Hola!
Bueno, como muchas otras, esta paranoia necesita vaaaarias aclaraciones -.-U
Primero que nada: éste es un género que nunca había explorado, me refiero al UA (universo alternativo), y usualmente soy escéptica a los fics que me dicen UA sencillamente por el clásico reparto de personajes:
-Light: el chico más popular del colegio
-L: el friki
-Misa: jefa de las porristas (WTF?????)
-(la perra que se echó a Mello)Kyomi Takada: otra porrista o del club de ciencias
-Matt y Mello: no aparecen porque muchas veces no se han leido más allá de el incidente de Rem
-y un laaargo etc
(no es mi intención ofender, sólo digo que no me calzan el cannon de los personajes con sus roles)
Bueno, en relación a este fic, transcurre a fines de los 80's (tipo año 89), y el rock está en plena decadencia, arrastado al género del mainstream. Debo decir que aquí me pongo un poco la camiseta, ya que en verdad a veces me pregunto por qué nací en los 90's y no en los 80's (lol).
Segundo: es, como no, una paranoia musical, de hecho me nace la idea cuando escuché el tema "Welcome to the Jungle" de los Guns N' Roses, así que la banda sonora está compuesta por grupos de ese estilo (si no te gustan esas canciones, ignora las recomendaciones musicales que voy a hacer al principio de cada chap ;)
Finalmente: ... ehh... no tengo idea de por qué puse otra más XD
A lo nuestro! espero que lo disfruten, a pesar de que los personales están muuuuy fuera de contexto :P.
... ahh falta algo...
Advertencia!: como siempre, slash, yaoi shonen-ai o como quieran llamarle. Cualquier advertencia extra, la daré a conocer en el transcurso :P
y
Disc!: nuestros amados, queridos, idolatrados y hermosos Matt y Mello no me pertenecen (maldición!), pertenecen al mundo en general y a Takeshi Obata, a quien siempre le pido prestados los mismos personajes XD. Cualquier referencia, canción, etc, pertenece también a sus respectivos autores, nuestro dios Kira y Chuck Norris XD
bueno, nada más que agregar (por suerte!, dicen ustedes XD)
lean y disfruten!
Una cosita!: les recomiendo para este chap el ya mencionado "Welcome to the Jungle" de Guns N' Roses :P
Link (saquen los espacios lol): http://www. youtube .com/watch ?v=E1WUMRgbPR0&feature=related (el video es bien chistoso :D)
y el summary completo:
Entre motocicletas y buenas bandas de rock, rebeldía y rechazo al orden establecido, ambos estarán obligados a seguir el mismo camino. Habrá que ver si en medio de la carretera, de camino al resto de sus vidas, no se topan con algo más que las trilladas letras de una balada rockera. MxM para aquellos que, como yo, piensan que tendrían que haber nacido en otra época.
4 ever 80's!
1. lo que nos arrastra hacia el camino
Las luces de la posada de carretera fueron como una bendición para su agotado cuerpo, ya que no recordaba con claridad la última vez que había dormido en algo parecido a una cama. Llevaba más de una semana vagando por los caminos con su guitarra al hombro, luego de que los imbéciles de su banda le dejasen tirado en medio del desierto luego de una mega fiesta que hubo tras una tocata. Había sido su primera gran oportunidad de brillar sobre el escenario, pero ahora sólo tenía vagos recuerdos sobre alcohol y lindas chicas que le ofrecían más y más vasos de diversos tipos de tragos, junto con otras cosas. Apenas los volviese a encontrar, los mataría a guitarrazos.
Suspiró con cansancio. Lo último que quería era pasar otra noche a la intemperie, así que sopesando las escasas monedas que había en su bolsillo, decidió gastar todo el dinero en algún alojamiento más o menos decente y una par de tragos, a perjuicio de su vacío estómago. Después de todo, lo más probable era que una buena chica le regalase un buen plato de comida a cambio de una cita. No es que se considerase un hombre de excepcional atractivo, pero las mujeres se derretían al oírle cantar una balada a lo Axl Rose, con su acompañamiento de guitarra acústica y un par de cursilerías tales como cambiar el nombre de la canción de acuerdo con la chica a la que iba dedicada.
Apresuró el paso, pensando en la comida y en la cama, y finalmente traspuso el umbral de la cantina apresurada y ansiosamente. Pero al entrar se detuvo con brusquedad, ya que se dio cuenta a último segundo que era un refugio de motoristas, las pandillas más peligrosas de la carretera, y en ese momento cerca de cincuenta rostros, rudos y quemados por el sol de los caminos en sus innumerables viajes en motocicleta por el país, se voltearon al escucharle entrar.
Se hizo un silencio repentino, mientras todos los presentes observaban con expresión ceñuda sus ropas sucias y raídas, que lejos de ser la clásica vestimenta de viaje por carretera consistía sencillamente en una delgada camisa a cuadros abierta sobre una camiseta blanca, jeans y zapatillas de lona, muy sucias y desgastadas por la caminata. Algunos hicieron tronar los nudillos, ya que desconfiaban de alguien que llegase sin transporte hasta el lugar en donde estaban estacionadas sus caras y queridas motocicletas modificadas.
El joven pasó con nerviosismo hasta la barra, ante la mirada reprobatoria de todos los presentes en el bar, desde las mesas de pool hasta en las otras numerosas mesas diseminadas por la superficie del local. Finalmente, al llegar hasta donde la camarera, musitó que quería un vaso de ron con mucho hielo, para luego quedarse en el más absoluto silencio mientras se iban retomando lentamente las conversaciones en la cantina.
Así pasó un rato, hasta que el vaso quedó completamente seco y el joven sacó un cigarrillo suelto de su bolsillo: era el último. Eso era lo único que realmente lamentaba de haber despertado un día tirado a un lado del camino, el hecho de que le hubiesen dejado con sólo la cajetilla de cigarros que llevaba encima. Y para colmo, lo más probable es que el resto de su reserva se la fumase su banda, sin siquiera detenerse a pensarlo.
Pero no tuvo mucho tiempo para molestarse por eso, ya que de pronto hubo un estruendo de cómo mil truenos o un millón de sierras eléctricas, y todos en el recinto comenzaron a hacer exclamaciones y silbidos de admiración, las chicas gritaban tomadas del brazo de sus hombres o interrumpiendo sus juegos de pool contra los otros motoristas, y los camareros se impacientaron y se apresuraron a abrir más botellas de alcohol. Nuestro joven fumador no entendía lo que pasaba, pero pronto tuvo claros indicios, ya que el informe rugido se definió de pronto en el potente sonido de cientos de motocicletas a toda velocidad, y pronto se vio a través de las vidrieras toda una legión de motociclistas montados en sus impresionantes y veloces bólidos.
Luego de unos minutos, en los cuales el ronroneo de los motores dio paso al silencio del desierto, toda la comitiva entró de golpe, con los cascos aún puestos y actitud desafiante. Todos en el bar les aplaudían con entusiasmo: eran una pandilla muy respetada en esas latitudes. Pero, ¿realmente todos les aplaudían? La respuesta es no, ya que un joven de la barra estaba aún atónito por el espectáculo, y no atendió a las miradas reprobatorias y al hecho de que todo el mundo se alejaba lentamente de su lado hasta que ya fue muy tarde.
Uno de los hombres, ligeramente más bajo y menos corpulento que los otros, se adelantó al grupo y se dirigió hacia él con expresión de hombre rudo. Se hizo silencio en la cantina, y algunos de los miembros de la pandilla miraban con interés cómo la menuda figura se iba a enfrentar con el joven fumador de la barra, quien observaba sin comprender a qué se debía dicha acción.
Finalmente, el motorista se sentó a un lado del otro hombre, y haciéndole una seña imperativa a la cantinera para que le sirviese algo, volteó a mirar al fumador, sin quitarse el casco aún.
-no vienes seguido por aquí, ¿cierto?- dijo una voz desdeñosa desde el interior de la visera. El guitarrista le observó sin decir palabra unos minutos. –no me extraña, entonces. Pero más vale que si nos volvemos a encontrar algún día, recuerdes quienes somos. Nos llaman Fallen Angels, los ángeles caídos de la carretera. Grábatelo, pelirrojo imbécil.- remató, tomándolo del cuello la camiseta y sacándole el cigarro de la boca con un hábil golpe ante la mirada burlona de todo el bar. El otro chico estaba bastante conmocionado, pero se decidió a no mostrarse débil frente al ese idiota con aires de grandeza, menos aún cuando era el responsable de que hubiese desperdiciado su último cigarrillo.
-usualmente, cuando quiero decirle algo a alguien, no escondo la cara como un puto marica cobarde.- dijo, entronando los ojos, provocando una exclamación general por parte del público. El otro hombre apretó los puños, pero finalmente se sacó el casco que ocultaba su rostro.
Lo que reveló este acto dejó impresionado al otro joven, ya que no era ningún rudo y curtido motorista, sino que era un rubio y delicado joven, de no mucha más edad que él mismo. Más que americano, este tipo parecía nórdico o europeo, pero a pesar de su aspecto, era cuestión de observar al resto de los motoristas para tener claro que era uno de los que mandaba en la pandilla.
El rubio le miró con una sonrisa irónica. -¿feliz ahora? Según veo, no es lo que esperabas. –parecía satisfecho, incluso halagado, por la cara de sorpresa del pelirrojo.-Pero no creas que esto te va a salvar de la que te espera si no te marchas de este bar en seguida.
Una vez recuperado de la impresión, el joven de la barra decidió contraatacar. -¿y quien eres tú para decidirlo, blanquito? Aún no termino con lo que vine a hacer. A diferencia de ti, yo no me valgo de una pose para subsistir en un lugar como este. La verdad es que no entiendo cómo sobrevives en el desierto, copo de nieve.
El rubio alzó las cejas con desprecio. -¿eso es lo mejor de lo que eres capaz? Eres algo decepcionante con los insultos, en verdad.
El otro joven le miró con rabia, pero en ese momento reparó en que toda la pandilla tras él hacía tronar los nudillos con aire amenazante. Al parecer, si se metía con el rubio, se metía con todos esos mastodontes, y por más buen peleador que fuese, no tendría oportunidad alguna en contra de todos ellos. Así que, soltándose de forma agresiva del otro, que aún sostenía el cuello de su camiseta, se levantó de la barra y se dirigió a la salida, ignorando las burlas del resto de los pandilleros y la sonrisa de suficiencia de su contrincante.
Una vez fuera, bufó de indignación. ¡Y él que pensaba que iba a pasar la noche en algún lugar decente! Pero en vez de eso había tenido la mala suerte de meterse en una cantina de motoristas, y aún más, había terminado humillado ante todo el bar por un rubio cobarde que se valía de sus gorilas para hacerse el importante. Frustrado y hambriento, pateó una piedra con toda su fuerza en ninguna dirección en particular. Pero lamentó esa acción, ya que escuchó un terrible y chirriante estruendo, como de metal siendo golpeado, y otro fuerte ruido, acompañado de una leve polvareda. Ya que la mala suerte había guiado la piedra directamente hasta una de las cientos de motos aparcadas fuera de la cantina, provocando que ésta se cayese con gran estrépito. Rogando por que no se hubiese escuchado dentro, decidió levantar el pesado vehículo antes de que alguien viniese en vez de huir del lugar, no fuese que lo persiguiesen por el desierto en moto, estando él a pie y cansado, para golpearlo hasta que se cansaran.
Con estos pensamientos, corrió hasta el lugar y utilizando toda su fuerza, intentó devolver la motocicleta a su lugar, pero cuando pareció que lo había logrado, el vehículo cayó hacia el otro lado, provocando un segundo estruendo y volcando de paso todas las otras motocicletas, que estaban aparcadas unas al lado de las otras.
El ruido fue tal que el pobre joven ya no tuvo dudas acerca de que si lo habían oído dentro, y como no había esperanzas de escapar antes de que todo el bar saliese a ver que lo había provocado, decidió intentar ser razonable con los motoristas, no fuese que finalmente llegasen a buenos términos, y aún mejor, le llevasen hasta alguna ciudad en donde colarse en algún autobús e irse hacia donde tendría que estar su banda en ese momento, y así poder asesinarlos con dolor y sufrimiento.
Pero sus pensamientos optimistas se desvanecieron rápidamente al ver que quien salía a toda velocidad de la cantina no era otro que el desagradable rubio de la barra, quien al ver el desastre de las motocicletas lanzó una exclamación de enojo. Un segundo más tarde, los Fallen Angels en pleno, junto con todos los otros clientes del bar, estaban contemplando sus motos arrojadas al suelo, y apenas otro segundo después ya estaban rodeando al joven de la guitarra con expresiones amenazadoras y tronando los nudillos, e incluso algunos esgrimían grandes barras de metal o navajas suizas. Pero antes de que el pelirrojo pudiese asustarse siquiera, uno de los pandilleros se adelantó a sus compañeros, con una mirada de profundo resentimiento en sus claros ojos. Era, como no, su rival de la barra, quien ahora esbozó una sonrisa malévola.
-no, yo me encargo. Déjennos.- volteó hacia donde estaba atónito el guitarrista. –si te quieres hacer el rudo, hazlo bien y hasta el final. Ahora, veamos qué es lo que tienes.- de inmediato, los pandilleros abrieron un amplio círculo rodeando a ambos jóvenes, lanzando exclamaciones de entusiasmo, mientras el guitarrista se preguntaba como mierda había llegado a esto. A su vez, el rubio se sacaba los guantes y la chaqueta de motociclista, dejando sólo una ajustada prenda sin mangas de cuero. Le miró alzando una ceja, con burla.
Sin embargo, el pelirrojo no pensaba en ceder, menos ahora que tenía la oportunidad de hacerle pagar por la humillación del bar sin sus guardaespaldas de por medio.- veo que ya no te refugias en esa sarta de idiotas que dices son tu pandilla.- dijo en forma mordaz, mientras dejaba su inseparable guitarra a un lado.
Todos alrededor lanzaron exclamaciones de enojo, pero por orden del rubio se quedaron en sus posiciones. –sólo para que veas, soy bastante capaz de dejarte sin cara por mi mismo.
-veamos si sabes hacer algo más que pavonearte, rubio.
-lo mismo digo, pelirrojo.
No bien hubo terminado de hablar, lanzó un certero puñetazo directo a la cara del guitarrista, dejándolo perplejo por un segundo. ¡Así que, después de todo, el rubio tenía lo suyo! Trastabilló hacia atrás por la fuerza del golpe, pero al segundo siguiente era el rubio quien salía despedido por el puño del pelirrojo. Sin embargo, el sentimiento de victoria le duró poco, ya que el motorista dio un fuerte y preciso golpe en el estómago, dejándole sin aire.
-¡já!...- se burló con inmadurez, pero se interrumpió cuando el recién recuperado joven le devolvió el favor con un golpe en la mandíbula, haciéndolo retroceder hasta en borde del círculo sangrando de un labio. Al notarlo, pasó la lengua por el sitio con ademán de burla, con los ojos siempre pegados al pelirrojo. Éste gesto le enardeció.
Así que, con todas su fuerzas restantes, saltó hacia delante, ante la mirada atónita del rubio, empujándole contra el suelo y haciendo que se golpeara la cabeza contra el pavimento. Luego, le golpeó repetidamente manteniéndolo inmovilizado contra el suelo, hasta que el motorista, harto del maltrato por parte del otro joven, lanzó un bufido y le empujó con bastante fuerza a un lado, volteando las cosas a su favor. Y mientras sujetaba ambas manos de su contrincante contra el piso, con la otra mano sacó una navaja del bolsillo, la cara desencajada de rabia y aún sangrando de un labio. El pelirrojo vio con temor cómo el rubio perdía el control, y observó con impotencia cómo el filo del arma reflejaba las luces de la cantina, mientras su dueño la alzaba con gesto implacable…
Pero en ese momento, la concurrencia del bar se dispersó ante un sonido inconfundible: la sirena de policía. Y más aún, las luces de las patullas comenzaron a teñir el ambiente, y el sordo ruido de los motores, que no habían advertido por las exclamaciones de la pelea, les rodeaba ahora de forma ominosa. Todo era confusión, e incluso el rubio dudó un momento con la navaja en alto, mientras todo alrededor se teñía de rojo y azul, pero finalmente, echándole una última mirada confundida al pelirrojo, se levantó de un salto y se dirigió hacia su motocicleta, intentando desesperadamente levantarla del suelo, justo como todos los demás motoristas.
El guitarrista también se puso en pie, casi dominado por el pánico. Lo peor no era ser llevado a la cárcel (después de todo, no sería la primera vez), sino que ser llevado a la celda junto con todos aquellos motociclistas rudos, quienes probablemente estarían dispuestos a vaciar sus frustraciones golpeando al único desconocido del grupo: él. Así que corrió hasta el lugar en que su guitarra yacía en el suelo, y levantándola se dispuso a huir hacia algún sitio seguro, en medio del estruendo de los carros patrulla y las motocicletas arrancando. Pero al ver atrás observó que uno de los motoristas estaba aún en el lugar, y era nadie más y nada menos que el rubio de la barra, quien al parecer era incapaz de levantar el pesado vehículo por sí sólo.
Apelando a su conciencia, notó que era incapaz de dejarle allí a su suerte, por lo que dando un suspiro de resignación se apresuró hacia el lugar. Sobra decir que el joven motorista se sorprendió ante tan desinteresada ayuda.
-¿Qué, es demasiado para ti?- preguntó el pelirrojo.
-calla y ayúdame aquí, si para eso viniste.- respondió de mal talante. Finalmente, la fuerza de ambos combinados hizo lo que uno solo no pudo, y el rubio se montó precipitadamente en el vehículo mientras la policía entraba de forma repentina a la escena, acelerando sin compasión para huir. Pero justo cuando ya soltaba el freno y salía despedido hacia delante como una bala, oyó un grito a sus espaldas.
-¡oye, puto cabrón malagradecido! ¡No puedes dejarme aquí!- el pelirrojo miró atónito cómo el motorista se iba dejándole a la merced de la policía, incluso después de haberle ayudado. Volteó con pánico al sentir que las patrullas se detenían justo a sus espaldas, e intentó inventar alguna apresurada excusa para evitar la custodia policial. Pero en ese momento sintió que alguien le llamaba.
-¡vienes o no, pelirrojo!- el rubio había virado para detenerse, y le tendía una mano con cara de pocos amigos. Se había vuelto a poner el casco, pero sus ojos demostraban a las claras que no le ofrecía ayuda de buen grado. Aún así, el aludido se apresuró hacia el lugar, tomando la enguantada mano del joven y montándose tras él en la motocicleta. Acto seguido, el rubio aceleró con toda la no despreciable potencia de su máquina y dejó el lugar a una velocidad de vértigo, ante las mismas narices de la policía.
+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+
Pasaron los minutos, y el pelirrojo ya se preguntaba cuándo se detendrían. Estaba completamente entumecido, ya que, a diferencia del motorista, no estaba muy bien vestido para un viaje de estas características. Además, sentía la guitarra suelta sobre su espalda y ya temía que la gastada correa de cuero que la mantenía pegada a su cuerpo se soltase y la perdiese en medio de la carretera. Por parte del rubio, a pesar de estar bastante más cómodo que su inesperado acompañante, le molestaba el hecho de que a cada milla que recorrían el otro joven le estrechaba más y más, aterrado por la enorme velocidad y su insegura posición, hasta llegar al punto en que casi le cortaba la respiración. Por no mencionar que no acostumbraba llevar hombres de esa forma en sus paseos en motocicleta.
Finalmente, y para el alivio del guitarrista, dirigió el vehículo hacia un costado del camino, deteniéndola y descendiendo con cierta gracia, en contraste con la torpe caída de su inexperto acompañante. Le miró unos segundos desde su erguida posición, pero al parecer el imbécil músico seguía entumecido, por lo que se vio obligado a ayudarle a levantarse, ofreciéndole la mano una vez más.
-nunca has hecho esto antes.- no era una pregunta, era una afirmación. Se sacó el casco y lo dejó encima de la silla de la motocicleta, mientras el aludido le miró con algo de resentimiento.
-la verdad, estoy acostumbrado a las furgonetas…- no era mentira, ya que con su banda tenían una que habían modificado ellos mismos, con el logo del grupo y todo. –Oye, sigues sangrando allí…- señaló la boca del rubio, quien alzó las cejas con algo de sorpresa.
-ah…- se limpió pasando un dedo por el lugar y mirando con el entrecejo levemente fruncido hacia el suelo, mientras pensaba que ese chico no tenía nada de sentido común. -… en mi opinión, convendría que no llevases esa guitarra por la carretera…- comentó el rubio sin ninguna intención en particular, pero el otro joven lo cortó en seguida.
-¡no la dejaré aquí, si a eso te refieres! ¿Qué sentirías si te digo que dejes tu motocicleta, eh?- le tomó de los hombros con agresividad y le sacudió, pero el motociclista no cambió su expresión de indiferente razonamiento.
Soltándose del agarrón del joven, finalmente accedió. -de acuerdo, de acuerdo… pero no pienses que pararé en medio del camino para recoger ese pedazo de basura.-desordenó su abundante cabello rubio, aplastado por el peso del casco, con aire despreocupado, mientras el pelirrojo musitaba algunas maldiciones por lo del "pedazo de basura". Aún así, no se atrevía a importunar al motorista, ya que no era de su agrado la idea de pasar otra noche más en el desierto. –bien, hay una posada a un par de kilómetros. Hasta allí llegas, luego cada uno por su lado. ¿De acuerdo?
-sí, claro…- el guitarrista aún no tenía una idea de donde se encontraba, por lo que le era imposible improvisar algún plan para llegar a la ciudad, ya fuese a la intemperie o en una posada en medio del desierto, pero el hecho de tener un objetivo le animaba.
-bien, entonces en marcha…- se iba a poner el casco nuevamente, pero el pelirrojo se percató de algo en ese momento.
-¡un segundo! ¿Cómo te llamas?- el interrogado alzó las cejas –tu nombre… después de todo, prácticamente me sacaste de la cárcel…
El rubio lo consideró un momento, pero finalmente optó por responder.-… me llaman Mello.
-Mello, bien. Soy Matt.- tendió una mano con simpatía, la que el motorista tomó con lentitud.
-aja… ahora ¿nos vamos de una puta vez?- montó en la motocicleta y esperó a que el pelirrojo Matt se subiera detrás. -¿tienes tu basura de guitarra asegurada? Pues bien, ahora sí que iremos a todo dar.
Dicho esto, e ignorando la protesta impresionada del guitarrista ("¿Qué? ¿Puede ir aún más rápido?"), giró el acelerador y soltó los frenos, con lo que salieron disparados hacia delante, internándose en la noche del desierto por la recta y solitaria carretera, con sólo el sonido del motor como acompañante.
:D
¿que tal? ¿les gustó? ¿lo detestaron? como siempre, me lo hacen saber :P
Bueno, va a haber más o menos unos 7 chaps más, quizá más, quizá menos, pero lo ideal sería que fuesen 8 chaps en total.
Ok, me despido con una aclaración: la moto de Mello en este fic no es la clásica del manga, sino que es una de estas... bueno, las típicas de los motociclistas... mejor me quedo callada -.-
ahora sí, muchas gracias por leer :)
Adieu!
