Hola a todos! Bueno esta es la primera historia que publico, dejen sus comentarios para saber que tal va.

Los personajes no me pertenecen, son de Stephenie Meyer, del libro de "Medianoche" y "Crónicas Vampíricas". La trama es de una amiga.


Algunos piensan que un nuevo día en una nueva escuela puede llegar a ser guay, que conocer a gente nueva, empezar en un sitio donde nadie te conoce y puedes ser una misma.

Pero todos ellos están equivocados. Empezar en un nuevo instituto a los quince años donde no conoces a nadie no es "guay". Es desastroso. Iba a echar mucho de menos a todos mis amigos, porque no solo me cambiaba de instituto, sino que también me cambiaba de pueblo, a uno vecino, pero seguía siendo otro pueblo, así que el hecho de ver a mis amigos se reducía a los viernes, ya que los fines de semana me iba fuera.

Toda mi vida había he vivido en Port Angeles, tenia una vida hecha en mi anterior escuela, pero mi padre, jefe de policía fue destinado al pueblo contiguo, o no tanto, ya que tenían una separación de una hora y media en coche.

El primer día amaneció lluvioso, como todos los días en Forks, el nuevo pueblo, y mientras salía del coche de mi madre me empecé a poner muy nerviosa. De hecho yo era algo tímida, y me costaba mucho hacer amigos. Al otro lado del aparcamiento localicé el coche de mi hermano gemelo Lucas. Antes de cerrar la puerta mi madre consiguió alentarme.

-Tranquila mi amor, todo saldrá bien.- me guiñó un ojo y me giré dispuesta a afrontar el primer día de clase.

Días antes me habían mencionado que tenía que ir a la secretaría a que me dieran una hoja con todas mis clases y donde estaban situadas, así que antes que todo el instituto se fijara en mi entré en la pequeña oficina donde una señora cincuentona hablaba por teléfono detrás de un mostrador.

Torciendo el gesto y fastidiada por haber tenido que dejar de hablar por teléfono me tendió un folio y volvió a su cotilleo telefónico. A penas susurré un: "bruja" cuando salía por la puerta hacía el exterior del instituto nuevamente.

09:00 Español – Aula 3G

10:00 Economía – Aula 1C

11:00 Matemáticas – Aula 1A

12:00 Historia – Aula 5 B

13:00 Educación Física – Gimnasio

Ese era el horario del lunes, y por si tenía alguna duda que ese sería un día especial, llegaba tarde, tremendamente tarde, ya que según mi hoja de horarios, tenía que estar desde hacía un minuto en un aula al otro lado del instituto.

Corrí intentando no destacar por los pasillos perdiéndome un par de veces hasta llegar por fin al aula 3G. En la puerta había un cristal, y por suerte no logré ver a ningún profesor en el interior, además que no había ningún tipo de control en la clase, ya que todos estaban de pie o sentados en las mesas.

Abría la puerta con cuidado, y agarrándome fuerte al asa de mi mochila me senté en el último pupitre de la clase. Nadie estaba en el pupitre contiguo, así que aproveché para dejar mi cartera en ella.

Saqué el móvil e intenté no parecer tan marginada como realmente lo estaba, o al menos intentar demostrar que no me importaba el hecho que nadie me hubiera mostrado su atención, aunque, obviamente, todos se habían percatado de mi aparición en la clase.

Se acallaron las voces cuando una mujer bajita y con gafas entró en clase.

Dejó libros y carpetas en su mesa y salió nuevamente de la clase. "Vaya tontería" – pensé cuando salió de clase, - "¿El primer día de clase y ya carga con todo eso?"

Guardé el móvil en el bolsillo derecho de mis vaqueros y miré por la ventana.

Llovía a cántaros y logré esbozar una sonrisa, me gustaba la lluvia.

La clase se llenó de aplausos y risas cuando un chico entró en clase. "Pero que chico", pensé yo.

Era alto, debía medir metro ochenta, morena y con unos ojos verdes preciosos. Dientes perfectamente blancos que le dibujaban una sonrisa arrebatadora en el rostro. Supongo que sin querer me quedé embobada, pero detrás del chico me di cuenta que había otro chico guapísimo también: pelo castaño, ojos topacio y una piel muy blanca.

En aquellos momentos me gustaba el cambio de colegio, en el otro eran todos… normales, digámoslo así.

El primero entró entre bromas con los amigos y el segundo se mostró un poco más reservado, sonriendo en algún instante. El primero miró a la clase en general y le dijo alguna cosa a su amigo, y ambos empezaron a otear la clase, hasta que los dos me miraron a mí.

Noté como me subían los colores y me saqué la diadema para que el pelo pudiera intentar esconderme parte del rostro.

Noté como se movía la silla contigua y al alzar la vista me sorprendí al ver que el segundo chico se quedaba pensativo delante de la silla. ¡Mierda! Me había olvidado la cartera en la silla.

-Perdona.- balbuceé mientras lograba sacar la mochila de la silla, creó que el esbozó una sonrisa o algo que se le parecía.

-Tranquila. Soltó la mochila a los pies de la mesa y se sentó en la silla, recto y erguido, como si tuviera una escoba clavada en la espalda. Delante se sentaban dos chicas, una rubia muy rubia y una morena muy morena. La rubia giró la silla y se apoyó en la mesa de mi compañero y se susurraron un saludo, ella me miró y me sonrió, le devolví la sonrisa y la profesora entró por la puerta.

Sonó el timbre y mi compañero, Edward Cullen ya había recogido todas las cosas y salió fuera de clase con Damon Salvatore el chico guapo de los ojos verdes.

Me levanté y cogí la mochila para salir cuando una voz me detuvo.

-Hola.- la chica rubia, Patricia, me estaba hablando. Medio sorprendida le devolví el saludo.

-Ey…

-¿Isabel?-preguntó intentando recordar mi nombre.

-En realidad es Isabella, pero llámame Bella, es mucho más corto y menos anticuado.-intenté simular graciosa, pero obviamente no funcionó, ya que no se rió. Vanessa, la chica morena que se sentaba a su lado se acercó a nosotras.

-Hola.- sonrió al mirarme. Yo le devolví el saludo con una sonrisa.

El timbre sonó de nuevo, y volvió a recordarme que llegaba extremadamente tarde a la siguiente clase otra vez.


Fin del primer capítulo.