Capítulo 1, Diario de Izzy: Estoy en un lío
Hoy, estoy en un lío tremebundo. Sabía que mis conocimientos acerca de la informática y los Digimon me iban a dar un trabajo importante… nunca pensé que supondría traicionar al Digimundo. Quien me lo iba a decir… y lo peor, es que estoy sólo.
Empezaré por el principio: hace una semana, logré graduarme como Programador en la Universidad. Todo iba a ser perfecto, ya que me habían llamado ese mismo día para una entrevista de trabajo, en el Congreso. Trabajar para el Estado, iba a ganar dinero a espuertas… épico.
Se me ocurrió celebrarlo. Llamé a todos los Elegidos, amigos míos desde que viajé por primera vez al Digimundo cuando estaba de campamento de verano… lamentablemente, ni Davis ni T.K. estuvieron presentes. Llevaban unos días desaparecidos, y se habían ido con la excusa de "para llevarse mejor". Se que eso es imposible hasta que uno de los dos se desenamore de Kari. Seguramente, se fueron para poder intentar matarse sin que nosotros se lo impidiéramos.
En fin, decidí no darle importancia, y disfrutar el momento. Al día siguiente, llegué al Congreso, me dirigí a la secretaria, y me hicieron pasar a una sala. Allí, me estaba esperando mi futuro jefe. Parecía una persona normal… parecía. Me saludó además muy formalmente:
- Señor Koushiro Izumi, supongo.
- Sí, yo soy – respondí, con toda la educación del mundo.
La entrevista fue normal. Él ya conocía nuestra aventura en el Digimundo, así que no me pareció extraño que me preguntara por ello. Me dijo que no íbamos a trabajar en el propio Congreso, sino que me reuniera con él, el día siguiente por la mañana a las ocho, en unas naves que se encontraban al oeste de Odaiba.
Hasta aquí todo bien, volví muy contento a casa, incluso tuve la tentación de bailar volviendo a casa, pero evité hacerlo para no hacer el ridículo ante todas las personas que pasaban por mi lado.
Reconozco que esa noche creía ser de nuevo un niño pequeño, porque los nervios no me dejaban dormir… aunque si hubiera sabido lo que me esperaba, hubiera huído del país. Más que temblando, parece que un terremoto sacude mi cuerpo…
Al día siguiente, llegué donde me habían citado. Algo me dijo que no me llevara el portátil, y en efecto, en cierta forma ha sido mi salvación… y la del propio ordenador. En fín, no voy a adelantar acontecimientos.
Pasé. Muy limpio, todo en colores blancos y azules ténues… que relajación. Todo el mundo saludando amablemente, muy amables, estrechando la mano con todos… que delicia… como las pastillas para la tos que me tomo: suave por fuera… y jodidamente picante por dentro.
Me pidieron que, para empezar, desencriptara unos textos que permitían acceder a un código fuente que, según ellos, permitiría colaborar en el descubrimiento de nuevas energías. Eso ya no me lo creí. Sin embargo, como buen idiota que he demostrado ser, a pesar de mis notas, lo hice sin interrogarles. Sin embargo, la falta de confianza me permitió meter un par de erratas en el programa.
FAIL total. En cuento metí el texto con una errata, empezó a sonar una alarma, y el jefe y dos personas de seguridad aparecieron en tres segundos por la puerta. Acojonante. El jefe metió una clave y la alarma paró.
- Señor Izumi… ¿qué hace? ¿No sabe desencriptar textos basados en las Ruinas Digitales?
- Saber se, señor. Pero… - dudé.
- ¿Pero? – me miró con una mirada extremadamente fría.
Tragué saliva. Tenía que pensar una excusa y rápido.
- Pensé que esos textos podrían interpretarse de otras maneras… nunca suelo traducir todo el texto literalmente…
El jefe me miró y, tras una pausa, sonrió.
- De acuerdo. ¡No pasa nada! Corríjalo, y vaya a tomarse un café, luego le daré más instrucciones.
Corregí el texto y salí de la empresa. Menos mal que llevaba chaqueta, tenía las axilas chorreando sudor, y la tela lo había logrado tapar. Como no me apetecía estar cerca, se me ocurrió ir al bar de Tai y Sora, para poder hablar con ellos.
Tai y Sora… que suerte, han encontrado el amor… y mientras yo, aquí, amenazado de muerte, y encima con vidas a mis espaldas. En fin, tardé diez minutos en llegar, y más que un café, pedí un tazón de tila. Les conté lo ocurrido.
Tai tenía que atender las mesas, así que solamente Sora pudo aconsejarme.
- Seguro que te vigilaban por ser el nuevo. No te preocupes.
- Esos textos se parecían mucho a los de la Central de Andromon. No me gusta eso.
- El Gobierno quiere saber algo acerca del Digimundo. ¿Y qué? Todos los países lo hacen, ocurre que aquí tenemos la suerte de contar con el mayor experto.
Reconozco que me sonrojé con el comentario.
- Sora, no me digas eso, que si hay algo que me pone nervioso, es que me hagan la pelota.
- Izzy, no te hago la pelota, eres el único que entiende algo acerca del Digimundo.
- Ya…
[Suena el estribillo de Brave Heart] Mi móvil.
- ¿Sí, quien es?
- Koushiro, soy Ayaka, la secretaria de Haruto.
Haruto era mi jefe. Haruto Kato. Sorprendente que le llamara por el nombre de pila.
- Ah, hola, Ayaka. ¿Ocurre algo?
- Nada, dice Haruto que no hace falta que vengas por hoy, que ya vuelvas mañana.
- Ah, pues… vale, hasta mañana.
Colgué.
- Dicen que vuelva mañana… esto es rarísimo.
- Cálmate – dijo Sora -. Por cierto, ¿podrías hacerme un favor e ir a casa de Mimi? Tenía que darle una entrada para un concierto que me pidió, pero tenemos tanto lío que no ha habido forma.
De esa forma, fui a ver a Mimi. Que raro que estuviera en casa. Se notaba que venía de una nueva familia, y podía permitirse un año sin hacer nada… aun así, que buena estaba. Le dí la entrada y volví a casa.
Durante los cinco días siguientes, apenas tuve trabajo y estuve como el primer día. Mientras, no podía permitirme parder el contacto con Tentomon, pero eso sólo podía hacerlo en casa, ya que estaba vigilando el Digimundo y no quería arriesgarme a conectarme en el trabajo.
Sin embargo, el sexto día, es decir, ayer mismo, se complicaron las cosas. Me trasladaron a un nuevo departamento. Los colores eran fríos y oscuros, y apenas había luz. El jefe dijo, secamente:
- Desencripta.
Sorprendido de que se quedara en la sala, empecé leyendo el texto antes de comenzar… no podía ser cierto.
- Pero esto… esto es el código central del Digimundo…
- Gracias, Capitán Obvio, sé lo que quiero que desencriptes. Vamos.
- Eso es imposible.
El jefe se rió.
- No, señor Koushiro, no. Es usted el mayor experto en el Digimundo, así que debe hacerlo usted. No hay otro ser humano en la faz de la Tierra capaz de hacerlo.
- ¿Y qué objeto tiene que lo desencripte? – pregunté, enfadado.
- Muy sencillo: dominarlo. Es un peligro que esos bichos entren y salgan cuando les salga de los huevos. Tenemos que frenarlos, pero para eso necesitamos comprender el texto.
Me levanté.
- Lo siento, pero no puedo ayudar a mi Gobierno en tan descabellado plan.
- Oh, no. Esto no tiene nada que ver con el Gobierno. El Gobierno en realidad no pinta nada en esto, salvo una tapadera para que aceptaras el empleo.
Empecé a correr hacia la puerta, pero sorprendentemente, no escuché pasos detrás. Volví.
- ¿No… va… a perseguirme? – dije al jefe.
Éste encendió un cigarro, y tras una calada, dijo:
- Para qué hacerlo. No vas a irte de aquí, incluso sin que te persigamos.
Apuntó a una pared con un mando. La pared se abrió como si fuera una compuerta. No podía creérmelo: Davis, TK y Willis estaban atados contra la pared. Parecían inconscientes.
- Están vivos, no sufras.
- ¿Entonces?
- Davis y TK no se fueron a llevarse mejor. Les citamos, les secuestramos, y dejamos las notas para que nadie sospechara.
Algo raro había en la partida de esos dos. Un misterio menos.
- ¿Y Willis?
- No fue capaz de hacerlo, así que te llamamos a ti. Y además, si no lo consigues, puede ayudarte. Tienes todas las herramientas: un ordenador potente, un ayudante… y un estímulo: si no lo haces en dos semanas, morirás, tú y tus amigos.
- ¿Y cómo es que el Gobierno te ha dejado hacer esto? Usaste el Congreso para citarme.
Se rió.
- Saben lo que les conviene. Les tengo cogidos por los cojones. No pueden pararme.
- Cabrón.
Cogí una de las sillas que había en la sala, e intenté pegarle en la cabeza. Pero no resultó. Paró la silla con una mano y fue capaz de lanzarla para atrás… y a mí al mismo tiempo. Antes de salir de la sala, dijo:
- Dos semanas. No puedo esperar más. Tu sabrás si te conviene vivir o no.
Y aquí estoy, escribiendo este diario digital, a punto de ser enviado, para que alguien pueda ayudarme antes de que cumpla el plazo. El único alimento que hemos tomado los chicos y yo ha sido café, para estar despejados. Por favor, quien sea. Un amigo, un aliado… un rival, alguien que desee verme muerto, cualquiera, por favor… ayuda…
