Pues nada, resulta que tenía yo ya ganas de escribir algo en "mi estilo" (véase: sangre aquí, violencia allá, maquíllate maquíllate...) y me he lanzado. Que me mola a mí esto.
Es mi primera historia "larga" desde hace... o más. Son capítulos no demasiado largos, que a mi me aburre escribir capis largos y a la peña leerles... y bueno, iré subiendo capítulos poco a poco.
Enga... enjoy it!
Cuando despertó y se encontró rodeada de oscuridad, llegó a pensar que se había quedado ciega; pero no notaba ningún dolor en los ojos, o la cabeza, que indicara algún tipo de lesión. Todo era producto del miedo que se había apoderado de ella y no la dejaba pensar con coherencia.
Durante varios minutos se quedó completamente inmóvil, escuchando únicamente el rápido bombeo de su corazón retumbándola en los oídos. Las aletillas de la nariz se dilataron cuando creyó reconocer algo nuevo en medio de aquél nauseabundo conjunto de olores. Cerca había agua estancada y algún animal descomponiéndose; un animal grande habida cuenta de putrefacto olor que desprendía. También podía distinguir el inconfundible toque de amoniaco de una gran concentración de orina; estaba por todas partes, como si un animal en celo hubiera marcado bien su territorio dentro de ese infierno.
No pudo evitar que la imagen de Katherine Martin dentro del pozo apareciera de pronto en su mente. La sensación de estar viviendo el calvario que la joven había pasado, se hacía más real por momentos; aunque tenía cierta constancia de que el lugar donde ella se encontraba era algo más extenso que la improvisada prisión de Jame Gumb.
Movió la cabeza hacia el lado izquierdo, donde el rastro del nuevo aroma era más perceptible. Era un olor intenso y demasiado inconfundible para alguien que como ella, y debido a su trabajo, estaba más que acostumbrada a lidiar con ello. Era sangre. Sangre reseca que comenzaba a perder los fuertes matices férreos de la frescura. Guiada por el olor de la sangre, Clarice alzó la mano hasta su hombro herido y cuando los fríos dedos rozaron la carne, un latigazo de dolor recorrió su espina dorsal provocándola un mareo instantáneo. No tenía ni la más remota idea de cómo se había producido aquella lesión ni que cadena de desgracias la habían llevado a esa situación.
Trató de reconducir a su mente hasta el último recuerdo válido y real. Después, con paciencia y si lograba calmarse lo suficiente, quizás encontraría un pequeño hilo del que ir tirando para dar respuesta a todas las preguntas que se agolpaban en su inquieta mente.
Su cama, una cafetera vacía, la voz de Ardelia diciéndola algo desde la sala de la lavadora, el agua de la ducha golpeando el mármol de la bañera, Crawford ordenando una pila de expedientes en su despacho, los animados comentarios de Geoffrey al repartir el correo, la carta de Lecter, una bombilla parpadeando en el pasillo… la carta de Lecter.
No había comunicado a nadie la llegada de aquella carta y, por un momento, sintió pánico al pensar que podría encontrase muy lejos de su mundo y que alguien podía encontrar esa carta.
Aunque habían pasado casi dos años desde que Hannibal Lecter fuera visto por última vez y de que la gente parecía comenzar a olvidarse sus atroces crímenes, el caso seguía abierto en un oscuro despacho del sótano del edificio J. Edgar Hoover, bajo el letrero "Zona Lecter" que la misma Clarice había confeccionado meses atrás.
Si esa carta llegaba a manos de algún superior, tendría serios problemas para poder continuar con su carrera como agente. Sabía que si incluso Jack Crawford la leía, se encontraría sin opciones de defenderse.
Cerró los ojos con fuerza para releer mentalmente las líneas y recordar que en ellas, Hannibal se había cuidado mucho de no revelar datos importantes sobre su misteriosa localización. Tan solo hacía una extensa mención a los ratos compartidos junto a ella en la mazmorra del Hospital de Baltimore. Clarice sonrió leve y automáticamente al recordar que había captado un sutil sentimiento de añoranza en las palabras de Lecter… o quizás tan solo se trataba de lo que ella deseaba ver para así poder dar un sentido a sus sentimientos.
La carta estaba escrita desde un punto muy personal y había usado un pronombre más informal y cercano que el que había utilizado para dirigirse a ella en las entrevistas. Decía algo sobre un reencuentro próximo para poder comprobar en primera persona los avances de la joven dentro del FBI. Había expresado su deseo de volver a verla lejos de las paredes blindadas y las instituciones federales… ¿Habría sido capaz de llevarla hasta ese lugar? No conseguía recordar si quiera si había llegado a ver a Lecter.
Clarice sacudió la cabeza de golpe, rechazando ese pensamiento de manera automática. Sabía que aunque Hannibal Lecter había cometido actos verdaderamente crueles, ella estaba a salvo de él; no tenía intención alguna de verla sufrir o ser el protagonista de sus sufrimientos. Se lo había demostrado el día que se conocieron, llevando la locura de Miggs hasta el extremo y consiguiendo que el hombre terminara con su propia vida tras haberla ofendido. Clarice exhaló con fuerza; Hannibal Lecter era, con total seguridad, una de las últimas personas del mundo que la harían daño.
Trató de incorporarse; pero algo viscoso bajo sus pies la hizo resbalar, quedando de rodillas, con las manos apoyadas sobre esa desagradable textura y luchando por aguantar las lágrimas. Sentía el cuerpo pegajoso debido a la mezcla del sudor, la sangre y lo que fuera que hubiera en el suelo. La escasa ropa que llevaba puesta estaba completamente húmeda y tan pegada a ella como si de una segunda piel se tratase. Se palpó torpemente para tratar de reconocer las prendas y tras varios segundos de dudas, se dio cuenta que la camiseta y lo bóxer que llevaba, pertenecían a uno de sus pijamas
Recordó que al salir aquel día del trabajo, se había dirigido al parque nacional de Shenandoah a correr durante un buen rato. Tras el shock producido por la carta del doctor Lecter, había necesitado despejarse de alguna manera. Después, llegó a casa y tras una larga y reconfortante ducha, declinó la invitación de Ardelia de salir a tomar algo alegando un cansancio bien camuflado bajo su gesto de abatimiento. Su cama, un vaso de Jack Daniel's y el libro de Marco Aurélio que, de manera indirecta, Lecter la había invitado a leer en su último encuentro, era lo último que recordaba.
Hacía demasiado frío en ese lugar. Confundida y asustada, buscó un punto de apoyo y deslizando su espalda por él, llegó hasta el suelo y se acurrucó abrazada a sus rodillas. Su último pensamiento antes de quedarse dormida, fue para el doctor Lecter.
Primer capítulo... ¡chapado!
Para alabarme, decirme lo mucho que me queréis o lo buena que estoy... y claro, también que os mola el capítulo y críticas COSTRUCTIVAS... me hacéis el favor de hacer review o mandáis un PM (MP for me that i'm dyslexic y tal..)
Para decirme cosas malas, pues mejor que no las digáis, porque me terminaré enfadando y buscaré las IP's y comenzaré mi vendetta.
Para todo lo demás, Mastarcard.
