Araña y Crisantemo

"Si sólo yacieras muerta y fría…"

W.B. Yeats

Ese hombre estaba maldito.

Jamás se imaginó que terminaría en una situación como esa. Su mirada escarlata perdía el brillo cada vez que le daba un trago a la botella de cerveza que apresaba con larga y firme mano izquierda mientras que con la derecha hacía los mayores acercamientos posibles con el mouse para mirar mejor a su presa, con cada trago sentía que sus sentidos se nublaban placenteramente al compás de su hundimiento en el mar de lujuriosos, enfermos y podridos pensamientos propios de un demonio de la fosa más sórdida del tártaro.

Naraku Orümcek[1] era conocido ante la sociedad como un hombre serio, emprendedor y sin duda un soltero cotizado, no se le conocía ninguna historia más allá de sus éxitos como uno de los abogados con mayor prestigio en la rama penal a nivel nacional. Ante los ojos de cualquier mujer e incluso para algunos hombres, él era considerado la materialización del hombre perfecto.

Pero nadie sabía que detrás de esa fachada de hombre modelo, él se encontraba dominado por una maldita obsesión que le daba mucho, pero que al final lo llevaba a ningún lado más allá de las mórbidas fantasías que creaba en las cloacas de su cabeza.

Estaba enamorado de ese maldito y lacio cabello negro, de esa blanca y nívea piel como la cocaína; imaginándose que probablemente sabría a rosas y miel, estaba enamorado de esa carnosa boca, de esa respingada nariz y de esos negros ojos de muñeca de porcelana.

Había salido con otras mujeres como Kaguya; una exitosa pero pretenciosa modelo casa fortunas, una estilista algo desequilibrada llamada Yura y su última relación había sido con una compañera del bufete de abogados llamada Kagura Kugimiya, había sido divertido, el sexo había sido increíble, pero al mismo tiempo ambos eran tan tóxicos el uno con el otro que al final ella no pasaba su veneno de araña y él no soportaba los huracanes que ella era capaz de crear cuando discutían.

Pero ninguna había logrado llevarlo a ese muy descontrolado grado de deseo, ni siquiera el mayor orgasmo que había sentido en manos de la abogada se comparaba con sus desenfrenados deseos.

Aquella mujer era inalcanzable pero aun así él lo sabía absolutamente todo, desde a qué hora se despertaba, cuánto tardaba en vestirse. Sabía que le gustaba tomar té antes de dormir, que leía novelas criminales en la cama, incluso sabía cuantos minutos la mujer se tardaba en salir al estacionamiento, era la única persona que sabía lo exacta y precisa que era la vida de Kikyo Hidaka.

Era como una araña ponzoñosa que la vigilaba desde la sombras, avaluando cuando sería el momento indicado para atacarla.

Podía ver todo cuanto se le antojaba gracias a una pequeña cámara que había instalado en la esquina del techo de la habitación y que conectaba directamente con el portátil de su casa y con la computadora de su oficina. Le encantaba vigilar le perseguía, a donde ella fuera también iba él, Incluso a veces pasaba noches completamente despierto mientras veía como ella dormía.

Pero disfrutaba mucho más y la veía incluso más hermosa cuando ella empezaba a cambiarse de ropa y modelar frente al espejo.

En ese momento la azabache se había cambiado para dormir, en ocasiones ella se sentía observada y él lo sabía, pues había momentos en los que ella volteaba a todos lados, buscando aquello que la inquietaba, buscando a esa sombra que la seguía esa presencia fantasmal que no podía ver. Lo buscaba a él.

Una torcida sonrisa se asomó en sus labios cuando vio como la mujer derrotada soltaba un suspiro y procedía a acostarse a dormir ataviada en esas gruesas y holgadas pijamas. Oh, si tan solo ella supiera que su intento de cubrir sus maravillosas curvas había sido en vano, Naraku lo sabía todo, incluso sabía que ella tenía un tatuaje de un arco y una flecha en el tobillo. Era dueño de todos sus secretos como el todo poderoso.

Y le encantaba saberse con nivel de control aún y cuando esta no lo sabía, no obstante eso no era suficiente para él, siempre necesitaba saber cada vez más y más de aquella fría mujer de ojos muertos. Entes creía que era una atracción, pero terminó siendo un contrato para una obsesión que no trató a tiempo y a pesar de ser un excelente abogado, no leyó antes de firmar con sangre su maldición.

-Kikyo...


Orümcek: Araña en Turco

Espero que les guste.