Sherlock en el pais de las maravillas

¨El cálido sol, la fresca brisa, la paz y tranquilidad¨

Sherlock detuvo sus pensamientos y abrió los ojos de golpe.

- ¿Pero qué demonios? ¿Donde estoy?

Se encontraba sentado bajo la sombra de un árbol de lo que parecía un bosque, con su ropa de costumbre incluida su amada bufanda azul.

El paisaje era hermoso, enormes árboles frondosos, pasto tan verde como las hojas de los enormes arboles, un rio de agua cristalina dividiendo la tierra y a las orillas de este flores de distintos colores y tamaños.

Sherlock izo una mueca de asco, no era que le degradara la naturaleza, la paz y la calma… bueno tal vez un poco.

Se paro y se acerco al rio, sin importarle que en el proceso aplastara unas cuantas flores amarillas.

- Hace solo unos instantes estaba en Baker street, en mi sofá, pensando en lo ridículo que es disfrazarse por una estúpida celebración sin sentido.

Sherlock medito por unos segundos, observando el tranquilo paisaje, para su molestia, de aquel lugar.

- Me dormí –Dijo como si con eso explicara todo, y tal vez lo hacía según su lógica. -Y este no es más que un sueño sin sentido por ver los programas quema neuronas de John.

Se dio la vuelta, ideando una manera de despertar cuando vio algo blanco moviéndose entre los arbustos, sherlock no era curioso simplemente le gustaba el misterio, así que como buen detective consultor, fue hasta los arbustos, estos le llegaban casi a las rodillas, se agacho un poco hurgando en los arbustos, cuando vio unas singulares huellas.

- ¿Un conejo? No, demasiado grandes y solo hay un par.

Antes de poder seguir deduciendo, un par de patas de conejo blancas pasaron enfrente de el, sherlock se enderezo y miro hacia la izquierda, por primera vez no supo que pensar, vio como un hombre vestido de traje negro, con patas de conejo tanto pies como manos de pelaje blanco, con una cola esponjada y un par de orejas saliendo de aquella cabellera rubia corría adentrándose más al bosque.

Sherlock no lo pensó dos veces antes de seguir al conejo.

- ¡Oye! –Grito sherlock cuando vio que aquel sujeto se detenía.

- Es tarde, voy tarde, no hay tiempo –Murmuraba la criatura mientras miraba su reloj dorado.

Sherlock llego por detrás de el, cansado por la persecución.

- Es rápido –se dijo a sí mismo para después recuperar su compostura. -¿Quién eres? -le exigió al hombre frente a él.

- No hay tiempo -volvió a decir el conejo blanco volteándose hacia sherlock.

- ¿Jo...john? -Tartamudeo sherlock sin poder creerlo, de repente tuvo un pequeño déjà vu.

- ¿Por donde era? ¿dónde? -se preguntaba así mismo el apresurado conejo mirando a todos lados.

- John ¿qué haces en mi sueño? -dijo acercándose un poco dudoso a su compañero.

Sherlock no acostumbraba dormir mucho y cuando lo hacía, obligado por su compañero de piso, no soñaba nada, esto era nuevo para él.

- Que tonto, como pude olvidarlo es tan obvio –siguió hablando consigo mismo el conejo ignorando a sherlock, guardo su reloj dentro de su impecable traje y corrió hasta un árbol viejo.

- ¡John espera! -grito sherlock siguiéndolo.

- ¡No puedo! es tarde- le contesto el conejo a su perseguidor antes de entrar a un agujero bajo el árbol viejo.

Sherlock llego hasta el árbol y se arrodillo a inspeccionar el hueco, no supo cómo, pero cuando se dio cuenta estaba cayendo por el hueco del conejo.

Así de simple y de extraño, persiguiendo un conejo blanco, tal vez por la curiosidad del misterio o realmente el misterio sea la curiosidad, es como las aventuras de Sherlock Holmes comenzaran en este singular lugar llamado modestamente, El país de las maravillas.