La última vez...
Los constantes gritos de los adolecentes. El horrible "Bum Bum" de la música. Eso era todo lo que sus oídos podían escuchar, y le estaba causando un horrible dolor de cabeza. Volteó los ojos hacía donde su amigo estaba sentado. No se veía muy diferente a él, sólo que no tenía la cara de aburrimiento total que él se cargaba en ese momento.
Era la fiesta de último curso. Estaban ya, por salir de la preparatoria para entrar a la carrera. Era si bien, un momento memorable...Bueno, lo será para aquellos que les gusta la fiesta, el alcohol, las muchachas con poca ropa y borrachas, los bailes de reggaetón, etc. O sea, no sería, ni un poquito, un momento memorable para Ludwig.
—¡Kiku! —gritaron a lo lejos, sobresaltando al nombrado—, ¡Aquí estas! Necesito hablar contigo aru —Era el hermano mayor de Kiku, que al parecer, no se veía muy feliz que digamos.
—Por supuesto —dijo ya mas calmado, pero con un deje de preocupación en sus ojos. Se dio la vuelta con su amigo—, Disculpa —y dando una leve reverencia, se retiró de ahí con su hermano.
Ludwig sólo vio a su amigo alejarse de ahí. No traía ánimos para nada, ni siquiera había querido venir, pero por culpa de su hermano terminó accediendo. Lo que le recordaba que tal vez, tendría que conseguirse otro medio de transporte; conociendo a su hermano, se habrá ido de parranda con sus amigos llevándose el auto con él y la única forma de irse de ahí para Ludwig.
Le dio su último trago al vaso de ponche, acabándose el doceavo vaso de la noche. Comenzó a sentir, varios minutos después, las consecuencias de haber tomado tanto. Se paró y fue en busca del baño.
En el camino, vio como un muchacho de su salón tiraba algo de ponche "accidentalmente" sobre el antes pulcro traje de Vash. Definitivamente, si había alguien con menos suerte que él, ese era Vash Zwingli. Según sabía, era amigo del novio de una de las amigas de su hermano, pero de ahí en más, sólo sabía que era una de las víctimas favoritas de bulling (Después de su amigo Kiku).
Una vez estuvo cerca del baño, abrió la puerta con delicadeza esperando no encontrar ninguna clase de "sorpresita" tras de ésta. Respiró aliviado cuando supo que no había nada.
Se aceró tranquilo a los urinales, dispuesto a dejar libre esos 12 vasos de ponche. Cuando escuchó una ligera risa de mujer. Suspiró cansado ¿Es qué ni el baño podía tener un minuto de paz? Comenzó a hacer del baño, desesperado por salir de ahí. Se dirigió al lavamanos una vez acabada su tarea; Escuchó la risa de la mujer de nuevo, luego un murmullo, acabando con un "ve"...Se quedó helado, con la respiración entre cortada, y el agua corriendo libre entre sus manos. No podía...Bueno, conociéndole, si podía. Se mordió la lengua, incapaz de mover algún otro músculo, despertando del ligero shock. Cerró la llave del agua y se dirigió a la puerta del baño, esperando no ser descubierto.
La puerta de uno de los cubículos se abrió—para la mala suerte de Ludwig—, Desando ver aun joven castaño, de ojos miel y de extraño rizo; salir de ésta, tomado de la mano de una mujer.
—¡Ludwig! —gritó emocionado al ver a su rubio amigo—, Pensé que no vendrías ¡Que bueno que estés acá!
Ludwig dio vuelta en sus talones, en dirección a Feliciano, encontrándose con la despectiva mirada de una mujer clavada en sus ojos; enojada seguramente porque le había roto la situación.
—Si —respondió al fin—, Pero ya estaba por irme —dijo algo forzado, no soportando la asquerosa mirada de la mujer.
—¡¿Qué? ¡No! —gritó escandalizado Feliciano—, Tenemos que pasar un rato juntos; después de todo es nuestra última noche juntos.
Ludwig sintió un poco de calor en su pecho ante lo dicho. Cosa que no duró mucho tiempo...
—Cariño —llamó la mujer, sujetando la mano de Feliciano más fuerte, al ver que éste había hecho ademán de alejarse de ella para acercarse a Ludwig—, Si tú amigo ya tiene que irse, mejor no nos metamos y dejemos que vaya a descansar. Además, me prometiste que me enseñarías tu carro —dijo agregando cierto tono lujurioso en las últimas palabras.
Ludwig estaba apunto de replicar, diciendo que podía quedarse un rato más, pero fue interrumpido por el otro.
—¡Tienes razón! —dijo Feliciano, como si hubiese olvidado aquella promesa—, Pero quiero pasar un rato con Lud. Hace tanto que no lo veía.
El mencionado, sólo se pateó mentalmente dándose cuenta de lo que hace rato estuvo apunto de hacer. Pero aún así no pudo evitar sentir una furia incontrolable, al ver a esa mujer recargarse en el castaño mientras le acariciaba el pecho. Se mordió la lengua de nuevo, deteniéndose de decir algo tonto.
—No, yo me tengo que ir —dijo Ludwig dándose la vuelta para retirarse—, Adiós Feliciano —dijo... ¿Melancólico? Mientras aguantaba toda la furia que sentía por dentro. Tomó el pomo de la puerta, abriéndola y perdiéndose tras de ésta.
Caminaba furioso, enojado, empujando con su cuerpo a cualquiera que se cruzara con él. No sabía que pasaba ¿Porqué se puso así al verle con esa mujer? Se supone que ellos dos ya no eran nada. Era cierto, cuando pequeños fueron los mejores amigos, pero cuando entraron a la prepa las cosas cambiaron. Se dejaron de ver debido a sus horarios. Feliciano se había metido al equipo de futbol, mientras él...él se había metido al club de ajedrez, dónde había conocido a Kiku. Se habían vuelto tan diferentes, uno popular y otro que tenía suerte si tomaba alguna buena mesa o alcanzaba buena comida ¿Entonces porqué? ¿Por qué se había enojado de tal forma si ellos ya no eran nada?
—¡Ludwig-san!—gritó cuando vio pasar a su amigo, pero fue ignorado por completo. Le siguió con la vista, bastante preocupado por como se veía éste, pero lo perdió cuando Ludwig cruzó el umbral de la salida, desapareciendo.
¡A la mierda con todo! O al menos eso le gustaría decir. Se dirigía a la salida del estacionamiento, a sabiendas que tendría que caminar hasta su casa, porque no podía confiar en su hermano. Escuchó varias risas despectivas y luego algunos golpes ¿Pero qué le importaba a él? ¡Nada! Ahora sólo le importaba el irse a casa y olvidar cualquier que hubiese visto esa noche.
La cabeza le palpitaba en dolor. No sabiendo si era por el horrible ruido de la música, o por lo que acababa de ver. Juraba que aún podía escuchar la chillante risa de la mujer taladrar en sus oídos, produciendo un dolor de cabeza más agudo.
Después de varias horas de caminata, llegó a su casa al fin. Se acercó, viendo como el carro aún no estaba en el garaje, averiguando que Gilbert aún no regresaba de la parranda. Abrió la puerta, totalmente cansado. Incapaz de llegar a su cuarto, se acostó en el sillón de la sala—algo nada común en él—, Tratando de olvidar esa noche. Que al final, después de todo, resulto memorable —no en el buen sentido—, para Ludwig.
Pasando las horas, dieron las 5 a.m. cuando la puerta de la entrada se abrió de nuevo aquella madrugada. Dejando entrar a cierto albino, totalmente desarreglado, con olor a alcohol y a mujer impregnado en él. Se tambaleó hasta la sala, cuando vio a su hermanito dormido en el sofá. Tambaleante, se acercó a él, sonriendo al ver lo tierno e inofensivo que se veía cuando dormía.
—Kesesese~ —se rió—, De seguro se quedó dormido esperándome. Bueno que se le va a hacer—dijo tomando una manta que ponían arriba del sillón, para tapar a su hermano dormido—, Duerme bien, bruder—y se retiró a dormir.
