(Editado)

¡Hola! Este era un one-shot en un principio... Ahora estoy pensarlo en hacerlo fic.*(Editado)

Capítulo beteado por Rosario Tarazona, Betas FFAD
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Capítulo 1: Consecuencias

"(...) Perdóname por hoy, mi dulce amante,
debo vagar en este mundo a mar abierto,
lejos de tu vida, lejos de tus besos,
solo por amarte y no morir en el deseo.
Prométeme mi fiel amante, que me llevarás en secreto,
me sentirás en tu piel, en tu sangre,
me mantendrás vivo en tu cuerpo.
Solo en la distancia intentaré olvidarte,
por no tenerte por completo,
por no aceptar compartirte,
por desearte a cada momento.
Pero no creas esta mentira,
que solo finge un simple y corto tiempo,
porque tu sabes que te llevo en corazón y alma,
sellada a mi vida, fundida a mi cuerpo."

Ana Cruz H.

BPOV

Sin dejar de besarnos, abrí la puerta de mi departamento. Felizmente había ordenado todo antes de salir, fue mi instinto de que esta noche sería una inolvidable.

Estaba hecha un manojo de nervios, y rogué al cielo para que mi torpeza no ataque en estos momentos. Al fin había recibido más de un beso de Edward Cullen. Es más, ahora nos encontrábamos a punto de cumplir una de mis tantas fantasías junto a él que había tenido desde la secundaria. Todo debía salir perfecto, porque él merece lo mejor de mí.

Sin despegar su boca de la mía, Edward cerró la puerta y juntó mi espalda contra ella. Sus manos recorrieron mi cintura y mi trasero con tantas ganas que me encendía al mínimo contacto. Yo enredé mis manos en su suave y desordenado cabello cobrizo, jalando ligeramente de él, y provocando un gemido por parte del dios que tenía pegado a mí. Separó sus labios de los míos, pero solo para llevarlos a mi cuello, al mismo tiempo que bajaba ambas tiras de mi vestido rojo. Dejó varios besos húmedos en mi piel y mordió suavemente mi clavícula, cuando llegó a esta, haciendo que me estremezca. Bajó aún más la tela, dejándome descubierta de la cintura para arriba. Mi cuerpo comenzaba a derretirse como hielo al sol y mis sentidos ahora hechos agua, se evaporaban por sus ardientes besos.

—Estás hermosa, Bella —susurró en mi oído provocando que humedezca aún más mis bragas, y desabrochó mi sujetador antes de acariciar mis senos mientras chupaba y lamía uno como si fuera el mejor de los manjares. Quería agradecer el halago de hace unos segundos, pero no hallaba las cuerdas vocales... Al menos no para decir algo coherente y consciente.

Mis gemidos aumentaron cuando sus dedos pulgares masajearon mis ya erectos pezones. Lamió el canal que había entre mis senos y juntó sus caderas contra las mías, haciéndome sentir su dureza como una advertencia de lo que tendría hoy dentro de mí.

— Edward... —gemí al sentirlo. Lo necesitaba, ahora. Había esperado tanto por este momento...

— Hueles tan bien—Me miró fijamente a los ojos con aquellos orbes verde esmeralda brillando de excitación.

Sentí mis mejillas calentándose por el sonrojo, no me sentía lo suficientemente segura en responder eso. Sentía mi cuerpo arder y lo probable era que esté sudando también por los nervios. Me tomó de la cintura y me giró, obligándome a quedar con el pecho pegado a la puerta. Presionó su erección contra mi trasero y llevó una de sus manos debajo de mi vestido para acariciar mis nalgas.

— ¿Qué pasa? —preguntó con aquella voz exigente y varonil cuando me pegué más contra él.

— Ya no aguanto. —tomé aire.—¡Fóllame de una vez! —solté rápidamente y eché la cabeza hacia atrás cuando comenzó a moverse contra mí. Hubiera sido más romántica y decirle que me haga el amor porque… estaba enamorada de él. En secreto, claro.

—Eso haré. —Mordió mi cuello expuesto—No tienes idea de cuánto muero por empezar… —Bajó el cierre de mi vestido y este terminó deslizándose por mis piernas temblorosas hasta llegar al suelo.

No era justo, yo estaba prácticamente desnuda y él se encontraba completamente vestido.

Su potente erección, cubierta por sus pantalones, ahora se encontraba entre mis nalgas mientras llevaba sus manos a mis senos y los masajeaba con deseo. Recosté mi cabeza en su hombro y lamió mi oreja.

—Edward, hazlo ya... —le dije con voz temblorosa y algo molesta.

Una de sus manos bajó por mi vientre y llegó hacia mi coño completamente empapado. Solté un jadeo.

— Shh... —Ese simple sonido suyo provocó que vuelva a estremecerme—. Paciencia, hermosa. —Sus dedos hicieron a un lado mi braga y acariciaron mis labios vaginales. Gemí con fuerza. Lamió mi cuello mientras soltaba unos sonidos de placer—. Estás tan mojada... y por mí, eh. —susurró al mismo tiempo que pellizcaba mi clítoris. Chillé con los ojos cerrados mientras asentía y mi dignidad se iba por un tubo.

Los vellos de mi piel se erizaron. Este hombre me iba a matar.

Sentía mi sexo latir con fuerza contra sus largos dedos al mismo tiempo que me humedecía más. ¿Por qué me hacía esta tortura?

Continuó masajeando mi zona más sensible y me arqueé, llevando una mano hacia su nuca y sujetándome de sus cabellos. Necesitaba aferrarme a algo.

— Por favor. —logré decir entre jadeos y dos de sus dedos se introdujeron en mi interior—. Ahhh... —suspiré antes de morderme el labio. Su otra mano apretó con fuerza mi seno y sus dedos se movieron frenéticamente en mi vagina. Mis caderas se movieron a su ritmo de forma automática.

Arañé su cuello cuando su pulgar se dedicó a masajear mi clítoris y lo escuché jadear cuando sintió mis paredes apretar sus dedos. Estaba a punto de correrme y él lo sabía muy bien.

— Córrete —me ordenó con un gruñido. Eso hice.

Exploté en un magnífico orgasmo, y Edward continuó acariciando suavemente mis pliegues con sus dedos bañados con mi semen, provocando ronroneos de mi parte; los llevó a mis senos y mojó ambos pezones con mis jugos para luego girarme y lamer de ellos.

Oh, mierda...

Dije su nombre con un hilo de voz. Yo también quería de él. Aún más—. Vamos a la cama... —Solté un gemido cuando mordió un pezón.

Quería que nuestro improvisado encuentro sea algo romántico, algo más que solo follar. Así que quedaba descartado hacerlo en el piso o en algún sofá de mi pequeña sala.

Llevó su rostro a la altura del mío y me sonrió. Noté sus labios brillantes y fue inevitable besarlo. Me tomó en brazos de manera que pueda enrollar mis piernas alrededor de su cintura y cortó el beso para hablar.

— ¿Dónde está tu habitación? —preguntó con la respiración agitada.

— La primera puerta del pasillo. —Volví a besarlo.

¡Dios mío, besa tan bien...!

Llegamos a mi habitación y se detuvo cuando llegó al borde de la cama para recostarme con cuidado.

Encendí la lámpara de mi mesa de noche. No quería perderme nada.

Mi respiración era agitada como la suya y me lamí los labios cuando comenzó a desnudarse. Esto era mejor que todos los sueños que había tenido con él. Al fin iba a tenerlo en mi cama. Me estremecía con tan solo imaginármelo dentro de mí, su pecho junto al mío, jadeando mi nombre...

Se quitó la camisa azul marino y la lanzó al suelo, dejando al descubierto su perfecto pecho. Aproveché para quitarme los tacones.

Sus ojos recorrían mi cuerpo con deseo, y cuando se enfocaban en los míos, mi corazón se aceleraba a más no poder. ¿Acaso podía dominar cada músculo de mi cuerpo con solo una mirada? Creo que sí. Se quitó los pantalones junto a su bóxer negro de un solo movimiento y jadeé al ver su erección. Las venas hinchadas de su larga verga y su punta húmeda causaron estragos en mi hambriento coño.

Mi temperatura corporal ascendió. Sentía mi piel en llamas.

Estaba a punto de bajarme las bragas con torpeza, hasta que lo sentí encima de mí.

— Permíteme hacerlo. —Sentí su excitante aliento en mi rostro, y bajó hasta mis caderas para quitarme la única pieza que cubría mi cuerpo con sus dientes.

Besó mi tobillo cuando terminó de quitármela y solté una risa.

— Apaga la luz —me dijo mientras observaba mi anatomía—. Me gusta cómo la luna ilumina tu cuerpo —susurró al mismo tiempo que yo apagaba la lámpara y me sonrojaba por sus palabras.

Eso había sonado tan... romántico.

Detente, Bella, pensé.

Edward tenía razón. La luna se encontraba en un ángulo que iluminaba casi toda mi habitación a través de la gran ventana. Pero era él quien parecía un dios cubierto por los rayos del celeste. Eso superaba todas mis expectativas de esta noche.

Me mordí el labio cuando volvió a recostarse encima de mí, entre mis piernas abiertas. Oh, Dios bendito. Aún seguía sin creerlo... Edward Cullen en mi cama.

— No te muerdas el labio... —me pidió mientras el aliento de su risa rozaba mi cuello. Luego levantó la vista y volvió a sonreír cuando vio el por qué en mis ojos—. No quiero terminar antes de empezar a follarte. — Mordió mi labio inferior cuando lo solté inmediatamente.

—E-empieza de una vez —le imploré cuando pude hablar y enrollé un brazo en su cuello, con el otro me aferré a su espalda.

Llevó sus labios contra los míos entreabiertos, y cuando acomodó su miembro en su entrada, solté un jadeo en su boca. Sus ojos se enfocaron en los míos e hice un gran esfuerzo en no cerrarlos cuando se enterró completamente en mí de una sola estocada.

Toda la Vía Láctea apareció ante mí, literalmente.

Sus movimientos no fueron lentos, pero tampoco violentos. Iban a una velocidad perfecta, muy acorde a la de mis caderas. Su cuerpo era perfecto para el mío, y mi cuerpo para el suyo. Como dos piezas de un rompecabezas. ¿Él también lo habrá notado?

Bajó su excitante lengua por mi cuello y me arqueé para darle un mejor acceso a mis senos, que eso era lo que deseaba. Los besó y mordisqueó mientras yo jalaba de su suave cabello, soltando unos fuertes jadeos.

— Estás tan... apretada. —gimió contra mi piel y luego apoyó su frente contra la mía antes de acelerar el ritmo de sus estocadas.

Jadeé cuando su polla chocaba mis paredes hasta lo más profundo. Me sentía tan llena de él; la mejor sensación de mi vida.

—¡Más rápido! —imploré mientras me aferraba a su espalda con las uñas—. Oh, mierda. ¡N-no te de-tengas! —pedí. Sonrió y alzó mis caderas, sin dejar de moverse, para darme una considerable nalgada mientras solnreía.

Solté un pequeño llanto de placer.

Nunca antes me habían nalgueado. Me excitó saber que Edward era el primero.

—No digas malas palabras.—Soltó una risa y mordió mi cuello. Una mano suya bajó por mi vientre hasta llegar a mi centro, acarició mi sexo con sus dedos índice y medio, mientras unos sexys gruñidos salían de sus labios.

Nuestros cuerpos se movían al ritmo de la melodía compuesta por nuestros gemidos y susurros, mientras sus manos tocaban cada zona de mi piel como si fueran las teclas y él, mi pianista.

Estaba a punto de volver a tener mi segundo orgasmo en la noche, pero esta vez quería que Edward se corra junto a mí.

—Me corro... ¡Edward! —le avisé y me mordí el labio cuando sentí la bola de placer bajar por mi vientre. Estaba a punto... Ya casi—. Mírame —le pedí.

Cuando se inclinó y quedó a milímetros del mí, aproveché en grabar cada rasgo de su perfecto rostro, a pesar de que ya conocía a la mayoría de ellos. Unas cuantas pecas en las mejillas, sus perfectas y pobladas cejas, el labio inferior a penas más grueso que el superior, el hoyuelo en su barbilla... Sus esmeraldas, ahora oscurecidas por el deseo, el cual yo estaría dispuesta en incrementarlo en pasión, me observaron ansiosas y anhelantes de mí. Estaría completamente dispuesta a darle todo lo que pedían, incluso mi alma.

—Bella... —rugió en mis labios con sus ojos fijos en los míos cuando llegó al clímax, y me vine junto a él.

Pudo haber sido el fin del mundo, pero mi mente y mi cuerpo solo se enfocaron en la conexión que tuve con Edward al momento de llegar al orgasmo. Ni el peor de los cataclismos hubiera hecho que pierda de vista su mirada cuando estallamos de placer. Estaba segura que había tocado el cielo con las manos.

Podía sentir mis paredes apretando su latente polla con fuerza, disfrutando cómo se corría en mi interior.

Sus movimientos bajaron de ritmo para prolongar el orgasmo mientras yo sonreía y acariciaba su fuerte espalda. Terminó recostándose a un lado con la respiración agitada.

—Eso fue magnífico. —Pasó su brazo por su rostro y sonrió.

Le había gustado. ¡Edward había disfrutado de mí y yo de él! El hombre que amaba se había quedado encantado conmigo... En la cama, pero aunque sea en algo. Tal vez, después de esta noche, se dé cuenta que yo puedo ser buena en otros aspectos.

Me acerqué a él y apoyé mi cabeza en su pecho.

—Te doy toda la razón. —Cerré los ojos con una gran sonrisa en el rostro cuando sentí sus dedos hacer dibujos invisibles en mi espalda.

Me sentía espectacular, pero a la vez agotada. Había sido una larga noche y estaba cansada, aunque rogaba para que no se acabe. Tenerlo al fin en mis brazos había llevado mis secretos y fantasías con Edward, en una realidad que no estaría dispuesta a echarla a perder, ¿lo estaría él?

¿Qué pasará cuando llegue mañana?

Tuve miedo de responderme. Sería mejor no pensar en eso ahora.

Dejé un corto beso en su pectoral y cuando levanté la vista, me encontré con un ángel durmiendo. Era tan hermoso...

—Te quiero, Edward —susurré antes de acomodarme en sus brazos para dormir con una gran sonrisa en el rostro.

Sentí que aquella noche duró cien años, y yo guardé en mi mente y corazón cada segundo que duró.

.

Unos molestos -e inusuales- rayos de sol lograron despertarme.

Me sobé los ojos y bostecé contra la almohada. Escuché el sonido de una hebilla y los abrí parpadeando rápidamente.

—Edward. —Sonreí aún aturdida por el sueño.

No había sido un sueño, no. Realmente había pasado la noche con Cullen. Dios, que alguien me pellizque... O que él me pellizque.

Alzó las cejas sorprendido, mientras se abrochaba el cinturón.

— Lamento despertarte. Ya debo irme. —Terminó y se puso los zapatos. Su voz había sonado algo seria, e incluso fría. Distante.

— Oh... —Me senté. Demonios, hubiera sido mejor que se quede a desayunar, aunque sea—. No te preocupes. —noté que estaba completamente desnuda y me cubrí con las sábanas mientras me sonrojaba.

— Bueno, me voy. —Se arregló el cuello de la camisa y se pasó la mano por el desordenado cabello. Torcí ligeramente el gesto—. Cuídate, Bella. —Se inclinó hacia mí y depositó un beso en mi mejilla.

¿Era en serio? ¿En la mejilla? Había tocado y besado otras partes de mi cuerpo, ¿y se despide con un beso en la mejilla? Me sentí como una cualquiera. De esas que son solo de una noche y luego siguen con su vida como si no hubiera pasado nada. Una más.

¿Eso... había sido para él? La respuesta era obvia.

— Adiós, Edward. —murmuré con los dientes apretados y bajé el rostro con unas cuantas lágrimas en los ojos. No quería que note mi decepción.

Acarició mi otra mejilla y se fue, dejándome entre las sábanas impregnadas de su aroma como mi piel de sus besos.

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.

.

Habían pasado varias semanas desde aquel encuentro con Edward Cullen.

Felizmente solo concentraba mi tiempo en estudiar para mis exámenes finales de la universidad y en mi trabajo de medio tiempo en un banco de Seattle. No me quedaba tiempo para pensar en él y en lo miserable que me hizo sentir cuando ni siquiera recibí una llamada suya al día siguiente. Pero habían tantos detalles de esa noche que me molestaban y de cualquier modo, me ilusionaron más de lo que ya estaba. Cuando me trató con completa caballerosidad antes de llegar a casa, o cuando fingió que sí se acordaba de mí cuando le dije que estudiaba con él en la escuela solo para darme el gusto... Follando en misionero como unos malditos enamorados.

La verdad, no sabía absolutamente nada de él, y trataba de no saberlo.

Por mi bien, estaba muy ocupada. Lo malo es que ni me quedaba tiempo para conversar con mi mejor amiga, Alice, su hermana...

Estaba preparándome una sopa de pollo y de pronto me sorprendí cuando escuché el timbre.

— ¿...? —Fruncí el ceño, me lavé las manos y apagué la hornilla antes de dirigirme a la puerta—. ¿Quién? —pregunté en voz alta. La última persona en "visitarme" había sido él.

Mi corazón se aceleró.

—Soy yo, Bella. Abre la bendita puerta de una vez. —Escuché la voz de mi amiga y exhalé antes de girar el pomo.

Me saludó con un efusivo abrazo que casi nos lanza al suelo.

— ¡Eres una ingrata! Ni siquiera me llamas o dejas un mensaje. Que estés en exámenes no significa que debas encerrarte en una cueva, Isabella. No sabes lo... —Continuó hablando y hablando mientras nos dirigíamos al sofá. Me sentí algo culpable. Ella estaba emocionada por verme, y yo decepcionada de que no haya sido su hermano—. ¿Cómo has estado?
—preguntó con una gran sonrisa una vez sentadas.

—Pues... bien. —Me encogí de hombros—. Estudiando, como lo has dicho —sonreí a medias—. ¿Y tú? ¿Cuándo es el desfile?

Alice trabajaba como diseñadora de ropa y pensaba lanzar su propia línea este año, debutando en un desfile de moda organizado por ella misma.

—Es el próximo viernes —respondió con los ojos brillantes de la emoción—. Por aquí tengo tu invitación. —Rebuscó en su inmenso bolso y me la entregó—. No faltes, por favor —me pidió con un puchero y rodé los ojos—. Necesito de tu presencia esa noche.

— Claro que asistiré. —Le di una ojeada a su invitación—. ¿Quiénes van a ir? —le pregunté sin levantar la mirada.

¿Edward irá? Claro que sí. Alice era su única hermana y no creo que le falle en algo tan importante. Pero... ¿Qué hará cuando me vea? ¿Qué haré yo cuando lo vea? ¿Me ignorará como lo ha hecho por tantos años? ¿Se acordará de la maravillosa noche que pasamos, y se acercará a mí?

Mierda. No había pensado en cómo me afectaría la presencia de Edward antes de aceptar.

Alice no sabía nada acerca de lo que sentía por su hermano, mucho menos sobre lo que pasó la otra noche. Pero sospechaba al respecto, e incluso, insistía que yo me arriesgara a intentar algo con él.

— Irán todos. —Una gran sonrisa se extendió por su rostro—. Felizmente avisé con tiempo a los que más estimo. Iba a invitarte la semana pasada, pero no podía contactarme contigo. —Me puso mala cara y rodé los ojos—. El único que no podrá asistir es Edward. —Mi corazón se detuvo al escuchar su nombre. ¿¡Qué!? ¿¡No iba a asistir!? ¿¡Por qué?! Mis esperanzas, de aunque sea verlo, se hicieron polvo—. Pero me deseó todo lo mejor cuando me llamó. Él también es un ingrato, ¿sabes? Desde que se fue a Londres he recibido solo un par de llamadas suyas...

— ¿Londres? ¿Se fue a Londres? —le pregunté con un hilo de voz.

No quería, pero mis ojos comenzaron a picarme por las lágrimas. Agh, no debo ponerme así de sensible solo porque se fue de viaje. Ya va a regresar.

— Eh, sí. —Alice torció el gesto—. Se fue hace unas 3 semanas. Va a comenzar sus clases en Oxford y probablemente se quedará a vivir por allá —finalizó con otro puchero.

Un ridículo nudo se formó en mi garganta y lo pasé con dificultad. Sentía que las lágrimas iban a derramarse en cualquier momento. ¡Carajo! ¿Por qué andaba tan sensible?

Llevé una mano a mi frente cuando sentí un fuerte mareo e inhalé hondo.

— ¿Bella? —Sentí la mano de Alice sobre la mía—. ¿Te sientes bien? Estás toda pálida...—comentó mientras acomodaba un mechón de mi cabello.

— Yo... —Mi voz sonó apagada y volví a tomar aire—. Me sentí un poco mareada, eso es todo —me encogí de hombros.

— Tal vez es el hambre —me dijo y la miré con una pequeña sonrisa. Olfateó—. ¡Huele delicioso! Mejor vamos a que comas algo mientras te cuento tooodo lo que me ha pasado en estas semanas. —Se levantó del sofá y me jaló del brazo para dirigirnos a la cocina.

Felizmente Alice se dedicó en hablar sobre ella todo el tiempo que se quedó. La verdad yo no tenía muchas ganas de charlar... E incluso de escuchar, porque en algunas ocasiones ni le prestaba atención a lo que me decía por concentrarme en mis pensamientos.

Edward se había ido y sabe Dios cuándo regresará... Si tiene planeado hacerlo, también. Alice volvió a nombrarlo una vez más pero solo para torturarme.

— Yo creo que Edward nunca hubiera viajado si tú te hubieras atrevido a salir con él, Bella.—me señaló con la cuchara.

— Alice, de todas maneras lo habría hecho. Son sus estudios... —le dije mientras me servía mi segundo plato de sopa.

— Claro que no. Tú hubieras sido su razón para quedarse. —Rodé los ojos—. Aunque sea lo hubieras intentado... —Torció el gesto y suspiré.

Hubiera, hubieras, hubieran... Odiaba ese verbo. Solo servía para reencarnar falsas ilusiones ya superadas. O casi.

— Bueno, no se pudo. Por algo habrá sido. —Hice un gesto y bajé la mirada.

Lo intenté, Alice. Créeme que lo intenté, quise decirle.

.

.

.

EPOV

Los dos orbes chocolates me miraban fijamente, de manera casi hipnotizante.

Quería desviar la vista de ellos, como el cobarde que era, pero me resultaba imposible. Mientras más tiempo pasaba en mirarlos, más fuerte y punzante era el dolor que sentía en el pecho.

Podía ver la luna llena reflejada perfectamente en aquellas pupilas y esa imagen provocaba un escalofrío por mi columna.

Sabía lo que iba a pasar a continuación, pero a pesar de eso, era inevitable que el dolor aumente. Sus ojos se llenaron de lágrimas, y conforme estas se derramaban, la presión que sentía en mi pecho resultaba insoportable. Ni siquiera podía cerrar los ojos como deseaba, ya que su mirada podía controlar hasta mi última célula.

Más lágrimas caían y yo me esforzaba en no dejarme ganar por el maldito dolor. Ella no decía nada, solo se dedicaba a torturarme con su penetrante mirada, y el silencio tampoco ayudaba. Hacía de la escena más aterradora.

Abrí los ojos y me senté de un solo golpe, tratando de controlar mi agitada respiración.

— Mierda... —susurré y me pasé las manos por la cabeza.

Ya había perdido la cuenta de todas las veces que tuve ese maldito sueño-pesadilla desde desde que me mudé a Londres, hace 3 años. Sabía perfectamente de quién era aquella mirada, pero no entendía el motivo de por qué aparecía tan seguido en mi subconsciente.

Cuando pude controlarme un poco, miré a Tanya, que felizmente dormía tranquila a mi lado.

— Vaya sueño antes de la boda —dije en voz baja.

En tres días iba a casarme con Tanya. Estábamos en vacaciones, así que no habría problema en casarnos mientras aún seguía en la universidad. Le había propuesto matrimonio hace medio año, y desde ahí la pesadilla era más frecuente.

Me levanté y caminé hacia la terraza. Necesitaba despejarme.

Entendí un cigarro mientras miraba la transitada calle de Kensington. Había elegido este lugar para vivir por su exclusividad y por todas las comodidades que había alrededor. Era mucho mejor que Seattle, ya que aquí podía mostrar mi ego de niño rico sin ser criticado, como me pasó varias veces.

Suspiré.

¿Qué mierda significaba ese sueño? Simplemente no le encontraba sentido. Eran los ojos de Bella, estaba cien por ciento seguro de eso. Sus lindos ojos...

Sacudí la cabeza y exhalé el humo con fuerza.

Ella no había sido más que una noche. Debo admitir que me gustaba, era muy hermosa, ¡y tenía un trasero...! Pero aparte de la atracción física, no había nada más. Sentimientos nulos.

Me gustó pasar mi última noche junto a ella antes de viajar. Realmente lo disfruté, pero no me imaginé que solo bastara acostarme con ella para tener aquel sueño-pesadilla que me atormentaba desde hace mucho. La conocía desde la escuela y en ese periodo no cruzó por mi mente ni una vez.

Mi estómago rugió de hambre y me dirigí a la cocina luego de lanzar el cigarro consumido por la mitad. Mientras caminaba, noté un sobre amarillo doblado por la mitad debajo de la puerta.

Me agaché a recogerlo.

"Para Edward Cullen." Era lo único que decía, con una letra desordenada. No había remitente, ni nada. La llevé conmigo y cogí un panecillo mientras rasgaba el papel.

Lo primero que noté, fueron unas tres fotografías. Quería verlas, pero había una nota junto a ellas. La leí con el ceño fruncido.

"No pido nada de ti. No quiero que lo busques, que lo firmes u otra cosa. Solo déjanos tranquilos. Felizmente estamos muy lejos de ti.

Pensé mucho en mandarte estas fotos, pero creo que estás en todo tu derecho de conocer a tu hijo. Y cuando 'papá' fue su primera palabra, decidí enviártelas.

Hasta nunca, Edward.

Bella."

Automáticamente dejé lo que tenía en las manos, tomé las fotos y las miré con las manos temblorosas.

En las tres estaba retratado un hermoso niño... Su parecido a mí era increíble. Tenía mis ojos, mi forma facial y hasta noté el mismo hoyuelo en la barbilla. Pero también tenía rasgos de Bella. Su cabello castaño y sus pequeñas ondas, incluso sus mejillas rosadas.

Era mi hijo, no había duda...

Soy padre, maldición...

Mis manos comenzaron a temblar y solté las fotos antes de formar ambas en puños.

— Esto debe ser una pesadilla, sigo en esa maldita pesadilla. —Me jalé de los cabellos y cerré los ojos con fuerza.

¿Por qué Bella me hacía eso? ¿Por qué me pedía que no los ayude? Es mi hijo. Tengo derechos sobre él. ¿Dónde estarán ahora? ¿Están bien?

... ¿Bella habrá conseguido otro padre para mi hijo?

No sé por qué me molestó imaginarme a Bella con otro. Peor aún, ver que nuestro hijo le decía a otro "papá".

Apreté los dientes.

¡Mierda! Lancé un puñete en la encimera.

— ¿Qué hago, qué hago, qué hago? —me pregunté con frustración.

Esto no era un juego. Era mi hijo. Yo tenía un hijo. Había jurado que nunca tendría uno, y ahora mi niño está por cumplir 3 años...

Me sequé las lágrimas y recopilé las fotos antes de volver a leer la nota.

"Felizmente estamos muy lejos de ti... 'Papá' fue su primera palabra."

Estaba a punto de gritar por la desesperación.

— ¿Edward? —Escuché la voz de Tanya y se me heló el cuerpo.

Estaba perdido.


Ojalá les haya gustado.

¡Nos leemos pronto!

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