1) El universo de J.K. Rowling no me pertenece, por supuesto.
2) Se acepta cualquier tipo de crítica constructiva. 3
Era una manía, una forma de pasar el tiempo mientras te escuchaba hablar. El timbre levemente jocoso de tu voz, los semicírculos de tus lentes bailando alegremente cada vez que arrugabas de forma casi solemne tu no desdeñable nariz, pero ella había decidido que lo que más le gustaba de ti eran los profundos surcos de la edad en tu piel. Cada vez que hablaba contigo se sentaba lo más al frente posible -quizás, después de tantos años, seguía siendo aquella niña que creía que nada escapaba a su comprensión, que podía explicar el mundo tal cual era- y se quedaba mirando fijamente a tu gesto; no a tus ojos, si no a tus arrugas. Si hubieses podido sentirlo, habrías sabido que, aun siendo Harry el que estaba arrodillado ante ti con los ojos más acuosos que había tenido nunca, Hermione era la que no quería despedirse. Sin que nadie mirase para ella -quieras o no siempre te las apañabas para ser el centro de atención-, había sabido desviar su mirada hábilmente hacia cualquier punto de tu túnica, incluso de tu pelo. Para muchos sólo sería una chiquilla con la mirada perdida; tú habrías sabido que estaba evitando fijarse en tus arrugas. Una vez más, demostraba ser la valiente de los dos.
Las varitas se fueron sucediendo, alzándose en tu memoria, con un deje tan serio que ella sabía que no te habría hecho gracia -realmente, se estaba preguntando si, de poder haber asistido a tu propio funeral, habrías preferido que al menos hubiese tarta-. Fue entonces cuando rebuscó con su mano izquierda en el bolsillo, sabiendo que sólo hallaría una cosa; tras escasos segundos, el brillo dorado de un giratiempo fue, probablemente, el mejor recuerdo al que ella pudo aferrarse.-Profesora.-Minerva miró hacia ella con toda la ternura que no estaban ocupando la consternación y el dolor en su pecho, puede que también con un deje de confusión. Distinguió el pequeño objeto en su mano, posó la propia en el hombro de la que siempre creería su mejor alumna y asintió de forma apenas perceptible mientras aceptaba el obsequio.-Gracias, pequeña.-Sí, no tenía solución. Sí, tendrías que acostumbrarte a que Hermione Granger ya no quisiese volver a fijarse en tus arrugas, al igual que lo habías tenido que hacer con la tozudez del hijo de James, o a ver más Weasleys por el castillo que tipos de grageas. Si te habías podido acostumbrar a estar muerto, de estar vivo te habrías dicho a ti mismo que también podrías habituarte a todo aquello; era, en cierta forma, acostumbrarse al tiempo-.
