Renuncia: todo de Mondo Mini Shows y sus sádicas y retorcidas mentes.
Aviso: este fic participa en el tópico "El Mejor Asesino" del foro: 'Los Amigos del Árbol Feliz'. ¿Disfruten?
Advertencias: Muerte de personaje/Humanverse/AU.
A Flaky nunca le agradaron los espejos.
Si bien su madre le recordaba constantemente que no había nada porque temerles, y que ver tantas películas de horror ya le había afectado, su temor hacia esos objetos nunca disminuyó.Al contrario, con el paso de los años creció y creció a niveles desproporcionados, tanto que si veía o creía ver un espejo gritaba y salía corriendo, asustando a los que la rodeaban.
Sí, los espejos siempre le causaban problemas.
Y aun así aquella mañana nublada de Octubre, al entrar en esa tienda repleta de espejos de todas las formas y tamaños en contra de su voluntad, y por un pedido de su madre cuando el espejo del baño se quebró, Flaky no gritó. Lo que la hizo reparar en la razón de su fobia a los espejos, el porque les temía tanto. La causa de sus visitas al psiquiatra.
Una cabellera verdosa, le acordó su conciencia.
Una como la del chico que atendía el local y la observaba con indiferencia, detrás del escritorio.
Ella no era supersticiosa, contrario a lo que creerían los demás, pero una alarma de alerta hizo 'click' en su interior al verlo. Más cuando él le sonrió —o lo intentó—, y un recuerdo que no recordaba tener le abrumó la mente.
Pero no era suyo, estaba segura. ¿Verdad?
Sal de aquí, no te acerques al león.
— D-d-disculpe, v-vengo a comprar un e-espejo —balbuceó con timidez, tan característica en ella y común para el mundo.
Para el muchacho no fue así, transcurrieron un par de minutos para que él le entregara el odioso objeto, en ningún segundo dejó de fijamente, tan misterioso.
Flaky creyó que moriría de vergüenza, al menos no hubiera sido tan malo, pensó ella.
Para su fortuna el chico se alejó con el dinero en la mano, dándole la espalda y murmurando un casi desapercibido 'Gracias por su compra'.
Flaky no supo cómo reaccionar ante esa actitud tan fría, sólo se retiró en silencio y con el espejo entre sus brazos. Por alguna extraña razón sentía que lo conocía de antes. Ojalá lo hubiese ignorado.
— Y-ya llegue m-mamá, p-papá —anunció una vez puso un pie dentro de la casa. El silencio en la entrada la recibió, y Flaky comprendió que, otra vez, sus padres habían salido a quién sabe dónde, con la excusa de mejorar su matrimonio.
Cansada cerró con un leve portazo y fue a dejar el espejo en el baño. Una vez acomodado se le quedó viendo, como si fuese capaz de ver más de lo que su reflejo mostrara.
No había nada, sólo estaba ella. Ahí, con ojeras bajo sus preciosos ojos color rubí y su cabellera parecida a un río de sangre.
— ¿S-s-sangre?
Sangre, sangre por doquier. El baño estaba cubierto de ella, pintando las paredes con su bermellón opaco acompañado de un olor a putrefacción. Por el rabillo del ojo Flaky distinguió algo que parecía ser una mano, y demás miembros desmembrados, resbalándose lentamente entre el espeso líquido. Lento, más lento.
Contuvo un grito de horror al ver al mismo chico de la tienda por detrás, más joven, igual de aterrador. Esbozando una sonrisa y jugando con un cuchillo en mano.
El 'boom, boom' de su corazón disminuyó cuando él poso su vista ámbar en ella y se puso en pie.
— ¿Ahora si jugaras conmigo, eh? Flaky.
— Y-yo…
— Vamos, lo prometiste, lo prometiste —con cuidado, y una velocidad impresionante el niño avanzó y la estrechó en sus delgados brazos, aspirando su aroma. Nunca dejó de sonreír—. Vamos a jugar en la casa de los espejos.
— ¡Flaky, cariño, hemos vuelto! —Anunció su madre, y causándole un breve susto. Con los nervios a flor de piel, Flaky miró en todas las direcciones, pero no había rastro alguno de sangre, ni tampoco del niño.
Observó de nuevo el espejo, y otra vez, sólo estaba ella. Sola. Con la única diferencia que un hilo pequeño de sangre salía de su cuello, justo donde el extraño le susurró esas palabras, antes de desaparecer.
— ¿Flaky?
— Y-ya voy m-mamá —sin perder el tiempo corrió a la estancia, tan ensimismada, que no notó que el niño sonreía del otro lado del reflejo.
Definitivamente, nunca debió comprarlo.
Por razones que no entendía, desde su encuentro con el muchacho en la tienda a Flaky le costaba dormir bien.
La imagen que vio en el baño no la dejaba en paz, y por más que quisiera olvidarla no podía. No era una simple alucinación, era obvio. Y por más loco que sonase, Flaky presentía que era un recuerdo de su infancia.
Que ella y ese chico, se conocieron. Y que no sería la última vez que se verían. No obstante, aquello rallaba en lo ridículo.
¿Cierto?
— A la víbora, víbora de la mar~ de la mar~
— ¡Ey Flaky! —La llamó su mejor amigo. La aludida sonrió al verlo y dejo su posición en el juego para ir en su dirección. Un niño de casi su edad la recibió con los brazos abiertos, para disgusto de los demás presentes.
— ¡F-Flippy viniste!
— ¡Claro! Prometimos que íbamos a jugar hoy ¿recuerdas? —Flaky asintió, antes de que dijera algo más uno de los otros niños se le adelantó. Era el líder del grupo, Cuddles.
— Flaky, el juego debe seguir.
— C-cierto, Flippy podrías unirte a nosotros y…
— No —volvió a intervenir Cuddles— él no viene ¡da miedo! —y la llevó de vuelta con el resto.
Lo último que vio Flaky, a pesar de sus protestas, fue que Flippy la observaba con rencor, mientas unas cuantas lágrimas se deslizaban por sus mejillas.
"Flippy…
Perdón."
— Cariño, ¿podrías comprar otro espejo? Es un regalo para tu tía.
No, no puedo.
— C-claro que sí m-mamá —aceptó temerosa, y pese a que no quería ir en verdad. Su madre le regaló una sonrisa fraternal y le entregó el dinero, explicándole que debía traer el espejo más bonito de toda la tienda. Que era sumamente especial.
Flaky asintió y salió a la calle. Afuera hacía un tiempo esplendoroso, incluso en esa época del año.A pesar de eso, durante el trayecto no dejó de pensar que era una idea terrible ir de nuevo a esa tienda. Simplemente, algo le decía que no era un buen momento.
Al llegar y leer el letrero de 'Cerrado' sus sospechas fueron confirmadas. Cualquier otra persona se hubiera ido echando pestes, aunque ella no era cualquier persona. Y en contra de su voluntad, atraída por una fuerza externa, entró al local completamente obscuro y desolado.
— H-hola ¿hay alguien a-aquí? —Silencio—. ¿Hola?
Tap. Tap. Tap.
— D-disculpe la molestia p-pero necesito un espejo urgentemente —explicó Flaky, a juzgar por los ruidos no era el único ser humano ahí dentro. Y eso, en lugar de reconfortarla, la asustaba.
Tap. Tap. Tap.
— Am, p-perdón, en serio. L-le pagare más si quiere p-pero… —Más silencio— p-prenderé la luz ¿o-ok? —Y apretó lo que ella sentía como un enchufe, soltando un gritito de sorpresa al instante.
Tap. Tap. Tap.
Y es que no eran pasos lo que se escuchaba, era un cuerpo goteando. Un cadáver tirado en el escritorio. Era…
— C-Cuddles.
— Hola, ¿quieres jugar? —Flaky retrocedió al notar la presencia del muchacho de cabellos verdes a su lado. Tenía la misma sonrisa que la del espejo de su baño—. Ha pasado tanto tiempo. Nunca creí volverte a ver, Flaky.
—…
— Vamos a jugar ¿sí? Como me prometiste antes de abandonarme por, por este —señaló despectivamente al rubio empapado en sangre y soltó una carcajada. Flaky mordió su labio inferior cuando Flippy acarició con cariño su mejilla derecha tiñéndola de rojo—. Vamos a jugar sin interrupciones, ¿cierto?
— S-sí —logró articular. Agua salada surgió de sus ojos al sentir un pedazo de espejo enterrarse con sumo cuidado en su vientre. Flippy comenzó a trazar un camino de besos por su cuello.
— Bien. Hoy tengo ánimos de jugar a 'La casa de los espejos' —y dicho eso, apretó un poco más el pedazo de vidrio. Flaky no aguantó y gritó, tanto cómo le gustaba a él.
Oh, como amaba sus gritos y gemidos.
Sin contenerse Flippy le dio la vuelta, dando vueltas al arma con la que apuñalaba a la joven. Ella lloró, y enterró otro pedazo más, esta vez en su brazo.
Y así continuó un buen rato, clavándole un vidrio por cada beso, una cortada por cada lamida. Un sufrimiento, por más sufrimiento…
Pronto Flaky dejó de llorar, y gritar. Permaneció quieta, observando con temor la navaja que paseaba cerca de sus ojos. La sonrisa de Flippy se ensanchó, mientras, unas sirenas eran escuchadas no muy lejos por culpa de un metiche soplón que paseaba por ahí.
— F-Flippy… l-lo siento…
— Ya es tarde Flaky. El juego acaba aquí, mi amor.
Entiendo, pensó ella.
No pudo siquiera defenderse, tan rápido y violento como era, la degolló. Para entonces las patrullas ya estaban afuera, ordenando que no se resistiera y saliera con las manos en alto.
Ignorándolos a todos, Flippy se agachó hasta el cuerpo inerte de Flaky y posó sus labios sobre los suyos, degustando el sabor a metal, acariciando su frío cuerpo lleno de espejos.
Espejos en que se reflejaba, otra vez con esa expresión inescrutable.
No lo pensó mucho, ambos cuerpos los cortó en pedacitos. El de Cuddles lo colocó en la mesa, junto a una nota recién escrita. El de Flaky lo guardó en una caja para el almuerzo, quizás, lo disfrutaría más tarde…
La puerta cayó con brusquedad, dando paso a un grupo de policías con pistolas en mano, Flippy rió y se alejó sigilosamente entre la oscuridad. No es como si los policías pudieran haber hecho algo al respecto, estaban más ocupados apuntando a cada espejo del lugar, trastornados.
¿Los espejos siempre habían sido rojos? No. Era algo más. Reflejaban el escritorio, manchando con bermellón y una hoja de papel encima de lo que parecía ser una montaña de carne putrefacta.
"Bienvenidos a la Casa de los Espejos", decía.
Simplemente, bienvenidos.
