Suspiré pesadamente mientras miraba el portarretratos que descansaba en mi escritorio. En él, había una foto de mis padres y yo, en mi graduación de la secundaria. Mire más detalladamente a la desconocida, que estaba abrazada justo en el medio de una pareja que estaban en los cuarentas.

La joven tenía el pelo color caoba y tenía una mezcla entre rulos y ondas, aunque algo corto; y me reí para mis adentros ante la idea de que era igual a una peluca de los 80´s. Unos enormes lentes con marco grueso prácticamente le ocupaba la cara de lo grande que eran; creando así, que sus ojos sean más pequeños. En los que se podría considerar una "sonrisa", había unos frenillos; y agradecí que no tuvieran restos de comida. Y la cereza del postre era que, sobre el puente de la nariz y mejillas había pecas. Me costaba admitir que, esa...

Esa era yo.

Inmediatamente me vinieron los recuerdos, de mi niñez y adolescencia en Forks, y una punzada de dolor me agarro en el estomago.

Flashback

Mientras caminaba con una copia de Shakespeare en la mano, me esforzaba por mirar a mis pies. Hace unos días, me había dado cuenta que si no hacia contacto visual con el equipo de futbol, me ignorarían y no me harían ningunas de sus "bromas".

Pero como dicen "La curiosidad mato al gato". Al mirar por el pasillo, Edward Cullen me sonrió de lado, con una sonrisa que me hizo acordar a el gato de "Alicia en el País de las Maravillas", y me mando un escalofrío por toda la espalda.

-Pero si es mi amiga, cuatro ojos. Enserio Swan, esos lentes son más grandes que tu propia cara.

Mis ojos se llenaron de lagrimas, tan rápido como las risas en el pasillo, y Edward "Playboy" Cullen se fue con sus aires de superioridad.

Fin del Flashback

Fue una horrible pesadilla ya que era el centro de las burlas. Al terminar la secundaria, tras haber ganado una beca en Harvard, me largue de allí, y desde entonces no volví a volver.

Forks era el pueblo en el que me crie, o mejor dicho "agujero negro que se hace llamar por pueblo" en el medio de la nada, se encuentra en el estado de Washington, a unas horas de Seattle. Mi padre trabajaba en la estación de policía de Forks, mientras que mi madre tenía su propia cafetería en la calle principal de Forks.

Creo que la última vez que los vi fue en el día que tomaron esa foto. No era que no los quisiera ver, sino que no quería ir a Forks, ya que ellos no pueden venir aquí por su trabajo. Por más que los extrañara, no iba a ir. Actualmente me había mudado a un pequeño departamento en Nueva York, y mi vida laboral al fin comenzó a florecer, tenía un trabajo prometedor en una firma editorial, y aunque no tuviera aun un alto puesto, tenía mi propio cubículo con un escritorio. Sobraba para pagar las cuentas y ahorrar. Pero en mis momentos libres escribía una novela que aun no estaba del todo definida.

Supongo que hasta ese día, nunca me imaginaria que volvería a Forks, otra vez. Pero esa tarde después de volver de almorzar, esa llamada lo cambio todo.

-¿Bella? – inquirió mi madre con ansiedad y a la vez preocupación del otro lado de la línea.

-¿Mama? ¿Qué ocurre? – Ella nunca llamaba mientras estaba en horarios de trabajo, a menos que… a menos que fuera una emergencia.

-Veras, es tu padre…