Titulo del fanfic: Lo que no es amor
Autora: -Shiale
Género: Romance
Clasificación: Todos los públicos
Advertencias: Ninguna
Serie: Naruto
Resumen:
¿Recuerdas el cosquilleo de sus manos en tus caderas? ¿La caricia de sus labios contra los tuyos? ¿Un corazón revoloteando junto a las mariposas de tu estómago? ¿Te acuerdas de las ilusiones rotas, los rencores, el miedo? ¿Eres capaz de revivir el momento en el que se rompió todo, en el que vuestros caminos se separaron? ¿Fue aquello el final o un nuevo comienzo?
Sasuke y Sakura mantuvieron una desastrosa relación marcada por el egoísmo de él y la excesiva ingenuidad de ella. Han pasado los años sin saber nada el uno del otro. Inesperadamente, un sábado por la noche se encuentran en un bar. Ambos han cambiado y saben su reencuentro es la última oportunidad que tienen de solucionar los problemas del pasado.
Atenazada por el miedo y las dudas, Sakura debe enfrentarse a sus errores y dar respuesta a la pregunta que decidirá su futuro: ¿Estuvo realmente enamorada de Sasuke Uchiha?
Publicaciones: En Wattpad, como Azalaruk, y en Fanfiction, como Sharilyam.
La autora saluda:
¡Hola!
Os presento mi nuevo proyecto SasuSaku. Es un fic corto, de diez capítulos y que puedo asegurar que terminaré porque solo me quedan cuatro por escribir. Espero que os guste.
Esta historia participa en los Watty's 2015 de Wattpad, así que si os gusta y tenéis cuenta ahí, os agradecería que la buscarais y votarais 3
Si buscáis una historia de amor cliché con final cliché y personajes estereotipados, entonces esta no es vuestra historia. Si, al contrario, os apetece leer un intento de algo diferente, ¡dadme una oportunidad!
Nos leemos~
PD: La portada me la ha hecho mi querida Cold Love (Andre) y se lo agradezco mucho 3
I
OCTUBRE DE 2015
Lo que sucedió aquel sábado
Sa-su-ke. Lo pronuncié sin darme cuenta, y me supo amargo en la boca. Sas-ke. La u elidida, el siseo de la s, la fuerza de la k. Era como el final de un suspiro, como la última nota de una canción; era una subida que caía en picado. Llevaba cuatro años sin decir su nombre en voz alta, ahuyentándolo de mis labios, pero aquella vez el subconsciente me había traicionado.
Seguía teniendo aquellos ojos oscuros que nunca me revelaban nada. Y aquella piel morena e imperfecta que tanto me gustaba acariciar. Y aquellos cabellos azabaches que, despeinados y rebeldes, solía enredar entre mis dedos. Y su espalda y sus brazos y su pecho y sus gestos y sus labios… todo seguía igual. Fue como si se hubiera congelado el tiempo y estuviera, de nuevo, en el pasado.
Una cabellera rubia brillante pasó por mi lado, acompañada de más gente. Fue entonces cuando me di cuenta de dónde estaba. Me encontraba en la entrada de uno de los bares más famosos de la ciudad. Era, además, la celebración del cumpleaños de Ino, quien había decidido ir a aquel local. Me sentí estúpida: estaba plantada en la puerta, mirándolo con sorpresa, casi con miedo. Algo en mi mente hizo clic y, como si de una onda expansiva se tratara, comencé a notar como la tensión se acumulaba a mi alrededor. Las luces de colores del lugar y el ambiente cerrado y lleno instauraron una sensación de malestar en mi pecho. Continué mirándole, pero él no me había visto. Mis amigos se habían frenado al lado, justo en frente de la puerta, y estaban obstruyendo la entrada. Busqué a Ino con la mirada, angustiada, sin perderle de vista a él y, al fin, la encontré rodeada de chicos, como siempre, hablando con Sai. Mi amiga hizo ademán de ir hacia la barra, pero yo me adelanté:
—Ino. ¡Ino! Por Dios, Ino, mira quién está aquí.
Ino me miró, sorprendida, pues le acababa de agarrar del brazo con brusquedad para frenarla. Por cómo me atravesó su mirada, intuí que se había ofendido, pero la ignoré. Me daba igual cómo se sintiera; estábamos allí por su culpa, así ella debía arreglarlo y decirles a los demás que nos íbamos de allí. Yo no podía estar en el mismo recinto que él. Señalé a Sasuke con la mirada mientras trataba de implorarle sin palabras que nos fuéramos de allí.
—Mira, Sakura, ¡es Sasuke!
—Ya sé que es él, estúpida —le susurré al oído—. Por favor, por favor, vámonos de aquí. Di a todos que cambiamos de bar. Ino, yo no puedo estar aquí: va a ser una tensión constante. Que sepas que ya la noto. Mira. —Alcé mi mano y la hice temblar exageradamente—. Ya estoy temblando.
Mi amiga se soltó de mi agarre y me observó con los labios fruncidos. Al ladear la cabeza para mirarme, varios mechones rubios le cayeron sobre los ojos celestes, que brillaron hipnóticos bajo las luces del bar. Nada más ver su gesto, supe que no me iba a hacer caso.
—Sakura, ¿estás tonta? No me voy a ir de aquí. Han pasado cuatro años de aquello y tú, en teoría, lo superaste hace mucho. No seas cría, por favor. Mírate. —Me señaló fugazmente con la mano—. Ya no eres la niña que él conoció. No le des motivos para que vuelva a reírse de ti, huyendo como una cobarde. Además —añadió acercando sus labios a mi oreja—, no nos ha visto.
Fue solo un instante, pero lo tuvo todo. Una chispa, la de sus pupilas al centrarse en mi rostro, en mi pelo, mi cuerpo y, al final, en mis ojos. El asombro de encontrarse de nuevo conmigo, tantos años después, en un sitio tan diferente. Y el reconocimiento; sí, era yo, estaba allí. Podría mentir y decir que sentí escalofríos, que volví a verme como aquella niña que, años atrás, se derretía por sus huesos. Podría contar que me sonrió y que, pese a todo lo que había sucedido, tuve el valor de enfrentar su mirada y de cuadrar los hombros ante él. Podría afirmar que no dejé que me ganara la tensión y que, como mujer que era ya, le hice frente. Sin embargo, mentiría en todo, porque no le aguanté la mirada ni tres segundos antes de hacer lo que mejor se me ha dado siempre: huir.
—Me voy a echarme un cigarro fuera.
Y, con esas palabras, dejé a mi amiga plantada en medio del bar.
Me gustaban las risas de la gente y sus conversaciones superficiales. El sábado noche, la calle tenía vida propia. La gente iba y venía, entraba y salía de los lugares, se paraba a saludar con una sonrisa… Adoraba aquel ambiente. Nadie se fijaba en nadie, todo el mundo seguía su camino, cada uno tenía su propia fiesta. Seguramente, ninguna persona habría reparado en mí, en cómo había salido corriendo del local casi al momento de entrar, en mis labios fruncidos o en mi postura tensa. Y, extrañamente, lo agradecí. Me apoyé en la pared con un suspiro y me descolgué la mochila para sacar el tabaco. Observé la cajetilla que sujetaba entre mis dedos, pensativa. Realmente, no me apetecía fumar, pero había sido la excusa perfecta para huir. Saqué un cigarro y lo mantuve entre los dedos, indecisa. Alguien acercó la llama de un mechero a él y, de manera instintiva, me lo puse en la boca.
—Creo que necesitabas fuego.
Su voz fue como un taladro directo al corazón. Aspiré el humo por la boca, pero el aroma que se coló por mi nariz fue el suyo. Era fresco, picante, extraño. Podrían pasar cuatro años más, que nunca olvidaría aquel perfume. Mis fosas nasales se deleitaron con él, con su proximidad, y sentí que aquel olor me envolvía de nuevo después de tantos años. Entre el humo del cigarro, vislumbré su cuerpo, cuya forma se entreveía debajo de su chaqueta. De repente, sentí un vacío en el pecho. Aquel momento duró lo que una calada y, entonces, alcé la cabeza.
—Sasuke.
Otra vez su nombre. Las sílabas, el siseo, la subida y la bajada. Saske. Era un nombre rotundo, fuerte; parecía hermoso al pronunciarlo y, sin embargo, a mí me llenaba la boca de veneno y me abrasaba el paladar. Cuando mis ojos se enfrentaron a los suyos, tuve la sensación de que no habían pasado los años. Como su nombre, los ojos de Sasuke eran preciosos, oscuros e intimidantes, pero a mí me carcomían la mente y el alma.
—Sakura.
El escalofrío que me recorrió el cuerpo me puso los pelos de punta. Sa-ku-ra. Mi nombre. Oírlo de su boca, ver a sus labios pronunciarlo de nuevo… Inconscientemente, apreté los dedos contra el muro en el que estaba apoyada. Me temblaron los labios; quería responderle, ser borde y hacerle sentir todo mi desprecio, pero no pude. No quería hablarle. Lo mejor hubiera sido marcharme, pero tampoco creía que fuera útil. Ino tenía razón: no podía huir. Ya no era una niña ni le debía nada. No debía sentir vergüenza ni miedo, ni siquiera odio; después de todo, era él quien se había portado mal conmigo, no yo.
—Vaya, no sabía que fumabas. Es gracioso, nunca te imaginé fumando. Siempre creí que…
—¿Qué quieres? —le corté.
Mis ojos se desviaron a un lado y vi a la gente pasar, riéndose, sin mirarnos siquiera. Nadie era consciente de la tensión que se respiraba.
—Y-yo… He salido a invitarte a esto. —Alzó un vaso con un poco de alcohol; no pude identificar qué era—. Verás, he invitado a Ino ahora mismo y quería invitarte a ti también. Ya sabes, por los viejo tiempos y eso.
Observé el vaso de tubo con suspicacia. Era un líquido de color morado, supuse que vodka. Tras una encogida de hombros, se lo arrebaté de las manos y me lo bebí de un trago. No era vodka, pero estaba bueno, a pesar de que tenía un sabor muy fuerte. Le alargué el vaso con brusquedad. Él me miró, anonadado.
—Muchas gracias. Estaba bueno.
—Vaya… Qué bestia. Menuda rapidez.
—Han pasado los años; ya no soy una cría.
Una media sonrisa le inundó el rostro. Fue entonces cuando reparé en aquellos cambios. Cuando conocí a Sasuke, él tenía diecisiete años, pero en ese momento debía andar por los veintiuno. Su rostro era más maduro, había perdido toda la redondez y, aunque iba afeitado, no por ello parecía más joven. Estaba diferente, pero seguía siendo el mismo. Aquel era el chico del que yo me había enamorado. Nada había cambiado, nada excepto yo.
—Estás muy hermosa, y muy mayor —me halagó.
Bufé, molesta. Siempre había sido un mentiroso y un adulador.
—Tú estás más viejo. Ya se te notan las arrugas.
Sasuke soltó una carcajada. Me quedé tan sorprendida que hasta me pareció sincera.
—No solo estás más mayor sino también más contestona. Has cambiado.
—Lo sé.
—Bueno… ¿Y qué es de ti?
—Nada importante. Estudio Letras, como siempre quise. Entré a la Universidad con notazas y aquí estoy, en el
cumpleaños de Ino.
—Siempre tan inseparables —sonrió él.
—En fin, ¿y qué me cuentas de tu vida?
Realmente, no me interesaba mucho, pero deseaba poder criticarle junto a Ino después. Además, esperaba oír algún fracaso en el que pudiera regodearme.
—Al final no entré en la Universidad, así que estudio un Grado Superior y… poco más, aquí sigo, en Tokio, como siempre, aunque últimamente paso más tiempo en Konoha.
—¿Y sigues con Konan?
Las palabras se escaparon de mi boca sin que yo pudiera hacer nada para detenerlas. Al segundo me arrepentí de haberlas pronunciado, pero ya era demasiado tarde. Sasuke me miró fijamente y noté como la ansiedad se acumulaba en mi pecho. Qué estúpida era. Por mucho que superase aquella historia nunca sería capaz de olvidarla. Sasuke nunca podría ser uno más.
—Sí, sigo con ella.
Aparté la mirada y me obligué a sonreír. Volví a observar el gentío, las luces de neón de los locales, los coches aparcados y los colores brillantes de la noche. Y, sin embargo, me parecía que todo estaba borroso. Claro que seguían juntos; siempre habían sido el uno para el otro. Odiaba aquella historia, los recuerdos que me traía y lo insegura que me hacía sentir. Odiaba la presencia de Sasuke, lo que significaba y todo por lo que habíamos pasado. Odiaba lo que representaba, pero no lo odiaba a él, sino a mí, por haber sido tan tonta, tan pequeña y estúpida. Sasuke suspiró a mi lado.
—Sakura…, siento lo que hice. Lo siento muchísimo, de verdad. No estaba en mi mejor época, era un crío insoportable y egoísta. Yo…, de verdad, siento muchísimo todo el daño que te hice y lo mal que te traté.
Tragué saliva. ¿Y a mí de que me servía una disculpa a destiempo? Habían pasado cuatro años y yo lo había superado todo sola; me había vuelto a crear a mí misma, había aceptado mis errores y me había odiado en muchas ocasiones por ellos. Nadie había llegado a pedirme disculpas, a ofrecerme la ayuda que tanto había jurado que me prestaría. Yo no estaba más guapa ni más mayor, tampoco era más bestia o más directa; simplemente, era más yo. Y no le necesitaba a él. Las justificaciones no me servían, no me valían los remordimientos ni su culpabilidad. Dudé incluso de que lo sintiera. En mi mente, Sasuke tenía dos caras opuestas, la buena y la mala, y sabía que ambas eran puro teatro.
—Jugaste conmigo como si fuera tu muñequita. No te importó que yo sufriera ni que lo pasara mal, solo te preocupaste por ti y tu estúpida relación insana con Konan. Eres un cabrón, y eso no lo vas a cambiar ni con mil disculpas —casi le escupí a la cara.
Él frunció los labios, pero no dijo nada. Le observé fijamente y no fui capaz de entender por qué le había querido tanto. Era guapo y apuesto, lo recordaba como una persona apasionada y con toques de humor. Aún podía evocar su sonrisa y sus hoyuelos, las arrugas que se le formaban en las comisuras de los ojos al sonreír. Pero también recordaba su desprecio, sus falsas promesas y la sensación de ser tan pequeña a su lado que no valía nada. Sasuke sacó un cigarro y se lo encendió. Cuando lo vi aspirar el humo, recordé el sabor de su boca y sus manos en mi cuerpo. Me vi reflejada en sus ojos, y descubrí con sorpresa que ambos teníamos la misma expresión de tristeza… y alivio. Fue entonces cuando me surgió la duda, la pregunta. ¿Y si lo nuestro no había sido amor?
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