Hola! Este es mi primer fanfic de Miraculous Ladybug, espero que guste.
Disclaimer: Miraculous Ladybug no me pertenece, sino al grande Thomas Astruc. Y no, tampoco me pagan por escribir esto.
Preludio
Una gota de sudor se deslizó hasta el pecho de Marinette Dupain-Cheng, quien comenzó a agitar el cuello de su camisa en un intento por ventilar su piel. No necesitaba tocar su cabello, negro y recogido en dos coletas como siempre, para saber que estaba caliente, por efecto del sol inclemente sobre su cabeza.
-Mari, te dije que podías quedarte en París si querías. – dijo Alya Césaire, quien caminaba delante de ella llevando su largo cabello castaño recogido en un moño, sudando tanto como su mejor amiga. – Seguro te estás quejando internamente, como cada vez que cambias de clima.
-Admito que no soy fanática del calor de las llamas del infierno, pero lo prefiero antes que al frío. – respondió la pelinegra, recordando con un escalofrío el invierno pasado. – Además, a ti tampoco te fascina el calor.
-Cierto, pero si tengo que asarme en este clima para conseguir mi historia, ¡lo haré sin dudarlo! – exclamó la castaña, alzando los brazos con un entusiasmo que debería haber sido imposible tener cuando se camina por una carretera en un paraje desértico y desolado en pleno medio día.
-Si hubiésemos esperado un poco más, podríamos haber conseguido un taxi. – comentó Marinette, volteando a ver la silueta de la ciudad de El Cairo, que se había quedado en la lejanía.
-Podemos pedirle a Chat Noir que nos lleve devuelta a la ciudad cuando termine la entrevista. – ofreció Alya, encogiéndose de hombros, sin mirar atrás ni un segundo.
La pelinegra dejó escapar un suspiro triste, negando con la cabeza.
-¿Y qué haremos si no encontramos a Chat Noir? – preguntó, causando que Alya se detuviera, por lo cual Marinette logró alcanzarla y mirarla a los ojos. Azul y castaño se encontraron, esperanzas y dudas presentes en ambas miradas.
-Lo vamos a encontrar. – terminó respondiendo la periodista, reanudando el paso con firmeza. – Y si no está allí, podemos acampar románticamente bajo las estrellas y volver a pie en la mañana. – añadió mientras reía.
Marinette observó la figura de su amiga marchando animadamente sobre el pavimento, y dejó escapar otro suspiro mientras seguía andando detrás de ella. Ambas llevaban puestos jeans y botas, pero Marinette usaba una camisa rosada de botones y mangas cortas, y Alya llevaba un tank-top azul. Las chicas llevaban en los hombros una mochila cada una, donde guardaban agua, algo de comer, dinero, sus teléfonos, artículos de higiene y sweaters para cubrirse cuando volvieran a la ciudad. Cuando habían empacado sus maletas y subido al avión con rumbo a Egipto, ambas intuían que acabarían en una situación donde la practicidad era más importante que el estilo.
Dos años atrás, Alya y Marinette se habían graduado de periodismo investigativo y diseño de modas, respectivamente, en la Dauphine Université Paris y en la Paris College of Arts. Desde el momento en que la morena tuvo en sus manos el diploma, comenzó a recorrer toda Francia en busca de historias que reportar para el periódico que la había contratado. Marinette, mientras tanto, se había encerrado en su estudio para crear su primera línea de ropa oficial, la cual consiguió buenas opiniones, pero no despegó con tanta fuerza como la chica esperaba. Una fría tarde de Enero de ese año, su amiga consiguió convencerla de salir de su encierro para tomarse un café juntas en un local donde solían ir todo el tiempo estando en la universidad.
-¡Tengo una gran noticia que darte! – había anunciado la morena en aquel momento, dando un par de brinquitos en su asiento, una vez que estuvieron sentadas en una esquina apartada, cafés en mano.
Marinette intuía que se trataría de una nueva historia, pues eso era todo de lo que Alya hablaba últimamente. Bueno, eso y la posibilidad de retomar su relación con Nino, a quien la diseñadora no veía en persona desde la escuela secundaria. Permaneció en silencio, sorbiendo el café caliente, mirando atentamente a su amiga, esperando que ésta continuara. El frío la hacía sentirse aletargada, y el desencanto con su primera línea de ropa la llenaba de frustración, por lo que últimamente no tenía ánimos ni entusiasmo para cosas que antes la habrían hecho saltar de la emoción. Puesto que la reportera conocía el estado de emocional de su amiga, prosiguió sin esperar respuesta.
-Ya sé cuál será la próxima historia que cubriré, y ya tengo permiso del director del periódico. –dijo, haciendo una pausa para acentuar el suspenso mientras tomaba un sorbo de café. - ¡Voy a encontrar el paradero de Chat Noir!
Fue en ese momento que Marinette conoció la desagradable sensación de ahogarse con café hirviendo.
-Vaya que eres dramática. – continuó la morena, dando golpecitos en la espalda de su amiga para ayudarla, aguantando las ganas de reírse de la mandíbula caída y los ojos azules desorbitados que la miraban con una mezcla de asombro y espanto. – Verás, estuve hablando con Jalil, ¿lo recuerdas? El hermano de Alix, el que trabaja en el museo. Estabas conmigo cuando lo akumatizaron y lo convirtieron en una especie de dios egipcio que intentaba sacrificarme.
Marinette asintió levemente, después de varios segundos.
-Eso fue hace muchos años… - murmuró, sintiéndose mareada.
-Sí, él fue uno de mis tutores en la universidad, creo habértelo contado. – aclaró Alya, encogiéndose de hombros, restándole importancia. – En fin, hablando con él recordé aquel pergamino antiguo que mostraba un dibujo de Ladybug, así que empecé a investigar nuevamente sobre el tema. Tenía tanto tiempo sin ver nada sobre ellos, yo… Me sentí como en mi adolescencia nuevamente, sentí ese fuego en mi interior empujándome a buscar respuestas, lo que me hizo querer ser periodista.
Los ojos de la morena se desviaron hacia la ventana mientras dejaba escapar un suspiro soñador, y Marinette supo que su amiga probablemente estaba imaginando las siluetas de Ladybug y Chat Noir saltando sobre los tejados de la ciudad, tal como ella misma tantas veces había hecho con melancolía en los últimos años. Unos segundos pasaron, antes de que la reportera saliera de su ensimismamiento.
-Disculpa, me distraje. –Dijo, carraspeando y tomando un sorbo de su café, antes de continuar- Volví al museo a estudiar el pergamino, con ayuda de Jalil, y aunque no encontramos nada nuevo acerca de Ladybug, sí nos percatamos de que había una posible mención de Chat Noir. Verás, los antiguos egipcios consideraban sagrados a los gatos, incluso tenían una diosa con cabeza de gato, y usaban ese símbolo para representar muchos conceptos diferentes, como la protección y la fertilidad. Sin embargo, estudiando el pergamino se nos ocurrió una loca idea: ¿Y si estuviera hablando literalmente de un gato? ¿Y si ese gato fuera Chat Noir?
Marinette tragó en seco, asintiendo nuevamente para demostrar que estaba prestando atención. Sin embargo, sólo la mitad de su cerebro estaba concentrado en la explicación de su amiga. La otra mitad estaba perdida en una repentina ola de recuerdos de la adolescencia, recuerdos de un muchacho rubio de ojos verdes, batallas y magia.
-¿Verdad que tiene bastante sentido? – preguntó Alya, más para confirmar su propia opinión que para saber la de su amiga. Se había puesto de pie mientras hablaba, y los otros clientes del local estaban empezando a mirarla con extrañeza. – Por eso pensamos que en Egipto deben haber pistas de Chat Noir. En sus últimas declaraciones públicas insinuó que dejaría el país, y que quería "buscar respuestas", ¿no es así? Si la historia de Chat Noir y Ladybug comenzó en el antiguo Egipto, ¿no es ése el mejor lugar para encontrar respuestas sobre sí mismo?
-S-sí, pero, Alya, "buscar respuestas" podría referirse a cualquier cosa, ¿qué te hace pensar que Chat Noir se habría ido a Egipto? ¿Cómo sabes que las respuestas que buscaba tienen que ver con eso? – preguntó Marinette, en voz baja, tratando de controlar el nudo que tenía en la garganta.
-Pues, que estuve viendo en internet varias páginas web de noticias y foros de opinión egipcios, Jalil me ayudó a traducirlos, y desde hace algunos años hay algunos rumores en los alrededores de El Cairo y algunos pueblos cercanos que hablan de un misterioso vigilante nocturno que combate el crimen. –Respondió Alya, con una pequeña risa- Casualmente, los rumores comenzaron apenas unos meses después de la fecha en que Chat Noir apareció en público por última vez. ¿No te parece demasiada coincidencia?
-¿Vas a basarte sólo en rumores? – inquirió la pelinegra, rodando los ojos involuntariamente. Alya había mejorado en relación a su impulsividad, pero de vez en cuando volvía a asumir cosas sin tener la evidencia completa. - ¿Acaso alguien lo ha visto siquiera?
Alya dejó escapar un suspiro con exasperación.
-Mari, entiendo que no es el rastro más seguro del mundo, pero no hay nada de qué preocuparse. – dijo la morena, con un tono de voz calmado, posando su mano sobre la de su amiga y dirigiéndole una sonrisa cansada. – Tengo el permiso del periódico, y Jalil dijo que conseguiría que el museo financie la mayoría de nuestro viaje. Y, en el caso de que no encontremos el paradero de Chat Noir, es probable que descubramos otros detalles acerca de su historia y la de Ladybug, y siempre habrá gente en Paris que quiera leer acerca de nuestros héroes. Esta ciudad jamás podrá olvidarlos.
Las dos mujeres se quedaron en silencio un rato, mientras Marinette procesaba la conversación que acababa de tener. Alya suponía que su amiga simplemente estaba preocupada por ella y por su carrera, lo cual no era falso, pero la pelinegra también estaba intentando no sumergirse por completo en los recuerdos de su pasado. Desde hacía varios años que se había dado por vencida en recuperar alguna parte de su vida como Ladybug, de volver a ver a Chat y a Tikki, de volver a balancearse por la ciudad con su yo-yo. Había pasado sus últimos años en la universidad entrenando su mente para no pensar en el pasado, para no seguir extrañando sus días como súper heroína, para poder seguir adelante con su vida y sus sueños normales. Y ahora, de repente, las paredes que había construido alrededor del nombre de Ladybug se habían derrumbado y las lágrimas se agolpaban en sus ojos, y todo porque su mejor amiga podría haber encontrado a su antiguo compañero de misiones y batallas. Sus hombros temblaban levemente, y Alya se preguntaba si quizás había sido mala idea sacarla de su estudio con ese clima tan frío.
El silencio se extendió por casi cinco minutos, y justo cuando la reportera, incómoda, planeaba sugerir que se marcharan y volvieran a casa, la ex-heroína volvió a fijar la mirada en los ojos de su amiga, mientras inhalaba y exhalaba profundamente.
-Alya, ¿puedo ir contigo? –preguntó, en un suave susurro quebrado que confesaba cuán afectada estaba, para la confusión de la morena.
Así fue como Marinette Dupain-Cheng acabó en una carretera en medio del desierto, dos meses después, bajo la sombra de una parada de autobús abandonada, almorzando junto a su mejor amiga.
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Ya tengo otros dos capítulos escritos, y los subiré uno al día. El resto de los capítulos trataré de subirlos una vez a la semana, pero si hay retrasos es porque la universidad me está volviendo loca.
Gracias por su tiempo, ¡hasta la próxima entrega!
