Suenan campanas en flor

Por Nochedeinvierno13


Disclaimer: Todo el universo de Harry Potter es propiedad de J. K. Rowling.

Esta historia participa en el Reto #14: "Amortentia al azar" del Foro "Hogwarts a través de los años".


1

Pimienta

El trayecto dibujado entre Camelot y Escocia resulta más tumultuoso de lo imaginado.

Abrigados por las penumbras de la ciudad durmiente se escurren por entre los pasadizos, portando nada más que sus esperanzas de encontrar un futuro más prometedor fuera de aquellas grandes murallas. Guiándose nada más que por sus sentidos pues así lo determina Merlín, nada de antorchas bailarinas que puedan delatar su huida, para naufragar en la oscuridad que resulta ser la noche.

El sendero que los guía fuera de la localidad inexpugnable es de tierra y nubes caobas ascienden después de sus pisadas. Viajan durante la noche cuando el peligro de ser asaltados crece abruptamente pero no el de ser descubiertos; descansan durante el día, deteniéndose a recuperar fuerzas en alguna aldea variopinta, donde pueden fingir ser errantes que ansían aventuras.

A medida que van avanzando, los ríos que cruzan están corrompidos por la podredumbre de la naturaleza. Los cadáveres se acumulan en las riveras, tiñendo las aguas de color carmesí y atrayendo todo tipo de aves carroñeras.

Lo que más significativo de aquella grotesca escena es que los cuerpos inertes no se tratan de soldados.

—Acusados de brujería —dice Morgana en un susurro apenas audible. Un escalofrío le lame la espina dorsal—. Víctimas del Rey Uther Pendragón.

Merlín la exhorta a desviar la mirada y apresurar el paso, dejando tras ellos a los herejes que perdieron su vida, quizás de forma injustificada. Uther Pendragón, un hombre avaricioso que elimina todo lo que no comprende, no se detiene a examinar si los acusados de brujería realmente poseen poderes, simplemente los condena a una muerte lenta y dolorosa.

Los cuerpos suelen ser arrojados fuera de las murallas de Camelot, después que la plaza se convierte en un espectáculo depravado, o depositados a las orillas de los ríos para que los cuervos devoren lo que queda de ellos.

A veces, la duda aflora en los ojos de Morgana pero desaparece al contemplar las atrocidades del Rey Uther.

—¿Y si estamos buscando un simple rumor que se extiende de mercado en mercado? —pregunta en voz alta, exteriorizando sus pensamientos—. ¿Qué pasa si el colegio mágico es tan solo un invento del pueblo llano?

—Pues resulta más idóneo ir detrás de un rumor, de un invento que puede tener una cuota de verdad, antes que permanecer en Camelot con el constante miedo de ser descubiertos —responde Merlín, sabedor de que él a veces también duda—. Solo es cuestión de tener fe.

Merlín suele repetirse aquellas palabras constantemente. Sabe que existe una delgada línea de posibilidades: el colegio mágico existe y, al encontrarlo, podrán aprender y entender el poder brindado por la naturaleza; y de lo contrario, podrán empezar de nuevo en una tierra lejana, donde las imposiciones del Rey Uther no tengan lugar.

Pero también sabe que una muchacha de alta cuna y tal sofisticación como Morgana no está hecha para vivir en una aldea entre aljibes y bueyes. De fracasar en la ardua búsqueda del colegio mágico, Morgana insistirá en volver a Camelot —aunque las ejecuciones por brujería le asusten y repugnen a partes iguales— y jurarle infalible lealtad a Uther Pendragón.

—Deberías confiar más en mí —dice ella con cierto recelo, al conocer sus pensamientos—. Puedo aprender a arriar bueyes y a conseguir agua de un aljibe.

—Tú deberías dejar de leer mis pensamientos —contesta Merlín. Antes de que acote algo, prosigue—: Y no me interesa que mi mente sea como un libro abierto.

Acampan en un bosque sombrío donde los árboles tienen ramas retorcidas y el suelo propaga el eco de sus pisadas. Una suerte de variadas lechuzas los observan desde lo alto, siendo las únicas testigos de su clandestinidad.

Morgana abre su cesto de mimbre y un aroma delicioso flota hasta las fosas nasales de Merlín. Detecta el calor de la carne ahumada recientemente pero el perfume de una especia se destaca; algo sutil como la pimienta.

Ella le confiesa que la carne ahumada es su más reciente intento de cocina, aunque admite haber recibido ayuda de una lavandera en la aldea anterior. Es entonces cuando comprueba que Morgana es sorprendente, siempre tiene un gesto que rompe con sus esquemas y lo deja apabullado.

—Después de todo, quizás sí sirvas para tener una vida corriente.

Morgana sonríe con dulzura inusitada y hace aflorar una sensación nueva en el interior de Merlín. No sabe identificarla con exactitud, pero sabe que se trata de algo cálido expandiéndose por su pecho.

Hace años que conoce a Morgana, desde que las puertas de Camelot se abrieron para él como el nuevo sirviente del Príncipe Arturo, pero es la primera vez que la contempla de ese modo. Cabello azabache cayendo en forma de lustrosa cascada sobre su espalda, ojos verdes como gemas infinitas, piel nívea que resalta su mirada y sus labios sonrosados por el frío.

Ella parece tan frágil por fuera, con ese aspecto de ángel caído del cielo, pero tan fuerte en su interior. Morgana está golpeada por la vida, del mismo modo que Merlín, su madre murió al alumbrarla y nunca llegó a conocer a su padre, siempre viviendo de la caridad de nobles señores hasta desembocar en las manos de Uther Pendragón.

Y, a pesar de todo lo acontecido, ella se mantiene estoica.

Esa noche ambos duermen abrazados, refugiándose el viento frío que hace ondear sus capas. El cielo sobre sus cabezas está forrado de estrellas y una luna fina como un cuchillo ilumina lo recóndito del bosque. El ulular de las lechuzas que al principio los asusta, después se termina convirtiendo en una dulce canción de cuna que les permite conciliar el sueño.

Al cerrar los ojos, párpados pesados por la distancia recorrida a pie, sueñan con el colegio mágico, un lugar esperanzador para todos aquellos que son diferentes, que son como ellos, que tienen la magia latiendo en sus venas. Un lugar donde los magos y brujas no deben esconderse sino que pueden mostrar su poder con total esplendor.