Al aire de tu vuelo

Capitulo Uno: El mundo tal como es hoy

¿Y si los días pasan lentos para sumergirnos en un estado de impaciencia contemplativa?

No, no hay estado de ánimo que permita disfrutar tal ensueño; ni hay ojos que quieran mirar las escenas de un mundo estático. Todo este canturreado es inquietante y presagia los acontecimientos que serán contados. La velocidad del tiempo, o un baño de estrellas no entibian los corazones separados. Así está escrito, así siempre ha sido.

El suave murmullo de las hojas no arrullaba su inquietud, pero sin recelo en su tremuloso palpitar, Dipper caminaba por un sendero de clase media lentamente a casa. Los porches vulgares -algo sureños- simulaban relieves envolventes que atrapaban su ya maltratado corazón; sollozaba en su mente y se detuvo cuando encontró una esquina antes de cruzar el asfalto. En algún momento debió tener problemas de comunicación, ahora su comprensión de la geografía empírica se alejaba y cambiaba; la tierra bajo sus pies tal cual fue pintada en el lienzo color hueso del vacío ya no era como fue prometida. La inmensidad del todo era ya un producto de mentiras imperdonables, transformados en símbolos sin un orden orgánico y presos de cuestiones de semánticas comunes... pero el este mundo... el mundo tal como es hoy no responde.

Suspiro y miro el camino en el horizonte.

"Que miserable soy", pensó sardónico.

Siguió su andar con los parpados entrecerrados.

No es que Dipper sintiera una comprensible flaqueza, pero el olor que tanto añoraba en esta premura, no lo embriagaba. Necesitaba de su amor, su mano reveladora que ya no velaba por seducir sus inquietudes y alejarlas con una sonrisa, con un gesto misericordioso; con silencio.

Se detuvo de golpe frente a la fachada del amable caserón de largo jardín. Los autos estaban aparcados en la cochera y Dipper entro sabiendo que Mamá, Mabel y Antón ya estaban en casa.

—¡Ya llegue! -fue más una fuerte advertencia que un clamor cuando grito.

Dipper camino por el recibidor hasta llegar a una amplia sala de estar color hueso. Los últimos rayos de la tarde se colaban por los amplios ventanales e iluminaban los libreros de antigua caoba, la pianola y los marcos con las fotos familiares. Y en el sofá, ahí estaba; Dipper adivinaba en ella a la única criatura con un corazón próximo al suyo. Mabel, reina de los corazones rotos. A su lado, Antón recitaba en voz alta un pequeño libro encuadernado de color café. Mabel le escuchaba atenta y sonriente, Antón le leía algún viejo cuento de su tierra natal.

—Oh, ¡Dipper! -Antón noto su presencia en el dintel de la entrada- ¿nos acompañas?

El cuerpo de Dipper respondió, se sentó en un reclinable que daba la espalda a la ventana principal de la sala daba la cara a Antón y Mabel. Amaba ese sofá, lo había hecho suyo desde que Antón lo llevo un viernes sin compromisos. En el se sentaba a leer poesía o misterios; algunos días con su libreta de apuntes e ideas, y cuando la inquieta mente le superaba con preguntas gastadas, ahí meditaba.

— ¿Que lees?

—A Gógol.

Mabel le lanzaba miradas furtivas, pero Dipper las paraba cuando sus ojos se cruzaban y ella trataba de evitarlo. Mabel y sus ojos confusos y un poco tristes.

—"Como todo menestral ruso que se respete, Iván Yákovlevich era un borracho empedernido. Y aunque a diario afeitaba mentones ajenos, el suyo estaba eternamente sin rapar..."

Antón había arribado a sus vidas cuando su madre decidió que era tiempo de olvidar y seguir después de divorciarse del padre de los gemelos. Cuando llego, empezó a ser una agradable influencia en casa; con Dipper había hecho buenas migas en el momento en el que se descubrieron como gustosos lectores de Tristan Tzara y amantes secretos de las melodías de Jacques Brel. Para Mabel era un alivio paternal que sustituía una figura masculina siempre ausente.

— La cena ya casi esta lista -se escuchó el grito femenino de mama desde la cocina.


La mesa fue servida.

En el comedor se escuchaba el sonido de los cubiertos chocando con la vajilla; pollo horneado con verduras al vapor era el guiso que mamá no cocinaba muy seguido. Dipper amaba la comida de su madre, era tan cálida y expresiva. Aun se lamentaba que por años fue privado de las sensaciones hogareñas; pero mamá había cambiado y puso en orden sus prioridades… cambio las largas jornadas frente a un computador por una vida sabática de olor a tomillo.

— Esa noviecita tuya te envió un paquete -mamá rompió el silencio.

— ¿Wendy?

— Si, ella... no me gusta esa chica, enviando cartas cuando podrían mandarse mensajes a tu teléfono.

— Cariño, enviar cartas es una cortesía muy romántica... si no viviéramos bajo el mismo techo, te enviaría cartas todos los días.

— Yo solo digo que si son jóvenes deberían comportarse como eso... jóvenes. Bastante con que Mason pasa los días con la cara tras un libro,-mama apunto a Dipper con su tenedor-hijo, pareces un viejo.

— Cariño...

— He estado pensando en enviarte a un campamento este verano para que te de más aire.

— Mamá, ya tengo diecisiete.

— Ay, debe haber algún campamento para chicos de tu edad.

— Mabel, ¿cómo esta Will? -interrumpió Antón sabiendo que Dipper y su madre se dirigían a una discusión.

Will... Dipper odiaba ese nombre. Will era el maravilloso novio deportista de Mabel. Un príncipe azul por derecho propio. Tan sano y jovial, con los rulos rubios al sol.

— Bien, va a aplicar para una beca de football colegial -respondió Mabel con algo de desgano.

— Que buen chico -dijo mamá-, siempre tan responsable y pensando a futuro; ¿escuchaste Mason?

— Si mamá -respondió Dipper jugando con su comida.

— ¿Ya pensaste a que universidad vas a ir?

— No.

— Aún tiene un año para tomar su decisión -Antón no dejo que el respondiera-, además es un chico inteligente...

— Por eso debe pensar en su futuro, no quiero que Mason malgaste su potencial.

— Cariño, solo es un chico...

— Ay Anton, si tan solo el fuera más como Mabel.

Mabel volteo el rostro a su madre con una decidida mirada de desaprobación, odiaba cuando comparaba sus logros personales con los de su gemelo.

— Quiero ir a Nueva York -pronuncio Dipper sin que nadie lo esperaba.

— ¿Disculpa?

— Quiero estudiar periodismo en Nueva York.

— ¿Bromeas?

— No, es lo que quiero hacer, pensar en mi futuro como dijiste.

— No -parecía que su madre perdería la paciencia en cualquier momento-, tu no lo haces por eso; es por esa noviecita tuya, esa Wendy.

— Ella no tiene que ver en esto...

— Por supuesto, ella y sus aires de progresista; ¡te ha lavado el cerebro!

— Tal vez si mamá, tal vez sea por ella. Ella me apoya...

— No, tú no vas a echar a perder tu futuro por un amor juvenil; vas a ir a una buena universidad a estudiar algo provechoso.

— Cariño, no debes inter~

— Claro que debo Antón, y-y-y va a irse unos días al campo este verano a que le dé el sol y se refresque de esas ideas.

— No -Dipper clamo sombrío.

— Mason, vas a ir...

— Deja de llamarme así...

— ¡Vas a hacer lo que yo diga!

— Por eso papá te abandono -murmuro Dipper.

La mesa quedo silenciosa, Dipper dejó caer la bomba y nadie tuvo tiempo de evacuar. Antón bajo lentamente el tenedor y mamá miraba estupefacta, el chico le había dado una mortal estocada al corazón. Ella, afligida, trataba de articular alguna palabra, alguna frase que la consolara. Cerró los parpados y dejo caer su frente en la palma de su mano derecha. Mabel seguía en silencio.

— Termine, ¿me puedo retirar?

Mama hizo un torpe ademan, Dipper se levantó de la mesa. Subió las escaleras en silencio y cerró la puerta de su habitación. Abajo mamá corrió a la cocina y Antón la persiguió para consolarle. Mabel se fue a su habitación.


Dipper mordía una barra de chocolate que tenía en su escritorio mientras ponía uno de sus discos de Cab Calloway en la tornamesa. Decidió que evitaría pensar en la histeria neurótica de su madre. Bajo el sonido al mínimo y abrió la caja que Wendy envió. Había decenas de fotos que ella había tomado en Nueva York. Un corredor en Central Park, una madre y su bebe en Times Square, grafitis de Queens; eran tantas fotos que Dipper temía no poder mirarlas todas. Amaba esos paquetes que le enviaba su novia, podía ver el mundo fuera de su simplona vida tras los ojos de una sensible artista. En el fondo de la caja había algunos casetes y un sobre de papel. Abrió el sobre y saco una carta.

"Mi amado Jean Floressas des Esseintes

Hoy al salir a fotografiar me encontré con un par de amantes iluminados por las marquesinas de las grandes tiendas; se parecían a ti y a mí. Trate de fotografiarlos pero el momento paso y perdí una buena toma. Me arrepiento que no puedas ver esa foto, pero sé que de alguna forma es un mensaje que me dice que no deberías sostener su fotografía y tienes que estar a mi lado para verlos. Me emociona saber que el próximo año viviremos juntos, ¿que será de Mabel? Tal vez también quiera venir, podríamos darle cobijo en nuestro piso. Pero antes hay que deshacernos de Nancy, no creo que quiera compartir el lugar con una salvaje pareja de amantes raros. Te envió una foto que ella saco y espero visitarte en otoño para leer tus nuevos cuentos y escuchar contigo viejas canciones.

Au revoir, ma douce Aischýlos...

Wendy"

Dipper miro la fotografía dentro del sobre, era Wendy en el techo de algún edificio un soleado día de primavera, estaba recargada en una pequeña barda que la separaba de vacío. Su rostro sonriente, tan hermoso, no podía ocultar las pecas inocentes y los ojos soñadores. Dipper dejo la foto para buscar y rebuscar entre sus libros uno especial. Lo reconoció casi de inmediato con sus bordecillos maltratados, estaba bajo una gran enciclopedia de mapas. Arranco las páginas más preciadas; volvió a mirar la foto de Wendy y leyó el título en las hojas, "El ruiseñor sobre la piedra". Doblo con cuidado el papel y lo metió en un sobre nuevo. Lleno la misma caja con más libros, casetes y rollos fotográficos caducos que Wendy amaba tanto por los efectos de la película en sus fotografías. La selló bien y le dejo esperando en la mesita al lado de su cama. Antes de sentarse a trabajar, clavo con una tachuela la foto de Wendy junto a otras más de ella, del Tio Stan, de Soos, de sus padres y unos recortes de periódico.

Cuando se sentó frente a su escritorio, metió una hoja en la máquina de escribir y comenzó con las primeras líneas.

"Como Sémele que se quemó entregada al cenit de la ingenuidad; Marie Louise corrió siguiendo la ribera del rio Mississippi. Buscaba un motivo para confirmar el engaño del Capitán Jameson Odysseus Townsend a su única hermana

Ella lo conoció en casa de la familia Collinsworth, amigos del único hombre que velo por ambas chicas; el Tío Jebediah, tercer hermano de la familia de su madre y menor que ella. El Capitán era un hombre de facciones nobles y acento sureño..."


— Es tan guapa.

Dipper durmió en exceso, tanto que lo últimos rayos del sol que entraban por las ventanas hacia mucho que habían desaparecido. Se quedó dormido en su escritorio, frente a su máquina de escribir. La oscuridad ya había maquillado las paredes de su habitación; pero de la ventana, una tímida luz pálida de luna se reflejaba en un cuerpo inmóvil y de pie.

— ¿Mabel?

— Wendy, es tan hermosa -respondió con un dejo de tristeza en su voz.

Mabel estaba del otro lado de la habitación mirando las fotos clavadas en la pared. Tantos recuerdos que para ella eran ajenos, tantos días que no compartieron. Mabel puso su mano en la única foto en que ambos aparecían, la primera foto de aquel verano en Gravity Falls.

— También tengo esta fotografía...

Dipper pudo escuchar su voz quebrarse; Mabel la sentimental, Mabel la débil.

— ¿Qué haces aquí?

— Y-yo... yo... te amo.

La habitación se quedó en una extraña paz. Mabel seguía mirando la foto de esos niños que le parecían un par de desconocidos. Se sentía dolida, afligida por la noticia de la tarde y por primera vez en tres años, decidió tomar el control de la situación antes de que le arrebataran de nuevo a su gemelo.

— Mabel...

— Oh, Dipper...

Mabel se arrojó a Dipper y olio su cuello al son de St. James Infirmary. El aun olía como lo recordaba, se abrazó salvaje y sollozo en su pecho. Ella quería absorber todo el veneno en el cuerpo de su hermano y expiar en silencio las penas ajenas. Mabel estaba aterrada por la indiferencia de Dipper, su hermanito, su ser más preciado estaba sufriendo. Dipper no respondía el abrazo, no es que estuviera consternado; puso sus manos en los hombros de su hermana.

— No te atrevas a separarme de ti -dijo Mabel con un tono dominante.

Mabel dejo de sollozar y se apartó del pecho de Dipper, solo para mirarlo a los ojos. Ella tenía los parpados hinchados por su llanto y los pómulos rojos por el roce de la playera. Se miraron, el intuyo amor en su mirar, ella solo recibió frialdad... y sin que se pudiera evitar, Mabel robo los labios de Dipper. Le besaba violenta, Mabel cerraba los enrojecidos parpados con fuerza. Ella esperaba que con aquel beso sus sentimientos fueran recibidos y correspondidos. Cuando se separó, de nuevo poso su rostro contra el pecho de Dipper.

— No me abandones yendo a Nueva York... olvida a Wendy -Dipper se mantuvo estoico y silencioso- , olvídala para que Will también quede en el pasado... podemos escaparnos a Gravity Falls, sé que el Tío Stan nos va a ayudar...

— Fuera -fue un susurro lo que escapo de los labios de Dipper.

— No...

— ¡Fuera de mi habitación!

— No Dipper, no de nuevo...

El la tomo del brazo y sin violencia la echo de su habitación. Cuando ambos estuvieron en la puerta Mabel por fin sintió el dolor tras la frialdad de su hermano. Era amor reprimido.

La aguja del tocadiscos llego al borde, el lugar se silenció.

Dipper le cerró la puerta en la cara y con el corazón titubeante saco una botella de ginebra de su armario. No era la única que parecía estar más vacía que llena, ni era el único licor que guardaba. Había botellas nuevas, a medias y vacías de whisky, vodka, vino, ron y más ginebra. Dipper bebía cada vez que Mabel le atormentaba, se odiaba por amarla y se convencía cuando bebía que Wendy era su verdadero amor.

— Treat me like a fool, treat me mean and cruel, but love me -se escuchaba el suplicante canto de su hermana

Esa noche bebió el resto de la botella y no dejo de llorar en silencio.


Mabel no despertó esa mañana, no pudo dormir en toda la noche. Estaba frente al espejo en su tocador tratando de ocultar con maquillaje sus ojeras y los ojos enrojecidos. Sombras, correctores, rubor y lapiz labial mientras del otro lado del muro que lo separaba de su hermano se escuchaban las cincuenta formas atormentadas de abandonar a un amante. Dipper se había despertado. Tal vez el sí pudo dormir en la madrugada, o tal vez también lloro con el rostro pegado a su almohada; Mabel jamás lo sabría. Cuando termino busco el vestido más colorido de su armario, el más adorable. Hacía mucho que Mabel dejo los suéteres y se descubrió como una amante de la moda. Se puso unos discretos aretes de oro y una diadema antes de salir de su habitación.

Mabel bajo corriendo las escaleras y evito la cocina para evitar las preguntas de su madre por su rostro demacrado. Salió de la casa y el descapotable rojo de Will ya la esperaba.

— ¿Ya tienes todo mi solecito?

— Sí, ya vámonos -respondió Mabel con una gran sonrisa.

— Ou, ¿te sientes bien? ¿Dormiste anoche?

— ¿Eh? -pregunto Mabel mientras revisaba su lápiz labial en el retrovisor-, ah... ya sabes, el estrés de los exámenes finales.