La historia pertenece a S. Mayer.

Esto solo algo que retumba en mi cabeza todo el tiempo, es hora de que salga antes de que mi cerebro explote.


HURRICANE DRUNK

I'm in the grip of the hurricane

I'm going drink myself to death. I Know it's gonna hurt

But I I'd like to think things can't get any worse.

I don't want shelter, I belong to the hurricane

-Florence & the machine


EN LAS GARRAS DEL HURACÁN

La muerte no era un visitante nuevo en su vida.

Siempre que llegaba a ella las cosas cambiaban, las personas lo hacían. Nunca vio morir a sus padres, pero durante toda su vida lidio con la perdida.

Isabella Swan era una mujer que había perdido todo cuanto tenía a lo largo de los años.

Algunas despedidas fueron por su causa, en realidad, fue ella quien las provoco. Otras fueron azar en el destino, de una peculiar manera se las arreglaba para apostar siempre contra él. Finalmente, hubo muertes que venían a ella cuando menos las quería, vinieron a ella para dejarla en las sombras y regresarla al huracán.

Criada en la mitad de Chester Square, quizá uno de las avenidas más ricas en el mundo, era el lugar de donde provenía su más grande felicidad y la más horrible de sus tristezas.

Cuando tuvo 10 años, fue el lugar de encuentro con su familia. Una enorme casa donde jugar con el travieso Emmett. Gastando bromas, corriendo y volviendo loca a su abuela. El lugar donde Tanya llegó perdida y asustada. Chester Square, en Belgravia, era el lugar donde jugar.

A los 20 años, paso a ser el lugar que le recordaba la muerte de sus padres, era el sitio donde estaba destinada a vivir recordando constantemente su pasado.

Se formó en el King's College London School of Medicine.

Lo había hecho durante esa temporada en particular. Fue su campo de batalla, el lugar donde dejó la última gota de la persona que era. El King's le dio armas contra ella; le dio a su mejor amigo, Jasper; pero sobre todo le dejo convertir su alma maltrecha, fue un impulso de renacimiento.

Trabajar en el King's le hizo conocerlo a él.

Cuando la luz se apaga.

Un molesto sonido retumbaba en sus oídos. El incansable despertador seguiría haciendo ruido hasta que Bella se dignara a apagarlo, sabía que a él le molestaba ese sonido, por eso mismo lo programaba todas las noches.

Isabella abrió los ojos. 5:45 de la mañana, debía levantarse e ir al trabajo. Empezó a desperezarse en su propia cama cuando escucho un fuerte plap, de la puerta del departamento. Se había ido. Tocó el otro lado de la cama: vacío y frio. Bueno al parecer si fue al sillón pensó recordando la discusión de la noche pasada.

Aun somnolienta y con la vista borrosa se dirigió al baño. Al conocer de memoria su hogar, podría andar con los ojos cerrados como lo hacía ahora y aun así encontrar lo que ella quisiera, le costó varios golpes en el dedo pequeño del pie, algunos objetos quebrados y la risa cantarina de Aaron al encontrarla en el piso, pero lo logró: memorizo cada parte del apartamento en el 51 de Balham Hill.

Era un pequeño apartamento con tan solo una habitación, la estancia y la cocina. Totalmente diferente del lugar donde solía vivir. Era el lugar de Aaron, un lugar nuevo, un capitulo nuevo.

Amaba vivir en Londres. Era una ciudad llena de una gama de fragancias. Llena de oportunidades que se antojaban esperanzadoras.

El agua cayó sobre sus hombros; el líquido caliente le tranquilizo mientras pensaba en la noche anterior. Sabía que no conseguiría nada más que frustrarse al meditar sobre la causa de la discusión con Aarón, era un cabezota.

¡Vaya! Esta vez sí que sea cabreado. Y todo por… por… demonios ni siquiera recuerdo porque empezó el drama

Pronto salió de la ducha, se envolvió en una toalla purpura y seco su cabello para poder recogerlo con alguna pinza que encontró. Se recargo sobre la pared entretanto observaba la fila de ropa, eligió unos vaqueros negros y una blusa lila, también tomo un sujetador y unas bragas limpias, todo lo aventó a la cama y siguió caminando, encendió el televisor y dejo el mismo canal que estaba, ni siquiera lo vería, solo quería ruido.

6:05 am. De nuevo se le había hecho tarde. Tomo la botella casi vacía del perfume que solía utilizar su madre y se colocó unas gotas detrás de los lóbulos de las orejas; soltó un suspiro al tiempo que la fragancia inundaba sus fosas nasales y sentía ese familiar olor que le recordaba tanto a su madre, su cariño, el calor de sentirse en casa. El aroma que le envolvía en un escudo impenetrable.

6:10, la segunda alarma sonó, aquella que instalo desde la vez que siguió durmiendo hasta que se fijó en la hora (las diez de la mañana, tres horas después de su horario de entrada).

Maquillaje sobre aquella piel porcelana que tenía (herencia de su abuela), y el característico color coral a sus labios. Después aliso las arrugas de su cama, y apago la televisión.

En la mesa tomo su bolso, su bata y un cepillo, ya tendría tiempo de improvisar un peinado. Se dirigió a la cocina para preparar café pero este ya estaba listo Hase. Busco su termo rojo en la alacena y al bajar la vista a la cafetera encontró una nota con la letra desordenada que conocía tan bien:

"Disfrútalo. Nos vemos por la noche. Aarón"

Sonrió y guardo la nota en el cajón que se encontraba a su alcance. Cogió la cafetera y vertió su contenido en el termo, lo cerro, doblo su bata y la acomodo dentro de la bolsa, le siguieron sus llaves y la cartera con sus identificaciones. Cerró el enorme bolso y lo colgó sobre su hombro derecho, tomó el termo con el mismo brazo y salió del departamento.

Seguir la misma ruta hacia el subterráneo y viajar en él era su manera de recordarse entrar al mundo. Las personas caminaban como pequeñas hormigas, ella era una de esas.

Camino directo al pequeño puesto de periódicos a la entrada de la estación de Clapham South. The Daily Telegraph le sonrió desde su estante. Bella solía comprar los periódicos para enterarse de su familia sin tener que hablar con ellos. Rara vez escribían una nota que le dijera algo importante, esas eran las veces en que solía llamarlos o incluso se permitía visitar la casa en Eaton Square. La residencia Swan, la casa de sus abuelos.

-¡Bella! Aquí tengo tu periódico- Bill, el dueño del puesto, señalo hacia arriba de donde varios periódicos posaban tomo uno y se lo entregó.

-Grandioso- sonrió de forma explendida mientras lo tomaba y pagaba extendiendo un par de libras.

-No hay cambio, lléveselo y después me lo pasa- aseguro muy confiado de que Isabella saldaría su deuda.

Bella le agradeció el gesto y siguió caminando. El periódico en la mano izquierda, su café en la derecha y el bolso sobre el hombro. Saco su tarjeta Oyster para deslizarla por el escáner y siguió con sus pasos rápidos hasta alcanzar la escalera y a los andenes.

6:25 am. El subterráneo llego a la misma hora que ayer, y en el mismo lugar. Tomo su lugar junto a la ventanilla. Era la mitad de noviembre en Londres y el frío característico de la ciudad era la excusa perfecta para calentarse con el café. Adicta o no, como solía llamarla Alí, abrió el preciado termo y tomo un sorbo. Soltó un suspiro alto y gutural. El café había sido preparado tal como le gustaba: casi sin azúcar y caliente, muy caliente.

EE UU es acusado de…

No política no, no tenía ánimos de eso así que siguió con la siguiente sección

"Hollywood rompe su compromiso con el empresario, la cantante..."

Chismes mediáticos. Tal vez más tarde.

La siguiente sección le dejo estupefacta en su lugar, de hecho si no hubiese estado sentada hubiera temido caerse:

"El corporativo Swan &Cullen Inc. presenta nueva imagen y nuevo director..."

Mierda… está aquí.

Una oración era capaz de derrumbar su día. Una oración siempre capaz de enemistar a la más fuerte relación. Algunas palabras eran capaces de accionar una guerra. A través de los años la humanidad había aprendido el poder de las palabras, su consecuencia y los beneficios que se podían tener de ella, el encabezado de ese periódico fue le recordatorio de nunca poder escapar.

No sabía cuánto tiempo tardaría en volverse a ver sumida dentro de ese mundo, el poder y las personas que traía su familia de generaciones atrás. No sabía cuánto tiempo tardaría, cuanto lograría resistir para no correr a él.

Esa oración era una promesa de volver.

"...director en la sede principal. La empresa antes dirigida por Alexander Swan ha nombrado a Edward Cullen como nuevo director general de la compañía, cargo que se incorpora tras cuatro años en la sede internacional de París, donde su último puesto fue el de Director corporativo de construcción.

Licenciado de una de las más prestigiosas universidades del país..."

¡Claro que sabía eso! No por nada habían pasado muchas tardes discutiendo sobre qué universidad era la mejor, así que mejor se saltó esa parte. Bella era partidaria de Cambridge. Edward era de Oxford.

"… con varios master, y un doctorado en su currículo; la compañía no duda que el joven de tan solo 29 años es la mejor opción para la transnacional.

Esperando que la compañía anuncie el día de la tan acostumbrada ceremonia de jubilación y nuevo cargo, este joven ya ha tomado las riendas de uno de los más importantes corporativos de la nación."

Terminar de leer el artículo no había sido suficiente. Decidió volver a leerlo por si acaso hubiese omitido algún detalle. Sabía perfectamente que no era así, pero su subconsciente deseaba asegurar la poca información que lograba poner de los nervios a una mujer hecha de hielo.

Después del artículo se encontraba una foto de un joven alto y fibroso, con el cabello cobrizo y desordenado, los ojos verdes y grandes que eran como dos bofetadas, tenía los labios gruesos y facciones angulares, con su piel de un ligero bronceado. Aún después de siete años sin verlo… bella podría describir y enlistar cada una de las características de Edward Cullen. Era tan hermoso que dolía verlo. Posaba junto a un viejo con la cabeza rapada, alto y delgado a pesar de que pronto cumpliría los 82 años.

Eran hombres de hierro, con sus trajes hechos a medida y un ego que haría verse humilde hasta a el mismo rey.

-Abuelo, a ti te gusta causar revuelo- suspiro con un tono de reproche en su voz mientras acariciaba la fotografía como si transmitiera la sensación a través del papel.

Allí estaban retratados dos de los hombres que siempre tenían un papel en su vida, uno como el hombre que la cuido, protegió y ayudo después de la trágica muerte de sus padres, y el otro como el fiel amigo de la infancia y amor de juventud.

-Próxima estación: Denmark Hill" -El anuncio de la electrónica voz del subterraneo o tube, la sacó de sus pensamientos. Rápido acomodo sus cosas y se acercó a la puerta lista para bajar y enfrentar el mundo.

Tres semanas después.

-odio que hagas esto. Simplemente no puedo preocuparme por ti- dijo ella mientas observaba a la pared, cada vez era más difícil verle a la cara y no desviar la mirada.

-Yo no… -empezó él.

-¡No!- zanjó ella- Déjame terminar.

Aaron la observaba directo como una navaja afilada. Miraba su rostro tranquilo, como si estuvieran hablando del resultado del partido de rugby de la semana. O como si le preguntara que había para la cena.

-Lo sé, no creas que…

-Ya no puedo Aarón- le dijo mordiéndose el labio inferior y bajando aún más la mirada. Oservando los abundantes puntos del suelo de su apartamento esperaba correr lejos del apartamento.

El Agente Hase notaba la molestia de ella, porque si existía algo que ella se había esforzado por lograr era que se diera cuanta de cuan enojada estaba, sin embargo los sentimientos de la chica fueron olímpicamente desdeñados por él.

-Sabes, antes éramos tu y yo contra el mundo- suspiro ella como si recordara muy viejos tiempos.

-Bells, sé que estos meses han sido difíciles, quiero que… No, debes entender que las cosas no son lo mismo.

-¿No es lo mismo? ¡Que no es lo mismo!- En dos segundos habían cambiado de la melancolía a la ira.

-Eres imposible –terminó por decir antes intentar salir de la habitación. –No quiero que me llames cada dos minutos. Tengo un trabajo Isabella

-Ya lo sé, y por eso lo hago

Comenzó a negar con la cabeza haciendo que él quisiera arrancarle la cabeza con sus propias manos.

-Me preocupa tu seguridad, crees que es fácil entrar a una sala de choqué pensando en ti, pensando en lo que haces. –Dijo ella pensando que sus razones eran lo más lógico que había escuchado alguna vez en su vida y cuidando los calificativos hacia el dichoso trabajo.

Llevaban veinte minutos sobre ella, siempre un reclamo más, una justificación sobre otra, un motivo encima del anterior, y continuamente saltando de un tema a otro. Que si la cena estaba insípida, o si él había llegado más tarde de lo usual, o bien ella hablaba continuamente de su vida en el hospital y a él no le agradaba saber de ello.

-Yo soy el responsable.

-¡¿y yo qué?! ¿Crees que pase por la universidad de balde?

Las discusiones habían comenzado desde hacía un par de meses atrás, después de que el Agente Especial Aaron Hase consiguiera un puesto como guardaespaldas de un joven empresario apenas unos años mayor que él.

Bella había conocido a Aaron en una sala de urgencias cuando tenía 23. Desde el inicio sabía que ese hombre era de los que les gustaba vivir con saltos de adrenalina.

Había aceptado salir con él cuando la descubrió en un bar en los bajos mundos de Soho. Quizá por controlar lo que veía de ella, tal vez por la curiosidad de saberse deseada. Al final había resultado un gran amigo, y después de un par de años una pareja muy atenta.

Lo que más le agradaba de todo lo que tenían es que después de muchos años de vivir junto a su familia, por fin a los 25 años se había mudado a un pequeño apartamento en el 2 de Clapham South.

-No seguiré con esto, nunca hay un fin contigo. Vete a la cama Bells, mañana debemos volver al trabajo- dijo con la sutil orden impresa en sus palabras y señalando la cama que compartían con su mano.

Aún enojado Aaron era un hombre tierno. Nunca le llamaría Swan, o Isabella para llamar su atención. No le gritaría, en realidad, era Bella la que solía gritar para discutir. Aaron tenía la sutil manera de hacerla callar con un par de palabras.

-Vete a la cama Bella- lo remedo ella- come bien Bella, descansa Bella- siguió mientras Hase rodaba los ojos.

-Haz acabado chiquilla mimada- preguntó haciendo una pausa para ver si contestaba algo más –Iré al sofá

Por lo general a él le gustaba sacarla de sus casillas de vez en cuando, le resultaba divertido como fruncía el ceño y el como sus mejillas se encendían de indignación; ahora las discusiones eran aburridas e incluso tontas, cada vez se cansaba más de ellas y de los reclamos ilógicos, de ambas partes había que admitir. Esa noche ella paso el tiempo pensando en los dos, ¿Qué fue lo que les paso?, ¿En que cambiaron? Eran preguntas que rondaban su mente. Hace unos meses atrás eran una pareja de enamorados, eran felices, compartían todo. Era el inicio de una relación que Bella esperaba fuera definitiva.

Secretamente había deseado olvidarse de su pasado. Olvidarlo a él. Y de una forma casi compulsiva entregar toda su energía a hacer perdurar esa llama titilante que era su relación con Aaron. No era como la leña en una chimenea a la mitad del invierno, era más como una pequeña vela de cumpleaños que espera la oportunidad de incendiarse.

Aunque tenían cerca de cuatro años conociéndose, tres de amigos y algunos meses como pareja. Desde el primer momento habían conectado y se habían vuelto un capricho, el uno con el otro. A Aaron le tocó conocer a la Bella caprichosa, la Bella Swan entregada y determinada en su carrera. La Bella de hielo que de manera psicópata y compulsiva se hizo olvidar. Fue el agente Hase el que juntó los pedazos de Bella Swan y los fundió en un ser equilibrado y determinado.

¿Cómo se hubiesen conocido si Aaron no hubiese recibido un disparo? Su destino era caprichoso, y después de un tiempo juntos, volvía con algo simple. Regresaba como una llamada, una persona o una noticia; capaz de hacer temblar los cimientos en la vida de Bella, y con ello deshacer la cordura que se había esforzado por forjar.

Eran tan distintos como agua y aceite, él era dulce y encantador. Sus ojos eran verdes tan profundos como como un bosque, eran el tipo de ojos que le transmitía calma y seguridad. Dos de las cosas que más apreció y busco en él. Ella era ordenada hasta la medula, todo debía ser perfecto y lineal, el no podía ni ordenar sus calcetines mientras que ella tenía un sistema para la cocina. Ella era perezosa y el hiperactivo.

-A los dos nos gusta el mismo libro, y el mismo color -comenzó a pensar y regañarse Bella en eso no se basa una relación. ¿El chocolate tal vez? No, ni siquiera eso. A él le gusta amargo y a mí el blanco

Eran diferentes sí, pero no era acaso esa dualidad lo que les hacía ser ellos y a la vez uno. Eran su diferencias las que los hacía unirse y congeniar de un modo dinámico y casi premeditado.

Así se dejó llevar por el cansancio que se le acumulaba desde varios días atrás. Había permanecido todo el día pegada al celular esperado su llamada, había estado también preocupada por su seguridad, el ser guardaespaldas no era el trabajo más seguro del mundo pero era lo que él hacía, después de todo había trabajado y aprendido de los mejores según sus propias palabras.

Cuando Bella había intentado hacer que cambiara su empleo él la distraía de su objetivo de una manera de la cual no encontraba manera de quejarse, sexo con él era una gran manera de escabullir. Ahora las discusiones y un Aaron de campamento en el pequeño living del flat, no era algo que a ella le gustara en sobremanera.


V. O'H

Estoy en las garras del huracán, beberé hasta morir. Sé que va a doler. Pero me gustaría pensar que las cosas no pueden ir peor. No quiero refugio, pertenezco al huracán.