No soy S.M, aunque lo desearía.

Esta historia me pertenece, sin embargo, los personajes mencionados para nada.

Me encantaría decir que esta fue una historia real, y que me ocurrió, junto con mi vecino, el buenote de Edward Cullen. Pero no!

Sin más las dejo leer!

Enjoy...

Vecinos

Escuche la puerta de entrada y acto seguido a mi madre que me hablaba.

–Bella… –canturreó desde la entrada de la cocina– ¿A qué no sabes quién está soltero? –venía llegando de su turno en el hospital como enfermera, esta semana le había tocado cubrir el de la noche.

–¿Quién mamá? –pregunté con falso interés. Estaba sentada desayunando en la cocina mientras veía un programa. Apenas si vi a mi madre.

Ella se dejó caer frente a mí y pude sentir su insistente mirada. Cuando le preste la atención que ella quería, me di cuenta de su cara de maníaca con sus grandes y expresivos ojos verdes abiertos de par en par.

–Edward Cullen, del apartamento dieciocho…

Sopesé sus palabras y traté de no mostrar mucho interés.

Edward Cullen era el vecino buenorro de un piso abajo nuestro, era increíblemente sexy. Tenía unos hermosos ojos verdes y un rostro de ensueño. Faltaban palabras para poder describirlo porque no había nada que se acercara a su belleza.

–¿Sí? ¿Qué paso esta vez, Tanya se cansó de su trabajo? –no quería parecer muy interesada en el tema, cuando en realidad era todo lo contrario.

–Aún no lo sé, pero Edward me pidió esta mañana si podía cocinar algo para él, que me lo pagaría. Pero que Tanya se había ido y que esta vez era para siempre –mi madre era una chismosa de primera.

Le dediqué una sonrisa mientras pensaba en sus palabras.

Tanya, la rubia y operada esposa de Edward, era la mujer más farsante que había conocido en mi vida. En cuanto ellos se mudaron al complejo de apartamentos en el que vivíamos, Tanya había alardeado de su fama de modelo reconocida mundialmente y lo único que había hecho era un comercial en donde vendían pañales para bebés.

Y luego de esa hubo montones de situaciones que habían hecho que a mis, entonces, catorce años la odiara con todo mí ser.

–Pobre Edward –dije simplemente. Realmente lo sentía por él, era un buen hombre y me apenaba que sufriera por ella.

Pero mi yo egoísta estaba saltando en una pata por la noticia, había estado enamorada de Edward desde que lo había visto la primera vez, de eso ya hacían cuatro años.

–Vamos a tener que ayudarlo, sabemos que trabaja todo el día y no tiene a nadie aquí en Manhattan –mamá bostezó y se estiró en su lugar–. Lo siento cariño, pero me voy a dormir, estoy agotada.

Mamá caminó hacia mí y besó el tope de mi cabeza.

–Descansa. Tengo que ir a comprar los víveres, así que no te asustes si no me encuentras –inquirí dedicándole una sonrisa.

Mamá simplemente me correspondió con otra y se fue directo a su recamara. Renné y yo vivíamos solas hacía diez años, desde la muerte de mi padre, Charlie Swan. Su deceso fue debido a un tiroteo cuando había querido cumplir con su deber como policía.

Desde ese entonces mamá y yo habíamos tenido que arreglárnosla solas. Pero las cosas iban bien ahora, como mamá tenía que cumplir con su turno de noche cada una semana, yo me hacía cargo de todo. Mientras que con su horario normal ella se ocupaba del hogar.

Igualmente este arreglo solo iba a durar hasta que me fuera a la universidad, en tres meses. Hacía una semana que me había graduado del instituto y ya estaba lista para partir. Iría a la universidad de California a estudiar literatura inglesa.

Lave los trastos del desayuno y caminé hasta mi habitación, iba a terminar de alistarme para hacer los mandados. Me puse un vestido veraniego; casi hasta la rodilla, aunque me daba un poco de pudor. Tenía un cuerpo exuberante, con unos pechos bastante generosos y una pequeña cintura. Mi trasero no se quedaba atrás, valga la redundancia, pero no era mi mejor atributo. Tenía mi largo cabello caoba con ondas hasta la cintura, poco arriba de mi culo. Mis ojos marrones, eran iguales a los de mi padre, tenía labios carnosos y una pequeña nariz.

Era vanidosa y lo sabía, pero era jodidamente linda, no podía negarlo. Tenía conciencia de mis atributos y muy pocas veces me aprovechaba de ellos.

Caminé con las bolsas de la compra que había hecho, estaba muy cargada y para colmo tenía un calor de los mil demonios, a esta altura del año era una temperatura lógica pero sentía que me iba a desmayar en cualquier momento, afortunadamente logre llegar hasta el edificio. Me incliné hacia abajo para dejar mis pesadas bolsas en el suelo mientras esperaba que el elevador llegara, no me di cuenta de mi posición, –mostrando todo el culo junto con mi linda tanga– hasta que sentí un carraspeo masculino. Quise morir, por la vergüenza, cuando me volteé vi la incómoda mirada de Edward, el sexy vecino.

–Hola Edward, no te había visto –saludé olvidando por completo mi desliz.

–Tiempo sin verte, Bells –me dedicó una sonrisa ladeada.

Mi preferida.

Su sonrisa era cálida, no había lujuria en su mirada como yo esperaba y hubiese querido.

El elevador llegó y las puertas se abrieron automáticamente. Edward se apresuró a tomar mis bolsas mientras hablaba.

–Deja que te ayude –yo lo dejé hacer, siempre era un caballero.

En silencio subimos en el ascensor, aún sentía mis mejillas arder por el reciente accidente. Sin embargo, pensé que quizás no todo era tan malo, podía ver claramente la cabeza de Edward que cada dos segundos se sacudía, de manera que parecía querer sacar algo de su mente. Mi parte ególatra quiso pensar que trataba de borrar la imagen de mis partes nobles al desnudo, o casi.

–Mi madre me contó lo de Tanya, lo siento –tiré esa frase al aire como para romper el hielo entre nosotros. Edward me miro fijamente, sus ojos oscurecidos, más no dijo nada, simplemente asintió con su cabeza–. También ha dicho que necesitabas la cena… –en ese momento una magnífica idea comenzó a tomar forma en mi mente maquiavélica– Puedo ayudarte con eso.

–No es necesario, pequeña –hice un gesto ante su apelativo y lo interrumpí para que no arruinara mi recién adquirido plan.

–Nada de eso, estaría ayudándote a ti y a mi madre. Ella trabaja esta semana por la noche, de este modo estaría ahorrándole trabajo. Esta noche iré a tu casa y cocinaré algo para ti… y para mi, desde luego.

El elevador paró en el piso de Edward, me tendió mi bolsa y me sonrió, antes de salir por completo dijo:

–De acuerdo. Te estaré esperando, Bella.

Cuando lo perdí de vista suspiré sonoramente. Este hombre iba a ser mi perdición, es que todo en él me encantaba. Su forma de ser, su forma de vestir, su bello rostro.

Edward era carpintero y siempre vestía casi igual, usaba esas camisas que tanto me gustaban, a cuadros y de varios colores. Jeans y zapatillas de trabajo. Traía su cabello cortado prolijamente, pero se dejaba una sexy barba que le daba un aspecto más desaliñado.

¿Por qué tenía que estar tan bueno?

Pasé toda la tarde nerviosa esperando a que sean las siete, esa era la hora a la que iría a hacer la cena para Edward. No le había dicho nada a mi madre sobre mis planes, estaba más que claro que no le parecería para nada bien que su hija de dieciocho años estuviera a solas con un hombre de treinta en su apartamento. Volví a ducharme y a rasurarme por completo, estaba muy nerviosa, ni siquiera sabía si podría llevar a cabo mi plan. Aunque no era algo tan complejo, seducir a Edward no podía ser tan complicado.

Cuando la hora llego, tome las cosas que había preparado para llevar al apartamento de Edward y salí de mi casa. Me aseguré de cerrar bien la puerta y bajé por las escaleras, no quería esperar el elevador y era sólo un piso. Sin darme cuenta en segundos ya estaba frente a su puerta, trate de arreglar mi cabello, y alisé la inexistente arruga de mi vestido. Esta vez llevaba uno largo hasta la rodilla de color blanco con pequeñas flores azules; era bastante sencillo, pero lindo. No quería que Edward se diera cuenta de mis planes, llevando un atuendo de prostituta.

Golpeé suavemente su puerta dos veces y esperé; oí el rumor del agua a lo lejos y luego sus pasos por la estancia, la puerta se abrió y su aroma me golpeó de lleno, Edward me miraba con una sonrisa en su rostro, mis rodillas temblaron por él. Con una rápida recorrida por su cuerpo vi que se había cambiado de camisa, era del mismo estilo que él siempre usaba, a cuadros en la gama de colores azules. Un jean y sus zapatillas de trabajo.

Me di cuenta que no sabía qué decir, me sentía muy avergonzada, cómo si Edward pudiera leer mis pensamientos, ante ese pensamiento me sonroje visiblemente y Edward no perdió oportunidad para acrecentar su hermosa sonrisa.

–Bienvenida, Chef.

Me reí por sus palabras, luego pasé junto a él cuando me dio lugar. Caminé hasta su cocina –que ya conocía de otras excursiones– y deje todo lo que traía conmigo.

–¿Qué tendré el privilegio de probar? –en sus labios estaba dibujada su incansable sonrisa ladeada, la que hacía que mis rodillas temblaran, y mis babas cayeran.

–Es una sorpresa, tendrás que esperar hasta que la cena esté servida –lo reté con la mirada, ahora yo también sonreía.

–Aburrida –dijo mientras bufaba. Yo solté una carcajada inevitable.

–Puedes volver a hacer cualquier cosa que estuvieras haciendo –dije dándole la espalda.

–Estaré en la sala por si me necesitas –añadió mientras se encaminaba fuera de la cocina.

–Podría necesitarte para muchas cosas –me aseguré que no estuviera cerca para susurrar lo último.

Con un suspiró soñador comencé a preparar nuestra cena, busqué los utensilios de cocina necesarios para preparar pasta. Comencé a cortar cebolla y otras verduras y las dejé que se cocinaran en la estufa. Esperé unos minutos para añadirle la salsa, pero cuando estaba tratando de abrir esa maldita lata, –de las que tienen la tapa que se quitan a presión– la volqué toda sobre mí y mí adorado vestido.

–¡Oh mierda! –dije mientras veía como toda la salsa de tomates iba a parar a mi vestido. Lo escuché a Edward acercarse rápidamente.

–¿Qué sucede? –inquirió preocupado. Yo simplemente hice una seña a mi ropa y fruncí mi ceño. El muy maldito trató de esconder una carcajada con una falsa tos.

–No creo que lo tenga que explicar –en mi voz se notaba el fastidio.

Caminé alrededor de Edward para ir hasta el baño y así poder limpiarme, escuché cómo seguía mi camino. Sabía que se estaba riendo y eso me hacía enojar aún más.

Gemí cuando me vi en el gran espejo que había allí, estaba cubierta del líquido rojo y espeso. Estaba por todos lados, mis pechos, mi estómago y mis piernas. Y ni hablar de mi vestido, estaba arruinado.

–¿Crees que tendrás algo qué prestarme? –refunfuñando, lo miré directo a los ojos, aún se reía.

No dijo nada, simplemente se dio la vuelta y salió del cuarto de baño.

Me tomé mi tiempo para atar mi cabello en un despeinado moño alto. Cuando Edward volvió traía consigo una camisa blanca, estiró su brazo ofreciéndomela y la tome con una tímida sonrisa.

–¿Estás seguro que puedo usar esto? –la tome entre mi dedo índice y pulgar, para no mancharla y se la volví a enseñar.

–Es solo una camisa, Bella. Ahora toma un baño mientras yo limpio tu no tan pequeño desastre.

Hice una mueca que él no vio, cerré la puerta y con mucho cuidado de no ensuciar nada más me quité el vestido, bajo él sólo traía unas pequeñas bragas de encaje. Me bañe en la regadera de Edward Cullen, qué genial sería si él me estuviera acompañando, pero no era así. Sin embargo, usé su gel de ducha, quería tener aunque sea su olor en mi piel.

Una vez ya fuera de la ducha me comencé a vestir, la camisa de Edward era gigante, me llegaba hasta mitad del muslo, aunque se apretaba bastante a la altura de mis pechos.

Me di cuenta también de que me había traído unos pantaloncillos cortos, pero cuando me los puse se me cayeron de lo grande que me quedaban. Salí del baño y caminé hasta la cocina, donde sabía que lo encontraría.

–Uhm… ¿Edward? –lo llame. Él se volteó a verme y no me pasó desapercibida la mira que me dedicó y que recorrió todo mi cuerpo.

–Si… si… Dime –carraspeó un par de veces.

–Sé que fue con buena intención, pero esto me queda gigante –solté el pantaloncillo para enfatizar mi punto. Éste cayó hasta mis pies–. Si no te molesta, así estoy más cómoda –saqué mis pies de adentro y me agaché para tomarlo, dándole la espalda a mi vecino.

Cuando estaba por levantarme extendí de golpe mis piernas, enseñándole mi culo desnudo a Edward. Lo había hecho a propósito, lo quería a él y esta era mi oportunidad. Dejé el pantaloncillo en una silla y me encaminé a la estufa nuevamente, me di cuenta de que Edward había puesto la salsa de tomates que no había volcado, es decir, una nueva.

En diez minutos más la cena ya estaba servida, Edward estaba sentado justo frente a mí, más no me miraba ni me hablaba. Me sentí algo cohibida por haber hecho semejante espectáculo anteriormente. Quería romper el hielo entre nosotros, pero no se me ocurría qué decirle.

Aunque hablar de trabajo siempre es efectivo, me dije mentalmente.

–He oído que tu trabajo va muy bien… –no lo mire a los ojos, sentía un poco de vergüenza aún, pero cuando alcé la mirada después de unos segundos en los que él no respondía nada, vi una sonrisa cínica en sus labios. No había que ser un genio para saber en lo que estaba pensando.

–La verdad es que si, pero esta noche no quiero hablar de trabajo, tengo que hacerlo todos los días, así que prefiero tomarme unos minutos libres.

–Oh… –me quedé sin argumentos, no sabía de qué hablar. Me enfoqué en remover mi comida de un lugar a otro porque ya se me había quitado el apetito.

–Así que California, ¿eh? –lo mire contrariada– Eso es algo lejos de casa. Para ir a la universidad, me refiero –aclaró.

–Es la universidad que elegí, creo que me hará bien un cambio de clima… –

–Es una lástima, Bella. Te extrañaremos por aquí –adoré la forma en la que pronunció mi nombre.

Otra vez me sentí débil con sus palabras.

–Pueden visitarme, no es como si me fuera a otro planeta.

Nos volvimos a quedar en silencio.

Cuando llegó la hora de recoger la mesa ambos lo hicimos en silencio, pero cuando tuvimos que lavar los platos fue otra cosa.

Yo estaba enjuagando los últimos vasos cuando a Edward se le ocurrió rociarme con un poco del agua de la canilla, para mi sorpresa. Luego de su acto jocoso vino la guerra.

–No sabes con quién te has metido –dije mientras juntaba agua con mis dos manos y se lo lanzaba directo a la cara.

–Te has metido en graves problemas, niña –Edward tenía su cabello mojado, me miraba como si fuera un león al acecho y yo una oveja, bajo su encanto. Pequeñas gotitas cristalinas recorrían sus pómulos, y yo, simplemente no podía parar de reír.

Cuando Edward me sostuvo por la cintura, sujetándome contra su pecho, me tomó por sorpresa, provocando que parara de reír y centrara mi mirada en esos orbes verdes. Sin embargo, no se quedó así nomás, llenó un vaso de agua, que lo derramó sobre mi cabello casi seco. No sólo le bastó un solo vaso, si no que volvió a repetir la acción, mojándome entera y haciendo que gritara.

Cuando me soltó, yo estaba enjuagándome el agua de los ojos.

–No puedo creer que me hayas mojado, eso no era justo. Tú eres más fuerte –lloriqueé como una niña pequeña.

Edward no me contestó, me di cuenta de que me miraba el cuerpo antes de correr la vista rápidamente. Seguí su mirada sobre mí y me percaté de que la camisa, convenientemente blanca, ahora era transparente a causa de toda el agua sobre mi cuerpo. Mis senos se pegaban a la tela, dejando ver mis pezones erectos por el frio.

Para ese entonces, mi confianza estaba en un nivel muy alto, y mi consciencia se había tirado por un acantilado.

–Creo que ya no necesito esto –mientras pronunciaba esas seis palabras logre desabotonar dos botones de la camisa que llevaba puesta, Edward me miró con los ojos abiertos por la sorpresa causada por mis palabras.

Y seguí desabotonando, más él no dijo nada, sólo me miró. Para cuando llegué al último, no tenía nada que me cubriera de su insipiente mirada, me acerqué lentamente a Edward y acaricie su mejilla.

–Creo que deberías ayudarme a secarme, tú causaste esto… O puedes terminar tu trabajo y terminar de mojarme… –toda la vergüenza y el pudor se habían ido por el caño, ya no tenía qué perder. Quería a Edward y este era el momento de llegar a él.

Rocé levemente sus labios, mientras me alzaba en puntillas, mi mano pasó por detrás de su cuello y logré que me alcanzara en un tierno beso.

–Bella… –gimió.

–Shh… –susurré en sus labios– Sólo bésame, Edward. Hazlo de una vez.

Su boca se fundió junto a la mía, sus manos abrazaron mi cintura y me elevaron en el aire. Yo no tuve más remedio que envolver su cadera con mis piernas y disfrutar del glorioso momento. Pobre de mí –sarcasmo–.

Lo sentí moverse.

Edward caminó hasta lo que creí era su habitación y me recostó en su cama. Con mis temblorosas manos, me apresure en sacarle su camisa, pero los malditos botones me hacían ardua la tarea.

Cuando al fin lo logré, se la saque por los hombros y la tiré bien lejos de nosotros. Lo sentí acariciarme el cuerpo, mover sus caderas contra las mías, yo quería besar todo su cuerpo así que solté sus labios sólo para continuar por su mandíbula. Esa mandíbula firme y recta que me hacía suspirar. Pase por su cuello, bese ese lunar que tenía justo bajo la mejilla derecha y seguí por su clavícula.

Nunca me sentí tan ardiente en mi vida, sentía que la piel de Edward sobre la mía me quemaba, y me moría de ganas por arder junto a él. Mis traviesas manos fueron hasta el botón de su pantalón, pero este no fue tan difícil de sacar y en menos de cinco segundos no tenía nada más que a Edward, piel con piel, en contra mía.

Hasta que él pareció salir de su nebulosa llena de lujuria y retomo la conciencia.

–Bella, tenemos que parar, esto no puede pasar entre nosotros –sus ojos se clavaron en los míos y quise morir. Dejó de moverse por completo, y sospecho, que si no hubiese sido porque lo tenía aprisionado entre mis piernas se hubiese alejado de mí. ¡Primero muerta que permitirlo!

–Oye, oye, mírame. Soy una mujer, toda una mujer. Siénteme –tomé sus manos y me acaricié los senos con ellas–. Tengo necesidades, ¿sabes? Tengo necesidad de ti, Edward. Te deseo desde hace mucho tiempo, por favor, no me dejes así.

–Oh Bella, por favor no digas esas cosas. Esto está mal –hizo un gesto señalándonos a ambos–. Te conozco desde que eras una niña, ¡aún eres una niña, por todo lo santo!

–No lo soy, puedo probártelo.

Sin esperar a que me detuviera, lo volteé en la cama para tomar su miembro erecto y comenzar a lamerlo. No hice ningún juego previo, lo metí de una sola vez en mi boca. Relaje todo lo que pude mi garganta mientras que recorría con mis labios toda la longitud de su miembro. Mi lengua iba presionando a la vez que mis dientes lo rozaban.

Mis manos no pudieron quedarse quietas, una viajo a su musculoso pecho, mientras que la otra comenzó a masajear sus testículos. Sus manos tomaron mi cabello sin mucha delicadeza, aquello solo hizo que me excitara aún más.

Podía sentir su sabor, me gustaba. Me gustaba sentir cómo el líquido pre seminal escapaba de su pene, mientras que mi boca hacía que Edward gimiera.

Dos segundos, fue todo lo que tardó para sacar su miembro de mi boca, acostarme en la cama y penetrarme. Lo sentí muy fuerte dentro de mí, por unos segundo dolió como la mierda, supe que él también lo noto por la mirada que me dirigió. Pude ver cómo la duda y la confusión pasaban por su rostro, y antes de que pudiera hacerlo dije:

–Ni se te ocurra parar, ya lo comenzaste ahora debes terminarlo, Edward.

–Nunca dijiste que eras virgen –movió suavemente sus caderas.

Yo jadeé.

–No me pareció un dato importante –mi voz sonaba ahogada, igualmente moví mis caderas en su dirección mientras cerraba mis ojos, disfrutando del momento.

–Bella… –gruño. Abrí mis ojos para ver que ahora él tenía sus ojos cerrados, se estaba conteniendo y yo no quería que lo hiciera. Volví a moverme contra él y a jadear.

–Haz algo, por favor… –supliqué, como la adolescente cachonda que era.

Afortunadamente él me escuchó, se balanceó lentamente contra mí, esperando a que me acostumbrara a su espesor, pero yo no quería ternura, ni suavidad. Quería sexo, sexo fogoso y salvaje con mi sexy vecino.

Apoyé una mano en su pecho y lo aleje de mi cuerpo, Edward me miró desconcertado, pero se alejo de mi. Rápidamente nos moví a ambos para así quedar yo sobre su cuerpo. Cuando volví a meter su pene en mi interior ambos gemimos, y no dejé que nada me detuviera. Moví mis caderas, arriba y abajo.

Una y otra vez.

Hacía mis movimientos muy lentamente, estaba gozando con esto. Antes de que Edward pudiera adivinarlo me dejé caer mucho más fuerte que antes, sintiendo su pene tocar la base de mi útero. La sensación fue increíble, así que lo repetí varias veces.

Sus manos, que antes habían estado en mi cintura ahora estaban en mis senos, los masajeaba y tironeaba de mis pezones, eso me hizo jadear aún más alto.

–¿Eres una niña mala, no es así? –preguntó, e inmediatamente sentí una fuerte nalgada. El ardor dio paso a una nueva forma de placer, que poco a poco se iba formando en mi vientre, lo podía sentir crecer dentro de mí. Volvió a azotarme y yo gemí.

–¿Y tú eres el puto Christian Grey, ah? –sus deliciosos movimientos se detuvieron de improvisto cuando me miró desconcertado.

–¿Quién? –su cara tenía la mejor expresión de confusión, y estuve a punto de reírme, pero la necesidad de mi cuerpo sólo me hizo pensar en seguir en lo que estábamos.

–Nadie, no importa.

Edward volvió a voltearnos, quedando él al mando de la situación –como si alguna vez no lo hubiese estado–.

–No sé quien mierda es ese Grey, pero tampoco me interesa. Ahora, importas solo tú –gruño y por un momento creí que un charco de baba bajaba por mi mentón. Sabía a qué se refería, pero no pude evitar que mi parte sentimental saltara con tremenda frase.

Sus movimientos se hicieron cada vez más profundos, más fuertes. La cama se movía junto con nosotros y mis jadeos inundaban la habitación, lo sentía crecer en mi interior, a Edward y a esa sensación increíble, sabía que estaba por llegar, y Edward también lo supo.

–Oh nena. Si, así. Hazlo.

Sus palabras hacían que me mojara aún más, y cuando una de sus manos buscó mi clítoris, no paso mucho tiempo más para que me corriera al son de su sedosa voz.

–Córrete nena, se que lo quieres. Vamos, hazlo.

Mis agudos jadeos probablemente se parecieran más a los aullidos de una hiena, pero la explosión de placer que sentí me dejo prácticamente en coma. A penas si me di cuenta de cómo Edward se corría en mi interior, con un ahogado gemido, y caí en la cuenta de que no habíamos usado protección, afortunadamente tomaba a píldora desde hacía un año.

Cuando se separó de mí, ambos suspiramos, cada uno de un lado de la cama de Edward. No esperé a que me abrazara ni nada por el estilo, pero necesitaba recuperar algo de fuerzas. El ambiente a nuestro alrededor comenzó a cargarse de tensión y cuando él quiso hablar yo no lo dejé.

–Se lo que vas a decir, pero no me importa. No busco nada de ti, ¿sabes? Sólo quería perder mi virginidad con el hombre que me ha sacado el sueño desde los catorce años y no me arrepiento –sentía mis mejillas arder, me estaba exponiendo, pera ya estábamos aquí, no iba a dejar pasar la oportunidad de cantarle a la cara mis sentimientos–. No me importa que probablemente regreses con Tanya, ni que me lleves doce años, Edward. Te deseaba, te deseo a ti, y volvería a hacer todo de nuevo para estar aquí. Así que no tienes que echarme de tu cama, yo me voy –comencé a levantarme de la cama, pero Edward fue más rápido y me tomó del brazo.

–Niña tonta, nunca te echaría de mi cama y menos aún, después de tu pequeña confesión –me miraba directo a los ojos, y veía claramente el nacimiento de una sonrisa.

–Podrías haber dicho que parara mi verborrea para no humillarme más –mi corazón dio un brinco por sus palabras, sin embargo, hice un gesto con mi boca y Edward soltó una carcajada.

–¿Con qué razón? Te veías muy linda con tu discurso.

Golpeé su brazo, más me deje llevar por su cuerpo cuando se volvió a acostar.

–Entonces… Ya que estamos aquí y no quieres echarme de tu cama, podríamos seguir explorando mi nueva sexualidad descubierta, toda la noche –dije mientras movía mis cejas sugerentemente.

–Pues; saca los grilletes, pequeña, soy tu prisionero.

Realmente espero que hayan disfrutado de esta alocada idea. Sus rw son terriblemente bienvenidos! Por favor no tengan verguenza y alegren mi noche ;)

Saludos

Only Love

P.D: si quieren saber más sobre adelantos, noticias o wherever pueden buscarme en mi facebook como Andrea Cullen (onlyloveg)

Gracias por las visitas, los estaré esperando ;)