No muy lejano
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Su brazo temblaba ligeramente, confiaba en la habilidad que tenía con él, ya que manejaba su katana de manera perfecta. Detuvo a los asaltantes que eran tan estúpidos como para intentar robarle en el camino, sus instintos jamás dudaron. Entonces, ahora no era justo que el único brazo que tuviera temblara de esa forma.
— Sasuke-kun, no te hará nada — Su cansancio se notaba en sus rasgos, y una dulce sonrisa cansada adornaba su rostro.
Sasuke solo asintió aún sin tomar el pequeño bulto que le tendía una de las enfermeras. Sakura comprendió entonces lo que le pasaba. El gran ninja ex renegado de Konoha trataba de ocultar sus temores.
— ¿Puede dejarnos solos, por favor? — La enfermera sólo sonrío y depositó en los brazos de la madre a la pequeña antes de salir.
— Debí esperar a que Tsunade terminara el brazo — Evitaba de todas las maneras posibles mirar a Sakura a los ojos, ella siempre había tenido el poder de adivinar lo que pasaba por su mente.
— No le pasara nada, querido. Es tú hija y es fuerte.
El Uchiha se acercó a la cama donde reposaba Sakura, y puso su brazo para que depositara allí a su primogénita. Volvió a arrepentirse de no tener ambos brazos, no podía tocar a su hija mientras la cargaba.
El peso del odio que había estado guardando en su interior se había ido desvaneciendo de manera gradual. Las heridas iban sanando, pero algunas cicatrices quedaban. Las cicatrices de sus equivocaciones, como atacar a cada uno de los miembros de su equipo. Un brazo era una moneda justa que pagar.
¿Pero no poder tocar a su hija de manera completa?
Sakura cerró sus ojos, sabiendo que aquel hombre del que ella se había enamorado hace tantos años, debía tener su privacidad para poder abrirse. Sasuke le dio la espalda a Sakura, agradeciendo en silencio aquel gesto.
Acercó el brazo que sostenía a su hija a su rostro y tocó el rostro de ella con el suyo. Una leve caricia, que hizo que se removiera en su brazo.
— No permitiré que el odio que deje atrás llegue a ti, Sarada — Susurro cerca de su pequeño oído.
Uchiha Sarada llevaba sólo unas cuantas horas de nacida y el mundo de Sasuke se había cambiado completamente. Cuando se alejó de ella, unos ojos igual de negros que los suyos, le devolvieron la mirada. Pero los suyos tenían la inocencia y pureza que una vez él tuvo.
— Gracias, Sakura.
Nunca acabaría de agradecerle lo suficiente el haber confiado en él, cuando ni él lograba confiar en sí mismo.
Ellas eran su futuro. Y no dejaría que ese futuro se escapara.
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