Sora y su madre son polos opuestos, y ambas tenían que coincidir en solo una cosa, para desdicha de las dos: Un hombre. Toshiko sale con Tai, mientras Sora no encuentra lugar en su propia familia rota. El tiempo tampoco es aliado de la pelirroja, cuando después de la tormenta, no viene precisamente la calma. Ahora tendrá que lidiar con moral familiar, y el primer amor verdadero de toda su vida… que compartirá o no con su propia madre… Aunque tenga que olvidarse de una parte de ella misma, o de alguien mas. (Rated M por complicado, xD)


Adoraba como el sol se ocultaba bajo todos esos estorbosos edificios de los que solía estar rodeada; es que el color rojizo que iba dejando a su paso era de lo más inspirador, además de que su cabello parecía aun más de fuego, pero la razón más importante… Significaba de era casi hora de irse.

-Sora, mesa seis, dos especiales y una tarta completa de queso.

Refunfuñó entre dientes, mientras desganada entregaba la nota a la cocinera, que en lo que parecía leerla, le daba dos bandejas con lo que la nota especificaba. Mierda, ¿Por qué era tan rápida?

Cuando llevaba la orden, se alegro de que al menos el lugar parecía vaciarse cada vez más rápido, por suerte. Pero los últimos momentos siempre eran los más duros, y ella solo quería terminar con eso pronto, estaba en verdad cansada.

Cuando tuvo dos segundos para ella, llegó otra orden.

-Esta es fácil –animó una chica rubia, también mesera; compadeciéndose de Sora. –Sólo un café para llevar, ¿puedes hacerlo?

-En verdad es pregunta –renegó la pelirroja rodando sus ojos, sin una pizca de diversión. Volteó hacia el reloj de pared, tan sólo cinco minutos mas, y al no pensar mas bien en otra cosa, derramó un poco de café sobre su mano, el café casi hirviente del vaso azulado.

-¡Maldición!- se quejaba mientras zarandeaba su mano cómicamente para hacerla enfriar, cosa que mataba de risa a la otra mesera rubia.

-Eso te pasa por ser tan amargada, como ese café que estas a punto de entregar.

-¿Y que te hace pensar que justo hoy voy a sentar cabeza? Todos los días me dices casi lo mismo –replicó mientras llevaba el café donde carajo correspondiera.

Esta vez caminaba más cautelosa; con su suerte, seguro podría derramarse ese café sobre su cabeza de la manera más estúpida.

El joven de la mesa miraba hacia el enorme ventanal, como si estuviera esperando a alguien. Sora llegó a su lado, diciendo las palabras de cortesía, pero este simplemente la ignoró. Un poco harta, carraspeó fuertemente para llamar su atención, por que por esa maldita ventana no había ni un alma.

-Oh, disculpa –le sonrió el muchacho castaño, como de su edad. –No creí que me hablaras a mí.

-Imbécil. –Sora sonrió de la manera más hipócrita que existe, y es que él seguramente era la última persona en aquel establecimiento aparte de la servidumbre, ¿a quien más le hablaría? –Que lo disfrutes.

-Oye, espera –llamó de nuevo el chico, deteniéndola por el brazo. Sora, por si misma, seguramente le habría golpeado por detenerla de esa manera, pero lógicamente, por el lugar donde estaban, se contuvo. –Necesito cambio, ¿podrías cambiarme este billete?

Otra estúpida sonrisa cínica. –Claro, si me permites –dijo, señalando con los ojos su brazo atrapado.

-Disculpa –dijo el chico haciendo una mueca de desagrado mientras la soltaba.

Sora no se contuvo tanto en hacer un gesto también, aunque mas discreto. Fue a la caja mientras sacaba tantas moneditas como necesitara, y el tipo de cabello raro seguía con la mirada en el ventanal. Ella le extendió el cambio.

-¿Es todo? –preguntó mas con ironía que con cortesía, pero igual el chico no lo notó.

-Si, gracias. Toma una parte, deberías comprar un chocolate o algo –Sugirió el chico de buena fe, dándole lo suficiente para el dulce.

Sora miraba alternativamente al tipo y al dinero en su mano como si acabara de ver lo más insólito del mundo. Él no alcanzó a ver la cara de Sora, pues ya había salido del restaurante. Bueno, entonces el día no pintaba tan mal para la pelirroja.

-Sorita, Nina dejo aquí las llaves para que…

-Eres una linda amiga, Naomi, por eso trabajas aquí –interrumpió Sora poniéndose su suéter para encargar a Naomi la tarea que justo estaba por aplicarle, y salía a toda prisa.

Reía para ella misma al fin con alegría, sacando su iPod y sintiéndose libre. Al encarar el camino a la estación de autobuses, se pudo percatar de que el castaño que había estado antes en el restaurante esperaba también el autobús. Sonrió ya mas relajada acerca de él y hasta pensó en hablarle. Eso le daba lo mismo, más ahora que lo veía subir al autobús que recién había llegado. Encogió sus hombros con la coincidencia de que si ella tomaba cierto camino, hubieran estado en el mismo autobús. Pero era la semana de Papá.

Espero sentada en la banca un rato, que se había prolongado bastante. Autos pasaban y pasaban, pero no autobuses. ¿Qué rayos?

-¿Es que ya no van a pasar autobuses?- se dijo enojada. Que suerte tuvo ese tipo… se había subido al último.

Un peatón pasó frente a ella; Sora lo interceptó con una pequeña esperanza.

-Perdón, ¿sabe si van a pasar autobuses a Shibuya?

-Hoy no lo creo –respondió el hombre. –ni en un buen tiempo, ¿no sabes de la huelga?

Eso aclaró todo. Perfecto. –No lo sabia, señor.

Suspiró, en verdad era lo único que le faltaba. Creía que iba a ponerse a llorar, pero no era lo peor de su día, aun podía llegar bien a casa de su padre. O también… si tuviera un celular. Ahora se daba cuenta del error que cometió al negarse a su uso.

Caminaba al menos a la estación del tren, la dejaría algo alejada, pero peor era nada. En su camino, un estruendo se dejó escuchar desde el cielo. Esta vez no lo pudo creer, hasta que una gota cayó en la punta de su nariz.

Y con los aguaceros que solían caer sobre Tokio…


Al menos el edificio departamental de su madre no quedaba muy lejos, pero lo suficiente para estar empapada. No quería estar con esa mujer, no esa noche. Con su padre, la noche era de series policíacas por televisión; con su madre siempre era día de verla cepillarse el cabello. Nunca le hacia caso, y le hablaba de sus citas como si fueran amigas. No sabía lo incómoda que la ponía con eso. Pero bueno… sólo seria una noche.

Cuando iba por la banqueta del edificio, casi se tropieza con un enorme contenedor de basura, completamente empapado también, y al mirarlo, encontró el vaso azulado que tenia que ver cinco días a la semana. Rió al recordar al extraño muchacho, mientras hacia sonar su bolsillo con las monedas que él le había dado y siguió hacia adentro.

Ese lugar no cambiaba nada, era como un edificio donde solo habitaban los universitarios, puesto que nunca dejaba de sonar la música a todo volumen. Igual suponía que su madre debía sentirse como pez en el agua ahí. Una mujer totalmente liberal… que era su madre.

Ya se encontraba en el último piso del lugar, tratando de recordar el número correcto de departamento. Antes se cruzó con una desastrosa fiesta a las escaleras de la azotea. Varios chicos y chicas estaban felices de la vida, totalmente ebrios como cada viernes. Uno de ellos se atrevió a acercársele, Sora se detuvo.

-Hola, pequeña Toshiko, ¿quieres venir un rato?

No estaba tan ansiosa por llegar con su madre como para no aceptar algo de alcohol, pero la verdad no se sentía muy bien.

-Debes saber que soy Sora, detesto que me llames así. Y no, no tengo ganas de ir contigo.

-¡Tú te lo pierdes! Tu madre jamás suele negarse.

Para cualquier otra chica eso hubiera sonado tan extraño, pero no para Sora; su madre solía comportarse aun peor que ella, tanto que no sabia cual de las dos tenía dieciocho. De todos modos seguía siendo muy molesto que la compararan con su madre.

Sora negó y se encaminó hacia el dulce hogar de su madre. Intentó abrir la puerta, pero esta estaba cerrada, entonces supuso que su madre estaba dormida o algo así, así que lamento el poder haberla despertado, pero un poco.

Para su sorpresa su madre abrió muy rápido, con la sonrisa jovial que Sora casi siempre ve en ella. Esta vez, era una sonrisa sorprendida.

La pelirroja notó que su madre estaba arreglada, radiante como suele estar casi siempre, con un vestido color vino que iba perfecto con su cuerpo. Hermosa, aunque le costara admitirlo en voz alta. Toshiko, la mamá de Sora era una mujer que se aferraba a sus veinte, ya que el tiempo no parecía tener el menor efecto en toda ella. A veces se preguntaba por qué su padre la había dejado ir. Es que su madre debería ser una diosa para los hombres, eso suponía. Era femenina, mucho mas que Sora misma, de hecho, esta era más masculina; era delgada y tenía una buena conversación, y es que tenía una voz cautivadora. Algo pasaba, notó además.

-Hola Sora, ¿Qué haces aquí?

-¿Vas a salir? –fue la respuesta de la pelirroja.

-No en verdad.

Bueno, seguramente acababa de llegar de donde sea que estuviera. -¡Que bueno! No sabes el fatídico día que he tenido. Como sea, ¿puedo quedarme aquí esta noche? Es tarde para ir con papá.

Toshiko mordió su labio inferior, carmín por el labial que seguramente utilizaba. Sora notó el gesto. -No piensas en decirle que no a tu sangre, ¿no? Sólo hoy, lo prometo; sabes que no me gusta estar aquí –dijo, divirtiéndose del tema, en parte.

La mayor exhaló.- No te pongas fastidiosa, Sora; no es que no quiera que estés aquí, sino que no es buen momento.

-Sólo hoy, mamá.

Si, era una mujer bellísima, pero cuando veía a los ojos de su hija recordaba que también era madre… y no la mejor de todas.

Tomó un mechón de cabello de su hija cariñosamente. –Mírate, estás completamente mojada –entonces, se apartó un poco para dejar entrar a Sora.

La chica sonrió, su madre no era nada difícil de convencer, pero la sonrisa se le borró dramáticamente del rostro cuando vio que su madre tenía compañía, y palideció cuando se dio cuenta quien era.

No lo vio venir, a esas cosas se atenía cuando visitaba inesperadamente a su progenitora. La miró ligeramente espantada y Toshiko le devolvía una sonrisa victoriosa. Sabia que su hija se arrepentiría de haber pensado visitarla, y encima de ser grosera con ella todo el tiempo.

El joven castaño que descansaba en uno de los sillones se levanto cortésmente a conocer a la visita de su cita. Toshiko después habló:

-Sora, igual te enterarías en unos días, o posiblemente nunca. Él es Taichi, llevo dos semanas saliendo con él. Tai, ella es mi única hija, Sora.

-¡Un placer, Sora!

La aludida estaba congelada. No podía articular ni una palabra por que solo estaba pensando en qué estaba mal con "Taichi". No estaba nervioso, de hecho, sonreía como un idiota, como si lo que estaba pasando en ese momento fuera cosa natural; no daba señales de recordarla por el restaurante, y lo peor de todo… ¡No se daba cuenta de que posiblemente tenían la misma edad! ¡Y estaba saliendo con su madre! Dios, iba a vomitar.

-¿Taichi? –logró decir finalmente. Ahora reía nerviosa. –No creía que venia para acá.

Tanto el joven como Toshiko mostraban una mueca confundida. -¿Se conocen?- inquirió la dama.

-No creo –contestó Tai mirando raro a Sora.

-Trabajo en el restaurante del que hace unas horas saliste… usted… salió –Estaba tan mareada, todo estaba dando vueltas.

-¡Ya recuerdo! Lo siento, es que estaba algo distraído –exclamó alegre el castaño.

Sora seguía sonriendo y temblando mientras encogía los hombros. No, definitivamente era lo peor que su mamá había hecho. ¿Cómo salía con alguien a quien tal vez le doblara la edad? ¿Y encima estar tan tranquila? Una tormenta se avecinaba, lo sabia, por que seria ella misma quien la iniciaría. Eso no era correcto, ¿Por qué era de ese modo su vida?

-¿Te sientes bien, Sora?

Asintió frenéticamente. -¡Si! Debe ser el frío que tengo.

-Mejor ve a ponerte ropa seca, Sora.

Volvió a asentir como loca.

-Espero que haya dejado de llover –comentó Tai sonriente. –Entonces… supongo que dejamos esto para otro día, Toshiko. No quiero molestar.

-Tranquilo, me parece bien, tal vez la siguiente semana.

Lo que mas deseaba la chica en ese momento era morirse, con lo fácil que era eso. También arrancarse los oídos, es que su mamá aun tenia el descaro de hacer planes frente a ella.

Vio a ambos dirigirse hacia fuera, el cielo estaba rojizo y precisamente ya había dejado de llover. Desde adentro, vio a Taichi despedirse de ella como si nada; ella correspondió mecánicamente, aun aterrada de lo que había pasado. ¡Vaya noche! Segundos después su madre entró con una sonrisa que no supo interpretar, y tampoco se atrevió a hacerlo.

-Tu cuarto esta listo, no como lo dejaste la última vez –le dijo, cerrando la puerta tras de si. –Buenas noches linda.

La mirada imponente de Sora no dejaba ir a su madre. Con sus ojos exigía una explicación, y una muy seria. -¿Qué estas haciendo?

-¿A que te refieres?

-Mamá, dime que no sabes que edad tiene. Así podré entenderte.

-En unos meses 19 –respondió. –Sora, te ruego que no hagas un drama de esto.

Sora quería gritar, quería decirle que de una vez por todas se comportara como una madre normal, que dejara de hacer estupideces, pero en vez de eso comenzó a llorar por la frustración.

-Hija –Toshiko se acercó y la tomó por los hombros. –Tranquilízate.

-¿Por qué me haces esto?

-No te hago nada, quiero que entiendas que lo que haga de mi vida no va a afectarte en absoluto, a menos que así lo quieras tú. Acéptalo, si abrieras tu mente un poco mas serias feliz. –Todo lo que decía no parecía ser suficiente para su hija, que seguía llorando desconsoladamente. –Mañana que te calmes lo hablamos.

Después de besar a su hija en la frente se retiró de ahí no muy convencida. De repente Sora se sintió furiosa, y con muchos menos deseos de permanecer ahí. Pero la verdad quería saber que estaba pasando por la mente de su madre en esos momentos, aunque tuviera que esperar al día siguiente, pues si estaba en shock.

De verdad que Taichi era tan idiota justo como se había imaginado que seria. ¿Pero por que había elegido meterse con ella?