¡Hola a todos! Muchas gracias por los comentarios, de verdad que me emociono leyéndolos. Empezamos una nueva historia y nuestros queridos protagonistas siguen creciendo. Legolas tiene el equivalente a 15 años, y Keldarion a 25. ¡Y ahora a leer!
Capítulo 1
Desde que la flecha abandonó mi arco, supe que había cometido el peor error de mi vida.
El jabalí fue golpeado en el flanco, pero en lugar de caer, el animal se detuvo bruscamente, tambaleándose. Poco a poco se volvió para mirarnos, golpeando el suelo con las patas delanteras y resoplando por la nariz enfurecido, a la vez que sus afilados colmillos blancos brillaban bajo el sol de la tarde.
Y entonces, con un feroz gruñido, el jabalí saltó y corrió directamente hacia nosotros, con los ojos ardiendo con venganza.
Los guerreros del Bosque Negro gritaron alarmados a mi alrededor, avisando sobre el peligro inminente. También podía oír a mi hermano mayor gritando desde un poco más adelante, advirtiéndole a uno de sus compañeros, pues el jabalí se dirigía directamente hacia él.
El guerrero elfo llamado Adriano tiró de las riendas de su montura, en estado de pánico, pero por desgracia no fue lo suficientemente rápido como para evitar el ataque. El jabalí se estrelló contra las patas delanteras del caballo, golpeando al animal, su jinete y a mi hermano que intentaba controlar su montura directamente detrás de ellos.
"¡Kel!" –grité, horrorizado, al ver a mi hermano caer del caballo y estrellarse contra un árbol. Con un grito, Keldarion cayó al suelo. Rápidamente desmonté y corrí para llegar a él, dolorosamente consciente de los gritos de terror y agonía de Adriano mientras el jabalí seguía embistiendo con sus afilados colmillos el costado del pobre elfo.
Arrodillado junto a Keldarion, me apresuré a agarrar una de las dagas en mi espalda, pero antes de que pudiera lanzarle la hoja al jabalí, el comandante Linden ya había empezado a disparar una rápida sucesión de flechas.
Las cinco golpearon al jabalí en el centro de la frente. La bestia se tambaleó lejos del cuerpo caído de Adriano, gruñendo y resoplando, para entonces, un momento después, derrumbarse para no levantarse más.
Volví a centrarme en mi hermano. Se sostenía la cabeza sangrante con una mano mientras se sentaba con cautela, haciendo una mueca al mismo tiempo.
"¿Kel? Estás herido" –dije, alargando enseguida la mano para tocar la larga herida en su sien derecha.
Pero Keldarion se apartó.
"¡No me toques! –me espetó, con los ojos brillando de furia-. ¿En qué estabas pensando, Legolas? ¿Intentabas matarnos a todos?"
Tragué saliva, desconcertado y herido por el rechazo de Keldarion. Nunca en toda mi vida alguien se había negado a recibir mi don de curación. Y ser rechazado por mi propio hermano la primera vez era verdaderamente hiriente.
Aun así, pude entender totalmente la reacción enfurecida de Keldarion. Lo que hice hacía un momento fue increíblemente tonto. Supongo que mi cabeza es mucho más grande que mi cerebro, después de todo.
Intentando demostrar mi habilidad con el arco a Keldarion y los demás, me había jactado de poder dispararle a cualquier objetivo en movimiento, sin importar lo pequeño o rápido que fuera. Me había sentido muy emocionado después, cuando mi hermano me había llevado finalmente a patrullar el bosque, diciéndome que ahora que había alcanzado la mayoría de edad debía comenzar el camino del guerrero.
Pero siendo un poco arrogante y temerario, no pensé en las consecuencias cuando ataqué al jabalí que se cruzó de repente en nuestro camino. Me olvidé por completo de que soy un sanador, no un asesino. Me olvidé de valorar a todos los seres vivos y no hacerles daño si ellos no atacaban. También me olvidé de que me encanta tener animales como mascotas, no como deporte.
¡Estúpido Legolas! ¡Eso fue realmente estúpido! Me grité a mí mismo internamente mientras veía a Keldarion agacharse al lado de Adriano para comprobar las múltiples heridas de su amigo. El comandante Linden también había desmontado y se cernía sobre el guerrero caído, preocupado.
El resto de los elfos estaban en silencio. Evidentemente, estaban todavía en shock por el repentino giro de los acontecimientos. Nunca habían imaginado que el hijo menor de su rey causaría tal desastre durante una patrulla de rutina. Los guerreros rodearon el cadáver del jabalí y miraron a su compañero herido cuya sangre manchaba la tierra rápidamente. De vez en cuando me lanzaban miradas acusadoras, recordándome que mi tonta acción estaba a punto de costar una vida inocente.
De repente salí de mi ensoñación y me arrodillé rápidamente junto al cuerpo inerte de Adriano. Sin decir una palabra, puse mis manos sobre sus graves heridas y forcé toda mi energía curativa hacia ellas, pero sabía que era demasiado tarde. Adriano ya estaba muerto.
"No… -susurré, sacudiendo la cabeza en negación. Empujé mis manos con más fuerza contra su herida más grave, el corte abierto a través de su estómago. Mi poder todavía estaba trabajando a toda potencia, pero yo sabía que no era capaz de devolverle la vida a los muertos-. ¡Por favor, no!"
Keldarion me agarró las manos y las apartó del cuerpo de Adriano.
"Basta, Legolas. No sirve de nada."
"¡Pero no podemos estar seguros! Creo que lo puedo revivir si…"
"¡Ya has hecho suficiente! –gritó mi hermano, con los ojos ardiendo de ira mientras me miraba y una sola lágrima de tristeza corría por su mejilla. Yo estaba conmovido, sabiendo que Adriano había sido uno de sus amigos más cercanos-. Has hecho bastante –repitió en voz más baja. Luego se quitó la capa y la colocó sobre el cuerpo de Adriano, cubriendo a su amigo de la cabeza a los pies-. No puedes hacer nada por él ya. Está muerto. Ni siquiera tu poder curativo puede devolvérnoslo."
Mis labios temblaban y mi corazón se estremecía. Mis ojos se llenaron de lágrimas de arrepentimiento.
"Yo… lo siento mucho, Kel. Yo…"
"No hables más, pues nada de lo que digas puede corregir este mal –me interrumpió Keldarion con un movimiento de su mano-. Guárdalo para la madre y la familia de Adriano. Quizá ellos te perdonen… porque yo no puedo."
Me sentí como si me hubiera golpeado un rayo al oír esas palabras. Estupefacto, me quedé en silencio mientras Keldarion cogió a Adriano en brazos y se subía a su montura.
"Volvemos a palacio" –dijo, antes de hacer que su caballo avanzara hacia casa.
El resto de los guerreros obedecieron de inmediato y lo siguieron. Keldarion estaba sentado rígidamente y no miró atrás, convencido de que el tono de su voz había hecho que todos siguieran sus órdenes.
El estado de ánimo relajado y despreocupado de hacía rato se había convertido en uno triste y tenso. Incluso el comandante Linden avanzaba extrañamente silencioso. Él me miró de reojo, esperando a que me subiera a mi caballo. No vi condena en su mirada, pero tampoco el cariño que solía mostrarme. Sus ojos estaban completamente vacíos, como si no me conociera.
Valar. ¿Qué he hecho?
"¿Qué pasó contigo, Legolas? ¡¿Qué causó que hicieras algo tan estúpido?!" –la voz de mi padre retumbó como un trueno, zumbando en mis oídos. Me mordí los labios mientras fijaba la mirada en el suelo, sin tener el valor de mirar a mi padre a la cara, que sabía que se había vuelto roja de furia.
Nuestra tropa había regresado de los bosques hacía una hora y los parientes de Adriano se habían llevado su cuerpo. Nunca podría olvidar la manera en la que su madre había colapsado, destrozada, abrazando el cuerpo de su hijo contra su pecho. Siempre recordaría su gemido desgarrador mientras lloraba por la pérdida de su único hijo, dejándola completamente sola en la Tierra Media.
No pasó mucho tiempo hasta que todo el reino supo lo que había pasado, la muerte innecesaria de Adriano. No menos de diez personas me habían mirado con absoluto odio. Me culpaban del incidente, y yo me culpaba también.
Intenté buscar el perdón de la madre de Adriano, pero se la llevaron rápidamente con el cuerpo de su hijo y solo pude quedarme allí solo como un idiota, abandonado por los que me habían amado. Y ahora tenía que enfrentarme a la ira de mi padre, el rey del Bosque Negro.
"¿Es que no piensas? –seguía despotricando mi padre mientras se paseaba por el estudio de aquí para allá. Entonces gritó-. ¡Maldita sea! ¡Mírame cuando te estoy hablando!"
Levanté la mirada al instante, temeroso. Mi padre me miraba ferozmente, abriendo y cerrando los puños como si se estuviera controlando para no golpearme.
"¡¿Cómo puedes ser tan estúpido?! –gritó-. ¿Por qué fuiste tan imprudente como para no pensar en las consecuencias de tus temerarias acciones? ¿Por qué, Legolas? ¿Por qué?"
Mis labios temblaban de nuevo mientras hablaba.
"Perdóname, padre…"
"¿Perdón? ¿Por qué pides perdón cuando eso no cambiará nada? El perdón no traerá a ese guerrero de vuelta a la vida –sacudió la cabeza, con un suspiro decepcionado-. Tu imprudencia ha causado mucho caos en mi hogar, en mi reino. Pero ahora, le ha costado la vida a alguien."
Con un enorme bulto en mi garganta, dije con voz ronca.
"Padre, yo…"
Él me miró con tristeza.
"¿Cuántas veces vas a decepcionarme de esta manera, Legolas? ¿Cuántas veces más piensas ponerme en esta posición? Soy un rey, pero mi hijo no actúa como un verdadero príncipe."
Mi corazón estuvo a punto de romperse al escuchar eso.
"Lo siento mucho, padre. De verdad que lo siento" –supliqué, acercándome a él. Pero mi padre se dio la vuelta para mirar a través de la ventana abierta en su lugar.
"Ya has crecido –dijo en voz baja-. No eres un niño, así que deja de actuar como tal –girándose de nuevo hacia mí, añadió-. Por nuestro bien, Legolas, crece."
Con eso, mi padre se volvió y abandonó la habitación. Entonces, y solo entonces, dejé caer mis lágrimas.
Un capítulo muy triste :(
Veamos que pasa en el siguiente.
