Bleeding In The Dawn
Crónicas Vampíricas
La noche. Madre de la desgracia y de la lujuria. Un manto oscuro que se cierne sobre el mundo, esperando el momento adecuado para nublar algún corazón. Momento esperado por amantes y ladrones, dispuestos a todo por conseguir lo que quieren.
Nosotros no somos la excepción. Buscamos el mejor momento entre la noche para hacer nuestra triunfal aparición. Buscamos algo que todos poseen, pero que se niegan a entregarnos. La muerte camina de nuestro lado, eso deberían saber. Yo sólo he venido aquí, en señal de paz, con ustedes lectores que estás a punto de sumergirse en esta historia. No soy muy buena escribiendo relatos de terror, pero tampoco soy tan mala a la hora de imaginarlos. Disfruten, que esta, podría ser su última historia.
Capítulo Uno:
—Me niego –repitió un apuesto muchacho de cabello plateado y ojos ámbares—. No me casaré con ella padre, y esa es mí última palabra.
—No me importa lo que digas –le espetó su padre—. Te casarás con aquella muchacha, quieras o no.
—Primero tendrás que matarme antes de que acepte tu petición.
Se levantó de golpe y salió del salón resoplando por la nariz. Detestaba que le dijeran lo que debía hacer. Pero era un príncipe, y los príncipes, por más tercos que fueran, debían obedecer las órdenes de un rey.
— ¡Inuyasha! –Gruñó el joven príncipe—. ¡Inuyasha!
El aludido salió rápidamente de su habitación. Tomando un poco de aire, miró a su hermano y se arrimó contra la pared.
— ¿Qué sucede, Sesshomaru?
Inuyasha también tenía el cabello plateado y los ojos color ámbar. La diferencia, era que él poseía una mirada cálida y tierna, mientras que Sesshomaru, era frío y calculador.
—Me ha obligado a casarme –dijo Sesshomaru ejerciendo sobre sí, algo de autocontrol—. Detesto que me impongan las cosas.
—Deberías de acostumbrarte –replicó Inuyasha tranquilamente—. Pero cuéntame, ¿Quién es la pobre mujer que se casará contigo?
—No estoy para bromas.
Abrió las puertas de su habitación y se lanzó boca abajo sobre su cama de dosel cubierta por sábanas de seda negra.
—Su nombre es Kagome Higurashi –dijo Sesshomaru—. Es una vampiresa inglesa. De alta alcurnia como nosotros.
—Entonces no veo el problema –dijo Inuyasha confundido—. ¿Qué te molesta de ella?
—Tiene dieciocho años y no ha matado a un solo humano –gruñó Sesshomaru—. Vive por que su padre le da de beber la sangre que recolecta de sus víctimas.
—Una princesa debilucha –susurró Inuyasha—. Kikyo era así hermano, pero le enseñé el arte del asesinato en muy poco tiempo, y ahora domina todos los dones vampíricos a la perfección.
—Ella es diferente, Inuyasha.
Sesshomaru sacudió la mano, en un ademán de sacar a Inuyasha de la habitación. Su hermano le acarició el cabello y salió cerrando delicadamente las puertas. No quería casarse con esa vampiresa. Ni siquiera le agradaba la idea de conocerla. Tal vez era hermosa como su padre le decía, pero la belleza no era suficiente para conmoverlo y atraerlo. ¡Que equivocado está en este momento, nuestro amigo Sesshomaru!
La luna estaba en su máximo esplendor. Habían pasado quince días desde que Sesshomaru fue comprometido con Kagome Higurashi. Una desconocida y débil vampiresa inglesa, de alta alcurnia.
Sesshomaru, Inuyasha y su padre se encontraban en el salón principal acompañados por dos bellas mujeres. La una, era la madre de los hermanos. Izayoi era bellísima. De cabello negro y largo y ojos también negros. La segunda era mucho más joven y bella. De cabello negro y ojos castaño oscuro. Esa muchacha se llamaba Kikyo y era la esposa de Inuyasha. Llevaban cuatro años de casados y se sentían profundamente enamorados.
—Llegará en cualquier minuto, Sesshomaru –dijo Inu-taisho—. Arréglate la camisa.
Sesshomaru gruño sin mirar a su padre y se acomodó el cuello. Lucía una elegante levita negra acompañada de una camisa blanca de botones negros. Se veía realmente apuesto.
La puerta del salón se abrió despacio. Un hombre de cabello castaño y ojos verdes entró primero, seguido de una figura femenina con la cara cubierta por un velo negro. Parecía que acudía a un velorio, pero estaba vestida de verde.
— ¡Inu-taisho, mi amigo! –exclamó el recién llegado—. Han pasado caso dos siglos desde que nos vimos por última vez.
—Lo mismo te digo Sentaro –dijo Inu-taisho—. Esta señorita que te acompaña debe ser Kagome, ¿Me equivoco?
—Claro que no –dijo Sentaro—. Preséntate, cariño.
Kagome avanzó unos cuantos pasos hasta quedar cubierta por Inu-taisho. No quería que nadie más la viera. Se llevó las manos a la cara y se quitó el velo negro que la cubría. Era realmente bella. Tenía el cabello negro y crespo, largo hasta la cintura. La piel blanca y los ojos café chocolate mezclados con un poco de rojo. Era una belleza. Sus labios eran tan provocadores que Inu-taisho sintió deseos de besarlos. Se retiró del camino para dejar que los demás la admiraran.
Sesshomaru se quedó prendado de ella desde ese instante. Ahora se había arrepentido de haber hablado mal de ella sin conocerla. Además, la belleza de aquella vampiresa fue lo suficientemente potente como para anular cualquier pensamiento erróneo acerca de ella. Inuyasha empujó a su hermano, quién siguió caminando torpemente. Se detuvo frente a Kagome y besó su mano. Tenía la piel tersa y desprendía un débil aroma a jazmín.
—Es un placer conocerlo, príncipe Sesshomaru –dijo Kagome haciendo una ligera reverencia con la cabeza—. Mi padre me ha hablado muy bien de usted.
—No me trates de usted, por favor –dijo Sesshomaru de manera galante—. Dime Sesshomaru.
—Muy bien.
Kagome le sonrió. Era una sonrisa coqueta e incitadora. No podía imaginarse como una mujer tan bella como ella no estuviese casada aún. Pero él era el afortunado. El que se ganó a tal belleza.
—La cena será servida dentro de media hora –dijo Izayoi—. Hijo, muéstrale a Kagome el jardín.
Los demás entraron al salón, mientras que la pareja de vampiros se quedaba sola en el vestíbulo. Sesshomaru le ofreció su brazo y la llevó despacio hasta el jardín. No podía quitarle los ojos de encima. Ni ella a él. Estaban mortalmente atraídos pero parecía que no se atrevían a demostrárselo.
Irónico, lo sé. ¿Sesshomaru apenado? ¡Eso es imposible! Pero en esta, mi historia, se exhibe un lado un poco más, como decirlo, humano de estas criaturas lujuriosas y déspotas. Sigamos con la historia.
—Me encanta este lugar –dijo Kagome soltando a Sesshomaru. Se quitó la capa y dejó al descubierto una bien formada cintura, ceñida por un corsé de color verde. Kagome no solo era bella se cara, si no que su cuerpo esta perfectamente desarrollado. Era la mujer de los sueños de Sesshomaru—. Tienes suerte de vivir aquí.
—Esta noche la belleza del jardín a quedado opacada por tu presencia, Kagome –dijo Sesshomaru acercándose a ella—. Eres hermosa.
—Muchas gracias –susurró Kagome sonrojada—. Eres todo un caballero.
—Eso depende.
— ¿De pende de qué? –preguntó Kagome siguiendo el juego
—De la situación en la que me vea envuelto –contestó el príncipe con sencillez—. Pero no hablemos de mí. Quiero conocerte mejor.
Kagome sonrió discretamente y se sentó en el pasto. Sesshomaru detentaba ensuciar su ropa en el jardín, pero por ella, sería capaz de lanzarse al lodo.
— ¿Qué deseas saber de mí?
—No lo sé –dijo Sesshomaru—. ¿Qué te gusta hacer?
—Me encanta bailar y escribir poesía –dijo Kagome—. Pero lo que más amo, es salir a cazar humanos en su mundo.
Sesshomaru estaba confundido. Lo que él había escuchado de Kagome era una cosa totalmente diferente. No entendía nada. Por cierto, estos vampiros viven en el reino de la oscuridad. Solo por si las dudas.
—He escuchado comentarios distintos –dijo Sesshomaru—. ¿Podrías explicarlo?
—Mi padre es demasiado protector –dijo Kagome—. No le gusta que salga a cazar por que teme que algo malo me suceda, pero, en las noches, me escapo del palacio y voy al mundo de los humanos a alimentarme y divertirme con ellos. Son una raza bastante entretenida.
—Eso no lo niego.
Kagome no dijo nada más. Se quedó mirando la luna que iluminaba el jardín en esos momentos. Tenía su mente cerrada para que Sesshomaru no pudiese acceder a ella y descubrir lo que pensaba. Al principio, ella se había negado rotundamente a casarse con Sesshomaru, pero ahora que lo conocía, pensaba que fue una gran tonta por juzgar antes de ver. Él era uno de los vampiros más codiciados de Japón. Eso nadie lo podía poner en cuestionamiento. Todas las mujeres conocidas morían por él, pero ninguna satisfacía sus deseos y aspiraciones. Kagome tenía la esperanza de haber llegado a su frío corazón.
—Volvamos adentro, Kagome –dijo Sesshomaru poniéndose de pie—. La cena está a punto de ser servida.
La ayudó a levantarse y la llevó hasta adentro. Kagome lo miraba de soslayo, aún con su mente cerrada. Le atraía vorazmente aquel hombre. Es más, lo deseaba. Nunca se había sentido así.
Sesshomaru era lo mismo. Le atraía la belleza de Kagome, pero algo en su carácter o forma de ser lo había hipnotizado también. Tal vez se había enamorado de ella, y no le molestaba en lo absoluto, más bien, le fascinaba.
Separó una silla para ella y se sentó a su lado. Sirvieron la comida y como buenos comensales que eran esperaron unos momentos antes de comenzar a comer.
— ¿Te ha caído bien mi hija, Sesshomaru? –preguntó Sentaro
—Si señor –respondió el príncipe—. Es bella y tiene una intrigante personalidad. Me siento honrado de haber sido el elegido para tan preciosa princesa.
—Que galante –dijo Kagome—. Jamás me habían tratado con tantos elogios. Eso debo agradecérselo.
Kagome sonrió a todos en la mesa, y discretamente apoyó una de sus manos en la pierna de Sesshomaru. El se estremeció un poco pero lo disimuló perfectamente. La miró de soslayo y quedó totalmente impresionado. Se la notaba nerviosa y algo apenada. Estaba empezando a retirar su mano, pero Sesshomaru la detuvo y entrelazó sus dedos. Kagome se sobresaltó pero logró disimularlo también.
— ¿Para cuando será la boda, Inu-taisho? –pregunto Sentaro
—En mi opinión –intervino Kikyo—. Debería ser lo más pronto posible.
—Concuerdo con ella –dijo Izayoi
—Y yo igual –terció Inuyasha
Inu-taisho suspiró.
—Se casarán dentro de tres días –sentenció Inu-taisho levantando una copa—. ¡Por los novios!
— ¡Por los novios! –coreó el resto
Sesshomaru y Kagome se miraron un momento y soltaron sus manos. Ellos eran los más contentos con la boda. Se habían enamorado a primera vista, pero parecía que entre ellos, la timidez sería un obstáculo un tanto complicado de vencer.
La cena terminó sin más anuncios. Los presentes se levantaron y pasaron a un salón más pequeño para tomar café. Kagome estaba cansada y quería ir a dormir.
—Siento retirarme así –dijo Kagome—. Pero el viaje desde Inglaterra ha sido agotador, y mi cuerpo necesita unas cuantas horas de descanso. Buenas noches a todos.
—Hijo –dijo Izayoi refriéndose a Sesshomaru—. Tú padre y Sentaro han decidido que ahora que estás comprometido, Kagome duerma contigo. ¿Hay algún problema?
—Ninguno, madre –dijo Sesshomaru—. Entonces yo me retiro por unos momentos. Debo mostrarle el camino.
Salió del salón escoltando a Kagome. Izayoi sonrió ampliamente al igual que Inu-taisho.
— ¿Por qué están tan felices? –preguntó Inuyasha abrazando a Kikyo
—Tu hermano está enamorado, mi vida –dijo Kikyo—. Lo pude ver en sus ojos. Esa muchacha le ha movido el piso.
—De esa manera es mejor –dijo Sentaro—. Así no tendremos dramas el día de la boda.
Sesshomaru y Kagome caminaban en silencio por los oscuros pasillos del palacio. Era un lugar bello con diseño y arquitectura gótica. Los vampiros japoneses tenían un gusto impecable para las cosas, pensaba Kagome admirando los cuadros que colgaban de las paredes.
—Lo que sucedió en el comedor –dijo Kagome casi en un susurro—. Quiero disculparme por eso.
—No debes hacerlo –dijo Sesshomaru parándose en seco—. Me agradó que lo hicieras.
Siguió caminando sin mirar a Kagome y se detuvo frente a una puerta doble de color negro con aldabas de plata en forma de media luna. Las abrió de par en par y le permitió a Kagome pasar. La habitación de Sesshomaru parecía una biblioteca. Las paredes estaban cubiertas por gruesos estantes repletos de libros forrados en cuero. Un candelabro que colgaba del techo iluminaba débilmente la habitación.
—Puedes cambiarte allí –dijo Sesshomaru apuntando a un biombo—. Mi padre lo trajo desde la India, para ti.
—Se lo agradeceré mañana –dijo Kagome—. ¿No te incomoda que duerma aquí?
—Claro que no –respondió Sesshomaru. La idea le fascinaba—. Ponte cómoda. Buenas noches Kagome.
Sesshomaru se despidió con un beso en la mejilla y salió de la habitación para regresar al salón con los demás. Kagome se agarró la cara y se sentó de golpe en la mullida cama. Atisbó a la derecha y vio que sus pertenencias ya habían sido subidas a la habitación. Se acercó a un pequeño bolso de mano y sacó un diario de cuero café, remachado con plata. Se sentó en el escritorio de la habitación y agarró la pluma del tintero.
"Mi corazón late desesperadamente cada vez que se me acerca. Lo he conocido hace pocas horas y siento como la pasión se quema en mi interior. Nunca creí que podría sentir tanto deseo hacia alguien. Creí que solo los hombres poseían esa lujuria dentro, pero ahora veo que me equivoco. Sesshomaru ha estado muy distraído el día de hoy, ya que no cerró su mente hacía mí. Puedo descubrir que me desea también, pero que sólo conmigo es tímido. ¿Quién lo diría? Me impresiona realmente que un vampiro como él, que ha poseído a tantas mujeres en esta misma habitación, se sienta así cuando está ante mí. Es la verdad, un gesto alentador. Al parecer soy la mujer que ha estado esperando. Lo sé por que he podido sentirlo. Nuestra boda será dentro de tres días. Estoy ansiosa. No puedo esperar."
Kagome cerró su diario y regresó la pluma al tintero. Guardó su diario en su bolso de mano y se quitó el vestido. Su ropa de dormir era provocativa y se amoldaba perfectamente a su cuerpo. No podía creer que dormiría en la misma cama con el hombre que provocaba tantas sensaciones en ella. Por suerte, sabía como controlar sus impulsos. Se metió bajo las sábanas negras y se quedó contemplando el techo.
Abajo, Sesshomaru la imaginaba durmiendo junto a él, entrelazando sus cuerpos en un apasionado abrazo. Le atraía Kagome. Amaba a Kagome. Le encantaba su forma de ser.
—Hijo –dijo Sentaro—. Quiero pedirte algo.
—Lo que sea –dijo Sesshomaru
—Quiero que cuides a mi hija.
Sesshomaru miró al rey que estaba sentado junto a él. Inglaterra y Japón unidos con el matrimonio de los hijos de los mejores monarcas antes conocidos en la historia. Asintió con la cabeza y se llevó una copa de vino a los labios. Le encantaba disfrutar unos momentos su dulce sabor antes de tragarlo por completo.
—Lo haré –dijo por fin—. Créame que lo haré.
Sesshomaru se despidió de los presentes con una reverencia y abandonó el salón para ir a dormir. El también estaba cansado, ya que había liberado una batalla campal intentando adentrarse en los pensamientos de Kagome. Era una vampiresa hábil. Abrió las puertas con sumo cuidado, esperando encontrarla dormida, pero se equivocó. Entre sus manos sostenía un libro bastante fino escrito a mano. Era de ella. Pudo verlo.
—Lamento interrumpir –dijo el príncipe sentándose en el borde de la cama—. ¿Puedo preguntar que es?
—Mis poemas –dijo Kagome—. Siempre los leo antes de dormir. Normalmente me da sueño cada vez que lo hago, pero esta noche no han surtido el efecto deseado. Es bastante cómico.
—Tu cuerpo está adaptándose a las emociones vividas a lo largo del día. Es normal que el sueño aún no haya invadido tu cuerpo.
—Lo dices como si fueses un experto en la materia –dijo Kagome cerrando su librillo—. ¿Duermes durante las noches…? Sesshomaru?
Le encantaba la manera tan dulce en la que sus labios pronunciaban su nombre. Quería volverse y besarla, pero algo se lo impedía. Sonrió ante su propia idiotez y se fue a cambiar tras el biombo.
—La verdad que no –dijo mientras se colocaba unos pantalones para dormir—. No estoy muy acostumbrado a hacerlo. Leo todas las noches. Me divierte sumergirme en mundos desconocidos para mí.
Salió tras el biombo y levantó las sábanas. El cuerpo de Kagome lo recibió. La muchacha estaba tensa pero se relajó un poco después. Debía de acostumbrarse a la presencia de aquel vampiro en su nueva cama. Ella viviría en el palacio después de la boda. Adiós Londres, pensó.
—Y tu, ¿Duermes durante las noches? –preguntó Sesshomaru mirándola—. ¿O lees también?
—Muchas noches he preferido descubrir el misterio de nuestro mundo –dijo Kagome—. Todavía me siento impresionada desde la primera vez que vi el amanecer en este reino. Aunque el cielo toma color celeste como el de los humanos, la luna sigue estando allí, protegiéndonos con su encanto. Es como si la luna también fuese el sol.
—Muy cierto.
Sesshomaru se sentía cansado pero no podía dormir. Kagome lo había dominado por completo. Junto a su cama, había una pequeña llave de metal. La giró y las velas del candelabro se apagaron dejando la habitación en oscuras. Los vampiros tienen una nutrida vista, así que con luz o sin ella, podían ver a la perfección. Kagome se acomodó bajo las sábanas e intentó dormir. Ninguno de los dos podía. ¡Qué dilema vive nuestro amigo ahora! ¿No es cierto? La verdad que me entretiene comentar a lo largo de la historia. Así le damos un poco más de vida a este relato. Ahora nos saltaremos a aquella mágica mañana en el mundo de la oscuridad.
Kagome estaba sentada junto a Sesshomaru en el enorme comedor. Sentaro se había marchado en la madrugada, dejando una carta para su hija. Kikyo e Inuyasha estaban muy entretenidos conversando, mientras que Izayoi e Inu-taisho analizaban el comedor.
—Kagome –dijo Kikyo—. Dentro de dos días seremos familia. Así que propongo que, Izayoi y yo, te ayudemos con el vestido.
—Muchas gracias a las dos –dijo Kagome sonriendo. Miró a Inuyasha un momento y luego regresó a Kikyo—. Tenía planeado pedirles que me ayudaran, es que no soy muy buena organizando cosas como esta.
—Tranquila, querida –dijo Izayoi—. Mi esposo, Inuyasha y Sesshomaru se encargarán de la decoración. Ellos mismos arreglaron todo para la boda de Kikyo y fue una real maravilla.
—Pues entonces, me parece muy bien.
Kagome sonrió y se levantó de la mesa. Sesshomaru se levantó y fue con ella.
—Pareces emocionada con el tema –dijo Sesshomaru
— ¿Por qué no habría de estarlo? Es el día de mi boda.
Kagome salió al jardín decidió recorrerlo. Quería conocer cada rincón de su nuevo palacio.
—Me alegra que nuestra boda te emocione –dijo Sesshomaru secamente. ¡Oh no! Se está poniendo helado ahí afuera.
—No es el hecho de casarme lo que me tiene tan contenta –dijo Kagome—. Estoy feliz por que voy a casarme contigo. Me agradas Sesshomaru. Tal vez, me agradas demasiado.
Sesshomaru se quedó impresionado ante tales palabras. Le sonrió y se acercó a ella. Estaban a escasos centímetros Podían sentir sus respiraciones chocar una contra la otra. Cuando vinieron a darse cuenta, estaban besándose. Sesshomaru la abrazó por la cintura para acercarla más a él. Se quedaron así por unos minutos y por falta de aire retrocedieron unos pasos.
—Lo siento –dijo Kagome mirando al suelo—. No se que me…
Sesshomaru la había callado con otro beso. Kagome lo miró fijamente e intentó sonreír.
—Muchas gracias –dijo Kagome. ¡Que bien! pensaba—. Besas muy bien.
—Lo mismo digo sobre ti.
Sesshomaru la sujetó de la mano y la llevó a dar una vuelta por todo el jardín. Le mostró los árboles de sakuras, clásicos en esa región. Kagome nunca había visto árboles tan bellos. Con algo de esfuerzo escaló hasta una rama y se sentó con los pies colgando mientras miraba a la luna lucirse en el cielo azul de la mañana.
—Es extraño mirar arriba y no ver el sol –dijo Kagome a Sesshomaru, quién estaba sentado junto a ella—. Los humanos se sientes felices cuando es de mañana.
— ¿Has visto el sol? –preguntó Sesshomaru
—En un cuadro –dijo Kagome—. Tengo terror de que algún día, me equivoque de horarios y aparezca en la tierra en plena mañana. Sería mortal. Moriría en segundos.
—Eso es cierto.
Kikyo caminaba hacia ellos.
—Kagome –dijo—. Ven conmigo. Nos vamos al pueblo. Debemos tomarte las medidas del vestido y escoger la tela. Siento arrebatártela Sesshomaru –añadió Kikyo guiñándole un ojos—. ¡Apresúrate!
Kagome miró a Sesshomaru y se fue del palacio junto con Kikyo e Izayoi. Inuyasha salió al jardín y se sentó junto a su hermano. Ambos tenían una extraña obsesión. Les encantaba el cabello del otro. Inuyasha casi siempre acariciaba el cabello de su hermano por que Sesshomaru era demasiado perezoso como para mover una mano.
—La besaste, ¿Verdad? –Preguntó Inuyasha—. Puedo verlo en tus labios –añadió
—Sí, lo hice.
En el pueblo ya se había esparcido la noticia de la boda. Todas las mujeres envidiaban a Kagome en ese momento, y como no hacerlo; era bellísima. Entraron en una casa de modas muy famosa. La modista las estaba esperando.
—Con que ella es la famosa Kagome –dijo la mujer mientras revisaba a Kagome—. Será buena esposa.
—Queremos ver las telas para el vestido, por favor –dijo Izayoi
La modista las guió a la trastienda y les enseñó unas altas repisas con telas de diversos colores.
—Escoge el que quieras querida, es tu boda –dijo la modista
— ¿Puede ser blanco? –preguntó Kagome tímidamente—. En Inglaterra las mujeres acostumbran a casarse de blanco.
—Pues blanco será.
Escocieron diversos tonos de blanco para hacer un vestido de lo más hermoso. Tomaron las medidas de Kagome y se marcharon de la tienda. Kikyo e Izayoi estaban muy tranquilas, pero Kagome se preguntaba como podrían hacer un vestido tan complicado en dos días. Bueno, eso era Japón. Tal vez, las cosas allí, funcionaban diferente.
Al regresar al palacio, los preparativos estaban llevándose a cabo. Realmente se tomaban en serio la boda del hijo mayor. Kagome se bajó del carruaje y buscó a Sesshomaru entre la multitud.
— ¿Cómo les fue con el vestido? –preguntó sin mirar a Kagome
—Muy bien –contestó la chica—. Estoy muy feliz.
—Se nota –dijo Inuyasha tras ella—. No hemos tenido tiempo de presentarnos. Soy Inuyasha.
—Kagome –dijo la chica—. Será muy divertido tener a alguien de mi edad como familia.
Kagome sonrió y salió al jardín. Sesshomaru sonreía también, pero para sus adentros. El también estaba contento con la boda y se le hacía muy difícil de ocultar. Inuyasha le acarició el cabello y salió al jardín también.
— ¡Kagome! –La llamó Inuyasha—. ¿Puedo acompañarte?
—Por que no.
Kagome le sonrió y se sentó en el pasto. Inuyasha la imitó.
— ¿Cuánto tiempo llevas casado con Kikyo?
—Cuatro años –respondió Inuyasha—. Somos muy felices.
—Se nota. Ella te ama.
Sesshomaru los miraba por una ventana y no pudo evitar ponerse celoso. Kikyo por su parte, se divertía de lo lindo. Le agradaba mucho Kagome y esperaba ser su amiga.
— ¿Te gusta este lugar? –preguntó Inuyasha
—Sí –respondió Kagome—. En Londres el cielo es de color gris y hace mucho frío. No se compara con este clima cálido. Además este jardín es muy colorido. En mi palacio todas las flores son plateadas. Mi madre las hechiza.
— ¿Puedes mostrarme?
Kagome se levantó y arrancó una rosa del suelo. Volvió a sentarse y pasó su mano sobre los pétalos. Estos se pintaron de plateado a la vez que la rosa se enfriaba. Inuyasha la miró con admiración.
—Puedo pintarlas de diferentes colores –dijo Kagome—. ¿Quieres que te enseñe?
— ¡Claro!
Kagome dejó la rosa a un lado y agarró las manos de Inuyasha. Sacó un dedal puntiagudo de la falda de su vestido y con él cortó un extraño símbolo en la palma de Inuyasha. Su sangre era rojo oscuro. Un color delicioso. Repitió el mismo proceso pero esta vez en su propia mano. Juntó su palma con la de Inuyasha y ambos sintieron un ardor terrible.
—Listo –dijo Kagome—. Ahora deja que cicatrice y podrás hacerlo. Solo debes pensar en el color.
Inuyasha la miró y ambos regresaron al interior del palacio. Sesshomaru ya no estaba en el salón ni tampoco Kikyo. Inuyasha se alejó por un pasillo mientras que Kagome subía las escaleras hasta su habitación. Sorpresivamente, su prometido estaba allí, escribiendo en un pequeño libro de bolsillo. Kagome entró en silencio y se sentó en la cama. Su mano aún sangraba.
— ¿Cómo te lastimaste? –preguntó Sesshomaru sin siquiera mirarla—. ¿Qué estuviste haciendo en el jardín?
—Un pequeño truco.
Se levantó y apoyó su mano lastimada en el escritorio.
— ¿Qué haces?
—Escribo.
Una conversación un poco fría ¿No creen? Pero así son este par. Un poco inestables si los miramos por ambos lados. Es en verdad una lástima. ¿En que estaba…?
Kagome lo miró por un momento y se sentó otra vez. Francamente estaba algo aburrida. Inuyasha de seguro estaba con Kikyo y Sesshomaru estaba ocupado escribiendo. Quería divertirse. En Londres tenía una gran amiga que vivía junto con ella en el palacio. Era una pena que no estuviese allí con ella en ese preciso momento. Se levantó y salió de la habitación. Miró para ambos lados y siguió el oscuro pasillo. Parecía no tener final, pero se acababa en una pequeña sala redonda con una enorme ventana, que ofrecía una preciosa vista a los dominios de la oscuridad
