Anna caminaba entre la cocina y el comedor, llevando enormes cantidades de comida. No sabia exactamente que estaba pasando. Al parecer Jeanne había invitado a alguien, pero, no sabia exactamente quien era, y eso le molestaba el doble.

No era Ren, de eso estaba completamente segura, pues Ren tenia una importante reunión en Beijing; tampoco era Jun, pues Jun seguía en su luna de miel con Lee Bruce Long. Entonces, ¡¿Quién?!

Entró en la pequeña cocinita, solo para coger la ensaladera. A la chica le molestaba lo minuciosa que Jeanne podía ser a veces. El tener todo perfectamente en orden, que la bendita ensaladera combinara con el bowl del puré, o que las cortinas combinaran con el precioso mantel que Marco les había regalado cuando ambas regresaron a vivir a Tokio. La perfección demasiado, exacta, de Jeanne la ponía nerviosa.

Su amiga salió de su habitación, perfectamente arreglada: un hermoso vestido strapless holgado, pero con un hermoso cinturón plateado que acentuaba sus curvas. Obvio, un diseño suyo. Maquillaje leve, el pelo recogido en una coleta alta y una bella gargantilla de diamantes que hacia juego con el hermoso anillo de compromiso que la platinada mostraba orgullosa en su anular izquierdo.

-Lindo vestido, ¿de que colección es?

-Otoño-Invierno, de hace un año, fue uno de los que Ryu no me dejo meter, ¿tu crees que es lindo?

-Pues si, aunque no entiendo porque te arreglas tanto para una cena en casa

-Ya te dije que invite a alguien, vamos no seas desesperada. Ve a cambiarte que no tardan en venir

-¿Ósea que son mas de uno?

-¡Es una sorpresa!

-No me cambiare si no me dices

-Anna, no te voy a decir, así que sera mejor que te metas a bañar, te pongas un lindo vestido, y te pongas guapa. ¿No querrás que los invitados encuentren a la "Bella Anna" en fachas verdad?

La rubia se quito el mandil rosa que llevaba y se lo lanzó a la cara a su mejor amiga y compañera de piso en la cara. Pues sabía lo persistente que Jeanne podía ser cuando se lo proponía.

Entro a su cuarto, y, sin encender la luz, se quito el mini-vestido azul que llevaba puesto. Una vez que se había quedado solo en ropa interior encendió la luz, camino hasta el enorme espejo de pared y se vio fijamente en él. Hace una semana, una famosa revista de moda la había nombrado la chica mas sexy de Asia, y una de las 5 mas bellas del mundo. No es que ella no lo creyera, pero últimamente ella no se encontraba en su mejor momento.

Había terminado una relación de mas de dos años con el que creía se iba a convertir en su esposo, Nichrome. Había caído en una depresión profunda, lo que la llevo a bajar mas de cinco kilos. Si bien, ella de por sí, era muy delgada, ahora estaba casi por desaparecer. Anna deslizo sus dedos por su torso, donde los huesos de la caja torácica se le marcaban muy visiblemente. Al menos agradecía el hecho de que sus senos y su derriere siguieran en el mismo lugar.

El hecho de haber terminado su larga relación con uno de los hombres mas cotizados de todo el mundo, no era lo que la había deprimido, sino el saber que, a pesar de tener solo 23 años, se sentía como una vieja de 80. Había vivido demasiado rápido. Por lo que no era de extrañarse que ahora, recién habido terminado con su novio, con sus dos mejores amigos comprometidos y sus compañeros de banda casados y casi casi con hijos, la joven se sintiera… sola.

Anna revolvió su rubio cabello y se metió a bañar. Jeanne no tardaba en apurarla. Tardó mas de 20 minutos en el baño, por el simple hecho de molestar a su amiga. Cuando salió, buscó en su armario un vestido de encaje negro, que Jeanne le había regalo la noche anterior, con el único fin, de que lo usara esa noche. La rubia suspiró, tratando de imaginar quienes podrían ser los misteriosos invitados. Inmediatamente después, procedió a arreglarse con metódico interés.

Cuando ya estaba por salir de su habitación, el timbre sonó. La chica salió, sin mucho logro, y se sentó a la mesa. Al parecer, Jeanne se encontraba peleando con el horno.

-¡Jeanne! ¡Tus invitados están esperando a que les abras! –dijo con sarcasmo la rubia, ante el comentario de esta, una cabeza platinada se asomó por la puerta de la cocina.

-¿Me harías el honor de abrir tu misma?

-No, son tus invitados no míos

-¡Anna!

La rubia sonrió y sin mas, se puso de pie para caminar a la puerta, durante el trayecto el timbre sonó una vez más, lo que aumentó la incomodidad de la chica. Sea quien sea, era un mal educado.

-¡Ya voy! -Dijo, aun sabiendo que la persona que estaba del otro lado de la puerta no podía escucharla. Tal vez Horo tenia razón, debía contratar un guardaespaldas, para que abra la puerta

-Es tu equipo de seguridad, no tus sirvientes- le dijo en una ocasión su amigo, cuando mandó a uno de los guarros que la disquera le puso, a conseguirle una hamburguesa con papas

Molesta, abrió de golpe la puerta, solo para encontrarse con un par de hermosos ojos color chocolate, que durante muchos años había tratado, inútilmente, de olvidar.

Nauseas, un hueco en el estomago, y una indeseable necesidad de llorar, invadieron a la chica, que, después de verlo fijamente durante unos cuantos segundos, que al chico le parecieron horas, solo pudo susurrar su nombre con voz entre cortada

-Hao…

-Siempre me ha intrigado saber, como es que eres la única que puede distinguir entre Yoh y yo. –dijo el chico con una sonrisa, apagando su cigarro en un cenicero portátil. –Hola Annita, es lindo verte de nuevo, y ver que sigues igual de hermosa que hace siete años.

Todo empezó a darle vueltas, se giro hacia una recién llegada Jeanne, que la miraba preocupada, pero sonriente

-¿Sor-presa?

- Continuará -