La Historia del Ved Dovah Kulaan

Disclaimer: The Elder Scrolls no me pertenece, solo mis OCs, algunos como Kun, pertenecen a sus respectivos dueños. "M" para lo que tengo en mente más adelante.

Era la Cuarta Era, en el año 563, el Joven Dragón fue despertado por el gélido viento del norte, que para él no era más que una simple y refrescante brisa. Era ya medio día cuando se levantó de la roca plana ardiente que era su cama, caminó hacia la ventana de dos metros de lo que era su habitación (que para otros sería un salón de festín) en la torre principal de su fortaleza: Skuldafn, y tras unos momentos de contemplar el paisaje de la bella Skyrim, como solo ojos de dovah podrían, salió por la ventana y trepó la torre utilizando solo sus garras, avanzando por los salientes en la roca. Una vez hubo llegado a la cima, se sentó en la nieve y recorrió con la mirada la bulliciosa ciudad-fortaleza que era su morada. Luego cerró los ojos y dejó que el sonido, los olores matutinos y el viento lo llevaran a Sovngarde. Habían pasado poco más de 200 años desde el Gran Cataclismo, y en general, tanto su 'humilde hogar' como el resto de la provincia, y en general todo Tamriel se había recuperado muy pronto. Uno casi pensaría que nada había pasado.

-Drem yol lok, Thuri, ¿pensativo de nuevo?- Dijo una voz a su lado, Hahnu (diminutivo de todo su nombre) volteó a ver en la dirección de la voz y vio a Odahviing, su más vejo y leal amigo, teniente, y todas esas cosas.

-Drem yol lok Od, geh, en efecto... Dioses, han sido tan solo 200 años, poco más, quién cuenta, para nosotros el tiempo pasa diferente.- Dijo con tono burlón, aun sin poder creer lo rápido que había sido todo.

-Ha sido la guía de un sabio líder.- Dijo el dragón.

-Y la voluntad de un pueblo fuerte, ni siquiera soy rey.- Terminó el joven mientras se rascaba uno del par de sus largos cuernos de azabache con marcas escarlata que estaban entre su larga e imponente melena negra como la noche. "Pero ha cambiado todo parra bien".

Hahnuheimkulaan Junnesejer Stormcrown, Liz Yol Lok Kulaan, hilo de Alduin, la devoradora de mundos y Dharak Stormbringer, el último Akaviri, y Dragonborn con sangre aedrica, había sido concebido en el año 280, pasada la Segunda Crisis Dragón y la Crisis Vampírica, nacido con todo el talento natural de su madre y todo el potencial de su padre, fue entrenado tanto en las artes de la Fuerza, Arcanas, y Sombrías como en el Camino de la Voz, siendo aún mejor guerrero, ladrón y mago que su padre, con una voz infinitamente más potente que la de su madre, y criado entre honores y gloria, aunque con cierto rencor por parte de algunos dovah que no quería a un "hibrido" como su rey, el niño vivió feliz hasta los 8 veranos, hasta el día en que el Alba Mística, adoradores de Dagon, decidió hacer su contraataque. En venganza de su padre, quien había robado y profanado la Cuchilla de Mehrunes hace tantos años, y siguiendo la guía y ayuda de su señor, decidieron usar todos sus adeptos para emboscarlo en uno de sus viajes y acabar con él, eran más de 1000 enemigos, incluidos magos, guerreros y toda clase de abominaciones de Oblivion. Dharak luchó valientemente, diezmando casi todo el ejecito, pero al final, también él cayó en batalla, como un verdadero guerrero. Después de la muerte de su padre, a los doce, Hahnu fue constantemente desafiado a duelos, tanto por otros dovah como por guerreros humanos, unos querían el derecho de suceder a Alduin, otros querían matarlo por los viejos rencores, él, con gran pesar de tener que luchar contra sus propias razas, asesinó a todo aquel que se le enfrentó, antes de ver trece inviernos. Alduin, presa de inmensa pena y dolor, acabo sin ninguna compasión con el Alba, no se detuvo hasta que todos ellos y todo rastro de su culto fuera eliminado de la faz de Nirn. Pero su vida no pudo aguantar por mucho con la pérdida de su esposo, pues el corazón de un dovah solo ama una vez. La Diosa de la Destrucción vivió otros ocho años, hasta que murió de pena, dejando a un joven dragón en cuerpo de hombre huérfano a los 16, no sin decir unas últimas palabras:

-Hahnu, hijo precioso. No te dejaría si hubiera otra opción, pero mi roto y solo corazón ya no puede aguantar más, he durado ocho años para terminar tu entrenamiento, y para verte crecer como un gran hombre y un poderoso dovah, me alegro de haberte visto al menos una última vez. No me he equivocado, vas a ser mejor soberano de lo que yo alguna vez fui, tu padre estaría muy orgulloso, pero mantente siempre en guardia, los dov nunca cesarán de desafiarte por el trono que es legítimamente tuyo, y la guerra contra Dagon y sus hermanos está muy lejos de terminar, y será tu deber acabar lo que nosotros iniciamos, por Mundus, por nuestra familia, y por todos aquellos que han sufrido a manos de los Daedra. Adiós hijo mío, solo nos veremos de nuevo en la casa de mis padres. Y recuerda, mientras nos recuerdes y nos lleves en tu corazón, nunca te dejaremos realmente. Te amo… mi pequeño…- Dijo Alduin antes de cerrar los ojos por siempre.

Y las últimas palabras de Alduin fueron como un augurio apocalíptico. Apenas 7 años después, sabiendo que los dos mayores obstáculos fueron eliminados, una coalición formada por Molag Bal, Boethia, Mephala, y el mismo Dagon atacaron Nirn por una grieta creada por Bal, desde su plano en La Bahía Helada en el año 303. Pero el Príncipe Dragón ya estaba listo y esperando. Había pasado años entrenando y preparando un ejército conjunto de joor y dov para recibir a Dagon, había derrotado a Karstaag, al propio Miraak y al mismísimo Hemaeus Mora en su propio dominio, conseguido las alianzas de Sanguine, Jilagag, Seogorath, Perithe, Hiricine, Meridia, Azura, Malacath y Nocturnal, mientras que el resto de los Daedra: Namira, Vaermina y Clavicus Vile solo miraban desde lejos. Con esta alianza, el joven príncipe luchó y repelió las legiones de los viles seres que amenazaban su mundo, cuando los generales del ejército enemigo lo enfrentaron directamente. Cuatro Príncipes Daedricos lo enfrentaron, los cuatro fueron derrotados. Pues el joven Dragón había aprendido el Grito secreto de la destrucción, con el que su madre había previamente derrotado a los Daedra, en los primeros días de Nirn, y apenas vivido 20 años ya era más poderoso que ella. Pero sabiendo que era solo una batalla ganada en una guerra eterna, Hahnu decidió llevar la guerra a los Daedra, a sus propios planos, fueron un total de 10 años de batallas, pero los logros habían sido legendarios: Los ejércitos de Dagon, Mephala, Bal y Boethia habían sido aniquilados, sus generales y tenientes asesinados, y los dremora sobrevivientes dispersos al resto de los planos de Oblivion, había dado genocidio a los Titanes Daedricos, y de la fortaleza de Bal no quedó más que cenizas. Y para asegurarse de que los Príncipes no dieran más problemas, selló a Boethia y a Mephala en sus reinos, y sobre Dagon y Bal lanzó un hechizo que los hizo odiarse y luchar a muerte el uno al otro (Mucho más de normal), luego los lanzó a un vacío sin tiempo, cortesía de Akatosh. Y ahí siguen, encerrados, demasiado ocupados odiándose y tratando de aniquilarse por el resto de la eternidad, sin darse cuenda de la situación en la que están, de la que nunca saldrán. A este episodio en la historia se lo llamó el Gran Cataclismo, y a la paz siguiente, la Gran Paz. La Conquista de Akavir (Que trajo consigo el regreso de los dragones rojos y negros, asesinados por los Hombres Tigre) y la Caída de los Elfos se llevaron a cabo veinte años después de la paz ya mencionada, cuando los Hombres Serpiente, los Hombres Tigre, los Demonios de Hielo y los altos elfos se rindieron ante él y aceptaron ser provincias del Imperio.

Se le fue ofrecido el Trono Rubí más de una vez, pero él nunca lo aceptó, pues siempre dijo que él no era ningún emperador, pues era el Príncipe de Nirn. Tras la victoria sobre los elfos, dedicó su tiempo a recolectar los fragmentos del Amuleto de Reyes, para usarlo como su derecho natal. Después de restaurarlo, pasó el resto del tiempo buscando aventuras, encontrando artefactos antiguos y reconstruyendo Skuldafn a su antigua gloria, en tan solo 50 años la ciudad ya estaba corriendo como nueva, y el mayor problema había sido resuelto, dov y joor convivían en armonía, no como amo y sirviente, sino como aliados. Todos los pueblos vivían en una paz no vista desde la Segunda Era. Y como acto de buena fe para los elfos, mandó reconstruir su hogar en Morrowind a los elfos oscuros. Era realmente un gobernante como Tíber Septim, si no más grande. Solo quedaba una piedra en su bota…

-Hoy es el día del desafío, ¿Nid?- Dijo Od, su voz perdida en otro lugar.

-En efecto.- dijo Hahnu con un suspiro, más de 300 años desde la Segunda Crisis, y aún había Cuchillas empeñadas en destruir a todos los dragones. Hace siete días lo habían retado: Enfrentar a los últimos tres sobrevivientes de la antigua orden, si el ganaba, se desarmarían, y el Templo Sky Heaven sería entregado como campamento y ofrenda de paz a los Forsworn, después de retirar objetos de valor y el Muro de Alduin, desde luego. En caso de que él perdiera, bueno, no puso mucha atención a esos detalles, pues eran lo más ridículo del acuerdo, puras tonterías. Algo era seguro: Sería una masacre para ellos.

-Pero bueno, al mal paso darle prisa, estaré listo en una hora, espérame mientras en el patio principal.- Dijo con tono autoritario.

-Como desees, Thuri. Por cierto, ¿Vas a estar bien?- Preguntó Od con cierta duda en su voz.

-¿Qué en el nombre de Akatosh quieres decir?-

-No creas que no he visto tus marcas. Estuviste expuesto a los planos de Oblivion y al Foso de Almas por mucho tiempo, y te bañaste en demasiada sangre daedrica. Se nota en tu cuerpo: Tu piel en algún punto comenzó a oscurecerse, tatuajes rojos comenzaron a cubrir tu cuerpo y tu fuerza, velocidad y magika son por muchos superiores a aquellos de un dremora.- Dijo Od con preocupación.

-No te preocupes viejo amigo, son solo cambios exteriores en mi cuerpo, mi alma sigue siendo la de un dovah, y mi sangre de Aedra, dov y joor. No es nada serio, tienes mi palabra.-

-Voy a creer en ti, como creí en tus padres hace ya mucho, solo ten cuidado, tengo miedo sobre qué podría pasar si algo malo te ocurriera.- Dijo antes de planear hasta uno de los nidos para dragones, otra adición a la reconstrucción.

"Tal vez no le he dado la atención que merece, pero es cierto que nada malo o serio me ha pasado, tal vez es que estoy pensando esto demasiado, o muy poco." Pensó antes de poner su mente donde se supone debía estar antes de la interrupción. *suspiro*-En fin, ya lo analizaré con cuidado después del desafío, por el momento, que Shor se apiade de esos insolentes.- Dijo antes de iniciar las preparaciones para la batalla. Bajó hasta su habitación y se dirigió al armario que contenía todo su inventario: Su espada Strunbahal, que estaba particularmente silenciosa ese día, su armadura forjada con los huesos y escamas de Paarthurnax, prefería no recordar cómo la obtuvo, sus armas de hueso-dragón, báculos, libros de magia, pociones, incluido el Frasco Blanco, rollos y otras cosas, como las máscaras de Sacerdotes Dragón, Konahrik, Miraak y la Corona Dentada, que nunca sacaba de su 'inventario vacío' solo por la nostalgia. Por último se echó sobre los hombros una capa roja de cuero de dragón, su carcaj lleno con flechas de hueso-dragón daedricas y su siempre confiable daga de emergencia Nettlebane en la bota. Salió de su castillo, que era la construcción más grande de todo el lugar, mientras llegaba al patio, donde Od ya había aterrizado y lo esperaba, soldados, campesinos, y en general todos: Hombres, mujeres y niños inclinaban la cabeza cuando el pasaba, dándole bendiciones y alabándolo.

-Buena suerte, mi señor.-

-Larga vida, mi príncipe.- Y otras cosas de ese tipo. Montó a Od sentándose en su cuello y agarrándose de sus cuernos.

-Drem yol lok, goraan qahnaarin, ¿Te vas tan temprano?- Dijo un dragón gris acostado en una de las plataformas de los pilares, era Durnehviir, otro de los mejores compañeros de Hahnu, quien después de gran esfuerzo, pudo liberarlo de su eterna prisión, justamente acababa de despertar.

-Drem yol lok, Dur, geh, además es maleducado dejar esperando a mis enemigos.- El dragón solo sonrió antes de volver a dormir. -¡Fallir!- Tardó unos momentos en recibir respuesta.

-¿Si, mi señor?-Respondió un Imperial de edad mediana y calvo.

-Encárgate de la cuidad mientras no estoy, tal vez regrese en una semana, pero espérame otras dos más, por si acaso.- Dijo Hahnu a su mayordomo.

-Sí, mi príncipe.- A continuación, Od emprendió el vuelo y Hahnu se perdió en el paisaje, pensando en qué haría después de la batalla: "Tal vez me vaya de aventura… Maldita sea, no ha pasado nada interesante en los últimos 30 años y yo me aburro a morir, lo peor es que no hay nada que hacer desde las conquistas: Enemigo poderosos: Eliminados, ruinas enana y nórdicas: Todas exploradas: Elfos, Hombres Tigre y Hombres Serpiente: Derrotados y callados, Artefactos: Todos encontrados. No puedo estar siempre en mi castillo solamente administrando Skuldafn, odio la política. *suspiro* En fin, viviré para siempre, tal vez algo pase, tal vez nada pase. Maldita sea." –Hmm, ¿Tú que me recomiendas?- Dijo mientras volteó a ver la empuñadura de su arma, donde la joya azul brillaba tenuemente. Una vez más, no hubo respuesta.

-¿No tienes ganas de hablar hoy?, Está bien, no te forzaré si no quieres.- Y puso su vista otra vez al frente. La razón por la que Hahnu le hablaba a su espada es porque esta contenía en la Estrella de Azura el alma de su mentor Paarthurnax, quien murió para darle una armadura y un arma dignos de su nombre, a Hahnu nunca le fue fácil aceptar que el tío que fue su segundo padre hubiera muerto tan pronto.

Estos pensamientos cruzaban su cabeza cuando, de la nada como pasa a veces, recordó al cobarde Tosh Raka. -Tras el Gran Cataclismo, Hahnu, con su ejército de joor y dov, se lanzó a la conquista del continente Akavir, e hizo pagar a los Hombres Serpiente por devorar a los hombres Akaviri, y a los Hombres Tigre por su arrogancia de llamarse 'Tigres-Dragón', por esclavizar a los dragones rojos y matar a los dragones negros, diezmando sus ejércitos y destruyendo sus imperios. Tras llegar, Hahnu usó el grito Reanimar Dragón para traer a dichos dragones a la vida, así, con su nueva adición a sus fuerzas, tanto Serpientes como Tigres fueron derrotados casi sin esfuerzo. Y el emperador Tosh Raka, el sucio farsante que decía que podía transformarse en el dragón más grande y poderoso jamás visto, cuando en realidad no era más que una ilusión creada con el esqueleto de un Dragón Legendario, polvo del Vacío y otros cinco ilusionistas maestros, capaz de volar y lanzar fuego, era una ilusión perfecta, pero ilusión al fin y al cabo. Hahnu le enseñó a ese cobarde el verdadero fuego de un dovah. Respecto a la conquista de los altos elfos fue por una razón más simple: Necesitaban una lección de humildad. Desde los días del Culto Dragón, algunos de ellos afirmaban en secreto se superiores a los dragones. Hahnu les hizo ver lo equivocados que estaban, los únicos privilegiados de los dioses siempre serían los dov.-

-Thuri, hemos llegado.- Dijo Od. Hahnu volvió a la realidad al ver el Monahven tan cerca. Como antaño: El escenario de la batalla sería la Garganta del Mundo.

-Krosis, Od, estaba perdido en mis pensamientos. Aterriza en la Word Wall y espérame en Skuldafn, me voy a tomar mi tiempo para llegar, saluda a Kun y a Brin de mi parte.-

-Como desees, Thuri.- Dijo Od. Cuando aterrizó, los últimos tres miembros ya lo estaban esperando: Olaf, un guerrero nórdico que empuñaba una gran espada, Walder, un anciano con una espada élfica y un báculo de Flamas, y Marcus, un imperial con dos hachas. Hahnu desmontó y vio como Od desaparecía en la distancia, antes de volver su atención a sus oponentes.

-Así que has venido, monstruo, casi esperaba que enviaras a uno de tus monstruos lacayos a hacer tu trabajo sucio.- Dijo el imperial.

-A diferencia de lo que crees Cuchilla, tengo un fuerte sentido del honor, por esto les doy una última advertencia: Ríndanse ahora, salven su honor y vivan la vida que los Nueve les dieron, o sufran mi ira y digan sus últimas palabras.- Dijo con un tono y una mirada que podrían matar.

-No nos rendiremos, hibrido hipócrita, tú y toda tu raza deben pagar por sus atrocidades.- Alegó el nórdico.

-Pelean por ideales que no existen, en nombre de guerreros salvajes y codiciosos que nunca siquiera conocieron, otras razas han cometido atrocidades iguales o peores, y ni ustedes ni sus predecesores nunca siquiera dijeron o hicieron algo al respecto, y aun así me llaman a mí hipócrita. Que así sea. Los dioses son testigos de que ustedes mismos buscaron este destino.- Dijo Hahnu con la voz llena de odio.

-¡VEN AQUÍ, MONSTRUO!- Gritó el anciano. Los tres se lanzaron sobre él blandiendo sus armas, Hahnu no vio necesidad de usar su mejor arma contra ellos, así que solo se limitó a suspirar mientas desenvainaba su espada larga.

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Derrota total. Era la única forma de ponerlo. Sus armas se habían roto, sus armaduras se habían fragmentado, y Hahnu no tenía ni siquiera un rasguño. Los tres guerreros estaban en el piso agarrando sus heridas sangrantes, pero no estaban muertos. Hahnu había enfundado su espada y se disponía a irse cuando una voz lo detuvo en seco.

-¿Qué esperas, monstruo?, Acábanos de una vez.- Dijo Olaf.

-¿De qué me serviría matarlos?, Solo les estaría dando la razón. Además ustedes son Cuchillas, no son malvados, si fueran del Alba Mística, o algo de semejante índole, los mataría sin pensarlo dos veces, pero solo son humanos mal guiados. Ustedes creen que son los únicos que recuerdan la crueldad del Culto Dragón, pero no, todo lo que he hecho por Tamriel no ha sido para darme gloria a mí o a mi raza, ha sido para pagar la deuda que tengo, yo y mi reyliik con la suya, además nosotros solo los esclavizamos, ustedes nos dieron genocidio. La diferencia es: Yo ya los he perdonado.- Dijo Hahnu con el tono y grandeza de todo un rey.

Los tres Cuchillas solo lo miraron incrédulos, este gran hombre no era el monstruo tirano y sanguinario que les habían hecho creer.

-Si tú eres realmente el gran rey que todos dicen, ¿Qué hemos sido nosotros hasta ahora?- Dijo Marcus como si todo en su vida hubiera sido una mentira.

*suspiro*-Escuchen, son grandes guerreros, así que estoy dispuesto a perdonarlos y a darles puestos en la guardia de Skuldafn, pero deben prometer por su honor respetar mi ley y no alzar sus armas contra ningún dovah nunca más.-

Olaf lo miró incrédulo.- ¿Realmente nos darías eso a pesar de nuestra insolencia?-

-Como ya he dicho, ya los he perdonado, por eso les pido humildemente, ¿Serían ustedes capaces de perdonarme a mí?-. Dijo Hahnu con una sonrisa de compasión.

Olaf y Marcus intercambiaron miradas antes de ponerse en pie, caminar hasta él y arrodillarse con cierta dificultad.

-Nuestras vidas son tuyas, oh poderoso y noble Rey Dragón.- Dijeron. Hahnu solo pudo sonreír tratando de contener una risa.

-Por favor déjense de formalidades, tan solo soy un kulaan, un príncipe, vengan acá de una vez para que pueda curar sus heridas, ¿Y tú anciano, cuál es tu respuesta?- Dijo dirigiéndose a Walder.

El anciano empezó a reírse como un loco, haciendo que Hahnu, Marcus y Olaf se pusieran tensos, Hahnu pudo sentir que Paarthurnax se tensaba también, pero permanecía callado.

-Les has lavado la mente, bestia, está bien. ¡YO LIBRARÉ A ESTE MUNDO DE TI PARA SIEMPRE!- Y para sorpresa de todos, sacó de entre su ropa el Rollo Antiguo de Dragón, el que había sido robado hace casi 200 años.

-¡WALDER! ¿De dónde lo sacaste?- Preguntó enojado el nórdico.

-¡ESO QUE IMPORTA, PRONTO NUESTRA META ESTARÁ COMPETA!- Dijo como si estuviera loco.

-¡WALDER, NOOO!- Dijeron al unísono los dos guerreros, pero fue demasiado tarde. Walder había abierto el rollo y recitado el hechizo: "Por palabras escritas por huesos más viejos que el mundo, yo te expulso de Nirn". Un vórtice de energía purpura emergió del cielo y parecía absorberlo todo, pero no estaba absorbiendo a Marcus o a Olaf, solo a Hahnu.

Hahnu intentó sostenerse de la Word Wall, pero el vórtice era demasiado fuerte, y ya se había llevado su yelmo, su capa, su mochila "Vacía", su espada y su lanza, y él se sostenía solo con sus garras, pero no iba a aguantar mucho.

-¡Mi señor, lo sentimos, no teníamos idea!- Gritaron desesperados los otros dos.

-¡Recuerden mis palabras, esta paz fue establecida para durar, con o sin mí! ¡Este mundo es suyo, cuídenlo y desconfíen de los Daedra! ¡No los culpo guerreros, algún día regresaré, esta es mi última voluntad, joor y dov vivirán en paz hasta los Días del Fin!- Dijo el joven ya casi sin piedra para agarrarse, cuando Olaf corrió hasta donde estaba Walder, le arrebató el Rollo de las manos y se lo aventó a Hahnu.

-¡Mi señor, atrápelo!- dijo. Con sus reflejos, Hahnu atrapó el Rollo en el aire y lanzó a Strunbahal al suelo en el centro de la Word Wall, donde se clavó, justo cuando sus garras se quedaban sin piedra a la cual aferrarse y caer él mismo al vórtice.

-Nox hi, guerreros, les deseo paz en Sovngarde…AAAAHHHHH- Dijo con un grito de agonía antes de soltarse de la roca completamente y de que se volviera solo un destello de luz en el vórtice, que desapareció inmediatamente después de que Hahnu entró por él, como si nunca hubiera estado ahí.

Solo quedó un silencio sepulcral. De la nada, Marcus sintió el suelo estremecerse a su espalda y oyó un grito de terror. Al voltearse, vio al gran dragón rojo sosteniendo a Walder en una de sus garras.

-Así que Thuri realmente se ha ido, es un día triste para Nirn.- Dijo el dragón mirando tristemente al suelo.

-¿Qué harás con nosotros?- Preguntó Marcus.

-Thuri los perdonó, así que haré lo mismo. A este lo llevaré a Skuldafn para enjuiciarlo, por mí lo mataría donde está, de la peor manera posible, pero por Thuri, las leyes se seguirán. El mando de Skuldafn pasará a uno de los consejeros de Thuri, en cuanto al resto de Nirn, nosotros y todas las razas seguiremos protegiéndola, tal como Thuri hubiera querido y hecho.- Dijo Od con tono solemne. Marcus y Olaf solo pudieron mirar al cielo azul, luego a la pared circular en cuyo interior estaba la espada, rezando porque su príncipe estuviera sano y salvo, dondequiera que esté.

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"La espada olvidada será recuperada, lo robado hace tanto será devuelto, las alas negras otra vez surcarán el cielo, el fuego-dragón será encendido como nuevo, el Príncipe será Rey al fin."

Sexta Era, año 201, Academia de Guerreros Strundu'ul, un lugar fundado cincuenta años después de la desaparición del Joven Dragón en su honor, en lo alto de High Hrothgar.- los Barbas Grises, avergonzados y deshonrados, la habían abandonado y se habían trasladado al templo Sky-Heaven para encontrarse con las Cuchillas restantes, ambas facciones, avergonzadas de no poder hacer suficiente por su príncipe, se habían reconciliado y unido, siguiendo la sabias palabras de Hahnu. Entrenaron y se prepararon para la llegada de su señor, en el mayor de los secretos, nunca nadie supo que fue de las dos órdenes después de la ejecución del Viejo Walder y la desaparición de Olaf y Marcus.- Tara Windstrife, ¼ imperial, ¼ bretona, ¼ redguard y ¼ nórdica, se despertó gracias al sol que se colaba por su ventana y al cántico que se repetía en su cabeza (Y que nadie podía explicar, no es que muchas personas supieran después de todo, Tara simplemente pensó que se iría con los años.) todas las mañanas desde que cumplió los 15 veranos, actualmente casi tenía veinte, la academia tenía dormitorios de chicas y chicos, para su suerte, su cuarto era bastante simple e individual: Una cama, un guardarropa, una mesa, dos sillas y un sillón junto a una estantería llena de libros. Con un bostezo salió de la cama, se vistió con su armadura y se dispuso a ir al comedor, una vez hubo llegado, tomó una bandeja y se formó para recibir el desayuno del día: Fruta, pan caliente, sopa de pollo y pescado y jugo de moras silvestres y la flor llamada lengua de dragón. Los estudiantes mayores y los maestros tenían el privilegio de tomar hidromiel.

-¡Tara, por aquí!- Oyó decir. Se volteó y vio a sus amigos sentados en una mesa: Ginebra Graus, una alquimista y sanadora bretona, Lara Aventus, una hechicera imperial, Amalia, una guerrera redguard, Evangeline y su hermano Titos, guerreros nórdicos, Karah, una arquera elfa oscura, Nadja, una arquera elfa del bosque, y Malek y Garren, gemelos herreros orcos. Este grupo era famoso por ser los mejores rangos en sus respectivas categorías de la academia, tal vez incluso los mejores en todo Skyrim. Tara caminó hasta la mesa con una sonrisa, y se sentó entre Nadja y Lara.

-Hola chicos. ¿Saben?, Por alguna extraña razón, siento que hoy será un gran día.- Dijo Tara con tono alegre mientras comía.

-¿Enserio? ¿Por qué?- Preguntó Malek con su voz rasposa y dura.

-No lo sé, simplemente lo presiento, por cierto, los juegos son dentro de dos semanas, ¿No?-

-Efectivamente. Este año definitivamente voy a arrasar a la competencia.- Dijo Amalia, quien se preciaba de ser la espadachina más rápida de todo Tamriel.

-No si yo también lucho. Dijo Eva, secundada por Titos.

-No nos ignoren debiluchos.- Dijo Garren mientas Malek soltaba un gruñido de aprobación.

Tara solo pudo sonreír al escuchar discutir a sus amigos, como era costumbre, pero entendía su entusiasmo. Una vez al año, se organizaba un torneo masivo donde los estudiantes competían entre sí en distintas disciplinas, los 10 mejores ganaban el derecho de intentar sacar del suelo la espada que estaba en la cima de la montaña, nadie sabía de quien fue esa arma, ni porqué la dejaron ahí, por alguna razón, los antiguos habían construido una pared circular con un lenguaje que nadie sabía traducir alrededor de dicha espada. Pero había una leyenda: Esta arma fue forjada por el martillo del poderoso Akatosh en la Forja Celeste, templada en las aguas de la bondadosa Mara y la sangre del Dragón Negro, empuñada por el Gran Rey del Este, Príncipe del Cielo, el Hielo y el Fuego. Solo el único y verdadero Príncipe de Nirn, Heredero de Talos, nacido del hielo, el fuego, la tormenta y la muerte misma podrá blandir esta hoja invencible, capaz de romper los cielos y fragmentar la tierra, solo su verdadero Elegido podrá usar esta arma de guerra, conquista y destrucción para construir la Paz Eterna y entregar el regalo del Largo Verano. O eso era lo que decía, incluso desde antes de la fundación de la academia muchos grandes guerreros habían intentado sacarla, ninguno pudo siquiera moverla.

-¿Tú crees ganar este año, Abader?- Oyó alguien decir a sus espaldas.

-Por supuesto, soy el mejor después de todo, ya puedo ver ese vejestorio colgado en mi pared.- Contestó el mayor y más arrogante imbécil jamás creado.

Todos se volvieron para ver a un imperial en ropas muy caras, caminando acompañado de un alto elfo, una nórdica, un redguard, un orco y varios estudiantes con pinta de malos, hasta pasarlos y alejarse. Estos cinco eran los estudiantes más ricos y odiados del lugar, hijos de generales, reyes y jefes, talentosos con sus armas, pero increíblemente arrogantes. Sus nombres eran Abader, hijo del general de la Legión Tullius IV, Ancano, hijo de un oficial Thalmor, Narcisa, la hija de un Jarl, muy hermosa pero muy orgullosa y altiva, Kashiim, hijo de un Rey del desierto, y Rogaal, hijo de un Jefe orco, más su buena decena de matones. En general eran despreciables: Trataban a todos como sus sirvientes, abusaban de la autoridad de sus padres para hacer su santa voluntad y actuaban como si fueran hijos del mismo emperador. Si hubiera algo que Tara y compañía odiaran más que a esos engreídos, serían Draugr y Falmer, y eso era mucho decir.

-Solo ignóralos Tara. Todos sabemos que ese niño rico y mimado no podrá siquiera inmutar la espada.- Dijo Eva.

-Ya lo sé, pero aun así me irrita.- Contestó Tara apretando los puños.

-¿Cuántas veces ha intentado coquetearte, cinco, seis?- Preguntó Amalia.

-Diez, y cada vez es más estresante.- Dijo Tara con asco, ese imbécil casi siempre estaba tratando de hacerla su novia, no porque realmente estuviera interesado en ella, solo lo hacía para ganar estatus: Tara era una de las mejores estudiantes de la academia (si no la mejor), era muy hábil tanto con la magia como con una espada o un arco, también era muy hermosa. Además, un arma como la Espada de la Cima, como la llamaban, era una espada enserio magnifica, estaba oxidada después de tantos siglos expuesta al viento y a la lluvia, pero aun así tenía un aire de grandeza incomparable, y este idiota rico hablaba de ella como si fuera un trofeo viejo, común y corriente.-Realmente espero que algo bueno salga de este-

-¡LIZ YOL LOK KULAAAAAN!- Rugieron unas voces como truenos, tan poderosas que hicieron temblar el mismo suelo, parecían venir de todas partes y ninguna a la vez.

-¡¿Qué demonios fue eso?!- Dijo un estudiante.

Tara estaba sobrecogida. Nunca antes había sentido un poder semejante. –Pero qué…- intentó decir antes de ser interrumpida otra vez.

-¡JUNNESEJER STRUNDU'UL, MAHFAERAAK SAHROT JUN, VOH AAN SULEYK WAH RONIT FAAL KREIN!- Esta vez las voces fueron mucho más potentes, la mayoría de los estudiantes terminaron en el suelo, y lo más importante, se oyó justo encima de sus cabezas. Tara y sus amigos corrieron al patio trasero, donde se reunían los estudiantes en situaciones de emergencia. Y allí vieron algo sorprendente: En el cielo rugía una tormenta: Nieve, granizo, viento y relámpagos, y había surgido un vórtice púrpura del tamaño de un mamut que expulsaba energía, justo encima de la Garganta del Mundo, justo encima de donde estaba la Espada. Hubieran intentado llegar hasta arriba, si no fuera por el perpetuo viento salvaje que impedía el acceso. Mientras la tormenta seguía bramando en el cielo, el portal simplemente estaba ahí, flotando y expulsando energía, entonces el vórtice empezó a brillar de un color naranja intenso y a crecer.

- ¡AHRK AAN SUL FENT ALOK, FOD FIN VED DOVAH VIING FENT BO ONTZOS MAHFAERAAK AHRK RUZ!- Entonces, para sorpresa de todos, un meteoro emergió disparado del vórtice, que se fue tan repentinamente como había llegado, mientras que el proyectil voló en dirección Este, hasta caer en un bosque, donde se perdió de vista excepto por el rastro de árboles destruidos y una explosión de luz ahí donde cayó. Unos instantes después, el cielo se despejó y volvió a ser tan claro y azul como antes. Las voces en el cielo susurraron un último verso.

-…Dovahkiir, Dovahkiir, naal ok zin los vahriin, Wah dein vokul mahfaeraak ahst vaal.
Ahrk fin norok paal graan fod nust hon zindro zaan. Dovahkiir, fah hin kogaan mu draal…-

Hubo un largo momento de silencio, roto solo cuando Lara habló:

-Tara, mi querida amiga, ahí va tu buen presentimiento.-

-Mierda.- Fue todo lo que pudo decir. No se imaginó que su vida nunca jamás volvería a ser la misma, no para mal necesariamente.