El Regreso del Príncipe
por K-tra
SPOiLERS LIBRO 6. Esta historia esta ambientada después del 6° libro "HP y el Príncipe Mestizo".Después de lo sucedido a Dumbledore, McGonagall se encuentra en una muy difícil decisión la cuál puede llevar a toda la Orden al caos o al éxito.Alguien es vampiro y está sediento...
Pairing: Severus/Harry, Severus/Lucius. (Pero nada explícito)
Raiting:M (Creo)
No Beteado.
Archivo: Pueden archivar esta historia donde quieran, si es que alguien quiere. Y si pueden envíenme un e-mail con la dirección, así puedo visitar donde la alojaron.
Comenzado: 18 agosto 2005
Finalizado: 30 agosto 2005
Total: 9 capitulos
Feedback: Sí... por supuesto. Esta es mi primer fanfic, así que acepto críticas de todo tipo. Buenas y/o malas. Pueden tirarme tomates o flores... todo me sirve para mejorar mi escritura...
Nota: No piensen mal de mi por como insulto a ciertos personajes aquí.. Mis personajes favoritos son y siempre serán Snape y Voldi.
Nota 2: La descripción del vampiro la basé en la representación de ellos según Joss Whedon de "Buffy The Vampire Slayer" y "Angel La Serie". Me parecen mucho más sexys así, que como los representa Bram Stocker o Anne Rice.
Y los datos sobre hombres-lobos fueron basados de el libro "Harry Dresden-Fool Moon"
Aviso: Todos los personajes de Harry Potter son propiedad de J.K Rowling y Warner Brothers. Esta historia fue escrita puramente por diversión. No obtengo ninguna ganacia con ella..
CAPÍTULO 1
La Profesora Minerva McGonagall caminaba rápidamente dentro de sus cuartos. Tenía que empacar todo.
Había llegado el verano, y como todos los años, ella volvía a casa; su segunda casa, porque Hogwarts era su hogar la mayor parte del año.
Pero ahora Hogwarts había cerrado.
Y la posibilidad de que volviera a abrir el año siguiente eran escasas.
Aunque la decisión caía en sus hombros, debía de todas formas seguir el 'consejo' del Ministro de la Magia.
Pero ella ya creía saber cuál sería ese 'consejo'.
El Colegio Hogwarts no habriría el año entrante.Ya no era seguro para los alumnos ni el grupo de Profesores según algunas mentes.
Mientras recorría sus habitaciones rápidamente con su varita en alto haciendo pequeñas florituras mientras sus pertenencias se guardaban en su baúl, el cúal debería ser de la misma marca que el del Profesor Moody, ya que prácticamente había vaciado las bibliotecas y estantes de sus cuartos y aún quedaba espacio para continuar con el contenido de su ropero.
Aún así en este ajetreo no paraba de pensar en los últimos días y murmuraba para sí...
"Aún no puedo creer que Albus llegara a ser tan tonto.
Confiar en Severus de esa forma basandose en una escusa tan pobre.
Y aunque no fuera una mentira, iguál no tendría tanto valor cómo para guardarle tanta confianza como Él le dio. "
No,.. no lo puedo creer...
No de Albus.
Él era muy inteligente; el mejor de los Magos de nuestro tiempo. Él se daría cuenta de que Severus lo estaba engañando todo este tiempo. Tantos años.
Quince año de que esa víbora nos siseaba sus mentiras y nadie pudo evitarlo. Simplemente porque sabíamos o creíamos que Dumbledore tenía un excelente motivo, un secreto de Severus, por el cuál el Director colocaba su entera confianza en él.
Albus era un genio. De ahí sus locuras.
Jamás habría creido algo así.
Severus arrepentido, como no...
Quien puede creer que Severus pueda arrepentirse de algo. Y de la muerte de los Potter justamente. Todo el mundo sabía que los odiaba.
Tiene que haber algo más. Algo que Potter olvidó mencionar.
Potter dice que Albus le dijo... bahhh, eso debe ser una mentirita que le dijo el Director para que Potter dejara de curiosear.
Ese Potter, siempre queriendo saber todo. Cuando uno no le dice ciertas cosas por su propio bien.
Pero no..., la curiosidad puede más que él.
Y para colmo ahora Potter guarda en secreto el último trabajo de Albus. Y sus últimas órdenes.
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El resto de los Profesores ya se habían marchado a sus hogares.
Ya con todo empacado y apuntando con su varita a su baúl suspiró unas palabras y el baúl desapareció.
Saliendo de sus cuartos de Jefa de la casa Griffindor, decidió no pasar por la oficina del Director, de la cuál ahora era tan de ella como lo había sido de Dumbledore unos días atrás. Ya que ella ahora era oficialmente la nueva Directora del Colegio Hogwarts De Mágia y Hechizería.
Pero sólo había podido ejercer no más que un par de días ántes de la llegada de fines del curso.
Caminaba ya por los pasillos, los cuáles parecían acompañarla en sus sentimientos. Todo estaba tranquilo y solitario. Demasiado.
Extrañaba el murmullo de los rincones, el eco de pasos acelerados de los alumnos, los fantasmas del castillo, los cuáles nadie había vuelto a ver después del funeral.
Tantas cosas habían cambiado y tan rápido.
Nunca se había sentido tan sola y desprotegida, abandonada.
Aunque la seguridad mágica del castillo aún funcionaba y sabía que no corría ningun riesgo en ese momento; no olvidaba que esa seguridad había sido violada apenas unos días atrás.
Saliendo del portal principal, paso frente a el lago y se detuvo cerca de la cabaña de Hagrid por unos momentos.
"Él está dentro, lo sé. Él sabe que me voy" – Pensaba ella mientras reanudaba su marcha hacia las afueras del castillo. – "No es necesario despedirnos. Él cuidará todo, como siempre. Y sabe que nos veremos pronto en la casa de Potter."
Él necesita estar sólo, y recordar a su amigo, como yo planeo hacer.
La única persona que confió en Hagrid. Pobre Hagrid. La vida a sido dura con él. Siempre es dura con los más débiles.
Nos veremos mi amigo, pronto. Pero ahora yo también necesito mi espacio. Necesito pensar, tengo mucho en que pensar.
Hogwarts, La Orden, Potter... y Severus.
No olvidemos al traidor.
Pobre Potter; él no es débil, pero parece que la vida no a tomado eso en cuenta e igual le dio su ración.
Obligandolo a perder parte de su niñes, ver las cosas de una forma en la que debería estar prohibido que un niño las viera. Las viviera.
Pero él ya no es un niño.
Mentalmente hace mucho que dejó de serlo. La vida lo a obligado a madurar temprano. Pero aún así, no lo suficiente para lo que ella le traerá.
Mmmhh, quien soy yo para juzgar.
Ya en las afueras del Colegio, y lejos de la seguridad de éste, Minerva mira a el cielo, - "Está claro y sin ninguna nube, podría apparatar pero no tengo apuro en llegar." - Asi qué sube a su escoba y se aleja lentamente.
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Nadie notó que una bruja aterrizaba en su vecindario. Como tantas otras veces.
Nadie nunca pensó eso de su vecina.
Nadie jamás pensaría algo asi de un McConagall.
La vieja casa de la antigüa familia McConagall no era una mansión, era un grán caserón, viejo, humedo, pero aún habitable.
La Señora Minerva McConagall, viuda de Oro Radcliffe; no tenía hijos ni nadie que la acompañara, excepto (por lo que sabían los vecinos) una vieja gata griz a rayas.
Los más antigüos vecinos la conocián desde niña, algunos hasta fueron compañeros de escuela de ella, hasta que sus padres decidieron no seguir con la costumbre local de enviar sus hijos al Colegio que estaba frente a la plaza del pueblo para sus estudios secundarios. Y decidieron enviarla a un Colegio de internados, muy lejano del cuál ella pasaba 10 meses al año.
Luego un día ella contrajo matrimonio y por un par de décadas nadie supo de ella. Salvo una vieja miga de la niñéz con la cúal mantenía correspondencia.
Unos 17 años atrás ella retornó al pueblo, y obviamente nadie la reconocía. Pero la curiosidad pudo más con sus vecinos al ver que el antigüo y abandonado caseron de los McConagall estaba siendo nuevamente habitado. Y para sorpresa de aquellos que la recordaban al ver que era Minerva quién había vuelto.
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Ya había anochecido cuando ella arrivó al jardín trasero de su casa. Y aunque ya había llegado el verano, había una brisa fresca, demasiada fresca para sus viejos huesos, por lo que se apresuró a dar la vuelta hasta el frente y entrar en su casa, con un solo objetivo en mente... encender las estufas y prepararse una gran tetera con mucho limón y talvés algún pastelito de compañía.
Saliendo del vestíbulo había dos piezas inmediatas, una a cada lado, la de la izquierda era una mezcla de living con sala de estudio, y la de la derecha un comedor con grandes y viejos muebles de madera.
Dejando su abrigo en el perchero del recibidor, se dirijió a la pieza de la derecha y se puso a encender la chimenéa.
La casa estaba a oscuras y así la dejó mientras se dirigía a la cocina que estaba a continuación del comedor, guiándose por el reflejo de las llamas de su estufa.
Su casa bajo la vista de cualquiera, era de aspecto muy muggle, y así le gustaba a ella.
Habiendo verificado que su baúl había llegado al lugar correcto, se dispuso a preparse el té.
No es que dudara de sus habilidades como bruja, pero es que últimamente se estaba volviendo medio olvidadiza, cuando no tenía algún que otro pequeño herror.
Pero eso era completamente comprensible teniendo en cuenta los infernales tres últimos días que ha tenido que vivir.
Regresando al comedor para preparar todo para su (un poco atrasada) merienda, se dirije a encender la estufa del estudio y encender algunas luces... talves.
El estudio tenía una gran estufa empotrada en la pared frente a su puerta. Con un juego de tres sillones tan antigüos como la casa, pero no menos cómodos. Los dos sillones más grandes estaban uno frente al otro y de perfíl a la estufa, mientras que él tercero y más pequeño estaba dejado en un rincón de la sala, cerca de la puerta de entrada, repleto de almohadones en tela escocesa.
Había una ventanal de cuatro hojas sobre uno de los sillones grandes. Y frente a ella, pasando los sillones se veía una mesa de madera rectangular con un par de sillas, frente a una enorme biblioteca que ocupaba toda la extensión de la pared.
Pasando rápidamente por entre los sillones y dirijiendose hacia la estufa, no notó la presencia de algo extra en la habitación.
Habiendo encendido la estufa con un vigorozo fuego que lamía con furia sus paredes, ella percibe algo y se voltéa.
No sabe lo que es, no logra ver bien, pero rápidamente y varita en mano, da unos cuantos rápidos pasos hacia la puerta y apunta hacia uno de los sillones. El más grande, frente a la ventana.
Una gran capa negra y aparentemente con su dueño incluido, descansaban en toda la extensión del sillón.
Dormía, sin haber notado nada.
