¡Hola a todos!
Cuanto tiempo sin pasar por aqui. Demasiado diria yo.
Hoy he decidido traer algo diferente a lo que he mostrado habitualmente, que han sido Oneshots unicamente. Esta vez los que les voy a mostrar ¡es una historia con multiples capitulos!
Siendo mi fandom preferido, no habia duda en que la historia en cuestion estaria en el mundo de The Legend of Zelda: Ocarina of Time. ¡Espero que la disfruten!
¡Sin mas preambulos, les presento el prologo de la historia!
— ¿Dónde…?
Se escucharía el suave murmullo femenino en aquel ambiente rodeado de oscuridad, la cual se extendía, aparentemente, hasta el infinito, la voz haciendo un eco en el enorme vacío.
— ¿Dónde estoy…?
Aun sintiéndose un poco aturdida, trataría de desviar la mirada de un lado a otro, en busca de cualquier cosa que le diera una pista de su paradero, pero ni siquiera podía saber si realmente estaba mirando para todos lados. No podía sentir si su cuello se estaba moviendo, o incluso si sus ojos lo hacían. Intentó mover sus piernas pero no llegaba a sentir nada, cosa que le provoco algo de pánico, aterrada de pensar que podría estar paralizada.
Pero antes de poder decir nada al respecto, por fin vería algo, un destello de luz azul que provenía desde su derecha, y al guiar su mirada hacia este, por lo menos pudo notar que si podía mover su cuerpo, aunque no tuviera ninguna sensación.
Al hacerlo, vio con más claridad aquel destello, que iba cual cometa cerca de su dirección, con una larga estela siguiendo su camino, y de un momento a otro pasaría de largo su posición, haciendo que la siguiera con la mirada y notar como a lo lejos había otro destello, solo que este se mantenía en un solo lugar, además de ser de un color verde, el cual parecía emitir una luz un poco más débil, viéndose muy superada por las sombras.
Observaría atenta el evento, demasiado curiosa e intrigada con lo que podía pasar, y cuando el haz de luz azul colisiona con el verde, se crearía una distorsión en la que la oscuridad a su alrededor comenzaría a evaporarse ante la expansión de una cegadora iluminación, que impediría que siguiera viendo más al sentirse desplazada por esa fuerte energía.
— ¡Ahh!
Con un grito agitado, una joven se alzaría hasta quedar sentada, removiendo las suaves telas que habían estado encima de su cuerpo, buscando aunque sea una mayor sensación de libertad repentinamente.
Tomaría unas cuantas bocanadas de aire, sintiendo unas gotas de sudor en su sien, manteniendo su mirada algo perdida y la cabeza baja. Por lo que cuando escucha unos golpes retumbando suavemente por el lugar, es que no podría evitar sufrir un pequeño sobresalto, alzando la mirada en la dirección del sonido, poniendo por fin algo de atención a su entorno, y pudiendo notar que lo que sonaba eran los golpes que recibía la puerta.
Del otro lado de esta, se escucharía una voz femenina.
— ¿Mi lady? ¿Se encuentra bien? ¡Creí haberla oído gritar hace un momento!
Se quedaría mirando silenciada la puerta unos momentos, parpadeando un par de veces, como si le estuviera costando captar el mensaje que le daba esa voz, pero cuando por fin logra asimilarlo, sus parpados se abrirían un poco más, sintiéndose más despierta.
— ¡Estoy bien! Estoy bien, no te preocupes, no ocurrió nada, solo…
Su voz descendería un poco antes de poder terminar la frase, volviendo a quedar pensativa al hacer remembranza de su aturdido despertar.
— ¿Mi lady?
Y nuevamente la persona, obviamente una mujer, la sacaría de sus pensamientos al hablarle desde el otro lado de la puerta. Por lo que se dedicaría a prestarle la debida atención.
— No es nada —retiraría completamente las sabanas que aun cubrían sus piernas, y se giraría sobre su cama para poder bajar los pies hacia el suelo, casi recibiendo con gusto la fría sensación del piso en sus plantas —, por favor, pasa; no quisiera seguir hablando en voz alta con una puerta de por medio.
No tardando mucho en hacer caso a la petición, la puerta de la amplia y elegante habitación se abriría, dejando pasar a una mujer adulta, su atuendo era una clara muestra de su puesto como mucama, con su largo vestido gris oscuro acompañado por un delantal que iba desde sus hombros hasta las rodillas. Su sombrero se encargaba de cubrir parte de su cabello, el cual se veía era de color negro y estaba sujeto hacia su nuca.
Una vez dentro, y cerrando la puerta detrás de ella, la mujer se acercaría lentamente hacia la joven aun sentada en el borde de la cama; inclinándose ligeramente, con las manos juntas frente a sus piernas, en señal de saludo y reverencia.
— Muy buenos días tenga usted, Su Alteza — apenas termina de decir eso, la mujer se erguiría repentinamente, con un gesto de sorpresa y aparente miedo, cubriéndose la boca con una de sus manos—. ¡Ah! ¡L-lo lamento! Es que estoy tan acostumbrada…
La aludida haría un gesto despreocupado con la mano, cerrando sus ojos y teniendo una suave sonrisa en sus labios.
— Tranquila, si no es ningún problema eso. Y buenos días a ti también, Eva.
Aun así, la mucama seguiría mirándole algo preocupada, aunque ya bajando la mano lentamente de su boca, de vuelta hacia donde la tenía originalmente, frente a sus piernas.
— Pero es que…
— Te digo que no es nada —esta vez negaría con la cabeza, abriendo sus ojos para ver fijamente a la mujer, sin dejar de sonreír — ¿Por qué no mejor me ayudas a prepararme? Creo que se viene un largo día por delante.
Eso parecería sacar de su pena a la pobre mujer, quien, tras dejar salir otro sonido de sorpresa de su boca, asentiría con su cabeza, y sin querer demorarse más, iría en dirección al armario que había en la habitación, abriéndolo para empezar a rebuscar en su interior; dejando a la joven nuevamente en sus pensamientos.
— A decir verdad, a mí también me cuesta acostumbrarme a ello aun…
Guiaría su mirada hacia la ventana que había del otro lado del cuarto, que le daba una gran vista de su hogar, incluso llegando a alcanzar a ver un poco de las largas y verdes planicies, más aun las montañas.
— Todo se ve igual que siempre, pero ahora, de algún modo, se siente diferente…
— ¿Este le parece bien?
Algo sorprendida por la repentina pregunta al haberse visto distraída por sus pensamientos, regresaría su vista hacia la otra persona en su habitación, viendo como sostenía uno de sus regulares vestidos con mangas cortas, de un color rosado muy pálido.
Escondería una pequeña expresión burlona con una suave sonrisa. A veces se pregunta cómo es que, a pesar de todo, su ropa predilecta parecía ser una variante del rosado; aunque si poseía muchos otros vestidos con otros colores, no quería perder el tiempo buscando otro que le gustara un poco más, así que asentiría con su cabeza, prediciendo, y viendo, el como la mujer tomaría también una prenda extra de color magenta, haciendo que la muchacha negara casi imperceptiblemente con su cabeza, aun sonriendo por sus propios pensamientos.
— De acuerdo, ¡será este entonces!
Llevando las ropas elegidas, así como otras prendas íntimas, hacia un mueble cercano a la cama, Eva tomaría después el biombo que reposaba contra una pared, abriéndolo para acomodarlo adecuadamente, cerca del anterior mueble.
La joven se pondría de pie después de ello, colocándose detrás del biombo mientras la mujer vuelve a sostener las prendas en sus brazos.
Una vez detrás, oculta de todos, es que pasaría a removerse su largo camisón de dormir, sacando sus brazos por los tirantes de este, uno tras otro, luego ya simplemente jalándolo por debajo de su pecho, y así dejando que cayera hacia el piso, sacando los pies para poder recogerlo, colgándolo en el biombo antes de mostrar su mano por uno de los lados.
Silenciosamente, su mucama le pasaría las primeras prendas, y durante ese tiempo en el que estaba vistiéndose, la muchacha volvería a pensar en las imágenes que vio en su sueño, por muy pocas que hayan sido.
— ¿Qué significara? Aun si puedo comprender que simbolizan las dos luces…no encuentro una explicación para lo que me han mostrado.
Mantenida en sus pensamientos, saldría de detrás del biombo ya vestida, usando sus manos para sacar su cabello fluidamente de dentro de su ropa, el sonido de sus pasos delataría el que también se había puesto calzado. Avanzaría hasta sentarse frente al tocador, donde estaba un gran espejo, notando casi distraídamente el como la mujer se posicionaba detrás de ella y, tomando un cepillo, comenzaría a peinarle suavemente.
— ¿Estamos en peligro? Hace muchísimo tiempo que estamos en paz…pero también hace mucho que no tenía un sueño como este. La última vez…la última vez realmente no pasó nada…una gran figura llena de oscuridad y maldad impactaba con el mundo…pero algo así jamás ocurrió, no hubo nada parecido.
Por mucho tiempo eso llego a perturbarle. No comprendiendo el significado de aquel sueño al no sentir nunca nada cerca, no supo que hacer. Pero el tiempo pasó, y nada llego a ocurrir, así como el sueño no volvió a invadirle.
Tal vez no había sido ella o su mundo el que estaba en peligro, tal vez era algo más lejano…tal vez quien había estado en peligro…
— ¿Así le parece bien?
Sacada completamente de sus pensamientos, vería sorprendida el cómo Eva ya la había peinado como estaba acostumbrada, con sus dos mechones ondulados cayéndole por los lados, teniendo una partidura a la mitad de su frente, y todo el resto de su largo cabello cayéndole por la espalda.
Aun un poco aturdida por haber tenido su mente algo lejos de ahí, le tomaría un tiempo asentir con su cabeza, procurando sonreírle a la mucama.
— Me parece perfecto, te lo agradezco mucho.
La mujer morena sonreiría ante su gratitud, antes de ir por los accesorios y joyería que ella está obligada a llevar, cosa que la haría suspirar aunque quisiera evitarlo, pero aun manteniendo una pequeña sonrisa solo para no poner una cara de fastidio.
— Enserio que no logro entender por qué tengo que llevar tanto metal encima.
Vería el cómo regresa con unos aretes triangulares, unos largos brazaletes, un cinturón con un par de adornos colgando, y un gran collar, todos de un color dorado.
— Es parte de su imagen. De esta manera es más fácil mostrar su status y el quien es.
— ¿Una presumida que les echa en cara el oro que tiene?
Viéndose preocupada y escandalizada, la sirvienta no tardaría en comenzar a negar con la cabeza.
— ¡No, no! No es de esa forma, Mi lady, nadie lo ve de esa manera, ¡se lo aseguro!
La joven volvería a sonreír, aunque de forma más ligera, viéndola por medio del espejo mientras ella misma se coloca los aretes que previamente le habían traído.
— Ojala pudiera estar tan segura de ello, tendré que hacer algo al respecto…pero por ahora no me queda más remedio —le ofrecería a su acompañante su antebrazo derecho —. Adelante, terminemos de una vez.
Ella asentiría con su cabeza, y tomando uno de los brazaletes, lo abriría para poder colocárselo en el lugar ofrecido. Al sentir el frio metal cerrarse alrededor de su piel, la chica se preguntaría si acaso la sensación era similar a la que tiene un prisionero cuando le colocan unos grilletes.
Cuando le colocan el segundo brazalete, cerraría sus ojos, denegando sus anteriores pensamientos. No importa que, no va a comparar su deber a una condena. Afortunadamente no llego a ser así…
Se pondría de pie al ver como la mucama toma ahora el cinturón, y alejándose un poco de la silla para darle más facilidad en la labor, separaría los brazos de sus costados para que ella pudiera colocarle correctamente el cinturón, cerrándolo por delante con el gran broche que tiene en el medio; pudiendo sentir ahora colgar los adornos contra sus muslos.
— ¿Sera realmente necesario que alguien me ayude con esto? —Se preguntaría mientras ve a la mujer ir por algo más, siendo esto un par de hombreras de oro, de las cuales también colgaba una gran y larga tela blanca — Supongo que para eso sí sería necesario…
Eva se colocaría detrás de ella, y acomodaría ambas hombreras en su lugar, procurando que la tela, que ahora era obvio resultaba ser una capa, quedara bien puesta y lisa en su lugar. Luego de ello, la joven levantaría uno de sus brazos para que la sirvienta pudiera cerrar el seguro de la respectiva hombrera que se acomodaría debajo de su brazo, repitiendo el proceso en el otro lado.
— No puedo evitar preguntarme si es una molestia para ti el tener que ayudarme con este tipo de cosas.
Mientras va acomodando el collar, que se sostenía de las mismas hombreras que acaba de colocarle, la mucama negaría con la cabeza, sonriéndole casi de forma maternal a la muchacha.
— Para nada, es un placer el poder ayudarle a que este presentable, se lo aseguro.
Sonriendo agradecida por sus palabras, tomaría un respiro al saber que solo quedaba un último adorno que ponerse.
El sonar de unos pasos, acompañado por el sonido de una caja abriéndose, le revelaría que Eva precisamente había ido por ese accesorio, por lo que al abrir sus ojos ya se esperaría ver la pequeña corona que llevaba en sus manos.
Aun se le hacía extraño no ver una joya carmesí en el centro, y en lugar de eso era un adorno completamente dorado, parecido a una placa con el símbolo de su hogar, aunque con algo más de volumen.
Agacharía un poco su cabeza para que la fiel sirvienta no tuviera tantos problemas en colocársela. No es que fuera mucho más alta que ella, pero no había nada de malo en hacer las cosas un poco más sencillas.
— Ya está lista, Mi lady.
Levantando su cabeza, le sonreiría una vez más con gratitud, asintiendo suavemente.
— De verdad te lo agradezco mucho, Eva.
— No hay nada que agradecer. Como ya se lo dije, es un placer poder ayudarle.
Compartiendo una sonrisa una vez más, la morena haría una nueva reverencia, y comenzaría a caminar hacia la puerta, siendo seguida unos cuantos pasos por detrás por la elegante joven.
Eva abriría la puerta, siguiendo el mismo camino de esta para dejar pasar primero a la muchacha, quien movería su cabeza, asintiendo a modo de agradecimiento.
— Muchas gracias.
Seguiría su camino hasta salir de la habitación, viendo el largo corredor que se extendía de lado a lado desde su posición, escuchando como la mujer salía también del cuarto y cerraba la puerta suavemente detrás de sí.
— Adelante, Eva.
Asintiendo con su cabeza, nuevamente la mucama empezaría a caminar hacia el lado derecho, siguiendo el corredor, no tardando la otra joven en continuar el camino, siguiéndola tranquilamente.
Por el camino, llegaría a ver a algunos hombres vestidos con elegantes armaduras blancas de pies a cabeza, sosteniendo con firmeza una lanza en la mano derecha, cada uno haciendo una ligera inclinación en señal de reverencia al verla pasar, cosa que ella respondería con un movimiento de la cabeza.
Al pasar por un corredor cuyos pilares en el lado derecho daban un gran vistazo al mundo exterior, la joven centraría su atención en la pacífica y tranquila mañana, viendo el cielo despejado y escuchando la suave brisa, cosa que la volvería a llenar de dudas; aunque no detendría su caminar.
— ¿Por qué? ¿Qué es lo que va a pasar? Todo…Todo parece tan normal, ¿qué va a suceder que he soñado con ello? O será que ¿de nuevo se trata de algo a la distancia? ¿Haría bien en no preocuparme?
Cerrando sus ojos, continuaría su avance, confiando en las sensaciones que le proporciona su entorno, meditando más la situación.
— ¿Qué hare si se trata de otra amenaza? ¿Podre protegerlos a todos? Después de todo…no está aquí…
Apretaría ligeramente sus puños frente a sus piernas, tratando de cortar la dirección en la que iban sus pensamientos, por lo que negaría con su cabeza para lograr ese mismo propósito.
— No…
— Estamos aquí, Mi Lady.
Se detendría ante las palabras de su mucama, abriendo sus ojos para notar la gran cortina que caía por delante de ella, pudiendo escuchar claramente a varias personas agrupadas en la sala del otro lado. Y una sobresaldría por encima de todas, gritando con fuerza para anunciar su llegada.
— ¡La soberana de Hyrule, Su Majestad, la Reina Zelda Nohansen deHyrule!
Con la cortina siendo removida por un soldado presente, Zelda avanzaría para entrar en la enorme sala, viendo fijamente con sus ojos azules a todas las personas que se había reunido en el lugar, a su gente, su pueblo, aclamando a su gobernante con alegría.
— Este es MI reino, y pase lo que pase, ¡No voy a permitir que nada ni nadie lo vuelva a amenazar!
