CHOCOLATE SABOR A VENGANZA

Nunca en mi vida pensé en lastimar a un ángel, pero, si tuviera suficientes razones para destruirlo, ¿estaría dispuesta a hacerlo?

Sentada en el balcón de una habitación, se encontraba cierta chica con la mirada perdida. Sus ojos estaban cansados de tanto llorar, tenía ojeras, había adelgazado mucho, consecuencia de haber pasado días sin probar bocado y de tantas noches de desvelo.

Isabella Swan, Bella como le gustaba que le llamaran, se había transformado en un ser frío, ausente, carente de emociones. Ella atribuía su cambio al único ser que amó y que ahora odia con todas sus fuerzas, Edward Cullen.

A pesar del tiempo que ha pasado enclaustrada en esas 4 paredes, nunca olvidó los recuerdos de aquel pasado hermoso que vivió y que era tan falso como el hecho de que existen los unicornios.

Jamás borró de su memoria el rostro del sujeto que más daño le ha hecho: sus ojos verdes, tan profundos como el espesor del bosque; pómulos definidos, naríz recta y sus labios, esos que invitaban hasta el ser más puro a pecar, el pelo de un color cobrizo extraño y rebelde, así como su personalidad.

-¡Pero que estúpida fui!- murmuró –Pensar que alguien como tú pudiese fijarse en mí-

"Eres muy poca cosa para alguien como yo"

Estas palabras siempre vuelven a su cabeza, recordando su error al haberse enamorado de un cretino, con aires de grandeza. Lloró hasta quedarse dormida en su cama, sin saber que alguien la observaba afuera de su ventana.