Alcé la mano hacia el cristal. Las gotas de agua no paraban de estrellarse contra el refugio y mi mente sólo podía asimilar aquellas gotas a un sinfín de pensamientos.
- ¿Cuándo sucedió?- murmuré, consciente de que mis palabras salían sin fuerza, sin ganas. Sentía cómo el nudo que aprisionaba mi garganta se hacía más fuerte a medida que la lluvia replicaba en las ventanas, como una despedida silenciosa que significaba todo lo malo y todo lo que aún estaba por llegar.
- cerca del abismo. La encontramos a pocas millas de nuestro puesto de vigilancia en el sector sur-. Apreté los dedos en un puño, sabiendo que sería la única manera de aplacar mi ira. El abismo, cómo no. Esa chiquilla no había parado de exponerse al peligro desde la infancia, por mucho que me hubiese interpuesto en sus planes. Una vez más me había esquivado, la última vez que podría hacerlo. Esos malditos asmodians no daban segundas oportunidades.
- el sector sur no es un lugar de paso, teniente- giré mi rostro hacia él, mostrando en mis ojos toda la furia que manaba de mi cuerpo, y él me devolvió una mirada serena, consciente de mis reacciones y manteniendo la calma a pesar de las malas noticias.- Debieron informar de esa incursión a un superior-
- lo hicimos, capitana. Créame- respondió el gladiador consciente de que sus palabras causarían en mí una ronda de preguntas cada vez más acaloradas. Con suma rapidez, hurgó entre el montón de papeles que se extendía por su escritorio y extendió el pergamino. Se lo arranqué de un tirón y abrí los ojos de par en par al descubrir aquel sello.
- ese idiota va a tener que explicar todo esto- murmuré saliendo atropelladamente del refugio.
