El modelo de prueba


El mundo de la moda era cruel, dominado por la pretensión y un toque de lujo. Desde un nuevo par de lentes de sol hasta brillantes zapatos hechos en alguna fábrica europea para justificar la etiqueta y el exuberante precio.

Yuuri solía evitar la publicidad cada vez que daba clic a un vídeo de YouTube e ignoraba olímpicamente cada nuevo producto de alguna marca famosa en una parada de autobús. Nunca fue del tipo que estuviera a la moda. No estaba dispuesto a sacrificar la comodidad en un par de zapatos adquiridos en una tienda de rebajas por unos de marca que costaban tanto como un carro pequeño y eran tan incómodos como andar descalzo sobre brazas. Amaba sus pies después de todo.

Ocasionalmente terminaba yendo a tiendas departamentales para acompañar a su amigo Pichit, quien al parecer conocía el nombre de todas las marcas y productos que alguien pudiera encontrar en tiendas como Saks. Cuando eso sucedía, se sentaba en una esquina, maravillándose ante el hecho de que diez personas se pelearan por una camiseta sencilla sin gran gracia como si fuera la séptima maravilla del mundo. Yuuri incluso podría apostar en la pelea sólo para hacer más divertido el asunto. Realmente no comprendía por qué la gente haría un gran revuelo por la ropa en el momento en que salía, pero seis meses después esos artículos terminarían abandonados en la basura.

De vez en cuando, algunos artículos le llamarían la atención. Eran bonitos e incluso se probaba algunos. Sin embargo, al final no le quedaban y lo hacían parecer más gordo de lo que realmente era o verse ridículo con la forma que tomaban algunos pliegues sobre su piel. Desde pequeño rara vez encontraba ropa adecuada para su complexión regordeta. Era realmente frustrante. Sólo era ligeramente más ancho que el promedio japonés, incluso lucía delgado junto a un americano promedio. Sin embargo, cuando se probaba ropa en 'tiendas nice' salía quince minutos después sintiéndose un cerdo miserable.

¿Por qué se molestaba si quiera en mirar? No necesitaba nuevo. Cada artículo en su armario estaba bien cuidado y lucía bien en él. Su estilo era libre de marcas, sin glamour y por ello se sentía como alguien especial en lugares concurridos. En un mundo con marcas y jerarquías él era único con su falta de estilo.

Creía sinceramente que era tortura lo que su amigo Pichit tenía que pasar para poder vestir un abrigo que había visto en Instagram con marca europea ¿Cómo se pronunciaba? ¿Balmaino, Bailman, Batman? Nunca se molestaba en recordar los nombres. Atestiguaba como su amigo se mataría de hambre algunas semanas para entrar en la ropa y otras semanas más para poder adquirir el artículo en sí.

¿Para qué comprar ropa tan cara si tenías que sacrificar necesidades básicas como tu propia alimentación? No entendía, tal vez nunca lo haría.

Tomó su mochila y salió a caminar. Nevaba en Nueva York y el frío invernal en aquel lado del mundo no era algo que disfrutara. Sin embargo, era mejor que quedarse en casa, viendo vídeos de pasarelas con Pichit el resto del día.

La gran Manzana siempre lo hacía sentir como una pequeña hormiguita que esperaba el momento en que un pie se posara encima de ella y acabara con él sin piedad. No era que no le gustaran los paisajes que la ciudad ofrecía, pero a veces era demasiado abrumador vivir en la capital del mundo donde tantas personas son ricas e influyentes mientras tú eres como una sombra temporal en la pared.

Seguido se preguntaba como había tomado la decisión de estudiar Artes ahí y no quedarse en Japón, donde no tenía que sufrir con barreras en el lenguaje y choques culturales.

Entró a Parque Central y caminó a la deriva sin ningún camino en mente. Por la noche, el lugar era maravillosamente hermoso y fácil de disfrutar debido a la paz y soledad que se ceñía sobre él.

Entonces vio a un hombre sentado en una banca cerca del lago congelado. Lucía muy aristocrático con un abrigo de piel negra, lentes de col, una copa de Starbucks en una mano y bolsa de piel en la otra. Sus manos estaban perfectamente resguardadas por guantes de cuero. Sin embargo, no era lo que vestía si no su cabello lo que lo enganchó. Era como si las estrellas descendieran del cielo en una danza lenta hasta acostarse en la tierra. Se veía tan sedoso y perfecto. Llevó una de sus manos a su propio cabello para descubrir con algo de pena que estaba enredado y tenía orzuela.

Yuuri sacó su cuaderno de sketch de la mochila y tomó asiento frente a aquel hombre. Su mano comenzó a trazas líneas en el papel amarillento, poco a poco creando un borrador tan exacto como fuera posible. Líneas, luego luces y sombras cubrieron el papel con las maravillas que un lápiz barato en las manos de un artista pudiera hacer. Los minutos pasaron hasta que el dibujo tomó forma. Yuuri acarició el papel con la yema de los dedos, aprobando el trabajo frente así con las luces de la ciudad de fondo.

El hombre se puso de pie, tirando su copa de café y su bolsa a un bote cercano.

Si bien el japonés no era alguien que se sintiera atraído por el lujo, sin duda lo reconocía. Esa bolsa era de marca y debía valer una fortuna. Yuuri recogió sus cosas y corrío hacia el bote, usando algunos kleenex para recoger y limpiar la bolsa. Entonces corrió tras el hombre tan rápido como su cuerpo regordete le permitía.

—D-Disculpe señor —Habló a penas alcanzando al extraño. Se sentía demasiado nervioso. Su notorio acento decidía aparecer en las peores ocasiones y sus ropas holgadas lo hacían ver como un vagabundo, sin ofensa.

—¡Dejó esto!—Yuuri sostuvo la bolsa en las palma de sus manos y un acento japonés en sus labios.

La persona arqueó una ceja debajo de sus lentes oscuros.

—Te la puedes quedar, es de la temporada pasada. No vale nada ahora —El hombre mantuvo su paso firme, sin volver a ver a Yuuri. El japonés detuvo su aliento mientras su amabilidad se transformaba en enojo.

Recordó lo mucho que su familia había tenido que trabajar para financiar sus estudios en Estados Unidos. Cuanto había estudiado para mantener su beca y todavía trabajar medio tiempo para no morir de hambre.

—¡T-Todo es valioso! —Alzó su voz lo suficiente para ser esuchada en la distancia —¿Tiene alguna idea de cuántos niños podrían ser alimentados con lo que vale esta cosa? ¡No me joda!".

En un momento de ira Yuuri arrojó la bolsa directo al extraño, sin importarse que por error lo golpeara en la cara. No planeaba disculparse.

—En lugar de tirar estas cosas a la basura debería ayudar a alguien!—Gritó mientras sus puños se ponían blancos de la fuerza que ejercía sobre ellos. Entonces se dio la vuelta y corrió hasta perderse entre la multitud.


A/N: La marca a la que hacía referencia Yuuri es Balmain. Entre más reviews más rápido actualizo. Hasta la próxima.