Capítulo I

Proceso de adaptación

Los días se habían tornado bastante aburridos, todo era deberes… estudios y bueno, casa.

Mi padre trabajaba en una compañía internacional, así que nos habíamos mudado hace poco a esta ciudad, algo más tranquila que Washington, era más parecida a un pueblo que a una gran monopoli, pero no tuve más opción que resignarme y acostumbrarme a esta ciudad, más seca y calurosa, con una temperatura ambiente promedio de 24º C. Era linda, pero extrañaba a mis amigos y familiares más cercanos.

En cuanto llegué a clases el primer día, me preparé toda "aplicada" y con la fuerte disposición a ser una excelente alumna. En cuanto llegué, el profesor me presentó a estos 30 pares de ojos que me escudriñaban sin piedad e investigaban de pies a cabeza. No pude evitar sentirme algo incómoda, claro, pero no tenía más opción que acostumbrarme, era el juguete nuevo.

Una chica menudita, aparentemente muy simpática, se presentó y me liberó un puesto a su lado.

–Hola, soy Jessica ¿Tú eres Isabella? –titubeó al final.

–Sí –dije bajo una sonrisa tímida.

–Te dejé un sitio libre Isabella.

–Bella, por favor…

–OK, Bella.

Mientras del otro lado, un chico de ojos oscuros y piel canela no dejaba de observarme, creo que su nombre era Jacob. También, Mike, posaba los ojos en mí, lo que a mi nueva amiga, pareció molestarle, sin embargo, no dejaba atrás una gran sonrisa.

Durante toda la mañana oí la clase y en el tercer bloque, llegó la Miss Angélica, profesora de las temidas matemáticas ¡Fue un suplicio chino! ¡Qué manera de no entenderle absolutamente nada! ¡Argh! ¡Cuánto odiaba los números! Vaya… ¡Uf!

En cuanto terminaron las tortuosas clases me volví a la casa, extrañando Washington sobre manera. Rápidamente y a raíz de mi incansable melancolía, tomé el notebook y me conecté inmediatamente a Messenger. En cuanto me entré, apareció Julio en el la ventanita azul, en la esquina inferior derecha.

–¡Hola!

–Hola –respondí con una inmediata sonrisa, que era para él, pero que la vería sólo mi ficus.

–¿Cómo anda todo por allá? –preguntó de inmediato.

–¡Uf! Bien, aunque algo fome –insistí.

–¿En serio? –puso el emoticon de sorpresa.

–Sí –adjunté la cara con lágrimas.

–Por estos lados se te extraña mucho Bella.

–Y ¿Cómo está Alex? –intenté desviar la conversación para que no nos bajara la nostalgia.

–¡Uf! Bien, siempre me pregunta por ti…

–Tu hermano es un plato, jajaja.

–Lo es…

Con Alex habíamos sido compañeros hasta el año pasado, era el tercero de cinco hermanos, Julio, mi ex novio, hasta antes de venirme aquí, era el segundo.

–Y ¿Cómo está la pequeña? –siempre me refería así a su hermana menor de cinco años que era un encanto.

–Feliz porque entrará al colegio ¡Mi regalona está exquisita!

–¡Pequeña! –exclamé entretenida.

Por unos minutos nos dejamos de hablar, pero nuevamente vi la barra titilante naranja.

–Te extraño un montón…

–Y yo a ti, pero la vida es así –inmediatamente me arrepentí de lo que había puesto.

Otro silencio virtual se provocó ante la pantalla.

–¿Alguien que te interesa por esos lados? –sé que debía tener la mandíbula tensa por la pregunta, la podía ver en mi mente, aunque fuera en miles de kilómetros.

Dudé en responder… ¿Sería recomendable contarle que había un compañero que me tincaba un montón? ¡No! Obvio, se enojaría muchísimo, pero quizás era lo mejor, con esto ya se acabaría la agonía.

–Sí, tengo un compañero que es muy… simpático…

–¡Qué bien! –sabía que su expresión era irónica– me alegro de lo rápido que te olvidas de todo… –al instante agregó– me tengo que ir… hablamos otro día.

–Un beso –escribí.

–Otro para ti.

Julio había sido mi primer novio, sin embargo, sólo habíamos alcanzado a estar seis meses juntos y por esas cosas fortuitas de la vida nada más, porque en realidad, a mi me gustaba su hermano mayor, Erick, que era mucho mayor que yo, así que jamás me dio gran bola, tan solo un verano, mmmm –recordarlo me causaba una involuntaria sonrisa en los labios–, un par de besitos locos, pero nada más, pero porque él lo quiso así ¡A mí me tenía loca! Pero en fin, jamás llegó a ser mi novio como yo lo quería.

Nuestro noviazgo comenzó el invierno anterior, por insistencia de mi prima que era novia de uno de sus mejores amigos. Además, Alex, su hermano del medio, era uno de mis compañeros de curso. A poco andar nuestra relación con Julio se tornó en serio, iba a su casa frecuentemente, me hice muy amiga de sus hermanos, la mamá me adoraba ¡Éramos grandes amigas! Y ella una mujer maravillosa, tierna, comprensiva y una gran madre.

Por mi edad, claro está, nunca fuimos más allá en la relación, lo más osado, fueron un par de besos más allá de los labios, pero ningún contacto comprometedor, sin embargo, él era demasiado sobre protector y algo egoísta, me quería sólo para él y para nadie más, incluso le molestaba que yo saliera con más gente, eso me aburrió un tanto, pero luego, supe la noticia del cambio de ciudad, así que no hubo necesidad de terminar, el corte de la relación se daría por sí solo.

Por msn nos contactábamos casi a diario, y no sé, yo tenía una extraña sensación que me obligaba a contarle cosas que rompieran con su ilusión, incluso me sentía cruel, pero su forma de ser, me obligaba, era como si su posesividad me irritara.

Salí del notebook y me acosté.

Los días pasaron sin mayor novedad. A veces Jacob, me acompañaba a la casa y conversábamos de todo, pero creo que su interés en mí era distinto al que yo sentía por él, así que a veces se tornaba difícil la amistad, aunque el jamás me había dicho nada concreto, sin embargo, era un gran amigo, mejor dicho, mi único amigo.

De vez en cuando, Chris, mi compañero más "interesante" me pasaba a recoger para que fuéramos a dar una vuelta por ahí, a tomar helados o simplemente caminar. Él era muy "niño". Una vez de regreso a mi casa, nos sentamos en el banco de una plaza frente al mar y él me preguntó, tras dar muchísimas vueltas al asunto, y con claras evidencias de cuál era la respuesta, preguntó.

–¿Quién te gusta? –sus grandes ojos verdes se clavaron en mis ojos, mientras esperaba mi respuesta.

–Mmmm, creo que tú sabes –contesté algo avergonzada.

–¡Dímelo! –insistió.

–¡Tú! –le dije sin titubear.

Él se puso pálido, tal cual hubiese visto a un fantasma. Me asusté. Su expresión fue extraña y no sabía qué mierda decirle ¿La había embarrado? Si en todo este tiempo había sido todo tan evidente ¡Uf!

–¿Qué pasó? –pregunté sorprendida y algo preocupada por la expresión de su rostro.

–Eeeh, no pensé que me fueras a dar esa respuesta…

–¡¿Qué?! –exclamé sorprendida y algo irritada, me estaba sintiendo una idiota.

–Es que no, no tendrías que haberme dicho eso –parecía desilusionado.

–Pero, no entiendo… –insistí.

–Es que yo quería que fuera como un "cuento de hadas" –agregó, tenía una apariencia fanstasmal. Quedé demasiado descolocada, quería que en ese mismo instante me tragara la tierra.

Tragué saliva y traté de incorporarme y sobreponerme ante tan tamaña respuesta. Caminamos en silencio las cinco cuadras que nos separaban de mi casa. Me dio un beso en la mejilla y se fue sin decirme absolutamente nada.

Nos seguimos viendo en clases, pero él me ignoraba por completo, eso dolía, pero ¡Qué atroz! Me sentía estúpida, ridícula e ilusa. Nuestra relación se enfrió por completo y no tuve más opción que olvidarme de él.

Ya habían transcurrido varios meses desde mi llegada y no lograba acostumbrarme al lugar, hasta que un día, en el cumpleaños de Rosa Marie, de la nada se acercó Alice, una compañera muy enigmática, popular, bella y simpática, sin embargo, me perturbaba un poco, era demasiado "popular" y eso no iba conmigo, era la mejor amiga de todos y la pieza infaltable en cuanto reunión social existía.

Apestada en el cumpleaños contaba los segundos para que mi padres me pasaran a buscar, cuando se acercó ella.

–Hola –dijo sonriente, dejando al descubierto su bello rostro de duende.

–Hola –le devolví la sonrisa.

–¿Te ves aburrida? –esos ojos de miel me increpaban y esperaba mi respuesta expectante.

–¡Uf! Me has pillado.

–Sé que a veces nuestros compañeros son algo fomes, pero "es lo que hay" –soltó una gran sonrisa.

–Pero, es algo distinto, ustedes llevan años de compañeros…

–Llevo sólo dos años aquí… –me interrumpió.

–¿En serio? –enarqué una ceja.

–Así es…

–Y ¿Cómo te acostumbraste tan rápido?

–Es cuestión de que te lo propongas –peñisco mi mejilla con sutileza.

–¡Uf! Creo que para mí es algo más complicado –sonreí.

–Mira, la próxima semana saldremos las dos, tengo un grupo de amigos fuera del colegio, son mayores, pero te prometo que los pasarás fenomenal –guiñó un ojo.

–¿De verdad? –dije esperanzada.

–Te lo doy firmado –soltó una carcajada melódica, perfecta como ella.

–¿Quiénes son? –insistí.

–¡Uf! Hay de todo, mis dos hermanos mayores y una de sus novias, mi novio y sus amigos ¡Tantos! –asintió convencida.

–Gracias… –le dije de corazón, mientras mi papá llamaba a mi móvil para avisarme que estaba afuera.

–Nos vemos el lunes, Bella –sus ojos resplandecieron.

Salí de tortuosa fiesta y subí al coche de mis padres.

–¿Cómo estuvo? –preguntó Charlie entusiasmado.

–Una verdadera lata –fui honesta.

–Bella…, hija, desde que llegamos, hace más de siete meses, no logras acostumbrarte –Reneé puso cara de compasión.

–Es cierto –dije triste, mientras miraba por la ventana.

–¡Cuánto lo siento cariño! –mi madre pasó una mano para atrás para que yo la tomara y me acarició con su dedo pulgar.

–Yo también… –susurré con nostalgia.

Esa noche como todas las anteriores en ese alejado lugar, no dejaba de pensar en mi ciudad, sin embargo, el entusiasmo de Alice abrió una esperanza, no sé, era como un presentimiento: algo inolvidable acababa de empezar… lo vi en sus ojos ámbar, líquidos y vibrantes.

Cap II

Primera salida

Salí de la casa muy entusiasmada ¡Por fin haría algo distinto! ¡Qué maravilloso! Ya me estaba apestando en esta fomedad de "pueblo".

A través de la ventana de mi dormitorio vi que Alice llegó en un porsche amarillo descapotable, creo que era de su padre, porque en verdad me costaba mancarme la idea de que fuese de ella ¿no sería mucho para una niña de 17 años? ¡Absolutamente! Aunque yo sería feliz con uno de esos.

Bajé las escaleras estrepitosamente y tomé un pequeño bolso, mi chaqueta. Abrí la puerta para poner un pie en el jardín, pero Charlie gritó.

–¿Te vas sin despedirte? –extendió su mejilla hacia un lado para que lo besara.

–Pa! –me devolví algo reprimida.

Mi madre puso los ojos en blanco y suspiró ante la reacción sobre protectora de mi padre.

–¿Ahora me puedo ir tranquila? –insistí. Mis piernas se movían solas, lo único que quería saber era qué me deparaba esta noche, en una de esas ya esas ganas incontrolables de mandarme a cambiar de aquí, se desvanecían.

–Ahora sí hija –sonrió Charlie– pero, recuerda no llegar muy tarde, no te subas a autos con gente que haya bebido, no te converses con gente que no conozcas, no…

–¡Ya para! ¡Lo sé papá! No soy una niña –resoplé conteniendo mi ira.

Le di un beso a Reneé también y por fin pude salir. Antes de poner un pie en la calle había abierto el portón automático.

Alice continuaba ahí y en cuanto me vio esbozó una gran sonrisa, pícara y entusiasta. Su pelo erizado, lo estaba aún más y llevaba puesto un corsé rojo con pabilos del mismo color, rodeado con encaje negro ¡Parecía una vampireza! Sus labios estaban perfectamente delineados con rojo y sus ojos miel enmarcados como una nuez oscura. Para abajo andaba con unos jeans negros ajustados y unos botines del mismo color. Su piel era nívea y perfecta, ni parecida al cutis de la mayoría de los adolescentes donde las famosas espinillas son una de las cosas más lindas, jajaja.

–¡Hola Bella! –sus ojos destellaron alegría.

–Hola –respondí a su sonrisa.

–¡Qué grande te ves de ropa de calle! –me guiñó un ojo.

–Y tú pareces una modelo –me sentí claramente un accesorio viejo al lado de ella.

–Gracias… –respondió y puso a andar el auto.

El motor rugió ronco y constante, como lo hacen los autos de esas características.

–Es mejor que te abroches el cinturón, Bella –advirtió divertida.

No chisté, considerando la velocidad que podía alcanzar esta joyita ¡Uf! Creo que era mejor que le hiciera caso, de lo contrario saldría disparada en caso de cualquier mínimo traspié.

El auto prácticamente voló y mi pelo había quedado completamente enmarañado con el viento, pero esto ya auguraba algo bueno ¡Me sentía libre!

–¿Dónde vamos? –pregunté entre gritos.

–Mmmm, ya lo verás.

Nos fuimos por la costanera mientras las olas rugían en la orilla y la música sonaba a todo lo que da. Alice cantaba, perfecto, pero a todo pulmón ¡Era muy divertida! Con ella me sentía muy cómoda, al revés de la impresión que me causó en el colegio.

Llegamos a un lugar, medio metido en la playa y las rocas, donde desde afuera se veía luces y gente. Era un recinto redondo con ventanales por todos lados, y lo que había de muro era de piedra, perfectamente lijada, por último, del techo caían unas totoras. En la entrada había palmeras y unos focos que la iluminaban, daba un aspecto como si fuera un casino privado.

Estacionamos y la brisa, ahora más tibia, nos pegó en el rostro, como dándonos la bienvenida. Bajamos por fin y caminamos el pequeño trecho hacia la gran puerta de rústica madera. Alice abrió, como si entráramos en una cantina y un hombre guapo, rubio, alto, de ojos pardos, la tomó por la cintura y la levantó con fuerza, para besarla. Miré para otro lado, me sentí algo incómoda.

Ella dio media vuelta, ya de la mano de, creo, su novio y me presentó.

–Jasper ella es Bella, mi compañera de curso de la que te hablé –sonrió. Me tomó con su otra mano y me arrastró hacia una mesa donde estaban jugando "cacho".

Era un ambiente muy distendido, la música estaba fuerte y al fondo, con vista al mar en pleno había una barra, con las respectivas sillas, pero éstas, era hechas de monturas de caballo. Debía haber unas veinte personas, a vuelo de pájaro.

De repente me sentí algo avergonzada y tímida, era todos guapísimos, topísimos y la gran mayoría muy extrovertidos, excepto por uno de los hermanos de Alice.

Primero me presentó a Edward, el hermano del medio. Era muy bello, de pelo broncíneo, sus ojos miel y la piel tan traslúcida como la de mi amiga. Se paró muy caballerosamente y me besó la mejilla.

–Hola –sonreí algo tímida.

–Hola –al hablar sus ojos se iluminaron un tanto.

Luego, continuó la mesa con Irina, Tanya, Carmen, Jane, James, Laurent y finalmente, un chico alto, fornido, de cabello oscuro y corto, el mismo color ámbar en los ojos y la piel perfectamente blanca como la cal. Era Emmett, el hermano mayor de Alice.

En cuanto me vio, esbozó una inmensa sonrisa y dijo.

–¿Desde cuando tienes estas guapas compañeras, Alice?

–Es nueva –ella habló con sus voz melódica y suave, mientras su novio la arrullaba entre los brazos.

–¿En serio? –preguntó Emmett, en tanto traía una silla para mí y la acomodaba a su lado.

–Sí –respondí con la voz bajita. Él me intimidaba.

–¿De dónde vienes? –insistió y clavó su sonrisa en mí.

–De Washington –dije casi en susurros.

–¡Qué bien! Me alegro que hayas venido, indudablemente serás un aporte para este pueblito –pasó su brazo por mis hombros.

No hablé mucho, sólo observé un montón, por ejemplo, que Edward, al parecer tenía novia, la chica de cabello rubio ondulado, Tanya. Estaban tomados de las manos y ella parecía ser muy cariñosa con él. Sin embargo, un par de veces en que yo miré hacia otro lado, cuando volví la vista, me di cuenta que el me observaba, pero desvió sus ojos en cuanto lo descubrí.

Emmett se mostró muy atento, realmente era muy simpático y junto a Alice, era el alma de la fiesta. Cuando terminaron de jugar cacho, y algunos ya estaban algo ebrios, subieron más la música y comenzaron a bailar.

La mayoría estaban emparejados, así que me quedé en la mesa, mirando, pero no tardó no mucho en llegar Emmett. Me tomó por la cintura con fuerza, sin que alcanzara a esbozar ni una sola palabra y me arrastró a la improvisada pista de baile. Miré a Alice, pero ella estaba muy concentrada besándose con su novio.

De fondo sonaba BITTER SWEET SYMPHONY. Él me pegó a su corpachón, robusto, fuerte y grande, y poco a poco fue acercando su rostro al mío. De todos modos, habían apagado unas cuantas luces y estaba todo en penumbras, cada cual vivía su mundo.

Podía sentir su aliento tibio, con un olor dulzón a alcohol. Mi piel se puso de gallina cuando sentí su boca muy cerca de mi oído.

–¿Te habían dicho que eres muy bella? –aunque no lo veía podía ver su sonrisa dibujada en el rostro pálido.

No respondí ¿Qué contestaría a eso? "Sí, fíjate tú que me lo han dicho un par de veces". No, era absurdo, además, un hombre como él de seguro tenía un millón de mujeres tras él. Omití algún comentario y seguí bailando, no tenía opción.

Debía reconocer que él me había gustado un montón, era un "hombronazo", difícilmente alguien se resistiría a sus encantos, era guapo, simpático, sexy y "alzado".

La canción aún no terminaba cuando él, en un movimiento bien pensando, hábil y certero, posó sus labios en los míos, adaptándose perfectamente. Sentí como por la cintura me aferró más hacia él, en tanto, entreabría mis labios, dando paso a su lengua dulce, que besaban de maravilla.

Me dio algo de vergüenza, era primera vez que lo veía y era el hermano de mi amiga, pero cuando miré hacia el lado, no había nadie, excepto, Edward y su novia. Noté como él me increpaba con sus ojos de miel. No sabría decir si era disgusto o curiosidad, pero de que miraba hacia donde estábamos nosotros, miraba. En un abrir y cerrar de ojos, volví a posar mi vista hacia Edward, pero ya se había esfumado junto a su novia.

–¿Quieres dar una vuelta? –los ojos de Emmett se encendieron.

–Mmmm, no, yo creo que mejor aquí, debe hacer frío afuera –di una excusa estúpida, pero en realidad, lo venía recién conociendo.

–Te prometo que no te dará una pizca de frío –sonrió, dejando al descubierto unos esculpidos dientes blancos.

–Es que… –mordí mi labio inferior nerviosa.

–¡Anda Bella! No te voy a morder –rió por lo bajo.

No supe qué hacer, así que accedí, después de todo ¿Qué tan terrible me podría hacer? ¿Era el hermano de mi compañera de curso, no? Accedí.

Él me tomó de la mano y me llevó hacia una pequeña playita privada que tenía el lugar. Una ráfaga de viento se clavó en mi piel y la erizó por completo, logrando que mis dientes castañearan de lo lindo. Por supuesto, Emmett no se hizo esperar y me arrulló en sus musculosos brazos.

–Te dije que no permitiría que pasaras frío –susurró en mi oído.

–Gracias… –fue lo único cuerdo que atiné a decir.

Sentía su cuerpo muy pegado al mío y sin darme cuenta, el mar llegó más allá de lo presupuestado, mojando mis zapatos, pero él me tomó en brazos y de dos pasos gigantescos hacia atrás, me puso a "salvo". Se acomodó conmigo en sus brazos y se recostó sobre la arena, que estaba húmeda y fría. Con movimientos casi de supervivencia, me zafé de sus brazotes y me senté a un lado. Sin embargo, tomó mi cara con su grande y tibia mano, y acercó su rostro de nuevo, para besarme. Respondí, pero ahora su boca bajó hacia mi quijada y se aprontaba a mi cuello ¡Esto se estaba complicando!

No sabía cómo deshacerme de él sin parecer estúpida y niña, quería besarlo, pero sólo eso, ahora sentía que se me iba de las manos la situación y no tenía idea de cómo frenarla. De reojo miré hacia atrás, buscando a Alice, pero no había nadie. Él lo notó.

–¿Estás aburrida? –me dijo sonriendo con cara de incredulidad.

–No, en absoluto, es sólo que… –no pude terminar la frase, porque tapó mis labios con los suyos.

En eso a lo lejos oí un "ejem", se aclararon la garganta. Era Edward. Emmett terminó el beso algo molesto y miró a su hermano.

–¿Tú no te habías ido? –su tono era de "ándate".

–Alice te necesita –respondió Edward serio.

–¿Tiene que ser "ahora"? –lo miró con cara de pocos amigos.

–Sí, lo siento –Edward fue irónico.

–¡Arg! ¡Está bien! Vamos a ver que quiere nuestra hermanita… –se puso de pie de un brinco y le dijo a Edward– ¡Cuídamela! –guiñó un ojo antes de irse.

Edward sonrió, negó con la cabeza y se sentó a mi lado.