones, tomando a Ludwig como ejemplo.

"¿Hola? ¿Alfred estás ahí?" Dijo Arthur con lo que quizás debió ser molestia, pero parecía más llena de cariño. Dio unos golpes en la cabellera rubia del heredero. "Si no me respondes, te dejare solo"

"¡Aquí estoy!" respondió Alfred con una sonrisa. "¿Dónde quieres ir?"

Arthur rápidamente se llevó su dedo índice posándolos sobre sus labios, señal para que el ojiazul guardara silencio. Como si alguien los estuviera escuchando. "Es un lugar secreto, y me ayuda a pensar cuando tengo problemas"

"Suena como tu lugar preferido" Dijo Alfred comenzándose a sentir un poco desplazado sin tener idea porqué.

"¡Lo es!" Respondió un Arthur muy entusiasmado, frunció el ceño como intentando recordar algo. "espera, es mi segundo lugar preferido."

"¿Cuál es el primero?" Preguntó Alfred un poco indiferente.

"El jardín real, porque tu siempre estas aquí"

El pequeño de ojos color cielo se sorprendió, y empezó a sentirse un poco mareado, y su rostro un poco caliente. Pero no hizo más que dejar salir una risita. Arthur se dio cuenta de las palabras que habían salido de sus labios y rápidamente agregó: "Digo, no es porque me agrades o algo parecido, es solamente que me diviertes; eres medio tonto así que estoy seguro que te harías daño si estuvieras solo"

A esto Alfred dejó salir una carcajada, y empezó a sentir lágrimas saliendo de sus ojos. Esto solo enfureció a Arthur quien lo golpeó, se cruzó de brazos y empezó a caminar murmurando algo, a lo que Alfred entendió solo palabras como: "Idiota" y otros insultos más. El príncipe de puso de pie y empezó a seguir a Arthur.

Ya habían avanzado, y pensamientos empezaron a preocupar al rubio rojizo, Madre se enfadará si no llego a tiempo a cenar, ¿Qué haría si me perdiera? ¿Y si es una tramp- No quiso terminar ese tren de pensamientos, confiaba plenamente en Arthur. Y no había nada que lo hiciera cambiar de parecer.

"¿Arthur?"

"¿Si?"

"¿Estamos cerca?"

"¿Por qué? ¿Tienes miedo?" Era el turno del rubio claro para reírse, mientras que Alfred lo veía un poco molesto.

"¡Es porque no me dices donde es!"

"Es secreto" Respondió Arthur más entretenido de lo que debería.

Alfred notó que ya no se encontraban en el pueblo, si no que se dirigían al bosque; cerca de la frontera entre el reino de Spades y Hearts, esto lo inquietó. Empezó a jugar nerviosamente con sus cabellos, con los botones de su chaleco blanco y con las mangas de su camisa índigo. Arthur se dio cuenta de lo inquieto que se encontraba Alfred, cogió su mano y entrelazó sus dedos sujetándola fuertemente. Vio sus ojos como si su mirada sola podría llenarlo de seguridad y confianza; Y curiosamente Arthur lo había logrado.

"Confía en mi" Murmuró el rubio, no más fuerte que un susurro. Sin embargo para Alfred era suficiente. El pequeño heredero le respondió cerrando ligeramente su mano en la de Arthur.

Los cuatro reinos que vivían en armonía por una tregua acordada por el reino de Spades, Hearts, Clubs y Diamonds hacía ya años; compartían una peculiaridad: Toda rosa, lirio, petunia, girasol, tulipán y demás flores plantadas y crecidas dentro de ellos; nacían del color del reino al que pertenecían, los lirios azules del Kingdom of Spades, las rosas rojas del Kingdom of Hearts, los tulipanes color oro del Kingdom of Diamonds, en fin; Se decía que había sido obra de los dioses, una manera de respetar el territorio que se les había otorgado desde el principio de los tiempos. Kingdom of Hearts era el reino más próximo de Spades, algo que había fortalecido la amistad entre los dos.

Arthur seguía sosteniendo la mano de Alfred con la suya, mientras hablaban de como Alfred debía ser más valiente, pues pronto se convertiría en "un adulto como Arthur"; Cuando, sin previo aviso, el de cejas prominentes soltó la mano del menor, señalando que no se moviera de donde se encontraba parado. El rubio claro dio unos pasos adelante, girando su cabeza a la derecha y luego a la izquierda, cuando se aseguró que no había nadie siguiéndolos le sonrió al pequeño niño frente a él y desapareció.

"¡Arthur!"

Alfred corrió donde hacía unos segundos había estado el ojiverde. "¡Arthur!" intentó el príncipe nuevamente, desesperación creciendo rápido en su pecho. Iba intentar nuevamente llamar a su amigo cuando sintió algo rodear su talón y ser halado de él. El príncipe cayó, deslizándose sobre una pendiente por, lo que el futuro rey sintió como, largos minutos. Hasta que se detuvo.

Se puso de pie rápidamente, adoptando una posición de defensa, solo para encontrarse con Arthur ¿Riéndose? El príncipe no se movió de donde se encontraba, inseguro de cómo reaccionar. Para su suerte, el otro rubio se acercó a él, posó su mano en el hombro del otro para calmarlo. Le sonrió y murmuró: "Al, mira"

El príncipe obedeció y recorrió toda el área con su mirada, se quedó atónito: Se encontraban en la frontera entre los dos reinos: Hearts y Spades. Era un hermoso paisaje cuyos protagonistas eran los colores rojos y azules. Todo se veía revestido de esos tonos. Se podía oír el canto alegre de aves mientras que una que otra ardilla correteaba por los arboles. Pero lo que ganó la atención del heredero fue un árbol en particular, este se encontraba en medio del claro. Era frondoso y fuerte, revestido completamente de hojas y de florecillas; estas eran pequeñas y sus pétalos empezaban con color escarlata mientras que en sus extremos eran cobalto. Recogió una flor admirándola, los colores se acoplaban entre ellos a tal grado que era imposible determinar donde terminaba uno y comenzaba el otro, era tan bella.

Arthur sonrió para él mismo, orgulloso de su trabajo. La expresión del niño con ojos color cielo hablaba por él. Se acercó a Alfred: "¿Qué te parece, Al?" El otro se limitó a sonreír, ojos verdes se encontraron con unos azules llenos de sincera alegría. El pequeño príncipe musitó: "Es hermoso". Algo en Arthur saltó, no estaba seguro qué había sido, si su pecho o su estómago; pero se convenció que no era un sentimiento tan malo.


Habían pasado seis años.

Seis años desde que había conocido a Arthur.

Seis años de encontrarse y reunirse sin falta…

En esos seis años Alfred había descubierto unas cuantas cosas de Arthur: Se enojaba fácilmente, golpeaba con puños, insultaba cuando estaba inseguro de algo, procuraba nunca necesitar de alguien o parecer débil, era muy bueno manteniendo promesas. En esos seis años Arthur y Alfred se encontraban en el claro sin falta, y Arthur siempre había cumplido: excepto en dos días.

El primero: fue que la familia de Arthur se había visto envuelta en un crimen contra la corona perpetrado por su hermano. Este se había infiltrado al castillo y robado unos rollos antiguos. Como era de esperarse tenía que haber un castigo. El rey había decretado destierro inmediato, y quienes intentaran darle techo al criminal, serían considerados enemigos del reino. ¡Alfred había intentado ayudar, en serio, lo había hecho! Su padre le había gritado y ordenado que saliera del castillo, que no quería tratar con él en esos momentos. Al siguiente día se sorprendió pues vio a su mejor amigo en el lugar de siempre, el príncipe lo había intentado consolar; Arthur solamente irrumpía en llanto por su perdido hermano.

Y el segundo día, ese era ahora; Alfred se encontraba en el claro, solo. Vio el árbol de dos tonos, curiosamente en ese momento se veía desolado, como si toda su vida había sido drenada hasta de su ultima hoja. Sabía que algo muy malo había pasado. Se sentía impotente, no tenía idea donde vivía Arthur. Lo único que podía hacer era esperar.

Había pasado toda la mañana en ese lugar y el sol estaba a punto de ocultarse, las sombras danzaban lentamente al compás de la estrella. El príncipe se puso de pie, sacudió sus pantalones. Miró tristemente el árbol una última vez y se encaminó al castillo. Oyó unos arbustos sacudirse, Alfred no se encontraba solo; el corazón del príncipe se estremeció. "¡Sal de ahí, y pelea como hombre!".

"¿Siempre tan bestial Alfred?" Se oyó la respuesta.

Esa voz. "¡Artie!" gritó el ojiazul y corrió en la dirección del otro niño, tan pronto como el mayor había caminado al centro del claro recibió el fuerte abrazo de su mejor amigo, y con la misma fuerza lo abrazó también. Alfred estaba confundido, normalmente Arthur a estas alturas lo hubiera golpeado e insultado. Sin embargo el futuro rey sintió como el más alto temblaba en sus brazos.

"¿Arthur?"

Se separó para ver mejor el rostro de su amigo lleno de lágrimas.

"¿Qué sucedió?"

Por un momento el ojiverde dudo, luego respondió:

"Ma', ella…" Tragó "Ella está muy enferma, Al"

Alfred se congeló, sintió escalofríos subiendo por su espalda.

"No te preocupes Artie, todo estará bien, ya lo verás", le aseguró el menor. Los dos platicaron y se quedaron en compañía mucho después que el sol había desaparecido. Poco le importaban los regaños de su madre, Arthur lo necesitaba y no se iba a mover de ahí.

El siguiente día pasó dolorosamente lento, y nuevamente faltaba Arthur. No obstante Alfred sentía algo que no estaba bien, tenía un horrible presentimiento pero se limitó a esperar al de ojos esmeraldas.

Pasó toda la tarde en el claro hasta el anochecer. No había señal de su amigo y en su corazón sabía que no iba a haber. Se levantó, mantuvo su vista en el suelo todo el camino de regreso al castillo. Su madre lo recibió, sin embargo no mencionó nada sobre la hora de llegada de su hijo. El pequeño llegó a su habitación, el rubio claro nunca dejando sus pensamientos. Sabía que las cosas no irían a estar bien, no tenía idea como; pero sentía la tristeza y desesperación de Arthur: Su madre había muerto.

La mañana siguiente, para sorpresa del heredero, Arthur estaba en el claro, esperándolo. Alfred corrió hasta su amigo y le dio un cálido abrazo. "Arthur, estaba preocupado" El príncipe murmuró en la cabellera rubia del otro. Se separó de su amigo para encontrar sus ojos. Sintió su corazón hundirse cuando los vio: hermosos ojos esmeralda, oscurecidos y tristes, cansados de llorar.

"Ma' falleció, Al"

Alfred sintió lágrimas cálidas en las esquinas de sus ojos, asintió con su cabeza y volvió a abrazar al otro muchacho.

Pasaron horas en silencio, ninguno de los dos amenazando con romperlo hasta que Arthur dijo:

"¿Alfred?"

El otro le respondió viéndolo a los ojos.

"Me voy, zarpo mañana para Icedrop"

Alfred se paralizó.

"¡Arthur-!"

"Me reuniré con Pa', Al"

"¡No puedes hacer eso!" Dijo Alfred, empezando a levantar la voz.

"¡Ma' murió, mi hermano fue desterrado!"

"Pero-" Intentó intervenir el ojiazul.

"¡No hay nada para mi aquí!"

"¡¿Qué hay de mi?" Gritó el menor, con lagrimas cayendo en sus mejillas "¡Yo estoy aquí, no soy suficiente para que te quedes!"

Los rasgos de Arthur se suavizaron al oír esto: "Alfred" murmuró y sostuvo la cara del rubio rojizo en sus manos, acariciando con su pulgar la mejilla del más bajo.

El otro empujó las manos del mayor, alejándose del gesto. "Quédate, Arthur"

"No tengo donde vivir, Al; nuestra casa estaba endeudada, ahora que Ma' no está se han apropiado de ella."

Una idea iluminó la expresión del príncipe.

"¡Vive conmigo!, le diré a madre que te prepare un cuarto; ¡Será genial! Viviremos juntos y…"

Su amigo tristemente negó con su cabeza.

"No puedo permitir eso, Alfred"

El ojiazul sintió como su última oportunidad se oscurecía, como su corazón empezaba a quebrarse y solo le faltaban unos pocos alientos de vida.

"¡Arthur no lo entiendes!" intentó otra vez "Yo soy-"

"Alfred" Su amigo lo cortó.

"¡Yo puedo hacer que vivas con nosotros!, Arthur yo-"

"¡Alfred basta!" Lo interrumpió nuevamente con más fuerza. "Si te preocupas por mí, me dejarás hacer esto".

Alfred guardó silencio, lagrimas bajando por sus mejillas.

"Puede que quizás no tenga tanto dinero como tu familia, pero déjame ser fuerte" Arthur hizo una pausa "Siempre estás para mi, ayudándome a levantarme, diciendo que debo serlo por mi familia" Sujetó nuevamente la cara del menor "Dame esta oportunidad"

Alfred quería gritar, decirle a su amigo que se quedará con él; sentía que este se deslizaba de sus dedos y no lo podía atrapar. No era su lugar. Sujetó la cara de Arthur, imitando a su amigo. Y lo apreció por última vez, sus ojos verdes, su cabello rubio, sus rasgos finos, sus labios. Lentamente el príncipe se movió a solo unos centímetros del rostro del otro, sintiendo su respiración. Posó sus labios suavemente en los del ojiverde, mientras que Arthur sujetó fuertemente la espalda del más bajo, respondiendo el beso.

Esa noche, el sueño fue escaso para el príncipe; Arthur zarpaba en la mañana y él debía estar ahí.


Alfred corría lo más rápido que le era posible. No fue difícil localizar donde se encontraría Arthur, a lo lejos se podía divisar un enorme barco siendo cargado de provisiones. Y a un muchacho rubio en especial también.

"¡Artie!" Llamó Alfred para captar la atención de su amigo. El otro lo recibió con una sonrisa cálida.

"Llegaste" fue lo único que salió de los labios de Arthur.

"Mira esto, te traje algo" Buscó rápidamente en sus bolsillos, mientras un confundido rubio lo veía. Sacó un pequeño relicario, estaba forjado como el emblema del reino de Spades. Arthur lo recibió, adentro se encontraba un reloj y una nota, se leía: Regresa.

"Al, no puedo aceptar este regalo" Dijo el más alto preocupado.

"No es un regalo"

Arthur se veía confundido, así que el príncipe elaboró un poco más.

"Te lo prestaré" Sonrió Alfred, "me lo tienes que regresar"

"Al…"

"No digas más, esta no será la última vez que nos veamos" El heredero intentó encubrir la tristeza de su voz, pero Arthur sabía que estaba allí. "Este relicario ha estado en mi familia por décadas, Madre estará enojada si lo pierdo, así que me lo debes regresar. Tú tienes que regresar"

"Alfred"

"Promételo"

El dolor en los ojos de Alfred era insoportable. "Idiota, lo prometo" Aseguró Arthur.

"¡TODOS A BORDO!" Dijo quien seguramente debía ser el capitán del barco.

"Esa es mi señal"

"Arthur debo decirte algo acerca de mi" El muchacho de cejas grandes lo vio, expectante.

El príncipe lo pensó, quería contarle toda la verdad a su amigo, pero Arthur estaba a punto de irse, no sabía si el otro se enojaría con él, si eso haría al mayor no querer volver al reino. Así que tomo una decisión. "Te lo diré cuando regreses" finalizó, sonriendo.

El rubio claro levantó una ceja y le devolvió la sonrisa a su amigo de la infancia. "Eres raro niño" le dijo, repitiendo lo que una vez ya había salido de su boca hace años. Entró al barco. Este empezaba a moverse, Alfred veía a personas, mujeres y niños despidiéndose de sus seres queridos; algunos llorando y otros desolados. Arthur se asomó a la cubierta, con los otros pasajeros. El bote avanzaba, despegándose de la orilla.

"¡Artie!" Llamo la atención del otro. "¡Te escribiré!" prometió el futuro rey. Esto hizo que Arthur se sonrojara, levanto su brazo, despidiéndose de su mejor amigo. El gran barco se hacía más pequeño con el paso de los segundos y el perfil de Arthur no era nada más que una mancha borrosa. El príncipe se quedó ahí hasta que el barco se perdiera de vista, contemplando como una maquina fría y de metal no solo se llevaba a uno de sus más preciados amigos, sino que también una parte de su corazón.


*Monstruo marino del Mar Caribe que rodea las costas de Santo Domingo. Las antiguas crónicas lo describen con un cuello muy largo similar a una oca, con la cabeza puntiaguda como una pera, sin escamas y con cuatro aletas bajo el vientre. (Pero en este caso vivirán en zonas frías)

Falta un capitulo mas para esta corta historia, si quieren ver mas USUK, pueden visitar la historia principal, que incluye mas parejas e involucra el resto de los reinos y sus personajes.

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O visiten las historias que he publicado, se llama "Juego de Cartas"

Feliz navidad! ~