Algún tiempo atrás recuerdo que mi voz hacía eco en una oscura cueva. Mi reflejo en la cristalina agua bajo la luz de la luna se sentía como algo nuevo. Esa fue la primera vez que fui consciente algo más dentro de mí. Una forma translucida lentamente tomaba forma en ese reflejo, emergiendo cómo humo tras de mí. No supe que era al principio, una persona con armadura tan familiar y a la vez extraña, su rostro cubierto por una máscara de tela blanca de los labios al mentón, y un antifaz de metal cubriendo todo su rostro excepto unos ojos claros.
Tuve miedo, no sabía donde estaba, quien era y el frío abrazaba mi cuerpo. Esa persona lentamente se quito la máscara y el mirar su rostro cambio mi inquietud. Una hermosa mujer de cabello largo brillante y rojizo me hizo pensar en la sangre, algo que ya había visto antes, bajando por mi cabeza en el reflejo. No había notado que estaba herida, no sentía el dolor sino cierto calor hasta que esa hermosa mujer se acercó y tomó mi mano.
A partir de ese día ya no volví a sentir miedo, no volví a estar sola, porque esa bella mujer estuvo siempre a mi lado. Ella me guio a un pueblo, que se volvió mi hogar, el único hombre amable fue el doctor quién me dejo vivir un tiempo a su lado, aprendiendo, trabajando cada día por comida. Me hacía feliz ayudarle, era muy pequeña, sobrevivía gracias a ellos quienes me enseñaban cosas del mundo. Sin embargo, nunca supe por qué los demás me trataban con miedo, veía personas que eran amables y otras que eran muy tristes, algo siempre se repetía en sus palabras. Bruja maldita.
No entendía la verdad, solo tenía la impresión de que era algo malo. Y por un tiempo a pesar de eso todo estuvo bien, hasta el día que un ejercito llegó e incendió todo. Fu Hao, y yo fuimos las únicas sobrevivientes, ella me indicó donde ocultarme y lloré toda la noche. Mientras las llamas se apagaban y el olor a muerte me acompañaba, ya no tenía donde ir. Fue en ese día que el destino me llevaría a un lugar insospechado, salí de los escombros buscando alguna salida. Algo pequeño se movía en la distancia, cerca de la entrada principal que estaba a un estornudo de caer.
Un niño como yo, pequeño con la mirada perdida, como si estuviera triste, como si quisiera llorar. Lo qué más impresionaba era ese peinado extraño en punta, de un color peculiar morado como de ciruelas o berenjenas. Me asusté cuando la torre empezó a temblar, grité, pero no me escuchaba, tenía miedo de quedarme sola y sin pensarlo corrí. Fue como volar, sentí a Fu dentro de mí y en un parpadeo ambos terminamos a salvo.
"Estas bien?" Pero el niño de tez blanca y los más hermosos ojos dorados que he visto jamás contestó. Era como ver el sol, yo quería ver nuevamente el atardecer. Ese momento lo cambio todo, él me salvo. Fu Hao jamás me dejo, con ella a mi lado no tuve temor de estar ante la presencia de un hombre tan enorme cuya presión hacía casi difícil respirar.
"A partir de este momento tu vida será del futuro Rey Shaman, tu voz y tu alma tendrán solo un propósito… Servir a la dinastía Tao. Por lo tanto, como una herramienta deberás ser pulida y ser digna de ese puesto"
Ren Tao, ese era el nombre del niño que me trajo aquí. Él me dio un nombre y fui tan feliz, Mei. La razón por la que seguí ese camino era la idea de un hogar, de tener un propósito, quizás tener alguien con quien hablar además de Fu. Sin embargo, después de varios incidentes, el señor Tao me dejo en claro que mi voz no era necesaria. Y no volví a hablar, solo cantaba en las noches, en mi habitación para Fu.
Yo apreciaba tanto a la señorita Jun como al amo Ren, Jun me ayudo a seguir al lado del amo Ren. Entrenaba duro, sin importar cuantas veces me lastimara, ella me ayudo a entender a Fu, me dijo que es un shaman. Yo era un shaman, Fu era mi espíritu acompañante, una valiosa alma que serviría a la dinastía Tao, a través de mi. Yo observaba al amo Ren, cuando me necesitaba mi misión era jamás fallarle, mi recompensa eran esos breves momentos que el joven amo sonreía suavemente, era tan pequeña pero cálida. En esos instantes podía ver el corazón de mi amo, y sentir que estábamos de nuevo afuera en el festival.
Aunque Fu me pidiera dejar todo atrás, yo había hecho una solemne promesa, no culpaba al amo Ren para nada. Me llevo tiempo conocer la verdadera cara del señor Tao, Ren no me abandono, soportó algo terrible y aunque terminé marcada por ello no pensé en escapar. Finalmente podría demostrar mi utilidad al amo Ren y pagarle de alguna forma su generosidad. A mis 13 años seguí como fiel sirvienta al amo Ren, en Tokio admiré algo tan diferente. El azul tan claro del cielo, edificios tan grandes y sólidos, fue tan abrumador al inicio. El amo Ren fue paciente y explicaba para mí, vaya vergüenza sentí, no podía ser útil de esa forma. Aquí recordé lo extraño que era no tener voz, tener que escribir para que la gente me entendiera, pero estaba decidida a no ser una carga.
Leía en cada momento libre disponible, hasta en las noches pasada las 3 de la mañana cuando me quedaba dormida. Despertaba en un lugar diferente, en la cama del amo tapada y sintiéndome mal por importunar con tal descortesía que súbitamente trabajaba el doble sin ser capaz de mirarlo. Su inquietud incremento con los días, yo hacía lo posible para no sumarle otra preocupación, finalmente nos asentamos en un hotel habiendo ubicado a otro shaman, un tal Yoh Asakura. Solo era cuestión de tiempo para encontrarlo y mientras tanto yo seguiría al lado del amo Ren.
