Disclaimer:
Ningún personaje, así como la serie One Piece me pertenece, todo es autoría de Oda Eiichiro.
Este Fanfic es YAOI y explicito, además tratara temas que pueden herir la sensibilidad de las personas. Si este género no es de su agrado, por favor, les pido amablemente que se retiren.
La historia se sitúa en un universo alterno, por lo que no seguirá ninguno de los eventos ocurridos en el manga.
En algunos casos se puede presentar un leve OOC debido a algunas circunstancias.
Parejas:
KiddxLaw como la principal. Las parejas secundarias son: IceburgxFranky, MarcoxAce, MihawkxZoro, ShanksxLuffy y SanjixNami.
Nota de Autor: ¡Hola a todo el mundo! Aquí les traigo una nueva historia que cuenta con los personajes de One Piece en un universo alterno, siendo el foco de la historia un accidente que le destrozara la vida a más de uno. Es necesario aclarar, que yo no soy doctora ni nada parecido, por lo que muchas cosas de las que hablare aquí son por investigación, pero en su mayoría son ideas locas mías, además, advierto que tocare temas delicados, como la violencia verbal y física, la muerte, la pedofilia y relaciones sexuales explicitas. Una vez dicho esto, les dejo con el primer capítulo.
Capítulo 1: Carretera
"Soy un terrorista salido directamente del infierno,
no tengo padre ni madre, eso es porque los maté,
no tengo amigos ni novia, eso es porque los maté."
"Mata, mata, mátalos a todos,
asesinato, comete un asesinato,
tiñe tus memorias en sangre."
¡Asesinato!
Satsugai – Detroit Metal City
21 de octubre, Raftel, Mariejois.
A lo largo de la carretera Red Line miles de autos se movían tratando de llegar a su destino. Uno de dichos autos era un convertible negro del cual provenía una estruendosa música. El hombre que manejaba el vehículo apretaba con fuerza el volante. Era de aspecto bastante fornido, llevaba pantalones rojo vino, botas de motociclista y una chaqueta de cuero negro con pinchos en los hombros la cual estaba abierta dejando ver una musculosa blanca en la que se marcaba muy bien su anatomía. Su cabello rojo en punta y labios negros resaltaban con fuerza en aquella oscura noche, mientras que sus ojos brillaban con furia poco controlada.
—¡Avanza de una puta vez! —gritó el muchacho mientras tocaba la bocina. —¡Lo que me faltaba!
Ya no podía recordar cuanto tiempo llevaba sentado en su auto y seguro que su trasero ahora era cuadrado si es que no había desaparecido ya. No sabía por que todo se había vuelto tan lento, él necesitaba llegar a su destino cuanto antes.
Aburrido de mirar hacia el frente, dirigió la mirada hacia los demás vehículos; a su lado derecho estaba un auto amarillo con una pareja, el conductor era un hombre alto y elegante de curioso peinado en tupé castaño y perilla negra. Su compañero era un moreno un poco más bajo, sonriente y con un mar de pecas en su cara, claramente una pareja de enamorados. —Qué asco —pensó él joven.
Cambió su vista hacia su izquierda, donde había otra pareja, esta vez mayor, en un Chevrolet de color rojo. El hombre era rubio y de piel morena, la mujer, de ondulada cabellera negra y prominente nariz conversaban mientras el tráfico avanzaba. Más asco. Miró por el espejo retrovisor y pudo ver el auto que estaba atrás y una vena de indignación saltó en su frente ¡Otra pareja de hombres! Estos eran mayores que los otros e iban en un auto mucho más caro, un sunny azul con vidrios semi polarizados, seguro que era gente importante.
El muchacho subió el volumen del radio desesperado por la lentitud del avance en la carretera. Se levantó del asiento y trató de ver la causa del problema y lo logró. Un gran camión estaba teniendo problemas para avanzar debido a su carga, una gran cantidad de tubos de construcción que le complicaban el doblar para entrar al puente Calm Belt.
—¡Apresúrate imbécil! —gritó el chico otra vez mientras se sentaba y sacaba su celular para notificar su retraso —Killer, no.… aún estoy en la carretera… ¿ah? Un tarado está causando problemas, dentro de poco entraré al puente y tomaré un atajo… si, ahí nos vemos… te tengo que dejar, ya se está moviendo, vale, allá nos vemos.
Tal como el pelirrojo lo había dicho, los autos que querían entrar al puente comenzaron a avanzar. Con gran habilidad logró adelantar algunos autos y se colocó al lado de unos chicos que iban montados en una moto negra con algunos toques verdes.
De repente alguien tocó la bocina captando su atención, una hermosa chica de largo cabello naranja y buenas curvas le hacía señales desde su auto. El joven le dedicó varias miradas desnudándola descaradamente, cosa que a la chica no parecía molestarle, al contrario, siguió su juego y lo miro de la misma manera. Le había gustado el atrevimiento de la chica. Pero el juego pronto se acabó ya que podía ver el final del puente, sólo faltaba que ese molesto camión se quitara, ese mismo camión que cargaba esos pesados tubos… los cuales se estaban soltando.
En el interior de uno de los autos, el mayor de sus ocupantes, un hombre que iba vestido con un terno blanco y era el dueño de uno de los bancos más respetado del mundo conducía mientras conversaba felizmente con su joven acompañante, una promesa en el mundo de la fotografía.
El chico que tenía el cabello negro vestía pantalones del mismo color y camiseta roja, se encontraba algo avergonzado, pero aun así dejaba ver una pequeña sonrisa que junto a sus pecas le daban un aire infantil.
—Oye... Thatch, gracias por conseguir al especialista para Luffy —comentaba un radiante pecoso.
—Te dije que no debías de agradecer nada, sabes que aprecio a Luffy y también quiero verte feliz —comento el mayor que usaba un tupé. —Ace.
—Aunque digas que no debo tú has hecho tanto por mí y no sé qué haría sin ti.
—Pero que cosas dices, si tú me llegas a faltar soy yo quien se muere —el mayor acarició la mejilla de su acompañante. —Eres tan dulce.
—C-concéntrate en la carretera quieres —comento Ace nervioso. —¿A qué hora nos teníamos que juntar con tu amigo?
—Ya deberíamos estar ahí. Me dijo que le costó un mundo conseguir al especialista ya que tenía muchos compromisos, pero logró convencerlo para darle una cita a Luffy. Ahora nos reuniremos con ellos para entregarle los expedientes de tu hermano y lo más seguro es que esta misma semana ya tengamos un resultado.
—Me muero por decírselo a Luffy y que pueda ver mis trabajos.
- Tienes que guardar la noticia, cariño y ya verás que a Luffy le fascinara.
—Pero… ¡Thatch! —gritó el moreno cuando vio como una gran cantidad de tubos venia en su dirección.
Thatch intentó esquivar los materiales, pero fue chocado por un auto rojo que también intentó evitar ser golpeado por los tubos. El brusco movimiento hizo que el vehículo girara hasta ir a parar al borde del puente. Ace sintió como el terror invadía su cuerpo al ver la otra autopista que cruzaba por debajo de ellos, pero ya nada podía detener la caída del auto, lo único que pudo hacer fue mirar a Thatch, el hombre que había conocido hace más de un año y que le había dado tanto a él. A ese hombre que, aunque sabía que Ace no le correspondía totalmente, lo amaba con devoción.
- Te amo Ace.
En otro de los autos, una pareja de casados regresaba a casa después de un relajante viaje que habían hecho para celebrar su aniversario.
—Estaremos ahí en unos minutos Usopp —habló una mujer de larga nariz, cabello negro y de aspecto algo delicado.
—Dile la verdad —susurró un hombre rubio y con rastas en un tono divertido.
—Está bien, recién estamos entrando al puente. ¿Ya has comido?
—Mi amor... —susurró el hombre otra vez.
—¿Seguro qué has comido...? de acuerdo, ya vamos en camino, cuídate… besos.
—Ya no es un niño Banchina.
—Pero aún no sabe cocinar y estoy segura de que el pobre debe estar muerto de hambre
—Sabe marcar un número telefónico, apuesto lo que quieras a que pidió comida así que relájate.
—Yasopp ¿qué hay de malo en que me preocupe por mi hijo?
—Mmm... ya tiene diecinueve, no es un niño cariño.
—Pero sigue siendo mi hijo.
—¡No puedo ganarte! —se rindió el esposo.
—Claro que no —comentó la mujer con un gesto de victoria.
Yasopp amaba eso de ella, siempre tan optimista, pero a la vez alguien que sabía reconocer la realidad. Feliz se dedicó a contemplar a su esposa por unos segundos, solamente unos pocos segundos los cuales fueron cruciales. No los vio venir a tiempo, ni mucho menos pudo girar lo suficientemente rápido como para esquivarlos. Aquellos tubos estaban prácticamente sobre ellos y aún peor, algo bloqueo su camino y no pudo seguir avanzando en su escape. No pudo salvar a Banchina.
En el Sunny se encontraba el senador Iceburg. Un hombre de unos cuarenta años de cabello azul y rostro serio que vestía una elegante camisa amarilla y unos pantalones negros. Es senador se encontraba sumergido en un absoluto silencio y su acompañante, un hombre de cabello celeste, que solamente vestía una camisa hawaiana y unos bermudas azules, miraba fijamente hacia la carretera.
Ambos ignorándose y al mismo tiempo hirviendo por decirse unas cuantas cosas. No era la primera pelea. Últimamente el senador tenía que aguantar las rabietas de su pareja y siempre era él quien tenía que dar el primer paso, pero esta vez fue el otro quien rompió el silencio.
—¿Aún estas molesto Bakaburg? —preguntó el hombre de cabello celeste.
—¿Tú qué crees?
—Que estás haciendo el ridículo —comentó el otro como si fuera lo más simple del mundo.
—¿Yo estoy haciendo el ridículo? No fui yo quien entró con ropa de verano al senado a hacer una escena de celos.
—Ya dije que lo sentía ¡Pero eso fue tú culpa! ¿Es que no puedes mantener a la zorra de tu secretaria lejos de ti?
—Aquí vamos de nuevo —el senador miró a su pareja fijamente. —¿Cuántos años hemos estado juntos?
—Diez años —contestó el otro mirando hacia la ventana.
—¿Y en diez años no me has conocido lo suficiente como para saber que eres lo más importante que tengo, Franky?
—No sigas… joder… —Franky apenas podía contener las lágrimas. —Yo también te amo Iceburg.
—Lo sé, Bakanky —respondió el político mientras ponía su mano sobre la de su pareja. —Confía más en mí.
—¿Me harás cariñito hoy?
—Quien sabe...
Si bien su relación había sido tormentosa y solían pelear frecuentemente, Franky no la cambiaba por nada del mundo. Iceburg era el único capaz de contenerlo y Franky era el único que podía alegrar la vida del senador. Se complementaban y eran muy felices a pesar de que las escenas de celos del peliceleste eran para volver loco a cualquiera, en cierto modo hacían a Iceburg feliz, porque sabía que a su peculiar manera Franky lo amaba y él correspondía el sentimiento. Ese fue el pensamiento que ambos tenían en su mente cuando todo se fue a negro.
En medio de la carretera, entre el mar de autos una moto negra con detalles verdes circulaba. En ella iban montados dos chicos que aprovechaban la oscuridad para huir.
—¿Estás segura de esto Kuina? —preguntó el chico que vestía una sudadera azul y unos pantalones verde.
—Ya te dije que necesito demostrarle a mi padre que soy la mejor para seguir con el negocio de la familia —dijo la chica llamada Kuina la cual vestía una chaqueta blanca y pantalones rojos.
—¿Y cómo carajos piensas hacerlo fugándote de casa?
—No me fugo, iré a buscar mi mina de oro.
—Tú estás buscando que nos maten a los dos —comentó el muchacho con desanimo. —Dentro de una semana por fin comienza mi periodo de interno.
—¿No será que tienes miedo Zoro? —preguntó Kuina y aunque el chico no podía verla por el casco, sabía que ella estaba sonriendo.
—¿Y no será que tú eres imbécil? Cuando tu padre se entere…
—Aunque lo supiera no moverá un dedo, sus negocios le importan más que su débil hija y después de eso, vienes tú.
—No digas eso.
—¡Claro que sí! Su sueño es que tú hubieras sido su hijo.
—¡Ya cállate! No sabes ni lo que dices. Yo seré médico, no puedo encargarme del "trabajo" de tu padre.
—Digo la verdad, en el mundo de los Yakuzas una mujer no genera respeto y en cambio un hombre… impone, yo jamás podré ser la jefa de la familia.
—Si sigues diciendo esas tonterías claro que no… ¡Mierda!
—¡Zoro! —gritó Kuina casi desgarrándose la garganta.
Al joven le fue imposible esquivar la lluvia de tuberías que se le cayeron encima por completo. Uno de los grandes tubos impactó de lleno en la moto haciéndola volar quien sabe cuántos metros y estrellándola en un elegante auto azul de vidrios semi-polarizados. Zoro salió volando hasta el otro carril quedando tirado en una esquina del puente y en sus pocos segundos de lucidez pudo ver la mano de Kuina bajo uno de esos tubos.
La sensual chica que vestía una polera azul sin mangas y pantalones blancos no paraba de coquetear con aquel hombre de aspecto salvaje. Si bien no era su tipo en este momento no le importaba. Realmente no es que fuera a acostarse con él y menos tener una relación, pero no podía evitar hacer ese tipo de espectáculo si sabía que él la estaba mirando.
—¿Celoso Sanji? —susurró la chica mirando por su espejo retrovisor y su mirada chocó con la de un chico rubio de ojos azules. —Estás ardiendo de celos.
En efecto, aquel chico que la miraba desde su auto hace un buen rato ardía en celos, pero se contenía, después de todo la había engañado y ella terminó la relación después de girarle la cara de una bofetada. La había destrozado. Ella renunció a muchas cosas por él. Su familia, amigos, oportunidades de trabajo… y aun así Sanji cayó en los enredos de otra.
—Veamos qué dices de esto —comenzó a mirar descaradamente al pelirrojo mientras pasaba su lengua lentamente por sus labios, dejando ver a Sanji cada uno de sus movimientos. —Veamos... ¡ja! —pensó la chica al ver como el rostro del rubio se volvió más colérico y casi echaba humo por su nariz. —Tan predecible —la pelinaranja miró de reojo al chico del auto negro y notó como su semblante se ponía serio para después darle paso a uno de alarma. Rápidamente miró hacia adelante y quedó paralizada frente al espectáculo que se presentaba ante ella. Aunque lo hubiera intentado no podría haber escapar del tubo que cayó de lleno sobre su auto.
El pelirrojo vio como la chica fue casi aplastada por el tubo. Con dedos temblorosos, pero decidido salió de su auto para socorrerla, aun cuando no supo por qué demonios lo hacía. Él no era el tipo de héroe romántico que rescataba doncellas en peligro, al contrario, siempre le había caído mejor el de villano, o al menos el tipo que complica las cosas, pero no todos los días vez a una hermosa chica coquetearte para segundos después estar sangrando bajo un tubo de cemento. Debía llegar hasta el auto y sacarla. Debía esquivar más tubos.
No muy lejos del puente Red Line y para ser más precisos, en la autopista que cruza debajo de dicho puente, un auto celeste conducía tranquilamente para reunirse con un amigo y el novio de éste.
—Maldición Thatch... ¡Contesta! —hablaba un rubio de curioso peinado en forma de piña. —¡Vamos!
El joven que vestía una camisa morada y pantalones azul oscuro tiró su celular al asiento del copiloto. Aunque iba atrasado había cumplido con llamar para avisar de su retraso tanto al especialista como a su amigo, pero si Thatch no respondía ya no era su problema. Diez años sin verse y llegaba tarde todo por culpa de uno de los nuevos internos, ni modo, ellos entenderían.
Intento avanzar por uno de los costados de la carretera cuando un fuerte estruendo llamó su atención.
—¿Qué demonios? —el rubio vio como no muy lejos de ahí un auto había caído desde el puente y no sólo eso. Muchos tubos de construcción, gritos y ruido le seguían.
Eso no le gustaba. Salió de su coche y se dirigió al que se había estrellado. Al llegar pudo ver que el auto estaba totalmente destrozado por el impacto al caer de frente y con los vidrios reventados. Se acercó para ver el estado de la persona dentro del automóvil, pero se detuvo cuando oyó el quejido de alguien no muy lejos.
—¡Rápido! ¡Llamen a urgencias! —gritó el hombre mientras se dirigía para atender al chico que estaba tirado en el piso que probablemente había saltado antes de estrellarse el coche.
Verificó el pulso del joven y luego si tenía fracturas comprobando que estaban en la mayoría de su cuerpo. Trató de inmovilizarlo hasta que llegara la ambulancia. Con cuidado lo tomó y lo acomodó lo mejor que pudo hasta quedar el chico de espalda, y en ese momento observo con cuidado su rostro que mostraba múltiples golpes y rasguños. No era más que el rostro de un niño.
Aclaraciones:
La canción que sale al principio del capitulo es Satsugai, el opening de la serie DMC. No tengo los derechos de ella, solamente la he usado como intro para el capitulo.
Notas finales: Bien, se que es un comienzo algo brusco, por no decir que es una carnicería, pero les advertí que este fic no es miel sobre hojuelas, es uno bastante dark y habrá mucho que tal vez sea difícil de tratar. En el próximo capítulo estaremos en el hospital, sabremos de algunos muertos, y lo más importante, la gran aparición de nuestro querido Law, no se la pierdan :3
Atte: Lacrimosa Azul
