Sus ropas estaban todas sucias, llenas de lodo y húmedas, la lluvia no era lo mejor del mundo cuando se huía de un monstruo gigante. No podía quejarse de la incomodidad que provocaba la situación de su ropa, estaba enfocada únicamente en el hecho de que tenía que escapar para salir con vida, venía detrás de ella, cuando volteó, ya no lo pudo ver, los truenos revelaron su sombra y la alertaron, haciendo que aumentara la velocidad, pero como no se fijó frente suyo, tropezó de lleno contra un tronco caído, cayó, rodando en el fango y la hierba mojada hasta el final de la colina. Tosiendo, Justine se volvió a levantar, mirando sus manos ahora heridas, porque había intentado agarrarse de un árbol mientras caía, pero no lo logró, la aspereza del tronco dañó sus manos.

Respirando pesadamente con lágrimas cayendo de sus ojos, siguió corriendo, le dolían las piernas, quizás se hirió también. Su cabello y rostro también estaban cubiertos del barro, este entrando en sus heridas. No quería causar molestias a esas horas de la noche para los Frankenstein, pero realmente no se le ocurría a dónde más ir para huir de aquel ser, ese era su hogar después de todo, rezaba porque ya no la encontrara allí o hiciera algo para perjudicar a la familia que la acogió. Se detuvo unos instantes, la lluvia cayó más fuerte y logró quitar un poco del barro de sus ropas.

Siguió avanzando, esta vez más lentamente, sintiendo la seguridad de que el monstruo la perdió de vista, pasaron unos minutos para que lograra llegar a la mansión, una vez que llega, corre hacia la puerta y la golpea con un poco de frenesí, provocado por el miedo a que apareciera de pronto detrás suyo. Siguió tosiendo, se sentía débil, se apoyó contra la pared pesadamente, volvió a golpear porque no abría nadie, de pronto se halló de rodillas ante su cansancio, sentía que iba a desmayarse.

Elizabeth abrió la puerta, y una vez la vio, su expresión se vio tan horrorizada que parecía irreconocible, con gran preocupación, avanzó para ayudar a Justine a levantarse, pero ya era muy tarde.

Se había desmayado en frente de la puerta.


— Justine, Justine — Llamaba alguien, era una voz grave y adulta… ¡El Señor Alphonse! La joven se levanta de golpe, grave error, siente en seguida un ardor muy fuerte y dolor en la cabeza, siente el cuerpo pesado, la humedad en sus ropas ya no se siente, cree tener puesto un vestido para dormir. Las sábanas encima suyo son cálidas, más de lo que deberían, quizás porque el sol las calentó. — Gracias a Dios, ya has despertado — Se ve tan aliviado, mientras que Justine tan sólo estaba preocupada, ¿qué había pasado? Al lado suyo había una de las criadas, levantándose y dejando un trapo sobre un bol con agua en la mesa de noche, el trapo tenía restos de sangre.

— Señor, — Dijo Justine, pero cuando su voz salió sonó ronca. La garganta le dolía. El señor niega con la cabeza, pone sus manos sobre las de Justine, empuja su hombro lentamente para hacer que se recueste nuevamente, aparentemente, no está en condiciones de levantarse.

— No te levantes, debes reposar, ayer llegaste en un preocupante estado a casa, estás enferma por estar en la lluvia — Ahora recordaba, sí. Se había desmayado en frente de la puerta, viendo a la hermosa Elizabeth intentando ayudarla. — Podrás contarnos qué ocurrió cuando estés mejor, por ahora no te esfuerces en lo más mínimo, las criadas te atenderán en lo que requieras — Justine lo miró con agradecimiento, asintiendo levemente con la cabeza, y cuando recobró la sensibilidad se dio cuenta de que tenía vendajes en varias partes del cuerpo, y estaba lavada. Ante su imposibilidad de hablar, tan sólo sonrió débilmente.

— Elizabeth vendrá a verte en un rato, pero por ahora puedes dormir en paz, — Observó a la criada al lado suyo y hizo un gesto con la cabeza, indicándole que era libre de retirarse, lo que obedeció al instante. Alphonse salió de la habitación para dejar a la joven sola, quien no tardó en cerrar los ojos para dormir nuevamente, pero el recuerdo del aspecto de ese fenómeno invadió su mente y le imposibilitó descansar, así que tan sólo fingió cuando el amo del hogar Frankenstein volvió a verla.

La señorita Elizabeth había ido a verla, como era esperado. Justine se acomodó en la cama para recibirla correctamente, pero fue mandada a recostarse de nuevo por la rubia, increíblemente preocupada por ella, ¿qué había hecho ella para merecer tanto cariño por parte de alguien tan honrosa como lo era la joven Lavenza? Era tan perfecta, iluminaba los lugares a los que iba con tanta facilidad…Alguna vez debió desear Justine ser como ella, pero la envidia es un fuego que debe extinguirse lo más rápido posible, y así lo hizo ella.

— ¿Estás bien? Nos tenías tan preocupados, ¿qué fue lo que ocurrió, en nombre de Dios? Te desmayaste en frente de mí y juré que habías perecido, no debí permitirme pensar algo tan atroz — La pelinegra negó con la cabeza, sonriendo. Morir habría sido posible si aquel abominable ser hubiéseme atrapado, pensó. No iba a mencionar nada respecto a aquel ser de dudosa existencia, era demasiado irreal para que alguien lo creyese, ella todavía no lo creía, ¿habría sido una pesadilla? Era demasiado real para ser una.

— Estoy bien, no ha de preocuparse en lo absoluto sobre mi persona, señorita Elizabeth, no lo merezco, — Se sienta sobre la cama para tomar del agua que la amable sirvienta había dejado para ella, le raspaba la garganta y su voz aún sonaba un poco ronca, pero al menos podía hablar. Tosió un poco luego de beber. — lamento desde el fondo de mi corazón hacerla pensar en la idea de tal mal augurio, no sabía a dónde ir — No va a decir por qué iba ahí a menos que se lo preguntara, en tal caso, se inventaría cualquier cosa con tal de no decir la verdad.

— No, no has de lamentarlo en absoluto, has venido al lugar indicado, no has de pasar por mal alguno estando aquí, y no permitiré que se te haga más daño del que ya te han hecho, porque alguien debe haberte hecho esto, Justine, ¿me equivoco? — Estaba sugiriendo sutilmente que alguien la había atacado, Justine comienza a pensar en excusas fiables y se maldice porque miente a su señorita, pero teme no hay otra salida para evitar que sea enviada a un sanatorio mental; nadie iba a creer que vio a un monstruo el doble de grande que ella.

— Se equivoca usted, aunque levemente, señorita. El daño… me lo he hecho yo misma accidentalmente al huir de un asesino, tropecé con un tronco y rodé por los suelos, la caída me provocó mucho dolor, pero gracias a Dios, sigo con vida — Elizabeth asiente, tomando la mano de Justine entre las suyas.

— Aquel criminal no ha de quedar impune, en el nombre de Dios que no lo hará, — La otra no pudo hacer más que asentir, sin más ideas. — has de descansar, ¿ha quedado claro? No quiero que te levantes, estás débil todavía. Victor quizás venga en unos días — Al decir esto, su expresión cambió a una visiblemente más emocionada, hablar sobre Victor y estar con Victor le traía una felicidad inigualable, a Justine le alegraba verla así, radiante. — Te dejo sola para que descanses, ¿sí? Llámame si me necesitas, o pídele a una criada que me traiga, estaré aquí en seguida — Suelta su mano delicadamente y se despide, saliendo de la habitación plagada de luz, lo que imposibilitaba más su intento de dormir.

Tan sólo podía reflexionar sobre aquel monstruo, nada más lograba ocupar sus pensamientos, nada más lo lograría por el resto de la semana, probablemente.