Antes que nada, necesito aclarar los siguientes puntos...
Primero: la presente lectura es una historia que me encontré por ahí una vez, por parte de un usuario perteneciente al fandom angloparlante. Me gustó tanto que quise compartirla con mis queridos hermanos de habla hispana.
Segundo: debo recalcar que, tanto ustedes como yo, no soy bueno hablando inglés. Pero gracias al cielo, tenemos el traductor de Google. Eso, junto con mis conocimientos básicos de traducción, y una que otra investigación de términos en inglés, he logrado adaptar ese enorme one-shot a una lectura por capítulos para el idioma español.
GRACIAS
P. D.: Una vez que hayan terminado de leer, les hago la más atenta invitación para que dejen su review, ya que soy alguien que busca mejorar en base a la retroalimentación. De antemano, si quieren pueden hacer lo mismo con las demás historias que tengo en mi perfil.
The Loud House y los personajes representados son propiedad intelectual de sus respectivos autores.
Historia original de SoI'llKillYou
Traducida y adaptada por mí.
CAPÍTULO I
Las experiencias forman una parte vital de nuestra vida. Por medio de ellas podemos presenciar la manifestación de ciertos momentos que podrían darnos diversas sensaciones, y son esas sensaciones que determinan nuestros gustos, o por llamarle de otra forma, nuestras preferencias.
Muchos de nosotros tal vez podemos sentir que el hecho de que conozcamos gente dispar, o que simplemente no concuerden en varios aspectos del que nos gusta hablar y compartir, puede ser indicio de una relación social complicada y que deberíamos de evitarla a toda costa.
Eso siempre supuso un augurio demasiado complejo para Lincoln Loud.
Desde que tiene uso de su memoria, siempre se las ha ingeniado para simpatizarse con los demás y de adaptarse a sus gustos, en especial con su familia. Eso le ha generado un entorno en donde la afectividad es abundante y la comunicación es casualmente menuda. Desafortunadamente, al ser el único chico en una familia conformada en su mayoría por mujeres, muchas de las preferencias que tenía para ofrecer y compartir eran omitidas por sus diez hermanas, o de plano eran rechazadas.
Algo irónico y no muy agradable de experimentar para un chico de once años que creció casi rodeado de afecto.
Por otro lado, lo más irónico radicaba en que la realidad de los gustos de sus hermanas si bien eran sencillos, al mismo tiempo le resultaba algo obstinados. Gracias a sus hermanas, siempre mantuvo la importancia de lo que opinan los demás, en base a siempre actuar acorde a las circunstancias o verse bien en lo más mínimo y endeble de su ente, pero la cuestión de hacerlo con mucha frecuencia le parecía algo cuestionable y absurdo.
Sin embargo, desde que tuvo contacto con el mundo de los geeks, nunca dejó de lado su fascinación casi imperiosa por los juegos de rol, los videojuegos, las historietas y la ciencia ficción. Es por eso que después de haber esperado por casi dos largas y aburridas horas en una fila que conducía hasta una enorme oferta que ofrecía la tienda de juegos de video del centro comercial, por fin logró tener en sus manos lo que él describía como la octava maravilla del mundo virtual.
Lincoln se dirigió lo más rápido hacia su casa, corrió por las escaleras y por el pasillo, en dirección a su habitación. Tenía un paquete bien envuelto acunado con seguridad en sus brazos. Después de cerrar la puerta detrás de él, desenvolvió el paquete, rompiendo violentamente el cartón en pedazos para poder ver lo que había dentro. Un cartucho de videojuegos verde brillante, lo suficientemente grande como para caber en el centro de su palma.
‒ Finalmente ‒ dijo, con la voz temblorosa de la emoción ‒ El mejor programa de todos los tiempos en forma de videojuego. Después de cuatro meses y medio de espera, finalmente tengo mi copia de... ¡"¡ARGGH!: El videojuego"!
Sacó el reproductor de juegos de su cómoda e insertó el cartucho.
‒ ¡Catorce niveles de caza de fantasmas, búsqueda de casas embrujadas, geniales peleas contra espíritus! ¡Y tengo todo el fin de semana para jugar! ‒ exclamó Lincoln alegremente mientras se sentaba en su cama ‒ ¡Nada de deportes, nada de desfiles de belleza, y nada de fiestas de cumpleaños o de conciertos! Nada más que yo y mí...
‒ Hola Lincoln ‒ dijo Lucy, que estaba recostada en su cama con los brazos cruzados sobre el pecho.
Aquí fue en ese momento en que Lincoln gritó sorprendido, casi dejando caer su videojuego.
‒... hermanita Lucy. ‒ dijo con una mano agarrando su corazón.
‒ Tengo un favor que pedirte. ‒ dijo Lucy, sentándose lentamente en su cama.
Lincoln se quejó internamente. Él tenía una idea bastante buena de hacia dónde iba esto. Pero de todos modos, tuvo que preguntar con condescendencia:
‒ ¿Cuál es el favor?
‒ Hoy voy a una fiesta. O al menos quiero ir, pero mamá dice que necesito que alguien mayor me acompañe y sea mi chaperón. Dijo que estarías bien ya que tienes la edad suficiente.
‒ Espera.‒ dijo Lincoln, alzando una de sus cejas. ‒ ¿Vas a una fiesta? No pensé que ese fuera tu tipo de asunto.
‒ Bueno, no es ese tipo de fiesta. Es más una fiesta compasiva.
‒ ¿Una fiesta compasiva? ‒ repitió Lincoln ‒ ¿Qué es una fiesta compasiva?
Lucy buscó en su bolsillo, sacando un pedazo de papel gris oscuro que le entregó a Lincoln. Era una especie de invitación, decorada con corazones rotos y lágrimas azules.
‒ "Estás cordialmente invitado a mi fiesta compasiva." ‒ Lincoln leyó en el frente antes de abrirlo. Al abrirla, en el interior se veía un pequeño texto escrito como un poema corto.
Es un lugar donde puedes sentirte libre,
Y regodearte en una miseria sublime.
Griten y lloren, ya sea que estén enojados o tristes,
Porque nunca te sentirás bien, sin que con algo te desquites.
‒ Es solo una reunión en la que todos hablan de lo que los entristece ‒ dijo Lucy.
‒ Ahh, muy bien. Ahora se parece más a algo en lo que te gustaría participar. ‒ dijo Lincoln, a sabiendas mientras miraba la invitación de nuevo, notando algo escrito debajo del poema. ‒ ¿"T.T.P.P."? ¿Qué significa eso?
Lucy sacó una tela negra de satén bordada con calaveras blancas de su bolsillo.
‒ "Trae tus propios pañuelos" ‒ dijo, antes de sonarse la nariz con un sonido de bocina que sonaba como un ganso moribundo. ‒ Después de una dura semana en la escuela, estos chicos acaban con sus pañuelos muy rápido.
Lincoln le devolvió la invitación.
‒ ¿Pero por qué yo? ‒ preguntó con algo de confusión. ‒ ¿Qué hay de nuestras hermanas mayores?
‒ Lori y Leni están en el centro comercial. ‒ respondió la chica gótica. ‒ Y jamás se lo pediría a Luna, a Luan ni a Lynn. Simplemente tratarían de hacer que la fiesta sea "mejor" haciendo las cosas a su manera. Y esta no es una fiesta para juegos, malos chistes o música fuerte. Por lo que eso me deja a ti.
La monotonía y seriedad que Lincoln encontró en la declaración de Lucy, lo dejó pensando por un momento. Si bien era cierto que Lucy le tenía un nivel de confianza casi abismal, al tal punto de pedirle ayuda hasta en casos muy esotéricos, lo cierto también era que ya estaba resulto a hacer algo para pasar la tarde, por lo que negó con la cabeza de manera insipiente.
‒ Lo siento, pero ya tengo planes para hoy. ‒ le dijo a su hermana menor, sosteniendo su juego a la vista de su hermanita.
‒ Oh... por favor, Lincoln. ‒ imploró Lucy, casi rosando en la desesperación.
Eso fue extraño, pero fue más que suficiente para preocupar un poco al chico de cabello blanco.
‒ ¿Por qué no puedes ir sola? ‒ preguntó Lincoln, algo incomodado.
‒ Suspiro. Porque todos los demás invitados son adolescentes y no quiero ser la más joven de allí y, como dije, mamá quiere que tenga un chaperón.
Lincoln reflexionó un momento sobre eso, pero aún así no cedió ante su capricho. Lucy dejó escapar otro suspiro y se levantó, acercándose a él. Ella levantó una mano y la colocó junto a su oscuro flequillo, deslizando sus dedos debajo de ellos.
‒ Muy bien, no me has dejado otra opción.
En el acto, Lucy levantó su flequillo de su cara, exponiendo unos enormes y brillantes ojos a su hermano mayor. Cosa que incomodó aún más a Lincoln. Él se encontró con un puchero de cachorro que lo hizo congelarse en su lugar. No lo podía evitar, los ojos de su hermana estaban ocultos, por lo que a menudo olvidaba lo expresivos que podían llegar a ser esa mirada de color avellana, dejándolo virtualmente indefenso. Incluso si desviaba la mirada, ya era demasiado tarde para que olvidara esa mirada inusualmente adorable en el rostro de su hermanita.
‒ ¡Diablos! ‒ exclamó, mientras cedía. ‒ De acuerdo, ¡tú ganas! ¿Cuándo comienza la fiesta?
‒ En aproximadamente media hora. ‒ dijo Lucy, dejando que su flequillo volviera a su lugar. ‒ Y está bien si traes tu juego. No espero que participes si no quieres.
‒ Bueno... Estaré abajo en un momento ‒ dijo Lincoln. ‒ Espérame, ¿de acuerdo?
Lucy asintió en silencio y salió de su habitación. Lincoln se dirigió a su tocador, agarrando un par de auriculares y su cargador. Lincoln miró su juego y suspiró exasperado. Es posible que no haya podido jugar en su cama mientras estaba en ropa interior como lo había planeado originalmente, pero al menos todavía podría jugarlo.
Después de asegurarse de que tenía todo lo que necesitaba, bajó las escaleras donde Lucy estaba esperando. Salieron y se metieron a Vanzilla con su madre, que los condujo hasta la casa donde se celebraba la susodicha fiesta.
‒ Ahora, recuerda que cuento contigo para cuidar a tu hermana, Lincoln ‒ dijo Rita mientras salían de Vanzilla.
‒ No te preocupes mamá. ‒ dijo Lincoln. ‒ La mantendré vigilada como a un halcón.
‒ Qué tranquilizador. ‒ dijo Lucy en su tono habitual, una vez más acercándose furtivamente detrás de él.
Los acostumbrados gritos de sorpresa resonaron una vez más.
‒ O... tal vez más como un búho. ‒ dijo él ‒ Parece que tendré que girar mi cabeza a unos 360 grados para siempre mirar detrás de mí.
‒ Bueno... sólo recuerden que estaré de vuelta por ustedes más tarde. ¿Entendido?
Ante la declarativa de su madre, ambos niños asintieron en señal de admisión.
‒ Bien... Diviértanse, niños. ‒ dijo su madre, antes de retirarse del lugar.
Después de vislumbrar el cómo Vanzilla se alejaba del lugar, ambos caminaron hacia la puerta. Lucy tocó el tiembre, mientras que Lincoln observaba lo que tenía a sus alrededores... y no pudo dejar de sentir cierto... presentimiento.
"Qué extraño", pensó. "Este lugar me parece familiar... Casi como si hubiera estado aquí antes..."
La puerta se abrió mostrando a una chica de aspecto agrio con una camiseta azul, una falda de un azul oscuro y un jersey púrpura envuelto alrededor de su cintura. El chico del cabello blanco tuvo que a ahogar una exhalación de sorpresa, y por poco se echa para atrás cuando supo de quién se trataba: Maggie, una chica a la cual por poco le echa a perder una fiesta de cumpleaños que tuvo hace ocho semanas.
Lincoln siempre quiso omitir ese recuerdo. De no ser por la intervención de Luan, sin duda no sólo habría terminado humillado por ofrecer un servicio de entretenimiento barato y poco amigable ante el público difícil que tenía aquella vez, sino que habría arruinado por completo la reputación de Luan al ofrecer un servicio de entretenimiento con calidad.
Quizás se había disculpado con su hermana de acaparar los reflectores para así salvar la fiesta, pero nunca pudo remediar las cosas con la festejada debido a nunca supo explicarle lo que sucedió, pues el temor ante una represalia era algo que siempre tuvo consigo después de que lo reprochara por ese evento desafortunado.
Para cuando ella le arqueó una ceja, el chico podía sentir que su piel ya era algo pálida en contraste a su aspecto oscuro. Sin embargo, fue algo vivificante para él cuando se dirigió a su hermana menor.
‒ Hola, Lucy. ‒ saludó la chica, con una clara monotonía ‒ Me alegra que pudieras venir.
‒ No me lo habría perdido por nada del mundo. ‒ dijo Lucy. ‒ Pero mi madre no me dejaba ir sin un acompañante, así que tuve que traer a mi hermano.
Maggie volvió su mirada hacia Lincoln, quien la miró inexpresivamente, al mismo tiempo que se formaba un nudo en su estómago ante cualquier suceso incómodo.
‒ Espera... ¿no eres ese niño que actuó en mi fiesta de cumpleaños? ‒ preguntó ella.
"¡Diablos! Tenía que pasar..."
‒ ¡Oh, sí, lo soy! Creo que por eso este lugar me parecía tan familiar. ‒ dijo Lincoln, tratando de sonar tranquilo y forzar una sonrisa.
‒ ¿Ustedes dos se conocen? ‒ preguntó Lucy.
‒ Un poco. ‒ dijo Maggie. ‒ Estuvo a punto de arruinar mi fiesta de cumpleaños hasta que cambió de estilo. Sin dudas, es un pésimo payaso.
Lincoln no pudo evitar desviar la mirada en una señal de preocupación, ya que podía sentir que se asomaba un mar de problemas con tan sólo haber escuchado ese reproche. El sentimiento de ser excluido del evento no sólo le provocaría algo de temor por dejar sola a Lucy, sino que sentía que le ocasionaría un grave daño emocional si a su hermana no le fuera permitida la entrada, o incluso si la oprimieran debido a sus tonterías.
‒ Pero tengo que admitir que es un mimo bastante lindo. ‒ dijo Maggie.
A pesar de no podría haber anticipado esa clase de halago, Lincoln al menos obtuvo cierto alivio en su interior como volver a enderezar de nuevo su vista. Sin embargo, eso no evitó que su cara se tornara de un rojo brillante, pues el hecho de recibir un cumplido de una chica mayor no relativa a su familia era algo... indescriptible.
‒ Ahh, gracias. ‒ dijo Lincoln, intentando formar una sonrisa.
‒ Él ya tiene novia, Maggie. Sólo para que lo sepas ‒ intervino Lucy.
‒ ¡Ronnie Anne no es mi novia! ‒ exclamó Lincoln, con su sonrojo creciendo aún más.
El pequeño exabrupto del chico hizo Maggie pusiera los ojos en blanco y negara con la cabeza un poco.
Si bien era inevitable que ella de vez en cuando tuviera que lidiar con el molesto amorío entre personas, el hecho de ver que un chico negara una simple relación con una chica era una clara y patética señal de unos individuos complicados.
Algo simplemente tedioso de ver, incluso para ella.
Luego, con algo de indiferencia, se dirigió de nuevo a la pequeña niña gótica:
‒ ¿Realmente tiene que estar aquí, Lucy?
‒ Sé que no encajará realmente con chicos como nosotros. ‒ dijo Lucy ‒ Pero mi madre no me dejaba ir sin alguien más. Prometo que se mantendrá alejado del camino. No molestará a nadie.
Maggie entrecerró los ojos al ver a Lincoln otra vez, que se retorcía nuevamente bajo su mirada aparentemente imputable.
‒ Normalmente, es solo una invitación. ‒ dijo ella ‒ Pero ya estás aquí, así que... como sea. Entra, supongo.
Lucy y Lincoln entraron en la casa de Maggie y cerraron la puerta detrás de ellos.
El interior de la casa no era lo que Lincoln esperaba. Era encantador con un interior lleno de color con pequeños toques hogareños, como imágenes montadas en las paredes, papel tapiz floral y muebles acogedores instalados en la sala de estar, y por si fuera poco, Lincoln podía oler galletas recién hechas en el aire, cuyo aroma intoxicante que se originaba dentro de la cocina cercana. En eso, una mujer de mediana edad, a quien Lincoln reconoció rápidamente como la madre de Maggie, salió de la cocina con un tazón lleno de las golosinas humeantes.
‒ Maggie cariño, ¿es esa la última de tus amiguitas?
‒ Sí, mamá. ‒ la chica emo respondió con un suspiro ‒ Todos están aquí. Estaremos en el sótano por un tiempo.
‒ Ok, cariño, ¡diviértanse! ¡...Ah! Ten, lleva esto contigo.
Acto seguido, la señora se aproximó y le acercó las galletas a su hija.
‒ Todavía están un poco calientes, ¡así que tengan cuidado!
Maggie aceptó las galletas de su madre y luego llevó a Lucy y Lincoln a una puerta en el pasillo. Ella lo abrió, revelando unas escaleras que descendían a un sótano sin amueblar.
Hubo un cambio inmediato de luz cuando la puerta se cerró detrás de ellos, solo una misteriosa luz púrpura que llenaba el espacio que de otro modo sería oscuro. Y Lincoln podría ver a otros niños allí también.
La mayoría de ellos estaban melancólicos o enfurruñados, todos vestidos con ropa de color oscuro. Muchos de ellos usaban maquillaje y algunos de ellos se habían teñido el cabello, la nariz, los labios y/o pendientes en las orejas.
‒ ¿No es maravilloso? ‒ preguntó Lucy en su monotonía habitual.
‒ Ah, sí. Me encantan las decoraciones. ‒ dijo Lincoln, tratando de sonar sincero.
Las "decoraciones" para la fiesta consistían principalmente en serpentinas negras, globos con caras tristes dibujadas sobre ellos con marcador, y luces oscuras instaladas en lugar de bombillas normales. Había un reproductor de música en una mesa junto a la pared, del cual una música triste emanaba con cierta sincronía ambiental. Aparte, en las paredes había una variedad de carteles, todos los cuales tenían algún tipo de frase triste o enojada sobre ellos como "No estoy bien" y "La miseria ama la compañía".
En definitiva, este fue un escenario que simplemente le causaba mucho repelús a Lincoln. Era un lugar para que todos desahogasen sus frustraciones y juntos se regodearan en su miseria, tal como había dicho la invitación de Lucy.
Lincoln se sintió inmediatamente agradecido de haber traído su juego y sus auriculares, este no era un lugar para él.
Maggie dejó las galletas sobre otra mesa en el sótano, una que tenía refrescos, varios bocadillos y otras cosas que Lincoln suponía que eran "alimentos reconfortantes".
Para cuando dejó sus pensamientos por un momento, vio que la anfitriona se acercó al reproductor de música y bajó el volumen antes de llamar la atención de todos los asistentes a su fiesta.
‒ Ahora que estamos todos reunidos aquí, podemos comenzar. Todos, siéntense en el centro de la sala. ‒ dijo, antes de dirigir su atención a Lincoln. ‒ Y en cuanto a ti, puedes hacer lo que sea allí.
Señaló una esquina cercana a la mesa de refrigerios. Lincoln se encogió de hombros y se dirigió a la esquina, sacando su juego y enchufando los auriculares en el proceso. Para cuando escuchó a Maggie pedirles a los voluntarios que expresaran su dolor, rápidamente se puso los auriculares en las orejas y encendió el juego.
Una sonrisa apareció en su rostro cuando vio el logotipo familiar del programa "AARGH!", al mismo tiempo que su tema musical sonaba en sus oídos. El resto de la habitación fue olvidada al instante y pronto se vio inmerso en el primer nivel.
En sí, no se puede culpar a nadie de tener gustos distintos. Sin embargo, a pesar de eso, uno puede cambiar de parecer o atreverse a hacer cosas diferentes, y Lincoln no tenía ni idea de que en las siguientes horas todo podría cambiar en su percepción de lo que implicaba esa reunión... quisiera o no.
FIN DEL CAPÍTULO I
