Hola a todos! :D Sí, sí, lo sé. Esta parece otra historia más de lectura de libros, de esas que todo el mundo empieza y jamás termina. Pero esta tiene algo diferente a todas los demás: que la autora es una cabezota y que está harta de que ese tipo de historias se abandonen, porque son geniales y la autora nunca ha podido leer una entera.

Es por eso por lo que he decidido escribir una yo misma. Tengo la intención de hacer los siete libros y, como ya os he dicho, soy muy cabezota, así que podéis estar seguros de que estoy aquí para quedarme, siempre y cuando os interese leer esta historia. Si no, pues seguiré escribiéndola pero para mí :D

Venga, me callo ya. A leer el primer capítulo!

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— TODOS LOS ALUMNOS Y PROFESORES DEBEN DIRIGIRSE INMEDIATAMENTE AL GRAN COMEDOR.

La voz de la profesora McGonagall, amplificada mágicamente, retumbó entre las paredes de Hogwarts.

—¿Qué habrá pasado?— preguntó Hermione en voz alta. En aquel momento, los alumnos de quinto curso de Gryffindor se encontraban en el pasillo de la cuarta planta, donde supuestamente en cinco minutos iba a comenzar la clase de Transfiguración.

—No sé— respondió Ron, con el ceño fruncido. —Pero esto me recuerda mucho a segundo curso, cuando Ginny…

Ron no terminó la frase, pero Harry sabía exactamente a qué se refería. La última vez que McGonagall había hecho un anuncio parecido, había sido el día que Ginny había bajado a la cámara de los secretos. Parecía que ellos no eran los únicos que habían hecho esa conexión, porque a su alrededor podían escuchar a los demás alumnos cuchichear con tono nervioso. Rápidamente, recogieron sus mochilas del suelo y se encaminaron hacia el Gran Comedor junto a todos los demás alumnos.

Mientras caminaba tras sus compañeros, Harry no pudo evitar sentir que algo malo estaba a punto de suceder. Toda la gente a su alrededor murmuraba posibles motivos por los que todos los alumnos pudieran haber sido llamados al Gran Comedor, aunque Harry intentó no prestarles atención. Él tenía sus propias sospechas, pero tenía la esperanza de estar equivocado.

Hacía tan solo unos meses que Voldemort había regresado, y en todo ese tiempo había estado inusualmente tranquilo.

"Excepto por los dementores", pensó Harry con amargura. Sin embargo, que no hubiera pasado nada especialmente grave en esos meses solo quería decir una cosa: fuera lo que fuera lo que Voldemort estaba planeando, debía ser algo grande. ¿Sería ese el motivo por el que se habían interrumpido las clases? ¿Habría habido una fuga masiva de Azkaban? ¿Se habría apoderado Voldemort del Ministerio de Magia?

Tan metido en sus cavilaciones estaba, que no se dio cuenta de que habían llegado al Gran Comedor. Siguió a Ron y Hermione a la mesa de Gryffindor, donde se sentaron frente a los gemelos Weasley, que en ese momento se encontraban hablando con Angelina, Katie y Alicia. Harry se sentó al lado de Neville, que parecía nervioso. A su lado se encontraba Ginny, quien también tenía una expresión pensativa.

—¿Qué ha pasado? — preguntó en cuanto se sentaron. Ron se encogió de hombros, mientras Harry negaba con la cabeza.

—Ni idea— fue Hermione la que respondió. Su mirada estaba clavada en la mesa de profesores, donde no había ni un solo hueco libre. Todos los profesores de Hogwarts se encontraban en el comedor, incluso Filch y la señora Norris estaban allí. —Pero sea lo que sea, no parece que a Umbridge le haga mucha gracia.

Harry siguió la mirada de Hermione hasta la profesora de Defensa Contra las Artes Oscuras. Era cierto lo que decía la chica: Umbridge se encontraba en su habitual asiento en la mesa de los profesores y su expresión estaba lejos de ser una de alegría. Ni siquiera se estaba esforzando por poner esa estúpida sonrisa falsa que solía dedicar a todos los alumnos. Fuera lo que fuera lo que la tenía de tan mal humor, Harry esperaba que no fuera algo pasajero. "Cualquier cosa que moleste a Umbridge es bienvenida", pensó mientras pasaba sus dedos por el dorso de su mano, donde las palabras "No debo decir mentiras" ya se podían apreciar. Había sido bastante difícil ocultar las marcas después del último castigo con Umbridge. Se había pasado la noche entera despertando a ratos a causa del dolor. Lo bueno era que al menos había parado de sangrar, aunque aún estaba bastante roja e hinchada. En estos momentos la tenía envuelta en un pañuelo y, cuando esa mañana Hermione le había preguntado qué le había pasado, había puesto como excusa que se había cortado con uno de los utensilios de pociones al guardarlo en el baúl. Solamente Ron sabía lo que se escondía bajo ese pañuelo.

Notó cómo el Gran Comedor se quedaba en silencio de repente, haciendo que dejara de pensar en su dolorida mano. Apartó la mirada de Umbridge y se dio cuenta de que Dumbledore se había puesto en pie. Dumbledore esperó hasta que los últimos murmullos se hubieron evaporado para dirigirse a los estudiantes.

—Soy consciente de que todos vosotros os estáis preguntando por qué se os ha pedido que vengáis al Gran Comedor—comenzó a hablar con un tono serio que a Harry no le gustó nada. — Y también sé que muchos de vosotros debéis estar haciendo todo tipo de conjeturas, cada cual más extraña que la anterior.

Harry podía ver las expresiones de impaciencia de muchos alumnos, que miraban al director como pidiéndole silenciosamente que fuera al grano. Sabía que él mismo tenía esa expresión en su rostro. ¿Sería ahora cuando Dumbledore diría que Voldemort había tomado el control del Ministerio?

—Sin embargo, estoy seguro de que ninguna de esas conjeturas se acercan siquiera a lo que ha sucedido en realidad.

Los ojos azules del director se fijaron directamente en los de Harry por un momento, antes de apartar la mirada y proseguir con su discurso. Harry casi dio un salto. Era la primera vez que Dumbledore lo miraba desde la noche en que Cedric…

Decidió no pensar en ello.

—Me encontraba hace unos días en mi despacho cuando me llegó una carta.— Hizo una pequeña pausa y suspiró antes de continuar. — Dicha carta… viene del futuro.

Las reacciones no se hicieron esperar. Todos los alumnos comenzaron a hablar al mismo tiempo, algunos emocionados, otros escépticos. Harry podía oír a Ernie MacMillan, de Hufflepuff, decir en voz alta y con su habitual tono pomposo que era imposible recibir cartas del futuro, ya que no había ninguna magia capaz de lograr eso. Hermione, por su parte, parecía estar de acuerdo con Ernie. Mientras la chica analizaba en voz alta las remotas posibilidades de que se produjera un viaje en el tiempo más allá de lo que un giratiempo puede ofrecer, el resto de la mesa de Gryffindor la ignoraba completamente. La mayoría parecían emocionados con la idea. Dennis Creevey casi saltaba en su asiento, a la vez que hablaba entusiasmado con Colin. Los gemelos Weasley comentaban lo increíble que debía ser recibir una carta del futuro, aunque Harry sabía que en realidad estaban pensando en la cantidad de posibilidades que viajar en el tiempo les ofrecería. Sus ojos brillaban de la misma forma en la que lo hacían cuando se les ocurría una nueva idea para un artículo de broma. Dean también parecía emocionado con la idea, pero Seamus estaba completamente serio. Harry bufó al comprender que Seamus estaba pensando lo mismo que muchos otros: que El Profeta tenía razón y que a Dumbledore se le había ido la cabeza de verdad. Ciertamente, esto era lo que muchos pensaban. Había alumnos de todas las casas (especialmente Slytherin) que miraban a Dumbledore como si se hubiera vuelto loco, y algunos incluso lo miraban con pena.

—¿Crees que va en serio? —le preguntó Ron, que trataba de esconder una pequeña risita. Harry se encogió de hombros.

—No lo sé. Si es una broma, la verdad es que está actuando muy bien. — Y era verdad. Dumbledore no se había movido ni un centímetro desde que había soltado la bomba informativa, lo cual era todo un logro, teniendo en cuenta que todos los profesores se habían levantado y le exigían explicaciones. Harry podía ver a McGonagall, blanca como la cera, susurrando agitadamente con la profesora Sprout. Hagrid parecía totalmente confundido, mientras que Umbridge estaba roja de ira y gritaba cosas de forma tan incoherente que Harry no entendía nada de lo que decía.

—No estaréis pensando que es cierto, ¿no? — preguntó Hermione, que había parado de exponer todo lo que sabía sobre los giratiempos. —¿No habéis escuchado nada de lo que he dicho? Es imposible enviar cualquier cosa al pasado, no hay ninguna magia capaz de hacerlo.

—Entonces, ¿pensáis que es una broma del profesor Dumbledore? —preguntó Neville, con expresión de estar terriblemente confundido.

—No creo que sea broma —contestó Ginny rápidamente. —¿Por qué iba a mentirnos? Además…

Ginny dejó la frase sin terminar, pero Harry vio cómo su mirada se dirigía al director, y supo que ella se había dado cuenta de lo mismo que él.

—No está disfrutando esto— dijo Harry. Ginny se giró a mirarle, con una pequeña sonrisa. — Está hablando en serio. Sea verdad o no lo de la carta, lo que está claro es que él piensa que es verdad, y si él lo piensa…

Y era cierto. En los ojos de Dumbledore no había nada de aquel brillo tan característico suyo. Es más, parecía haber envejecido mucho desde la última vez que Harry lo había visto. "Aunque tampoco es que lo haya visto mucho", pensó Harry, enfadándose. No comprendía por qué Dumbledore llevaba meses ignorándolo.

—Ya es suficiente— esta vez fue la voz amplificada de Dumbledore la que resonó por todo el Gran Comedor. Todo el mundo se calló de inmediato.

—Señor Director — habló Umbridge con voz muy aguda. Su cara de sapo seguía igual de roja que antes. — ¿Cómo se atreve a decir semejante tontería? ¡No llene las cabezas de los niños con ideas absurdas sobre viajes en el tiempo! ¿Cómo se atreve a ordenar la suspensión de las clases para traernos aquí a escuchar más mentiras?

—Me temo, Dolores, que no son mentiras —dijo Dumbledore con tono frío. Con la mano, hizo una seña para que todos los profesores y alumnos volvieran a sus lugares.

—Esta carta — sacó una carta del bolsillo de su túnica para que todos la vieran — ha sido enviada desde el futuro, y creedme cuando digo que su contenido es de suma importancia para todos nosotros. Sin embargo, creo que yo no soy el más indicado para explicar el motivo por el que ha llegado a mis manos y el objetivo que persiguen las personas que la han enviado.

En ese momento, las puertas del Gran Comedor se abrieron y por ellas entró una figura vestida con una túnica con capucha que impedía que se le viera la cara. Bajo la sorprendida mirada de todos (exceptuando a Dumbledore), el encapuchado caminó hacia el director y tomó la carta que éste le extendía. Se giró entonces para mirar a los estudiantes.

—Sé que todo esto es difícil de creer —empezó a hablar el desconocido. Su voz era extraña, tanto que Harry no podía decidir si era un chico o una chica el que hablaba. Obviamente, había hechizado su voz para ocultar su identidad. — Pero lo que os ha dicho el director es cierto: esta carta procede del futuro. Yo mismo vengo del futuro.

El Gran Comedor estaba completamente en silencio, mirando con curiosidad al encapuchado.

—Ya le he demostrado al profesor Dumbledore que lo que digo es cierto, pero sé que muchas personas ya no confían en su criterio. Por ello, he presentado las mismas pruebas frente al Ministro de Magia, Cornelius Fudge.

Por el rabillo del ojo, Harry vio a Umbridge llevarse las manos a la boca debido a la sorpresa. Entre los alumnos, las caras de escepticismo eran cada vez menores.

—El Ministro de Magia está ahora mismo aquí, en Hogwarts —siguió hablando el encapuchado. — Y no solo él. Han sido llamadas a Hogwarts todas aquellas personas que tuvieron, o tendrán, un rol importante en la guerra que se va a producir en el futuro.

—¿La guerra? ¿Qué guerra? — se escuchó una voz desde la mesa de Ravenclaw.

—La guerra contra Voldemort— se escucharon gritos ahogados y el comedor entero pareció estremecerse al escuchar ese nombre. Algunas personas abrieron mucho los ojos, asustadas. —Desde hace meses, se os ha dicho que Lord Voldemort ha regresado. Sin embargo, los idiotas del ministerio y los redactores de El Profeta han hecho todo lo posible por negarlo. Pues bien, ya no lo pueden negar. Le he demostrado a Fudge que estaba equivocado. La carta que le envié al profesor Dumbledore le informaba de que un visitante del futuro se encontraba en el Ministerio de Magia, hablando con Fudge sobre asuntos relacionados con Voldemort. Por supuesto, Dumbledore vino inmediatamente al ministerio.

El encapuchado hizo una pausa, y Harry habría jurado que lo estaba mirando directamente a él.

—El motivo por el que he venido al pasado tiene que ver con esa guerra. El precio a pagar fue muy alto—dijo esto último con voz quebrada, como si le doliera. El Gran Comedor se encontraba sumido en el más absoluto silencio. Nadie pensaba ya que se tratara de una broma. — Muchas personas inocentes murieron por culpa de Voldemort. Es por eso por lo que hoy estoy aquí: para contaros todo lo que sucedió y poder derrotar a Voldemort y evitar todas esas muertes de inocentes.

»Sin embargo, contaros el futuro directamente no es la mejor opción. Hay cosas del pasado que necesitáis saber para comprender los hechos que sucedieron después. La forma más exhaustiva y segura para que conozcáis el futuro es a través de la lectura de unos libros.

Harry notó cómo Hermione se enderezaba en el asiento, probablemente emocionada por la idea de leer unos libros que hablaban del futuro. La verdad es que la idea de que unos libros les dijeran exactamente cómo iba a suceder la guerra y cómo acabar con Voldemort le resultaba tremendamente atractiva.

"Pero, ¿no podía haberlos enviado hace un año?", pensó Harry, acordándose de Cedric con una punzada de dolor. ¿Iban a poder salvar a todo el mundo, excepto a él? ¿Por qué? Si realmente esa persona del futuro sabía cómo derrotar a Voldemort, ¿por qué no envió los libros antes de que Cedric muriera y Voldemort resucitara? ¿Por qué ahora?

Con todas esas preguntas en la cabeza, Harry se forzó a seguir escuchando al desconocido del futuro.

—… y por eso os pido que, antes de juzgar a nadie, esperéis a terminar de leer los libros. Os daréis cuenta de que las cosas no siempre son lo que parecen, los que parecen culpables no siempre lo son, y a veces los que creemos inocentes son los peores de todos. Para terminar, es necesario que sepáis que los libros que vais a leer están escritos desde el punto de vista de Harry Potter.

A Harry le dio un vuelco el corazón. Todas las cabezas se giraron a mirarle, podía notar las miradas de todas las personas del Gran Comedor, desde alumnos a profesores.

—¿Cómo? —preguntó en voz alta. Sabía que se estaba ruborizando y notaba cómo se le formaba un nudo en el estómago.

—Sé que esto no te va a hacer ninguna gracia— dijo el encapuchado. — Pero es necesario. Los libros que vais a leer son siete en total, uno por cada uno de tus años en Hogwarts. Sé que es una violación de tu intimidad, pero estos libros pueden salvar muchas vidas. Por ejemplo, pueden salvar la vida de la persona que está sentada frente a ti.

Harry miró hacia el frente, donde Fred Weasley lo miraba con cara de shock. Al lado de Fred, George se había vuelto del color del pergamino y parecía estar a punto de desmayarse. Angelina empezó a sollozar mientras Katie le pasaba un brazo por los hombros, tratando de calmarla a pesar de estar ella misma en shock.

—¿Qué prefieres, Harry? ¿Tener intimidad o salvar las vidas de muchas personas inocentes, incluyendo las de personas muy importantes para ti?

Harry sabía que el encapuchado le estaba haciendo chantaje emocional, pero aun así no dudó. Si realmente Fred iba a morir, si de verdad todo lo que el desconocido decía era verdad (y si Dumbledore lo respaldaba, es que era verdad), no tenía opción.

—De acuerdo— dijo en voz alta, tratando de sonar lo más seguro posible. Se oyeron jadeos de sorpresa por todo el Gran Comedor. — Si de verdad esos libros sirven para salvar a alguien —sus ojos se posaron sobre Fred durante un instante— entonces me parece bien que los leamos. Aunque, ¿no podría leerlos yo primero? Ni siquiera sé qué es lo que cuentan.

—Cuentan tu vida desde los 11 hasta los 17 años. La verdad es que sería justo que los leyeras tú primero, pero eso supondría tener que esperar a que terminases para empezar a leerlos en público. Además, incluso si hay cosas que quisieras que no se leyeran, se van a leer de todas formas — Harry sabía que, bajo la capucha, el desconocido estaba sonriendo. — Aunque resulte molesto y haya momentos bastante embarazosos, no te queda otra que aguantar. Si están escritos en el libro, es por algo.

Dicho esto, el encapuchado le devolvió la carta a Dumbledore y se encaminó hacia las puertas. A la vez que él salía, un grupo de personas entró al Gran Comedor. Harry se sorprendió mucho al ver a todos los Weasley (incluso a Charlie y Bill, que supuestamente estaban en Rumanía y Egipto), a Moody, Tonks, Kingsley, Lupin y a un perro negro que echó a correr hacia Harry. Mientras acariciaba a Canuto detrás de las orejas, Harry vio entrar al Ministro de Magia, Cornelius Fudge, seguido de Percy Weasley. También vio entrar a Fleur Delacour, que caminaba junto a Bill. Por la forma en la que se miraban, quedaba claro que eran más que amigos. Ninguna de estas personas se sentó, sino que se quedaron de pie en medio del Gran Comedor.

—Tengo entendido que se os ha explicado a todos para qué estamos reunidos aquí— les dijo Dumbledore. Todos asintieron.

—Sí, al parecer tenemos que leer la vida de Potter para saber cómo derrotar a Voldemort, y para eso tenemos unos libros enviados desde el futuro por un desconocido que se niega a identificarse — replicó Moody con sorna, obviamente molesto. —¿A nadie más le parece sospechoso todo esto?

—Un poco sospechoso sí que es — dijo el señor Weasley con una pequeña sonrisa. —Pero no creo que tengamos más opción que creer lo que nos han dicho. Además, si tanto el ministro como el profesor Dumbledore, que son los únicos que se han reunido a solas con él, están de acuerdo en que todo esto del viaje en el tiempo es verdad, entonces debemos confiar en su criterio.

—Como hoy ya es tarde — habló Dumbledore, dirigiéndose a los alumnos— y sé que necesitáis tiempo para asimilar todo lo que ha sucedido hoy, podéis marcharos ya. Las clases quedan suspendidas hasta que hayamos terminado de leer los libros. Mañana por la mañana comenzaremos la lectura.

Dicho esto, todos los alumnos comenzaron a hablar entre ellos. Algunos se levantaron para irse a otros lugares a hablar de lo sucedido, pero la mayoría estaba demasiado en shock como para pensar en marcharse todavía. Entre ese último grupo se encontraban Harry y casi todos los Gryffindors.

—Vaya…— dijo Ron, todavía en shock. —Vaya…

—Qué elocuente, Ronald — respondió Hermione, que miraba a Harry con cara de preocupación. —¿Estás bien?

—Sí —respondió él. Al igual que Ron, todavía estaba un poco conmocionado por todo lo que acababa de pasar. —Creo que sí.

En aquel momento, los Weasley (excepto Percy) se acercaron a la mesa de Gryffindor. Harry de pronto se vio envuelto entre los brazos de Molly Weasley y se sorprendió al notar que ella estaba llorando.

—Gracias… Oh, Harry, gracias… — sollozaba, apretándolo con fuerza contra ella. Harry dejó que lo abrazara, lanzándole una mirada de perplejidad a Ron. Sin embargo, Ron no se encogió de hombros ni sonrió, como habría esperado que hiciera. Su amigo lo miraba con rostro serio. Cuando la señora Weasley se separó de él, debió darse cuenta de su cara de confusión, porque enseguida le dijo:

—Harry, querido, no cualquiera habría aceptado leer esos libros en público. El hecho de que hayas aceptado para salvar a Fred… y a saber a cuantas personas más… —Molly sacó un pañuelo y se sonó la nariz. — Gracias.

En ese momento, Harry se dio cuenta de que todos los Weasley lo miraban con más respeto que nunca. Sintió cómo enrojecía y no supo qué responder. Afortunadamente, se salvó de tener que decir nada gracias a la llegada de la profesora McGonagall, que le avisó de que Dumbledore quería hablar con él a solas. Harry se despidió de todos apresuradamente (dedicando unos momentos para acariciar a Canuto una vez más) y salió del Gran Comedor. Notaba cómo todos los estudiantes se giraban al pasar él, siguiéndole con la mirada.

Esa noche, estando acostado en su cama de la torre de Gryffindor, Harry se dio cuenta de que su conversación con Dumbledore no lo había ayudado a calmarse en absoluto. Habían pasado horas en el despacho del director discutiendo los motivos por los que esos libros existían y debían ser leídos frente a todo el mundo. ¿Quién los había escrito? Ni siquiera Dumbledore podía responder a eso y el encapuchado se negaba a contestar. A Harry no le hacía ninguna gracia que su vida entera tuviera que contarse con todo lujo de detalles delante de todo el Gran Comedor pero, a pesar de todo, comprendía que era la mejor opción. Cuando había preguntado que por qué no se habían enviado esos libros el año anterior (o incluso antes, ¿por qué no enviarlos catorce años atrás y evitar la muerte de sus padres?), el director le había contestado que "incluso la magia más poderosa tiene sus límites".

"Espero que esto merezca la pena", fue lo último que pensó Harry antes de quedarse dormido.

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He aquí el primer capítulo. Decidme si os ha gustado en los comentarios, y si no os ha gustado, decídmelo también y así sabré en qué cosas tengo que mejorar! :3 Igualmente decidme también si queréis que suba el siguiente capítulo o no.

Nos vemos! :3