N/a: Sí, lo sé... estoy mal, no acabo historias y empiezo con otras XD. Pero esta... bueno, esta está en mi cabeza desde antes de todas las otras! No la había publicado por... debo confesar, miedo, y compromiso, porque este sí es un proyecto grande... y cargado. Le había comentado de este fic a mi amada agente Vero, no sé si lo recuerde ya que a veces tiene memoria de pez XD (No te creas, amore xD). Como dije, es cargado, me inventé toda una nueva historia desde un punto desconocido, no me digan que es OoC, porque ya lo sé, y es más, se los digo: LOS PERSONAJES SON OoC.
Empiezo con una clase de Prólogo del "futuro" de la historia; el "primer capítulo" (lo que vendría siendo el prox) empieza desde el principio (ya, lo sé, soy sabia), osea, desde el principio de todo mi merequetengue para que se entienda toda la confusión que aquí se encontrarán, ¿ok? xD
De todas formas, gracias por leerme, aunque solamente hagan eso (ya saben, no dejar review, esa clase de cosas...). Esta historia es DEMASIADO dramática, demasiado estúpida y demasiado fuera de lugar. Por eso tenía miedo, pero ya, la subiré, no puede ser tan malo... espero.
Gracias de nuevo, y espero lo "disfruten" y quieran seguir leyendo más :) —Priincezz xD.
Disclaimer: Nada de Harry Potter me pertenece, es más, si ven esto solo creen que lo que uso son las ubicaciones y los nombres... de algunos personajes. En fin, todo le pertenece a J.K. Rowling y a la WB.
Prólogo
*
La lluvia caía estrepitosamente sobre el techo del auto. El frío le helaba los huesos, pero la verdad no le importaba, nada le importaba. O bueno, algunas cosas tal vez lo hacían. Pero en aquel momento sentía que el mundo se vengaba de él. Sentía que el dolor en las articulaciones, en la cabeza, incluso el dolor en sus dedos, era merecido. Y quizás lo era.
Pero él no quería regresar. No lo haría. Sentía lo fuerte de la lluvia y un pensamiento infantil cruzó su mente "Me mojaré", aunque realmente no lo haría, teniendo el carro. Creyó tantas cosas... había vivido siempre en un valle de sombras, y nadie había tenido la decencia de sacarlo de ahí.
Sintió asco de sí mismo. Siempre quería que los demás le hicieran todo... Siempre. Eso era lo que había pasado, eso era la razón por la que todo eso había pasado... Sus ojos se llenaron de lágrimas, lágrimas de impotencia, lágrimas de desesperación y de amargura. Era un tonto, siempre creyendo que su vida era perfecta, sin siquiera darse cuenta de lo que ocurría a su alrededor. Sintió que era un niño de nuevo y que necesitaba de los brazos de alguien para sentirse mejor. Necesitaba sus brazos. Eran los únicos que lo calmaban.
Estuvo a punto de estrellar su cabeza contra el volante, ¿por qué no entendía?
Más bien, ¿por qué no lo entendían? ¿Por qué lo culpaban de todo?
"Porque eres el culpable", sonó una vocecilla en su cabeza.
Él no quería ser el culpable, él nunca pidió ser el culpable... Todo eso había pasado sin que él lo notara, sin que él siquiera notara algo, lo que fuera. ¿Y eso lo hacía culpable?
Abrió los ojos y levantó la vista; la calle donde se encontraba estaba desierta. Ningun carro ni ninguna persona pasaba a su lado a causa de la lluvia. Nunca había llovido de esa forma en Inglaterra, o al menos no en lo que llevaba de su vida. Sin embargo, antes de bajar la vista a lamentarse de lo estúpido que era otra vez, vislumbró una figura que corría en dirección suya. Entrecerró los ojos para ver mejor, pero aun así la distancia solo hacía a la persona lucir borrosa. Se enjugó las lágrimas y se limpió la nariz con el dorso de su chaqueta, y entonces volvió a intentar ver.
Era una mujer, o una chica mejor dicho. Pudo ver la silueta delgada y fina de una mujer cubierta por varias capas de suéteres (lo que realmente no la hacía tan delgada). No quiso encender el carro para alcanzarla, no sabía quien era y él estaba lo demasiado amargado como para recibir visitas. Si alguien lo quería ver, tenía que ir hasta donde se encontrara él. Al adelantarse un poco más notó que su cabello era rubio, o parecía rubio, ya que se le veía claro y aplastado contra su cara.
Dejó de ver. Ya sabía quién era y no quería hablarle. Sería peor, y él no quería más reproches, mucho menos los de ella.
Bajó la vista y se miró las frías manos. Creyó que eso sería suficiente para alejar su mente de lo que a continuación llegaría, pero no fue así. De pronto sintió una tremenda picazón por toda la parte de su cuello y sentía que su garganta estaba seca. Maldición, escuchó los golpecitos que provenían de la ventana del copiloto.
—¡Ábreme! ¡Me estoy mojando! —Era una voz más fina aún. Él no levantó la cara, fingió que seguía ocupado con sus manos, pero ella insistió.—: Ronald, me dará un resfriado y eso es lo que menos quieres, asi que ábreme ya... —No había terminado de decir eso y Ron le abrió la puerta.
La chica entró rápidamente y cerró la puerta tras ella. Se acurrucó en sí misma, luego juntó las manos y trató de darse calor moviéndolas de un lado a otro.
—Tú no sabes qué es lo que quiero —Dijo él con voz ronca.
—Oh, claro que no lo sé, y no quiero saberlo —Dijo ella con desdén, mirándolo fijamente. Era una chica hermosa. Rubia, como dije, y el cabello lo tenía aplastado contra su cara; sus ojos eran unas finas rendijas verdes y sus labios eran delgados pero carnosos. La piel, blanca como la leche, y sus manos eran suaves como los pétalos de una rosa. Pero aún así, la mirada gélida y desdeñosa que le dirigía a Ron no daba buenas señales.
—Natalie, ¿qué ocurre? —Adoptó un tono más grave y preocupado que antes—. Ella... ¿está bien? —Musitó.
—No, no lo está —Contestó más fría aún—. Pero eso ya lo sabías, es por eso que te fuiste. Eres un cobarde, Ronald, nunca asumes nada. Siempre querías que ella...
—Natalie, no quiero oír tus reclamos. Si eso fue a lo que viniste... —La interrumpió.
—¡Vine porque nos abandonaste a todos allá! ¡Tú eres el que supuestamente debe de ser el primero ahí! Pero no, siempre huyes, y no lo niegues porque tú mejor que nadie sabe que es cierto —Natalie lo miró tristemente—. Ella te necesita, todos te necesitan. Ronald, no seas así, sólo ve.
Ron miró sus manos nuevamente. Tal vez era cierto, era un cobarde, pero nadie lo entendía. Todos le reclamaban algo de lo que él no tenía idea (por más que se lo repitiera no lo hacía sentirse mejor, así que probablemente se lo repetirá más) y tampoco era tan sencillo "cargar" con esa clase de "culpa" que todos le estaban poniendo.
—Yo... no tenía idea... —Comenzó.
—Lo sé. Pero eso ya no importa; el hecho es que ya lo sabes, ¿no?
—Eso no me ayuda realmente... —Murmuró más para sí mismo que para Natalie.
—No tiene porqué hacerlo. Anda, enciende el carro y vamos.
—No puedo llegar ahora... —Dijo apesumbrado—. No quiero que... bueno, no puedo verla, no así.
—Vamos, Ron. No importa... el punto es que vayas, eso es lo que ella necesita.
Al final, y después de mucho insistir, Ron encendió el carro y se encaminaron al hospital. La verdad se había retirado mucho, y se sintió mal con Natalie que tuvo que correr en la lluvia para ir por él. Trató de alejar su mente de lo que encontraría ahí, y de los posibles regaños que aparecerían. Eso no era importante, como decía Natalie. Ron se sintió en verdad bien con ella; siempre había sido seca con él y siempre le dijo que lo odiaba, no le importaba lo que sintiera. Pero él entendía ahora todas y cada una de las razones por lo que todo eso ocurrió entre ellos.
Era evidente y comprensible que Natalie se preocupra por ella, bueno, a fin de cuentas era su madre. Y Ron la había tratado muy mal, o eso parecía ser. Aunque él insistiera en que eso no había pasado...
Finalmente llegaron a un sendero rodeado de arbustos recien cortados que conducía a un portón abierto de color beige. Al entrar se encontraron con un pequeño edificio bien instalado y bien arreglado que rezaba hasta arriba: "Hospital Saint John". Ron estacionó el auto y bajaron con la lluvia aun en su punto medio.
Corrieron a la recepción, y ya no fue necesario pedir la habitación, Natalie se dirigió directamente hacia el elevador, y accionó el botón para que éste se abriera. Cuando lo hizo seleccionó el tercer piso y esperaron hasta llegar. Ya estando ahí, Natalie caminó decidida hasta el final del pasillo, y mientras lo hacía, Ron comenzó a ver pocas caras conocidas. Las únicas que estaban ahí.
De pronto se puso de pie un muchacho que corrió hasta Natalie y la cubrió con su chaqueta. Tendría más o menos su edad, o un par de años más y era pelirrojo, bajo, de ojos azules y pocas pecas en la nariz. La abrazó fuertemente, y la trató de abrigar con sus brazos. Cuando alzó la vista y se encontró con los ojos de Ron, la soltó despacio y caminó hacia él.
—Que bueno que viniste —Dijo, aunque no parecía muy feliz—. Empeoró desde el momento en que te fuiste.
—Lo sé —Contestó Ron—, Natalie me lo dijo.
Y era verdad. En el camino al hospital, Natalie recobró un poco de su enojo y le dijo las complicaciones que su madre había sufrido desde su partida. Claro que eso sólo hizo que Ron quisiera regresar rápidamente y nunca volver.
—Ronald —Oyó una voz seca y molesta al fondo—, nunca vuelvas a irte así, ¿me oyes?
Esta era una señora. Era bajita, algo esbelta, de cabello castaño y ojos chocolate.
—Mamá... —El chico saltó en su "defensa"—. Ya no te enojes, ya pasó, lo importante es que ya esta aquí.
—No me digas qué hacer jovencito —Lo amenazó con la mirada—. Tu padre y yo nos arreglamos sin tí perfectamente.
—Ralph, tu madre tiene razón, déjanos hablar en privado por favor.
Ralph se cruzó de brazos indignado y se fue a sentar a un sillón alejado, con Natalie siguiéndolo por los talones.
Lo que Ron habló con su esposa no fue tan privado, sólo lo regañó por su partida, dijo lo que había pasado y lo que los doctores habían dicho desde que él no estaba ahí, y trató de calmarlo y "consolarlo" por todo lo que estaba pasando.
—No pudimos prever nada, cariño —Le dijo—. Yo creía que ella seguiría por Natalie, pero no pudo... No sabemos por qué cosas esté pasando.
—Pero ya había pasado antes... y yo pude detenerlo, pero no lo hice... todo es mi culpa —Afirmó Ron.
—No te culpes, no es tu culpa —Ella repetía una y otra vez.
Pero Ron seguía creyendo que era su culpa, más aún después de lo que averiguó. No estaba bien lo que había hecho y ahora no sabía cómo lo arreglaría... o si lo haría. Era raro, hacía menos de media hora se sentía como basura porque todos lo culpaban, y ahora él se culpaba. Era un estúpido.
—No me gusta aquí —Dijo al cabo de un rato—. ¿Por qué no simplemente fuimos a San Mungo?
—Ya sabes por qué —Contestó su esposa—; ella casi perdió toda su magia, así que no puede ver San Mungo —Dijo triste.
Ron apretó los puños. Todo era su culpa. Si tan sólo no hubiera sido tan ciego... tan tonto... nada de eso hubiera pasado. Pero también se hubiera perdido de muchas cosas que valieron la pena vivir.
¿Hubiera sido suficiente que él se arriesgara, que arriesgara su felicidad por ella? Ella lo había hecho... hubiera sido justo que Ron le hubiera hecho eso también...
—Disculpen —Una voz nueva salió de un lugar desconocido—, ¿ustedes son los familiares y amigos de... —Un doctor salió del pasillo y consultó la ficha del paciente— Hermione Jean Granger?
—Yo soy su hija —Brincó Natalie.
Ralph estaba de repente a lado de Ron y le daba empujoncitos con el brazo.
—Yo... yo soy... —Carraspeó— su mejor amigo.
N/a: Waa, lo sé, el bendito prólogo no es la gran cosa. Pero al menos espero que quieran seguir leyendo xD Gracias por leer este pequeño pedazo de locura y si son tan lindos como creo que son (xD) espero leer sus reviews, me gusta mucho saber lo que opinan acerca de lo que escribo xD. Gracias, gracias, gracias, espero que nos leamos en el próximo cap, que sería el "primero" de esta dramática historia xD. Besos! :) (*Nota: Contesto reviews eh? XD)
