Este fic participa en el Reto del susto (especial para Halloween), del foro Hasta el Final de la Pradera.


Demasiado tarde


Estaba sentado sobre las escaleras del porche, dejando que la luz de luna le bañara la piel. Era una templada noche de mediados de otoño. El Distrito estaba en calma, apenas se escuchaba el borboteo de las lámparas de aceite en ciertos hogares, el crepitar de la leña en las estufas, y el crujido de algunas hojas caídas al caminar sobre ellas. Se oían pisadas, pero no gritos infantiles, ni gente adulta charlando, sólo un silencio tenso, advertencia de que algo, cualquier cosa, podría suceder de madrugada en ese barrio sin calzadas, repleto de charcos de lluvia de la mañana, cubierto de polvo de carbón, y muerto de hambre. La Veta.

Notó una mano sobre la espalda. No fue necesario girarse para reconocer al propietario, conocía su tacto y el olor a medicinas y humo que desprendía su piel. Sintió la caricia, suave, de la pequeña mano trazando círculos hasta su nuca, sus dedos hundiéndose en pelo más corto de la cabeza. Cerró los ojos, amodorrado, emitiendo un sonido ronco e involuntario, como un ronroneo. Ella lo había acariciado de esa forma desde que tenía memoria, su cálida mano viajando hasta su nuca y volviendo atrás.

Es posible que se quedara dormido.

Despertó en medio de una súbita sensación de ausencia. La pérdida del calor, del contacto, el frío madrugador arañándole la piel. Miró a su alrededor. Aún era noche cerrada, pero ninguna de las casuchas del barrio conservaba las chimeneas encendidas, no más que un escaso resplandor de ascuas. Se ovilló sobre sí mismo, buscando el propio calor corporal y encerró la cabeza entre las piernas. Aún no había despuntado el alba, podía dormir un poco más.

El chirrido le sirvió de aviso. Las bisagras de la puerta de la casa estaban tan oxidadas que parecían un coro de viejas chillonas. No había dinero para tres en uno, ni para nuevas bisagras, ni para otra puerta. No tenían aceite de cocina que poder usar. Hizo caso al sonido menos de un segundo y volvió a acurrucarse, como el minino perezoso que era, no sin antes refunfuñar airado porque Prim hubiera permitido que pasase toda la noche a la intemperie.

Entonces, cuando estaba accediendo a los albores de su octavo sueño, poco antes del amanecer, advirtió una mano aferrando su pelaje del lomo, igual que una zarpa. Se despertó de inmediato, percibiendo de repente el acre olor del peligro en el ambiente: humo, tierra, bosque y hojas de menta. Cuando fue capaz de reaccionar ya estaba en el aire, retorciéndose sobre sí mismo, bufando, sacando todas sus uñas e intentando alcanzar la oscura piel del humano que lo agarraba.

Demasiado tarde. Todo eso lo hizo demasiado tarde. La mano lo alzó, después descendió bruscamente, sumergiéndolo en un barreño hasta arriba de gélida agua. Espero encontrar una dura resistencia de hielo en la superficie, pero el clima no estaba de su parte aquella mañana. Acertó a arañar la mano, la mano homicida, una vez, y vio sangre. También fue demasiado tarde.


a/n: Buttercup fue idea de Collins. 500 palabras.

Suerte a todas.