Él ¿mi profesor?
Besó a aquel chico como siempre lo hacía cada mañana cuando este la iba a buscar a su dormitorio, pero esta vez algo extraño pasó. El Hombre de Hielo se empezó a poner muy pálido y segundos después cayó al suelo convulsionando. Lo que esta sureña mas temía había sucedido, pensó que podría librarse ya de eso que tanto le afectaba, pero se equivocó
La imagen de la única persona a quien más amaba y el daño que ella le había hecho, la llevó a tomar la decisión más radical de su vida, abandonar a los x-men y la escuela. Ya no le haría más daño a nadie si se separaba y buscaba su propio rumbo lejos de todos.
Corrió hacia un bosque donde podría esconderse hasta saber que hacer y a donde dirigirse, el único detalle era que en ese bosque se resguardaba a la hermandad de los mutantes, dirigida por el recuperado Magneto.
Un año había transcurrido desde que la lucha en alcatraz había tenido como consecuencia la cura de Magneto, y también, pero por decisión propia la de Rouge. La similitud entre ellos es que Magneto al igual que Pícara habían recuperado sus poderes, lo que en conclusión significa que la cura había sido temporal.
La vuelta de aquella mutación tenía a Rouge sumida en una de sus grandes tristezas, ya que no podría volver a estar con el hombre de hielo, su novio, sin causarle un daño inmediato.
Así que allí estaba sin techo, ni abrigo; sentada bajo la sombra de un alto árbol que la resguardaría por un tiempo.
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Pyro, el chico de fuego, conocido también como John Allerdyce, era el guardia esa tarde. Su misión resguardar todos los alrededores y vigilar que nadie los estuviese espiando.
Recorrió los más recónditos lugares del bosque, hasta que unos mechones blancos al viento, llamaron su atención. Tomó su encendedor y con una llama en la mano se dirigió hasta el lugar, pensó que aquella jovencita, conocida muy bien por él, estaría seguramente allí por órdenes de Tormenta, como una miembro más de la patrulla X.
Mientras se acercaba recordó todos los momentos vividos en la escuela, que aunque no le eran muy gratos, algo o más bien alguien resaltaba, la chica castaña de piel venenosa, que muchas noches le había robado el sueño, pero no podía dejarse llevar por esos tontos sentimientos, y dejar que los descubrieran por su culpa.
Entre más se acercaba, era más difícil tomar la decisión de atacarla o dejarla tranquila, pero para su mala suerte una hoja se le interpuso en su camino y el sonido de esta alertó a la chica.
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-¡John! –gritó asustada. Este al verla con los ojos rojos y llorosos, supuso que estaba intentando escapar y todo por culpa del perfecto Bobby.
- ¿Qué haces aquí?- respondió con un tono indiferente, pero muy despacio.
- por si lo que piensas es que vengo a buscarlos a ustedes, te equivocas. No vengo por órdenes de nadie.
- entonces.
- quiero estar sola.
- ¿Bobby?-preguntó y la castaña se puso a llorar inmediatamente.- si no los conociera como los conozco, pensaría que es una típica pelea de novios, pero como sé, lo que sé diría que tu poder volvió y no sabes como controlarlo.- la chica sonrió un poco al escuchar el trabalenguas que había hecho su ex compañero, para llegar al punto de que sabía lo que ocurría.
- tantas palabras para decir tan poco, Pyro. Porque así creo que te dicen aquí.
- si pero tu puedes decirme John.
Extrañada por la amabilidad de uno de los enemigos de la patrulla X, decidió como antes lo hacía confiar en él y no temerle, porque aunque era un traidor alguna vez fue su amigo.
- sí, tienes razón. Ahora ya puedes irte y alertar a todos de mi presencia.
-no lo haré- la chica lo miró realmente sorprendida.- no lo haré por que sé que no estas aquí para delatarnos y tú necesitas ayuda. Independientemente de que yo haya tomado una decisión diferente a la tuya, en algún tiempo fuimos amigos y yo no te dejaré así como así.
- gracias, creo.
- ¿todavía desconfías?
- no, en ti nunca he desconfiado, puedo decirte que quizás confío más en ti que en el mismo Bobby.- siempre con un puchero de rencor en sus labios el chico sonrió al escucharla.
-eso no lo sabía. Pero lo que si sé es que tú necesitas aprender a controlar tus poderes y yo sé como.
- ¿enserio?- el tema ya le estaba interesando.
Solo asintió con la cabeza y mirando su encendedor que como siempre lo abría y cerraba.
-y ¿para que lo harías?
- para que te busques alguien mejor que ese tonto que tienes como novio, que ahora seguramente tiene que estar en brazos de Kitty.
- no creo y no digas eso.
- Pícara…
-Marie- interrumpió la castaña.
- bueno Marie, los hombre no somos de fierro y desde que yo estaba en la escuela me di cuenta de que esos dos tenían algo escondido. Puede que si, ese hielo andante te quiera y mucho, pero los hombres actuamos por instintos y si una mujer se nos da en bandeja podemos resistir, pero no mucho. Además el quería algo que tu no le podías dar. Y te lo digo cada vez que yo los veía juntos Kitty le hacia ojitos a tu novio y él le sonreía cómplice.
- si igual yo en algunos momento pensé lo mismo pero ese no es el tema ahora, quiero saber como puedo controlar mis poderes.
-es simple, y muy simple. Yo me he dado cuenta que tus poderes se activan cuando alguien esta cerca, por que tienes miedo de hacerle daño.
- obvio eso ya lo sé. Como quieres que no tenga miedo si creo que a cada persona que toque lo voy a dejar en coma.
- he ahí en problema, si te pudieras controlar, confiando y sin temer a tu poder, estoy seguro que podrías controlarlo.
- pero ¿Cómo lo hago? Es algo involuntario temer para mí.
- y si yo te ayudo…
- ¿enserio harías eso por mi?- el brillo de los ojos verdes de Rouge, impidió que este se negara a ayudarla, además dentro de él habían vuelto a surgir los sentimientos guardados.
- si, pero tú ¿confías realmente en mi?
- si.
- y si yo te dijera que al tocarme no me harás daño ¿me creerías?
Dudo un instante, pero después de que él estaba dispuesto a ayudarla no lo defraudaría
-si.
- OK. Vamos a ver. Pero concéntrate no tengas miedo.
John comenzó a rozarle muy despacio el rostro a Pícara con una de sus tibias y un poco ásperas manos, de primera la chica se sintió bien, le encantaba sentirlo cerca, siempre pensó como sería que él la tocara; pero luego de unos segundos la respiración del rubio se empezó a agitar señal de que algo no estaba funcionando bien.
- perdona John.- le gritó y se separó de él.
- no te preocupes, pero que te pasó todo iba muy bien.
- es que me puse nerviosa.
- ¿te pongo nerviosa? – se burló
- no eres tú es la situación.- gritó intentando defenderse, porque él si la ponía nerviosa. Siempre le atrajo un poco pero lo veía como algo prohibido.
- ya pero tranquilízate, no te voy a hacer nada malo. O no te das cuenta de que si tú te pones nerviosa, me transmites eso y puedo ser yo él que te haga daño.
Ya mejor, el chico volvió a intentarlo, quizás todo sería un poco más difícil de lo que había pensado, ya que sacarle la idea de que no le va a hacer daño a nadie a una persona que viene pensando así hace una gran cantidad de años, le llevaría un poco más de tiempo y ya estaba oscureciendo.
Poder tocar ese rostro que tanto había deseado tocar durante el tiempo en la escuela, era el placer más grande de toda su existencia y no lo iba a desperdiciar aunque tuviese que morir en el intento, pero sabía que no iba a ser así.
- ves que nada malo iba a pasar- le dijo al alejarse y notar que le chica había cerrado los ojos para disfrutar más el contacto.
- por que no pudo hacer esto Bobby- susurró para si misma al abrir sus ojos, pero Pyro la habías escuchado.
- por dos puntos, tu tenias miedo y él también, quizás incluso más que tú. Yo siempre le relate mi teoría y él solo me decía que era un tonto y que eso era la estupidez más grande que había escuchado en su vida, nunca quiso intentarlo y quizás por eso nunca pudiste tenerle confianza. Vas a tener que pasar otras pruebas para mejorar tu autocontrol, así que no pienses que ya estas lista.
