Nota: Los Astonishing X-Men son de Marvel y tal y eso. El título me parece demasiado ampuloso para algo tan corto, pero bueno.
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Allá en la gran-comuna de Ust-Ordynski, en primavera, cerca del periodo de cosecha, existía un lapso de tiempo, apenas unos días, en que el atardecer hacía brillar todo el campo. Los extensos trigales resplandecían bajo los últimos rayos de sol como si se hubieran transfigurado en oro, con cientos de tonalidades diferentes. Si Piotr hubiera sido poeta, hubiese inventado nuevas palabras para definir cada uno de esos únicos colores. Pero como era pintor, los captó en sus retinas para dibujarlas algún día, cuando tuviera con qué hacerlo.
Al marcharse de allí, se prometió a sí mismo presenciar cada atardecer, con el fin de compararlo a ése, pues siempre pensó que jamás contemplaría algo igual.
Se equivocaba.
En estos mismos instantes se encuentra frente a otro atardecer, en un lugar muy distinto a su Rusia natal, en una época muy diferente a aquella. Y, sin embargo, la luz parece la misma, los dorados brillan igual, el cielo se perfila con unos tonos rosados y violáceos que resultan una copia perfecta.
Y entonces, Piotr Nikolievitch Rasputin descubre que el atardecer de su infancia no era especial porque fuera único, sino porque lo veía en su hogar.
Ahora la Mansión de Charles Xavier es su hogar y, por eso, este nuevo ocaso no desmerece en nada al ruso.
Katya gira el rostro y lo deslumbra con su sonrisa.
Este ocaso es mejor.
