Hola a todos, hace mucho que leo en Fanfiction pero es la primera vez que escribo uno por mi propia cuenta, esta historia está hecha especialmente para Solitudely, mi esposa, a quién va dedicada
· Disclaimer: Los personajes le pertenecen a Himaruya Hidekaz y hago esto por entretención y afición personal, además para quienes lo lean.
· Pareja: Alfred F. Jones/Arthur Kirkland (Evil!América/Inglaterra).
· Advertencia: Nada por el momento.
· Retorno de una pesadilla. ·
Comenzó a sonar una canción en la radio que hizo que se despertara de su no tan larga siesta de dos horas arriba del auto que conducía su padre, el cual, se había cansado de poner temas de conversación a su hijo Arthur que iba sentado en la parte de atrás, llevaban siete horas sin hacer ninguna parada en una carretera donde no se veían como paisaje más que árboles ¿Quién podría culparlo de que se quedara dormido mientras su padre hablaba de lo interesante que es el "cómo" se seca el concreto? Claro que había alguien, su no tan querido hermano Scott que le seguiría la corriente a su padre sólo para molestarlo, por suerte para él aunque no tanto para el resto de su familia, se había quedado en casa, este sería un viaje único entre Arthur y su padre. El chico de cabello rubio se puso sus audífonos y apoyó la cabeza levemente contra la ventana para que le llegara en su rostro los leves rayos de sol que había y de nuevo cerró sus ojos.
Cuando volvió a abrir sus orbes verdosas fue cuando el auto al fin se había detenido y su padre le decía que bajara un rato y estirara las piernas, para su mala suerte lo poco de luz solar que le agradaba sentir se había ido y como bonus empezó a llover. Habían llegado a su destino, una ciudad en medio de la nada en la que pasaría con su padre sus vacaciones, bueno, en realidad, él de vacaciones, su padre estaba allí por asuntos de trabajo y necesitaba que alguien le hiciera compañía y de los cuatro hermanos este muchacho se sacó la "lotería", en el rato que Arthur estuvo sumergido en sus pensamientos no se había percatado que su padre había desaparecido y ahora volvía con unos cuantos libros en las manos y muchos de ellos se los entregó a él.
— ¿Qué es esto? — Preguntó Arthur medio desconcertado.
— ¿Acaso no sabes qué son? Son libros, hijo, los acabo de comprar en la librería que se encuentra en esta calle. —Dijo su padre en un tono medio burlesco.
—Sí lo sé... ¿Pero por qué? —Le respondió el muchacho con voz seria.
Después de toda esa fluida conversación su padre se dirigió al auto indicándole que debía subirse también, en ese instante pensó para sus adentros que al menos no se aburriría por unos cuantos días con la cantidad de libros que le acababan de entregar, el auto se echó a andar otra vez después de aquello. A otra media hora de andar en auto al fin llegaban a la casa en la que vivirían, enseguida se bajaron del auto, era una casa que le habían rentado a su padre por un par de meses mientras se quedaban en esa ciudad, era una casa bastante antigua, pero bien cuidada, al chico le agradaba su aspecto, por lo que quiso entrar luego, apurando a su padre para que abriera de una vez la puerta.
Ya dentro y con todas las maletas abajo su padre le señaló cuál sería su habitación, la miró unos cuantos segundos, se veía bastante espaciosa y tenía un gran ventanal que daba hacia una de las orillas de la casa donde se podía ver tanto el patio delantero como el trasero, además tenía baño propio, se sentía a gusto donde dormiría, así que comenzó a ordenar sus pertenencias en el cuarto para luego ir a conocer el resto de la casa, toda la casa era preciosa, con un toque a las grandes asciendas coloniales, no podía quejarse de nada. A todo esto, ya estaba oscuro, así que cenó con su padre comida que pidieron a domicilio, era bastante tarde y ninguno de los dos estaba del humor para cocinar, sin mencionar que ninguno de los dos tiene por así decirlo grandes habilidades culinarias.
Después de cenar se fueron a sus respectivas habitaciones a descansar, el padre de Arthur debía trabajar mañana así que enseguida se durmió, sin embargo al muchacho le costaba adaptarse a dormir a una cama que no fuera la suya, una almohada que no fuera la suya, un peluche que no fuera el su... ok no, así que por mientras le agarraba el sueño decidió ojear alguno de los libros que le había regalado su padre para leer: La crisálida de la mariposa; Emergiendo a un reencuentro; Las orillas de un amor; Vientos de malas palabras; Desde mi corazón, casi todos los títulos de los libros le sonaban románticos, parece que su padre le estaba queriendo mandar una indirecta de "consíguete una novia", siguió ojeando el resto de los libros hasta que se detuvo en uno, le llamó la atención la textura y grosor de las tapas del libro, los dibujos que tenía la portada, eran unas sombras humanas tomadas de la mano en un atardecer cerca de una casa, sin duda pensó que era un libro romántico también, sin embargo su suposición se desvaneció al instante, el título del libro era Retorno de una pesadilla, algo no cuadraba en este libro. ¿Por qué un libro con semejante título llevaría una imagen que parece de un romance en la portada? Decidió leer la reseña, sin embargo éste no traía, sólo hizo que el muchacho se preguntara más sobre el relato de por sí, leyó el nombre del autor sin darle mayor importancia y comenzó a leer un rato, más que libro, parecía que estuvieran relatando un cuento sencillo, el libro decía así:
"Hubo una vez un chico muy inteligente y curioso que se acababa de mudar con su familia a una nueva ciudad, el chico no conocía a nadie por lo que se sentía un poco desanimado, le gustaría poder hacer amigos en su nuevo hogar, aunque le encantaba la idea de poder conocer y explorar su nueva residencia, así que, con sus objetos más importantes que siempre lleva con él, salió a explorar su nuevo mundo, tomó el autobús y partió, le fascinaba su nueva ciudad, pues, aunque fuera pequeña, habían muchos lugares que le fascinaron, estaba tan maravillado recorriendo las calles que sin darse cuenta, ocurrió algo, cuando quiso volver a su casa porque se estaba haciendo tarde, no recordaba por donde había venido, se había perdido, estaba preocupado porque sus padres lo regañarían, había prometido llegar antes de que anocheciera, comenzó a asustarse, pero no pidió ayuda, le avergonzaba pedir indicaciones, así que empezó a correr sin mirar bien por donde iba con la esperanza de volver a la estación de autobuses, en eso, mientras corría chocó con alguien que lo tumbó haciéndolo caer al suelo.
— ¡Oh! ¡De veras lo siento! Te ayudo a levantarte. —Dijo con quién había chocado.
—Fue mi culpa, no vi por donde iba y terminé tropezando contigo —Dijo sin mirarle a la cara.
Le ayudó el otro muchacho a levantarse, fue cuando el chico le dio la mirada a quien había chocado, era un muchacho de su edad de cabello oscuro y piel muy pálida, con unos hermosos ojos azules. El muchacho le ayudó a llegar a su casa, nuestro pequeño le agradeció dándole un caramelo al cual el pelinegro azabache respondió agradeciendo con una sutil sonrisa y que le devolvería con un regalo la próxima vez que se vieran, el chico se marchó rápidamente y nuestro pequeño entró a su casa un poco asustado de que lo regañarían."
Arthur cerró el libro, la historia la encontraba sin sentido y sencilla, le había comenzado a dar sueño así que decidió dormirse, no tardó mucho antes de caer en un sueño profundo.
En ese preciso momento algo estaba sucediendo, la habitación comenzó a ponerse cada vez más fría y la luz de luna que entraba por la ventana de Arthur se fue apagando cada vez más, Arthur comenzó a soñar, estaba en su verdadera casa con su familia en la hora de la cena, todo era normal, sus padres discutiendo los asuntos de la universidad suyos y del trabajo, Scott molestando al resto de sus hermanos, nada fuera de lo común, comenzó a marearse, así que se levantó rápidamente de la silla y partió hacia su habitación, entre la oscuridad del pasillo logró llegar y se recostó unos minutos, miraba el techo de su cuarto en un punto fijo, para que no se siguiera mareando, tener los ojos cerrados hacía que sintiera peor. Ya desvanecido un poco el mareo se acomodó en su cama y apagaría la luz de su velador, en ese instante se dio cuenta, había un libro en él, le parecía familiar, lo abrió, sin embargo el libro estaba en blanco, no tenía nada escrito, miró la portada, solo tenía escrito el nombre del autor "Alfred F. Jones", miró extrañado el hecho mientras eso sucedía, la luz se fue minutos más tarde, no podía ver absolutamente nada además de la luz que entraba por su ventana, decidió levantarse para ver a su familia que había comenzado a gritar justo después de que se fuera la electricidad, bajó con cuidado las escaleras, aun así se torció el tobillo derecho por pisar mal el penúltimo escalón, maldijo entre dientes a la escalera y fue hacia el comedor, veía sus sombras en las sillas así que seguían sentados, pero había algo extraño, ninguno se movía, ni hablaba, estaban completamente inmóviles.
— ¿Mamá? ¿Papá? ¿Están todos bien? Se ha ido la luz, iré a ver los fusibles…
No hubo respuesta a sus palabras.
— ¿Qué sucede? Oigan…—dijo con un tono más preocupado.
Al no obtener ninguna respuesta decide acercarse más a uno de sus hermanos, sin embargo se dio cuenta de algo espantoso, todos estaban completamente helados y con los ojos en blanco, asustado cayó al piso y se alejó un poco arrastrándose, no tenía idea de qué estaba sucediendo, intenta encender las luces, pero aun no funcionaban, trató de llamar a la policía, a una ambulancia, sin embargo el teléfono solo hacía un chirrido interminable, no tenía idea de qué hacer, tampoco se atrevía a moverlos de su sitio, parecían maniquíes puesto precisamente ahí, en su desesperación comienza a mirar a todos lados en la sala, no podía ver nada, excepto algo, el ambiente había cambiado aún más, se había vuelto lúgubre y pesado, en medio de la oscuridad habían unos ojos brillando, no podía ver nada más, eran unos ojos azulados rasgados, llenos de odio y sed de matar, Arthur se espantó al ver eso en la mitad de la habitación donde hace menos de un minuto no había nadie, fue dando pasos hacia atrás hasta chocar con la mesa del comedor, miró de nuevo hacia el comedor, su grito de horror fue inmenso, ahora toda su familia estaba desplomada encima de la mesa, con los cubiertos de cada uno atravesados en la garganta, no hizo otra cosa que alejarse rápidamente hacia la pared cubriendo su boca tapando otro chillido ¿Qué estaba ocurriendo? No entendía nada, la pared en que se apoyaba ahora se comenzó a volver viscosa y despedía un mal aroma, todo estaba volviéndose horrible y extraño, Arthur estaba cada vez más desesperado. Los ojos azules lo seguían mirando desde el mismo sitio por unos segundos hasta que comenzó a avanzar hacia donde se encontraba el muchacho que ya no podía moverse de lo aterrado que estaba, vio salir a un hombre de piel pálida de cabello oscuro con ropas negras, de su cabeza sobresalían un par de cuernos, Arthur no podía creer lo que estaba viendo, estaba completamente pasmado mientras el hombre se le acercaba cada vez más, cuando logró reaccionar ya era demasiado tarde, lo tenía a pocos centímetros de su cara, intentó moverse rápidamente, en ese instante el hombre de cabello oscuro se le abalanzó encima impidiendo que pudiera moverse y rodeó a Arthur enterrándole las uñas en la espalda haciendo que su ropa de rasgara, le comenzó a morder fuertemente el cuello, lo que produjo que el muchacho gritara con dolor, no podía moverse, se encontraba desesperado, el pelinegro dejó de morder su cuello y le miró a los ojos a una distancia que sus narices casi se tocaban, Arthur solo miraba los ojos del otro aterrorizado mientras que el sujeto comenzó a decir unas palabras en voz baja "retorna de la pesadilla", en ese instante, Arthur despertó de golpe, su padre llamaba a su puerta para que se levantara.
Se paró de la cama con mucho esfuerzo, tenía la espalda completamente dolorida y le ardía, había pasado una pésima primera noche, le echaba la culpa a que no era su colchón, pensaba que le costaría acostumbrarse a vivir aquí por culpa de esa "malvada" cama, no podía recordar nada de lo que había soñado, sólo recordaba que era agobiante, nada más, se dirigió hacia la puerta de malas ganas y le abrió a su padre, que con una sonrisa de comercial le dijo que pronto estaría el desayuno y que fuera a recorrer la ciudad que había un día hermoso, lo miró con un poco de desánimo y envidia, con desánimo porque podía oler el aroma del pan tostado/carbonizado desde el segundo piso, ese definitivamente no sería un desayuno comestible, se enfermaría del estómago, y envidia porque su padre venía a la cueva que era su pieza con una sonrisa digna de comercial odontológico y piel brillante donde había podido dormir como un bebé, pero bueno, ya no había nada que hacer, una vez despierto le costaba volver a dormirse, le dijo a su padre que bajaría en unos veinte minutos, que iría a tomar una ducha. Se sacó el pijama y se miró la espalda en el espejo del baño, tenía completamente roja su espalda y una marca horrible en el cuello, debió ser un súper zancudo musculoso, no le tomó mucha importancia, pensó que lo rojo y el ardor era por una reacción alérgica hacia esas cosas, así que se metió a la ducha. Ya duchado, vestido y peinado bajó a tomar desayuno con su padre, logró estar sentado con él aproximadamente cinco minutos cuando se levantó su padre de la silla.
— ¿Qué sucede? — preguntó su hijo.
—Debo irme a trabajar—dijo su padre levantando su plato y dejándolo en el fregadero.
—Pero si aún falta una hora para llegar a tu trabajo.
—Quiero llegar más temprano para poder arreglar mi nueva oficina, come tu desayuno y ve a recorrer la ciudad, diviértete, después de todo estás de vacaciones, los diecinueve años no duran para siempre, Arthur. —Le dijo a su hijo mientras le acariciaba un poco la cabeza haciendo que se despeinara.
—Ya lo sé, papá, pero…
—Nada de peros, no quiero que estés encerrado en la casa, sal y conoce la ciudad, me siento un poco culpable de que tengas que estar aquí, así que intentaré hacer nuestra estancia lo más cómoda posible… ¡Se me está haciendo tarde! Me voy, cuídate, cierra bien la puerta cuando salgas.
—De acuerdo, suerte en tu primer día, papá.
—Hijo…—dijo con tono más bajo.
— ¿Dime?
—Te quiero.
El chico lo miró extrañado, de verdad debe sentirse culpable de que él deba estar ahí.
—También te quiero, será mejor que te apures si quieres llegar antes que el resto.
—Sí, me iré, adiós— cerró la puerta dejando a Arthur solo en la casa.
El muchacho se quedó mirando la puerta unos minutos hasta que sintió el ruido del auto partir, después tomó el periódico y leyó algunas noticias mientras intentaba digerir un poco de ese mortal y matador desayuno, no lo logró, el desayuno le había ganado, se levantó de la mesa a los diez minutos que se había ido su padre, lavó y secó los platos, se dio unas vueltas locas por el jardín trasero de la casa, estaba lleno de parras, parecía viñedo el lugar, bueno, no es que le desagradara en lo más mínimo, caminaba un poco desganado, aún estaba cansado donde no había dormido bien, se sentó un rato en una banca que había por ahí a escuchar los ruidos de los insectos, debía admitirlo, estaba aburrido, no tenía nada que hacer, así que decidió seguir el consejo/orden camuflada de su padre de que saliera a conocer la ciudad, entró a la casa, ordenó su bolso, guardó su celular y su billetera, sacó las llaves para cerrar la puerta y se fue a la estación para tomar el bus hacia el centro de la ciudad, la casa quedaba un poco distanciada de la vida humana, así que el mejor método que podía tener era llegar en autobús, aunque no le gustara andar en el.
A los cuarenta y cinco minutos de estar sentado en el bus por fin llegó al centro de la ciudad, curiosamente la encontraba mucho más grande que ayer cuando llegó, supone que era por la neblina que había, a diferencia de ayer, hoy estaba tenuemente soleado, no podía quejarse, bueno, podía pero no sabía de qué el día estaba perfecto, comenzó a caminar dentro de una galería mirando tiendas de diversas cosas, entró a la misma librería donde había comprado ayer su padre los libros que le obsequió, se quedó bastante tiempo allí dentro mirando y leyendo diversas reseñas, sin embargo no quiso comprar ninguno, ni siquiera científicos o de leyendas mitológicas, siendo que le encantaban, después de todo tenía varios libros aun por leer, sería un desperdicio comprarlos en ese momento si no los leería aún, salió de la librería, después entró a una florería que había ahí, aunque no lo pareciera, este chico adoraba las flores, compró algunos claveles, rosas blancas y rojas, encontraba que aunque la casa tuviera jardín, no tenía rosas, así que decidió comprarlas, fue a las típicas tiendas donde se muestra la artesanía de la ciudad, donde compró regalos para su familia, a su madre le compró un nuevo juego de tazas de té, a su hermano Glen un peluche que decía frases afectuosas, pensó en el para cuando le dieran sus arranques de bipolaridad y se calmara o si le vienen una de sus crisis emocionales las cuales le daban terror a Arthur, aunque tenía el presentimiento que su regalo se lo tiraría por la cabeza como un proyectil, a su hermano Ryan un licor que según el vendedor de dudosa confianza era de renombre en esta ciudad y a Scott aunque pensara con todas sus fuerzas que no se merecía que le regalara nada, debía llevarle su hallazgo, una gaita en miniatura, fue como si ese regalo estuviera hecho para él, además que si su padre le dice que había una gaita en miniatura y Arthur no se la había traído la casa explotaría, definitivamente tendría que llevársela.
Ya eran alrededor de las dos de la tarde y le comenzó a dar apetito, se detuvo a comer en un restaurante que le dio buena espina, reposó un rato sentado, pagó la cuenta y siguió recorriendo el centro por un par de horas más, o eso creía él, cuando volvió a mirar su reloj se puso pálido como un papel, eran las ocho y quince minutos de la noche, no se había dado cuenta porque recién había comenzado a oscurecer un poco, enseguida emprendió camino de regreso a la estación de autobuses pero…había un problema, no sabía en donde estaba, se había perdido completamente…."no importa, le daré una mirada al GPS de mi celular" pensó crédulamente, la batería de su teléfono estaba muerta, definitivamente su súper suerte se estaba esfumando junto con el día, no le gustaba pedir indicaciones, le hacía parecer según él un ignorante, así que trató de recordar por donde había venido y hacer el camino de regreso, aceleró más el paso con cada minuto que pasaba en el minutero de su reloj de bolsillo, no quería preocupar a su padre si no le encontraba cuando el llegara, comenzó a desesperarse sin ver bien los lugares por donde iba o quienes iban por la calle, hasta que tropezó con alguien más grande y fuerte que él e hizo que cayera sentado en el suelo.
— ¡Hahaha! Te has caído en al suelo de un solo golpe, debes ser muy frágil.—dijo la persona que le había tumbado con un tono de burla y gracia en sus palabras.
Arthur había pensado en disculparse, pero después de que ese hombre se rió a carcajadas de él no lo haría ni por cortesía, aún seguía mirando al suelo medio ruborizado por la escena tan penosa.
—Jejemm, dame tu mano, te ayudo a levantarte.—dijo el otro chico con un tono feliz.
Arthur no hizo ningún gesto ni respondió a sus movimientos.
— ¡Oh vamos! Dame tu mano, no muerdo.
El muchacho pescó a Arthur de la muñeca haciendo que se levantara de golpe. — ¿Estás bien? — preguntó el muchacho
—Si…thanks— respondió Arthur.
¿Por qué rayos le estaba dando las gracias al tipo que recién le había hecho pasar vergüenza burlándose de él?
—Oye ¡Estas rojo como un tomate! ¿Te sientes mal? — acercando su mano a la mejilla de Arthur.
En ese instante al tratar de detener la mano del muchacho fue cuando vio su rostro, era más grande que él en tamaño, pero parecía menor por su cara, tenía el cabello rubio, una piel blanca, usaba lente que ocultaban un poco pero sin éxito los ojos azules con mirada infantil del muchacho, se quedó estupefacto, nunca había pensado en que un hombre podría tener semejante mirada, era…perfecto.
—Deja de mirarme así, vas a hacer que me ruborice.—dijo el muchacho con tono pícaro.
— ¿Q-quién te estaba mirando? — dijo Arthur con una exaltación que ni él se la creía.
—Sólo era una broma jajaja, no te enfades.
Arthur hizo silencio por unos minutos, perdió la compostura, no lo podía creer.
—Te has perdido ¿Verdad? ¿Dónde vives? Tal vez pueda ayudarte.
—S-sólo necesito encontrar la estación de autobuses…
—Eeeeh, pues entonces te ayudo, también me dirijo hacia allá, parece que estás completamente desorientado ¡Ibas en dirección opuesta! Jajajajajajaja.
A Arthur le costaba admitir que se había equivocado, pero el chico tenía razón, estaba completamente perdido, menos mal que ahora podría llegar, ya casi eran las diez de la noche.
Caminaron aproximadamente unos treinta minutos, el muchacho le preguntaba y decía un infinito mar de cosas a Arthur, se notaba que era un chico alegre y carismático, no le desagradaba su compañía, sólo le encontraba un poco ruidoso, pero jamás lo admitiría, menos después de la vergüenza que le hizo pasar en pleno centro, no, Kirkland tenía su dignidad, así que deseaba llegar luego a la estación, subirse al autobús y que el chico desapareciera, por fin habían llegado a la estación. Arthur se apresuró a tomar el último bus que había a esa hora en dirección a su casa, iba semi vació, así que se sentó en un asiento que da hacia la ventana, aunque prácticamente a esa hora ya no se podía ver casi nada, estaba completamente oscuro, cuando de la nada siente que le habla el pasajero que se sentó a su lado, era el mismo muchacho que lo había llevado a la estación.
—¿¡Pero qué!? ¿Qué haces aquí? ¿Me estás siguiendo acaso? —preguntó Arthur en manera defensiva.
El chico lo miró con gracia y se puso a reír —Ey, no eres el único que vive esta dirección, no seas paranoico jajajajaja.
Arthur lo miró y avergonzado se fue mirando en dirección a la ventana para no tener que ver al muchacho a la cara.
Entiendo que viva en esta dirección, pero... ¿Por qué se sentó al lado mío siendo que el resto del autobús va casi vacío? Comenzó a mirar al muchacho por el reflejo que daba la venta hacia su rostro, aun no podía quitarse de la cabeza que los rasgos de ese chico eran perfectos, se detuvo en seco a pensar ¿Era perfectos? ¿no se lo podía sacar de la cabeza? Qué rayos estaba pensando, es un hombre, no debe pensar así de un hombre, no señor, jamás…pero…no podía negar que lo encontraba atractivo, seguía mirándole por el reflejo del vidrio cuando en eso el autobús se detuvo, parece que sus pensamientos habían durado demasiado, había llegado a la estación en frente de su casa, bajó apresuradamente, alcanzó a bajarse justo antes de que el conductor cerrara la puerta, sintió que alguien más se había bajado.
—UUUFff ¡Eso estuvo cerca! Casi seguimos de largo de estación.
Arthur lo miró con extrañeza — ¿Por qué te bajaste aquí? —preguntó sospechando del muchacho.
—Vivo a unos quince minutos caminando desde esta estación… woooow, espera aquí es donde vives ¡Que casa más antigua, parece de película de terror! —dijo el muchacho fascinado.
Arthur se molestó un poco por el comentario del rubio con gafas. —Bueno, pero es mi casa, es donde vivo. —Dijo entrecerrando los ojos y arqueando la ceja.
—Será mejor que entres pronto, Arthur, ya es tarde.— Dijo el chico con una sonrisa inquietante en su cara.
Aunque no quisiera admitirlo, tenía razón, su padre ya había llegado, las luces estaban encendidas. — Tienes razón, me voy...g-gracias por ayudarme a encontrar la estación.
El muchacho sólo sonrió cerrando los ojos ante el agradecimiento de Arthur sin moverse mientras el muchacho de ojos verde esmeralda cruzaba hacia la entrada del patio delantero de su casa, cuando de repente Arthur se paró en seco y se dio vuelta.
— ¿Cómo te llamas?
El muchacho de lentes encorvó la boca haciendo que se formara una sonrisa retorcida en su rostro…—Me llamo Jones…Alfred, F. Jones.
Muchas gracias por leer, el significado del título de aquel libro cobrará significado en los siguientes capítulos, espero que para ser mi primera historia aquí no sea tan mala.
