Otro fic ubicado en algún momento de la tercera o cuarta temporada. Algo críptico, pero espero que al final todo quede claro. Saludos y no olviden dejar un review ;-)
Etapas del duelo
Negación
La lenta muerte de lo que debió ser…
No hay molestas manecillas para recordarte el paso del tiempo; por lo tanto, no hay forma de saber cuántas horas han pasado. Al menos, supones que han sido horas. Dada tu situación, no es algo importante, pero cuando finalmente relajas los puños y sueltas las sábanas, el dolor muscular te da la razón.
En retrospectiva todo el asunto te causa gracia. El largo discurso del médico fue interrumpido más de media docena de veces por las inoportunas acotaciones de Huesos. Al final, la voz del hombre sonaba exasperada, y puedes jurar que bufó y elevó la voz para evitar ser interrumpido nuevamente. Cuando logró llegar al grano y darte la noticia parecía más ansioso por alejarse de Brennan que apenado por tu situación.
No lograste entender el noventa por ciento de tanta palabrería, terminología médica que llevaba al diez por ciento restante: el resumen y la conclusión. Tú siempre te has sentido más cómodo con ese pequeño porcentaje donde encuentras respuestas. Huesos, por el contrario, retoza en el mar de causas como niño en una juguetería.
Asentiste levemente y escuchaste los pasos del médico al salir. Incluso tuviste el valor de bromear con Huesos al felicitarla por haberlo hecho tartamudear. Siguió un pesado silencio y entendiste que tu broma no había sido apreciada. No escuchaste siquiera la típica explicación sobre las causas fisiológicas de la tartamudez. Ella se sentó a tu lado y muy pronto sentiste su cálida mano posarse sobre la tuya. La saliva en tu boca se transformó en hiel gracias a la piedad transmitida por ese contacto.
Retiraste la mano con brusquedad y alegaste cansancio. Necesitabas estar solo y, por una vez, ella entendió el mensaje y se retiró. Estuviste en total silencio hasta la llegada de una enfermera que pasó varios minutos revolviendo los tubos a los que estabas conectado, tomándote la temperatura y haciendo preguntas amables.
Después de eso empezaste a encontrar todo muy divertido. Quizás era consecuencia de alguno de los medicamentos recién aplicados. Quizás era porque algo dentro de ti gritaba que aquello era temporal y a pesar de lo que los médicos dijeran, muy pronto estarías de vuelta en las calles, al volante de tu vieja camioneta y persiguiendo criminales. Algo, tal vez eso llamado fe, daba palmaditas en tu hombro y te recordaba que eso no podía pasarte a ti porque tú tienes una misión por cumplir.
Cierras los ojos y un cansancio, esta vez real, se apodera de ti hasta hacerte vagar en una niebla de inconsciencia.
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De alguna extraña forma, verlo de pie, tan cerca del laboratorio, te parece la culminación de esos siete meses. Sonríe, y aunque no se trata de su habitual sonrisa contagiosa por lo menos parece sincero, resignado. Hay algo de inseguridad y vacilación en sus movimientos y verlo así te parece tan extraño como si Ángela te informara de su próximo ingreso a un convento.
Hodgins se acerca a saludarlo y coloca la mano sobre su hombro para guiarlo con disimulo, tomas eso como un avance: está dispuesto a aceptar ayuda. Nunca entendiste su estúpido orgullo y autosuficiencia. Tal vez por la misma razón por la que nunca has comprendido del todo tu propia fobia a la dependencia.
Al identificar tu voz se acerca y sin dejar de sonreír extiende la mano como si acabaras de serle presentada. Conversan en grupo por varios minutos, pero tú prefieres no participar, observas y callas. Lo estudias. Sus hombros están más relajados y en general, su lenguaje corporal expresa más fuerza y ánimo.
Alguien sugiere ir a tu oficina y él acepta de buen grado. Estando tan cerca de él te parece lógico tomar su brazo para guiarlo, pero con delicadeza Booth lo rechaza y desdobla el bastón en su mano. Tratas de no parecer herida cuando notas que el brazo de Cam es aceptado con gratitud.
En cuestión de minutos todos se marchan dejándolos intencionalmente solos. Al salir la última persona él suelta una risita ronca y sacude la cabeza antes de fijar los ojos semimuertos en algún lugar sobre tu hombro. Sus manos palpan cada objeto sobre tu escritorio hasta identificarlo y dejarlo de nuevo en su sitio. Al toparse con un libro confiesa estar esperando el audio de tu nueva novela que, asegura, superará a la anterior. Da golpecitos al libro para enfatizar su punto y tu sonríes sin explicarle que lo está en sus manos es el Estudio de las Sociedades de Klausner y no un libro escrito por ti.
Fuerza su actitud hasta meterla a presión en el molde de la que solía ser. Lo prefieres así porque muchas noches su imagen, derrotada y vencida, aparece en tus pesadillas y cualquier cosa es mejor que volver a verlo de esa forma.
Te relajas. El hombre que acostumbraba ser trata de emerger adaptándose a las nuevas circunstancias y aunque nunca vuelvan a discutir en el camino a una escena del crimen, pronto estará contigo casi como antes. Sin saber porque, sientes deseos de llorar; una reacción tonta si alguien te pregunta, pero quieres abrazarlo, enterrar la cabeza en su pecho y decirle lo orgullosa que te sientes de él. Decirle que sigue siendo el mejor ejemplo que la vida te ha dado. Pero te muerdes el labio, empiezas a revolver papeles y con aparente distracción confiesas tener mucho trabajo y tratas de obligarlo marcharse por temor a que te vea llorando… hasta que recuerdas: él no puede ver las lágrimas que ya escurren por tus mejillas.
El asiente, pregunta la hora y se sorprende por lo avanzado del día. Como pensando en voz alta recuerda que debe llamar a su hermano y luego, sin darle demasiada importancia, confiesa estar considerando la idea de mudarse a Óregon para vivir cerca de su familia. Promete llamarte y se va.
Caes en el cómodo asiento de piel y vuelves a respirar. Se trata de otra etapa. Con seguridad sólo examina sus opciones. Jamás dejaría a Parker.
Jamás te dejaría a ti…
