-Chicos, es sábado. ¿Qué os parece si nos vamos a la Guarida a celebrar que por fin hemos resuelto este caso?
-Perfecto chico escritor y después podemos irnos a alguna discoteca, que quiero bailar con mi chico toda la noche.
-Por mi encantado muñeca.
-Vale, pero dejad que vaya a casa a cambiarme, no pienso ir de fiesta con esta ropa, tengo 26 no 40. –Todos estallamos en carcajadas ante el comentario de Kate aunque para mi siempre estaba preciosa, se pusiese lo que se pusiese.
Estando ya en la Guarida con todas las copas servidas, Whiskies, bloody maries y 2 yintonic para Beckett y Lanie, mis amigos me preguntaron por mi hija, mi pequeña Alexis, de 8 años. Todos babeaban con la enana pelirroja.
-Y dinos Castle ¿cómo está la pequeñina de Alexis?
-Está preciosa, acaba de empezar tercer grado y le ha dado por recogerse el pelo en dos trenzas porque dice que así van todas sus compañeras y no quiere que la acompañe yo a clase tiene que ser mi madre porque a sus amigas les cae mejor ella –esto último lo dije molesto.
-Ah Martha! Me encantaría volver a verla!
-En la próxima partida de póker, veréis que como siempre está hecha una diva.
-Y hablando de divas…
Me giré en mi taburete pues estaba de espaladas a la puerta y no pude disimular mi cara cuando Kate acababa de entrar por la puerta con un vestido negro ajustado hasta poco más debajo de las caderas y un escote muy considerable que hacía que los ojos se deviaran hacia allí instantáneamente, me quede con la boca abierta, estaba fantástica, es una diosa.
-Castle, ¿qué se supone que estás mirando?
-Eh..mmm…esto…nada –no encontraba las palabras, está mujer era impresionante -¡Te hemos guardado sitio, ven siéntate!
-Gracias
La conversación fue amena, las risas se multiplicaban con el paso del tiempo pero pasadas las doce Lanie comentó que quería ir a bailar así que nos fuimos a una discoteca que está a poco más de dos manzanas de mi bar y allí me deleite viendo como Kate contoneaba su trasero y movía el pelo de una forma muy, muy sexy, me pilló varias veces mirándola pero no pareció importarle.
Entonces, mientras tomábamos varias copas Kate se acercó a mí, seguía contoneándose y quería que bailásemos, estaba un poco subidilla con la bebida pero no me importaba, nos pegamos y coloco mis manos en sus caderas, estaba muy sexy, me provocaba.
-Castle, aquí hace mucho calor, ¿no te parece?
-mmm
-Si quieres, podemos ir a mi casa…
-¿Qué? ¿Cómo? ¿Kate, que propones? –no me importaba nada, no me importaba Josh, nada era importante, ella quería acostarse conmigo, eso era evidente.
Me cogió la mano y salió del local, su casa estaba cerca a dos manzanas y las hicimos corriendo, al llegar a su portón todo se hizo más real, se dio la vuelta y me besó, al principio no supe como reaccionar pero cuando ella introdujo su lengua con pasión en mi boca, yo la seguí, iniciamos una danza incansable que solo termino cuando no podíamos respirar cuando hacía cada vez más calor. Introdujo la llave en la cerradura y no esperamos al ascensor, subimos las escaleras, cuarto piso, segunda puerta, estamos dentro.
-Dios Castle, las cosas con Josh no van bien, se preocupa más de su trabajo que de mí y yo ya no se si lo quiero, así que me da igual, estoy segura que desde que llegaste a la doce tenemos una atracción muy fuerte pero el caso es ¿tu quieres…?
-¿Qué si quiero Kate? –Me acerqué a ella y la agarré de las caderas, la besé con pasión y me atreví a descender a su trasero, dios, esta diosa quería sexo conmigo, como negárselo. –Por favor, vamos a tu cuarto.
La seguí, como he hecho estos tres años pero esta vez para fines diferentes aunque pensándolo bien esto bien me sirve para mis libros.
Una vez frente a su cama fue ella la que tomo la iniciativa, me desabrochó la camisa, se atrancó con los botones de las prisas que tenía pero no importó porque una vez que me desprendí de ella me beso el pecho haciéndome sentir una corriente eléctrica recorrer mi cuerpo, un escalofrío y por un impulso me deshice de su vestido y woaw. Ropa interior de encaje, extremadamente sexy, mi amigo de ahí abajo reaccionó enseguida, haciendo acto de presencia. Me acerqué a su boca y la besé, esta vez lentamente mientras ella, ávida y fiera me quitaba el pantalón liberándome un poco de la presión. –Dios Castle- ésa fue mi señal para lanzarla a la cama y arrebatarle sus prendas interiores, me deleite con su cuerpo acariciándolo, besándolo, observándolo, siendo testigo de esa maravilla que había querido saborear durante años. Cuando llegue a su epicentro estaba lista para recibirme pero yo no podía resistir la tentación de deleitarme con ella y hacerla enloquecer. Después fue mi amigo quien lo hizo, encajábamos tan bien, a la perfección, pero concorde a su carácter no aceptaba quedarse abajo y se colocó a horcajadas sobre mí, llevando el ritmo. Fue la noche más maravillosa de nuestras vidas.
