Nota: Así no es como presento mis escritos, pero la página no me deja subirlo como quiero. No importa cuanto lo edite no se guarda.
Sé que tal vez esto no sea importante para ustedes, pero para mí lo es y mucho. No me gusta presentar mis trabajos de una forma que considero tan fea.

Sí quieres leerlo de la forma en que lo hice, pídeme los PDF por mensaje o cómo sea; no sé cómo funciona ésta página.
O pídeme un link de la otra página donde lo subo.

En fin, espero disfrutes tu lectura.

LA OCTAVA MARAVILLA: SPIDER-MAN.

Acto 1: ¡Sí, soy el sorprendente hombre araña!

New York, jueves 14 de septiembre del 2017.

6:20 de la mañana. Otoño.
Es una bella y fría mañana. Spider-Man se deja caer de cabeza desde lo alto de un edificio de sesenta pisos; con los brazos pegados al cuerpo, deja que el viento se lo acaricie, a su traje; gira en el aire, observa a las aves volar; luego, a los peatones de su querida Nueva York; al tráfico, que a pesar de que lo ha hecho muchas veces, sigue sonriendo al ya no tener que vivirlo. Extiende su mano derecha, pero la guarda, continúa girando de varias formas y repite lo de sus manos una y otra vez, sólo cuando está a cinco pisos del suelo, sus disparadores liberan la telaraña que se pega en un poste de luz, Spider-Man jala de la tela, se acerca de golpe y se adhiere al poste.
— ¡Oh, hombre araña! —exclamó emocionada una joven rubia, vestida con una gabardina color canela y un sombrero capelina de color blanco. El viento hace que su cabello le cubra el rostro.
—Para servirle, neoyorkina —respondió inclinando la cabeza a un lado y removiéndose elegantemente su sombrero imaginario.
— ¡Tomate una foto conmigo! —rogó alzando las manos.
—Sólo si prometes no venderla.
—No creo que compren selfies —respondió divertida. Se remueve el sombrero, arregla su cabello y muestra un rostro sonriente. Spider-Man duda por un segundo, pero finalmente acepta la foto. Y tras tomarla, abraza a la joven y abandona la escena columpiándose a toda velocidad por las calles de Manhattan.
—No hay nada mejor que un héroe —afirmó la joven, sonriendo.

Aun con sombrero en mano, pide un taxi. El vehículo la lleva en pocos minutos a la institución educativa llamada "Alas", la cual fue puesta en pie por dos magnates: unos amigos. Es gigantesca y funciona para todos los rangos, posee gran variedad de clubes deportivos y artísticos, además de una de las mayores bibliotecas en el mundo. Es un lugar en extremo prestigioso a los que sólo lo más adinerados pueden asistir, a menos claro, que obtengas una beca.

La joven entra al sector de secundaria, se dirige a la clase A, donde los alumnos más importantes se encuentran, sin ser estrictamente sobre notas. Por los pasillos por donde llegará a su destino, un delgado adolecente de estatura media siente sus pantalones en sus tobillos y una ráfaga de viento golpeando su trasero. Otro adolescente mucho más grande y fornido que él, es el causante, y junto a sus amigos de igual contextura que él, le remueven el chaleco y mochila para luego lanzarlos al otro lado del pasillo. El trio de bullys ríe mientras chocan sus palmas en algarabía. El delgado adolescente se levanta los pantalones, se coloca su chaleco sobre su camisa y camina a su casillero con una expresión deprimida.

«No puedo creer que deba sufrir estos abusos cuando soy el asombroso hombre araña. Estúpido Flash, podría derribarte fácilmente, me encantaría ver tu cara de humillación cuando el debilucho te derrote, podría devolverte todo lo que me has hecho, pero…» No fui criado como un abusador —dijo en voz muy baja.

Aun así, alguien le oyó, aquella joven rubia, quien recién acaba de girar por el último pasillo, por lo que no vio el ataque de Flash, y aun sí lo hubiera visto, no podría hacer mucho al respecto pues Flash tiene un pase, él entró a esta prestigiosa escuela a pesar de no ser precisamente alguien bien dotado en los estudios, pero es un talentoso jugador de fútbol americano y es el orgullo del equipo de Alas.
—Peter. ¿Con quién hablas?
—Oh, con nadie, maestra Stacy —dijo con expresión y risa tonta—, sólo intentaba recordar cosas para el examen de hoy, eso es todo.
—Bueno, me alegra que hayas llegado temprano, espero darte un diez —dijo amable, sonriente, tocándole el hombro.

Peter Parker de quince años, observa maravillado a la maestra Gwen Stacy, su largo y fino cabello rubio natural, sus labios rosados y sus complejos ojos azules que parecen contener mucha información, son tan nítidos que se observan claramente a pesar de llevar lentes. Por supuesto, no obvia su esbelta figura y su caminar de adulto educado. Ella tiene sólo veintidós años, es la maestra más joven y una de las mejores según las encuestas de la escuela. Peter Parker está en un trance por ella, su perfume natural le domina los sentidos. Se encuentra en otro mundo, imaginando que es aceptado, y rápidamente regresa a la tierra cuando Flash lo empuja fuera del camino.
No hay sentido arácnido cuando estás soñando despierto.
—Buenos días a todos —saluda la maestra—. Me agrada verlos a todos a tiempo. Ahora, procédanme a entregarme el ensayo que les pedí que me hicieran la semana pasada. Peter, serias tan amable de ser el primero, después de todo aun eres nuestro mejor estudiante.
—Ah, sobre eso…
—No lo hiciste.
—No, perdón —dijo con la cabeza baja—. Me… me distraje.
—Siempre te distraes con algo, eso debe terminar, Peter —dijo seria—. Prometiste que mejorarías tu rendimiento en clase, pero no pareces haber cambiado. El promedio de la clase bajara por tu culpa.
—¡Rayos, Parker! —exclamó Flash—. Cada día eres más patético.
—Flash, por favor —pidió Gwen—. Guarda silencio y entrégame tu ensayo.

Para sorpresa de todos, Flash no sólo entrega el ensayo, sino que además es un ensayo correcto, incluso sobresaliente. No había un tema decisivo en la tarea, la única regla era que debían escribir sobre algo importante para las personas, y Flash eligió la salud. En su ensayo habló sobre los correctos hábitos alimenticios y los ejercicios que alguien debe hacer diariamente para tener una vida más sana.
—Flash, ¿alguien lo escribió por ti?
—Claro que no, maestra —dijo ofendido—. No me diga eso, me esforcé mucho, investigue por mi cuenta y además pregunte a mis entrenadores por su conocimiento.
—Dice la verdad, maestra —habló una chica—, se esforzó mucho para hacer feliz a su mamá, es un niño tan bueno, por eso le quiero.
—¡No digas eso! ¡Cállate! —gritó Flash, avergonzado.

La chica es Liz Allen, novia de Flash. Ella ríe junto con la mayoría de la clase, en especial con su mejor amiga, Mary Jane. Flash se ha puesto de pie y continúa gritándoles para que se callen, pero no parece tener poder por el momento, y a pesar del pase, no va a amenazar a nadie ante la maestra. Peter desea esbozar una sonrisa, pero recibe una mirada fulminante de Flash y se priva de ello.

Las risas se calman, la profesora Stacy no tiene dudas de la veracidad de las palabras de la estrella de la escuela, y animando a la clase, felicita a Flash por tan buen trabajo con una ronda de aplausos, algo que él tomó muy bien. Peter observa visiblemente sorprendido lo que sucede a su alrededor y de nuevo, empieza a pensar.

«Estúpido Flash, eres mejor que yo en los estudios ahora —pensó molesto—. No tienes suficiente con llevarte todas las chicas y ser el más popular de la escuela, ¿verdad? ¡Pero hay algo que nunca tendrás: mis poderes arácnidos!»

La hora del examen ha llegado, todos reciben las siete hojas con preguntas. Peter levanta la mirada y observa como Flash está teniendo graves problemas, eso le pone feliz. Pero su felicidad se retira cuando no puede concentrarse, pues no deja de pensar en que mejoras le pondrá a su traje, con que súper villano se enfrentará ahora y que nuevos trucos podrá emplear a la hora de la batalla. Se asusta a si mismo por desear el nacimiento de un súper villano, ya que no ha tenido un buen tiempo con las que ya conoce. Sin darse cuenta, empieza a mirar por la ventana, imaginando sus movimientos. La profesora Stacy lo nota rápidamente y le recrimina, el joven Peter se disculpa y continua con su examen, pero para su mala suerte, no pudo dejar de distraerse de tanto en tanto y no terminó de resolverlo. El diez que esperaba recibir, se convirtió en un cinco. La profesora Stacy se retira, no sin antes darle una mirada seria a Peter.

Horas después, las clases terminan y es hora de que todos regresen a sus casas. Afuera del salón, se encuentra la maestra Stacy, quien detiene a Peter para hablarle, el resto de la clase se burla de él gritándole que está en problemas, en especial Flash, su novia Liz y Mary Jane. En general, la clase está feliz de finalmente ver al niño modelo tener problemas.
—Peter, ¿Qué te está pasando? Así no eres tú. Lo puedo entender con algo extracurricular, pero ahora estamos en clase. Es tu deber.
—Lo lamento, profesora Stacy. Es que, me siento extraño últimamente, mi cuerpo debe estar cambiando, ¿entiende? Seguro pasó por esto, estoy en esa edad.
—Sí, supongo que lo entiendo —dijo visiblemente incomoda y avergonzada. Juega con su cabello y evita hacer contacto visual—. Bueno, si necesitas consejo yo...
—No, no se preocupe —la detiene riendo nervioso, también avergonzado—, yo me las arreglaré. Le prometo que regresaré a ser el mismo de siempre.
—Eso espero. De esta forma no estas probando tu valía —advirtió, seria pero algo entristecida. Y se retiró, dejando a un Peter cabizbajo y pensativo.

Son más de la una y media de la tarde, las clases han terminado y el sol alumbra débilmente. En las calles, Peter camina cabizbajo, no sólo sacó una mala nota, sino que Flash sacó un punto más, no puede creer que haya podido ser tan tonto como para dejarse ganar por alguien con un mini cerebro. Sin contar que decepcionó a su futura esposa. Deprimido, ingresa a su humilde hogar, donde es recibido calurosamente por su tía, una mujer en el final de su cuarentas llamada May Parker.
—¿Dónde estabas, jovencito? Te pedí que no llegarás tarde.
—Lo lamento, tía, tuve una conversación con la maestra.

Las cosas se complican un poco más, pues debe mostrarle si o si su examen revisado, decepcionará a alguien más el día de hoy, ya no puede soportarlo. May le regaña y le prohíbe leer sus comics o tener cualquier tipo de entretenimiento por una semana, pero le sirve cariñosamente su comida como siempre lo hace y le pide que regrese a ser el mismo de siempre. Él se lo promete.

Mientras comen, ven la televisión. May deja la mesa y se dirige al baño a lavarse los dientes ya que acaba de terminar su comida. Peter cambia los canales hasta que cae en el de las noticias, observa que hay un robo en acción, uno de peso, un ataque a un banco importante. Los ladrones llegaron en tres camionetas negras reforzadas, son veinte hábiles hombres en máscaras negras y están fuertemente armados, la policía no puede acercarse, se ven superados en un tiroteo. May Parker sale del baño, encuentra la televisión prendida, cero señales de Peter y un plato medio lleno.

Minutos después, cuando los ladrones abandonaron por completo el banco y se encuentran disparando en frente de él, usando sus autos como cobertura. La gente que observa el robo desde lejos y aquellos rehenes dentro del banco, se alegran al ver en el cielo al hombre araña, quien se adhiere a un poste de luz.
— ¡No teman! ¡Su vecino amigable, el sorprendente hombre araña ha llegado a rescatarlos! —anunció, con voz de gran héroe, voz que pierde al instante y es reemplazada por una bromista—. ¡Oigan, muchachos! No deberían robar. ¡Están todos castigados con una semana al rincón!

Los disparos se dirigen rápidamente a aquel del traje rojo y azul, este los esquiva balanceándose con gracia. Pega un salto impresionante, se mueve en el aire como una bailarina de ballet, girando y girando sin ningún miedo mientras las balas pasan muy cerca de su cuerpo; luego, gira dos veces como una pelota y aterriza en posición arácnida.
— ¡Hora del show!

Spider-Man dispara sus redes y atrapa el fusil de asalto de uno de los ladrones, lo atrae hacia él mientras evade las otras balas agachándose y contorsionando su cuerpo, coge en mano el arma y se lo lanza devuelta al ladrón, golpeándole en la cabeza y dejándole inconsciente. Más balas se dirigen hacia su súper humanidad, él crea un escudo de telarañas de medio metro y las bloquea. Aún bloqueando, asoma su cabeza levemente y les habla indignado.
— ¡Vamos, ya llevo más de dos meses en esto! ¿Aún piensan que van a darme con sus tiernas balas? Son unos tontos. ¡No debieron abandonar la escuela!
—De hecho yo me gradué de la universidad —gritó uno. Y fue seguido por varios más. Al final resulta que todos terminaron su educación.
— ¡Igual irán presos! —gritó la araña, algo avergonzado.

Dispara sus redes ahora en forma de pequeñas pelotas de tenis, de esa forma logra derribar a varios con facilidad, debido a la fuerza de los impactos, estos quedan inconscientes y/o en extremo mareados, pero la vida de ninguno peligra. El banco no es un lugar con muchos lugares donde columpiarse, por ello usa su gran agilidad para cortar distancias con largos saltos y volteretas. Se pone en el rango de los ladrones, evade sus balas a sólo unos cuatro metros de distancia y contraataca con saltos acompañados de patadas dobles, para luego pegarlos al suelo con sus telarañas.
—Oh, esto es demasiado fác…

No termina su oración pues su sentido arácnido le avisa del peligro inminente, por ello, pega un salto hacia su derecha, mira a su izquierda y observa claramente una espada descendiendo, casi en cámara lenta.
—¿¡Que rayos!? ¿Una espada? Amigo, estamos en el siglo veintiuno, ¿lo sabias?

Spider-Man evade las veloces y hábiles esgrimidas de su nuevo enemigo, un hombre vestido totalmente de negro, de un 1, 80 m de altura, con su rostro cubierto con una máscara demoniaca con cuernos. Spider-Man no tiene demasiados problemas en esquivar con su gran velocidad y agilidad, pero de cierta forma no se siente tan cómodo como quisiera y pega un salto regresando al poste de luz.
—Mueves bien esa espada, eres genial —dice y le tumba tras jalarle de los pies con sus telarañas—, pero tú rival soy yo, y yo soy sorprendente, y espectacular, y…

El hombre corta la red con su espada, se pone de pie y lanza su espada, Spider-Man, quien sobresale del lado derecho del poste, evade el ataque yendo a su izquierda, rápidamente regresa a la derecha, y nuevamente debe cambiar de lugar, pues la espada ha regresado por tal lado. El hombre espera el momento y con un hábil movimiento logra atrapar el arma desde la empuñadura y al instante siguiente se pone en posición de batalla.
—Bien… debo admitirlo, eso fue muy genial —halagó, y notó algo—. Ah, luego regreso contigo, amigo. ¡No te vayas! —rogó tras pegarlo al suelo y se apresura a detener a los demás ladrones, quienes han aprovechado la distracción para huir en las camionetas. Usando más de sus redes, se adhiere a la parte trasera de uno de los camiones, en un abrir y cerrar de ojos se mueve hasta el techo, se traslada hacia el lado izquierdo, golpea las ventanas, pero están reforzadas, por ello, respira hondo y cubre sus puños con sus telarañas, y golpea nuevamente el vidrio, creando un agujero, acto seguido, lo arranca con todas sus fuerzas, evade las balas que les dispara el conductor desde su pistola de mano, le coge de un brazo y lo lanza fuera de la camioneta, pero detiene su caída con una de sus redes. El copiloto asustado levanta las manos en señal de rendición.
—Buen chico. ¡Toma una galleta! —exclamó y le cubrió la boca con telaraña.

Entra a la camioneta y la detiene, sale de ella y sigue con el resto. Para no gastar energías de manera innecesaria, energía que no tiene al máximo por no haber terminado de comer, dispara redes a las llantas forzándolas a detenerse. Los ladrones abandonan los vehículos y le disparan, él las evade con facilidad, y contraataca cegando y paralizando a los ladrones. Uno de ellos, el último, es más listo y coge un rehén.
— ¡Atrás araña, o la mato! —amenazó sin señal de mentira.

Los ojos de la máscara se abren como platos, parece estar nervioso y asustado. Y en un instante, dispara dos veces su telaraña, la primera tapa la punta del arma obstruyendo la posible bala, y la otra amarra la mano en el gatillo y la inmoviliza, y ahora que el criminal ha perdido su ventaja; se le ve asustado. Los ojos de la máscara se entrecierran y él bosteza, está indignado de que alguien le haya creído impotente en aquella situación.
—Oh, ¿Qué pasa? —dijo como si hablara con un niño pequeño—. ¿No puedes disparar? ¡Pues yo sí! —afirmó y disparó tres balas de telaraña a su cabeza, mareándolo. No puede evitar reírse en burla. La mujer queda sana y salva, el miedo que la dominaba se destruyó de golpe y la invade la emoción.
—Muchísimas gracias, Spider-Man —dijo levantando las manos al cielo y abriendo grande la boca en celebración.
— ¡De nada! —exclamó, y choca palmas con la eufórica mujer—. ¡Ahora vuelve al mundo y aprovecha la vida que acabo de salvar!
— ¡Sí! —gritó y salió corriendo emocionada.
—Ah —suspiró—. Se siente bien ayudar. Ahora, regresemos con el otro tipo.

Spider-Man cae en la sorpresa de que aquel hombre logró escapar, se entretuvo demasiado y lo dejo ir. Ahora que ya no hay ladrones, los policías apuntan sus armas contra él y le ordenan que se entregue. Él no puede evitar sentirse irritado. El capitán del escuadrón, un hombre de unos treinta años, fornido y alto, de cabello rubio y ojos azules, decide intercambiar unas palabras.
—Hombre araña, vamos a seguir buscándote hasta que hagas lo correcto. Deja de ser un vigilante, entendemos que no eres mala persona, sé un policía.
— ¿En serio? ¿Podría ser un policía? Eso suena interesante —dijo colocando los dedos de su mano derecha en su barbilla y su mano izquierda en su codo derecho.
—Sí, sólo debes removerte la máscara y dar tus datos.
—Oh… claro. Lo lamento, capitán Stacy, pero no puedo hacer eso. Tengo mucha gente que me odia, ¿sabe? Vendrían por mi familia y amigos si supieran mí identidad. Así que no hay más, seguiré siendo un… ¡Superhéroe!

Y tras gritar eso, sale de la escena tan rápido como puede, pero se ve forzado a detenerse en el techo de una casa, y vomitar. El resto del camino a casa, no deja de pensar en aquel sujeto, no es normal ver a gente blandeando espadas hoy en día, al menos en la vida real, es algo que sólo se ve en torneos especiales o películas de acción. Ahora, como Peter Parker, es regañado nuevamente por May, él pide perdón de rodillas y ella, suspirando, se dispone a calentarle la comida.
—No puedo enojarme contigo —dijo con cierta molestia, pero sonriendo.
—Gracias, May, eres la mejor —afirmó con una amplia sonrisa.

Luego de comer, se dirigió al diario Daily Bugle a entregar las nuevas fotografías del hombre araña en acción, salvando un gran banco de ser robado y capturando a casi todos los criminales. No podría esperar nada más que una jugosa suma de dinero, de esa forma podrá ayudar a pagar las cuentas. Ante el fuerte olor de un habano, Peter Parker observa con cierto miedo a su jefe, quien mantiene un rostro inmutable mientras revisa las fotos. Una vez termina de hacer eso, levanta la mirada, y observa fijamente a Peter, sin parpadear y sin pronunciar palabra por veinte segundos.
— ¡Demonios, Parker! —exclamó al final—. ¿Por qué siempre me traes basura? ¡Eres una pérdida de tiempo! —habló molesto—. 300 dólares por todo —dijo calmado.
—Son muy buenas fotos, señor Jameson ¿podría darme 500?
—¡200 dólares! —exclamó golpeando la mesa con su puño derecho.
—Señor Jame…
—¡500 dólares o no hay trato! —exclamó golpeando la mesa con su puño izquierdo.
—Sí, está bien.
—Muy bien, señorita Brant, dele 400 dólares a Parker. Ahora, ese hombre araña de seguro está detrás de todo esto.
—Eso no puede ser posible, Jonah —contradice Robbie Robertson, hastiado de decirlo a este punto. El alto y oscuro Robertson es un editor del diario.
— ¿¡Como que no!? «Casualmente» dejó escapar a uno de ellos, y «casualmente» estaba enmascarado, exactamente igual que esa amenaza arácnida. Son demasiadas coincidencias, Robbie. ¡Trabajan juntos, puedo olerlo!

Peter ya ni entiende porque siempre siente un miedo cuando su jefe revisa las fotos, casi siempre es lo mismo, le grita y le grita, pero al final, siempre le paga. Pronto deja esos pensamientos, al final el día no terminó tan mal como comenzó, ganó dinero para ayudar a su tía, salvó un banco y capturo una gran cantidad de criminales, aunque se les escapara uno. Fue un buen día.
—Por cierto, señor Jameson. ¿No ha pensado en actualizarse?
— ¿Actualizarme? —habló levemente molesto. Robbie coloca su mano en su frente, es obvio que fue un error, pero Peter, tras tragar saliva, continúa.
—Los periódicos ya están algo viejos, lo de hoy…
— ¡Al diablo con lo de hoy! No hay nada mejor que leer tus noticias en un periódico bellamente escrito, ser capaz de sentir la textura del papel y apreciar su olor a nuevo. Puedes leerlo cuando quieras, ¿puedes hacer eso con tu teléfono?
—Eh… Si.
— ¿Y que hay si no tiene batería y no hay donde cargarla?
—Pues…
— ¡Exacto! Además, si vas leyendo por ahí las noticas en tu celular, como estamos en esta ciudad, con esa araña balanceando por ahí, sólo estás pidiendo que te roben. ¿Alguien roba periódicos?
—Ah…
— ¡Caso cerrado! Ahora sal de aquí.

Tras su dosis de gritos, ahora no queda más que descansar durante el resto de la tarde, haciendo tareas y pensando en cosas, antes de ir a su pasantía en industrias Oscorp a las siete de la noche, sí es que los criminales no deciden destruirle su horario. Por suerte, hoy está siendo un día poco atareado, sólo un par de robos menores le detuvieron en su camino, por lo que pudo llegar sólo siete minutos tarde.
—Peter, haces bien en no llegar… —Mira su reloj—, tan tarde.
—Lo siento, profesora Stacy… el tráfico —dijo nervioso.
—Ahí vas de nuevo inventando excusas. Y deja de llamarme así cuando estemos aquí, ¿cuántas veces debo decírtelo?
—Perdón, Doctora Stacy.

Acompañándola se encuentra el Doctor Curtis Connors, un veterano cirujano de guerra que perdió su brazo derecho en un accidente, ahora reemplazado por un prototipo diseñado por Gwen, quien se especializa en ese ámbito de la medicina. Hija de dos doctores, Gwen Stacy decidió seguir su camino en su propia rama, y ha sido un gran aporte, con su cerebro y los fondos de Oscorp, cada vez están más cerca de ser capaces de desarrollar extremidades robóticas que puedan controlarse perfectamente con el cerebro, y que el sentido del tacto sea tan perfecto como con una mano real.
— ¿Y usted como se encuentra, Doctor Connors? —preguntó Peter.
—Igual que siempre, aún creen que mi idea es nada más que fantasía, no me darán el presupuesto. A veces siento que Norman disfruta de destruir mis sueños, pero tiene razón al final del día. Supongo que tendré que vivir con este brazo mecánico. Ayuda, sí, pero, simplemente no es lo mismo, me siento como… un bicho raro —dijo bajando la mirada y cogiendo dicho brazo.
—Lamento oír eso, Doctor Connors —dice Peter.
—Oh, pero Gwen, no te sientas mal, tu prototipo es asombroso, no me mal entiendas. Es mucho mejor que el mío.
—No se preocupe, señor. Lo entiendo —dijo Gwen, empática.
—Lamento haber creado una atmosfera tan deprimente.

La incomodidad se dibuja en sus rostros.

Entrando en escena, aligerando el ambiente, tres jóvenes, el hijo del dueño de la empresa, Harry Osborn, y los otros dos pasantes además de Parker, Miles Morales y Cynthia Moon, ambos observan a Harry como mucho interés al mismo tiempo que mantienen su distancia. Harry se alegra mucho de ver a Peter, ambos se saludan de forma natural y amistosa. Los otros pasantes se sorprenden ante esto.
— ¡Peter! Gracias a tu ayuda pude aprobar mi examen y recibí un «bien hecho» de mi padre. Algo es algo, ¿no? Quería agradecerte antes, pero no te vi en la escuela.
—Sí, lamento eso, tenía cosas que hacer. Felicidades por ello, sabía que podrías, sólo necesitabas alguien comprensivo dispuesto a ayudar.
—Tal vez deba despedir a mis tutores y contratarte a ti, sólo tú eres capaz de hacerme entender las cosas. Gracias por tenerme paciencia y verme como un igual.
—Cuando quieras.

Y tras el intercambio, Harry abandona Oscorp y la pasantía comienza.

Diez de la noche es la hora de salida del laboratorio, Gwen coloca su mano en el hombro de Peter y le pregunta si desea que ella lo lleve a casa, él, algo nervioso, acepta. El auto de Gwen es un «hyundai genesis» usado, sus padres serán ricos, pero no parecen regalar cosas a sus hijos. Conducen por las calles de Manhattan, Peter se encuentra en extremo nervioso, tanto que empieza a temblar, es una noche fresca, mas no hace frio. Es un comportamiento extraño y no pasa desapercibido. Peter se excusa con que sintió un dolor en su estómago, pero que todo está bien.
— ¿Por qué estás tan nervioso? Ya hemos salido antes a solas.
—Pero no de esta forma, en tu auto, donde está cerrado —respondió incómodo.
—No voy a morderte —dijo riendo.

Gwen intenta iniciar una conversación, Peter intenta prestar atención, pero observa pasar a varios autos de policía, presiente que es algo serio y se excusa con que tiene deseos de orinar. Una vez lo suficientemente lejos del auto, saca de su mochila su teléfono y ve en las noticias que hay un robo en progreso en un supermercado. Se despide de Gwen a lo lejos y se va corriendo. Con su traje ya puesto, no tarda demasiado en llegar. El cabecilla es el hombre con el que se enfrentó esta tarde, está acompañado de once secuaces bien armados, siete de ellos haciendo guardia fuera del supermercado, a quienes les da indicaciones. Estos, apenas notan la presencia de Spider-Man, pierden la confianza que ganaron hasta el momento e intentan huir, igual que todos ya saben que nadie gana contra él, y no piensan intentar ser los primeros.
—Oh, muchachos, me sonrojan —dijo la araña—. Como recompensa no les haré sufrir mucho dolor.
— ¡Cobardes, regresen! —ordenó el hombre de la máscara, furioso.
— ¿Estás loco? ¡No podemos ganar contra él! ¡Nadie lo hace! Yo aún disfruto mi libertad, muchas gracias —gritó uno tras subir al auto.
—Parece que te quedaste solo, demonio. Dile a tu amigable vecino… y terapeuta, el grandioso hombre araña, ¿cómo te hace sentir?

El hombre enmascarado aprieta el gatillo de su subfusil (Uzi), Spider-Man evade como siempre, pero se ve obligado a recubrir la granada recientemente lanzada en sus redes para luego lanzarla lo más alto posible. El hombre entra al supermercado, Spider-Man le persigue, se columpia por entre los escaparates sin perderlo de vista, dispara una red a un niño que aprovechando la situación intentaba guardar una Nintendo Wii U bajo su abrigo, ante esto, su madre le regaña. Spider-Man continua con la búsqueda, dispara redes a las balas que se desvían y podrían golpear a gente inocente. Al mismo tiempo, derriba al resto de ladrones.

Cada vez está más cerca de alcanzarlo, por ello apresura el paso, pero había otra persona, una mujer de cabello blanco y ojos verdes, vestida totalmente de negro, con una máscara de gato negro que tan sólo dejaba ver claramente sus rojos labios y sus preciosos ojos. Ella encara al arácnido, abre su chaqueta de cuero mostrando dos generosos pechos levemente tapados por un sostén, Spider-Man se distrae con la vista, sus ojos se hacen grandes como platos, el sentido arácnido no funciona correctamente y recibe por la espalda una bala electrificada disparada por el hombre de la máscara de demonio, y la potencia de la electricidad lo derriba.
—Después de todo sigue siendo un hombre —burló la mujer—. Ninguno puede resistirse a los encantos de la gata negra—afirmó orgullosa.

Continúan escapando, el auto de emergencia les espera del otro lado, pero Spider-Man no caerá tan fácil, se pone de pie y se apresura a alcanzarlos, enojado y avergonzando de haber pasado por una humillación frente a tanta gente. No controla bien su fuerza como usualmente lo hace y golpea con ambos pies la espalda del hombre, empujándolo violentamente varios metros hacia adelante causando que se golpee contra la pared, pocos centímetros al lado de la puerta trasera.
— ¡Martin! —gritó la mujer, preocupada, para luego taparse la boca al notar su error. Él se levanta, sorprendentemente dañado de poca gravedad, y se limpia la ropa como si sólo hubiera tropezado.
— ¿Martin? —se dice Spider-Man, y recuerda: «Mide 1, 85 m»—. Ese tipo… ¿¡Martin qué!? —gritó.
— ¡Estúpida! —gritó la máscara de demonio, enojado.
— ¡Lamento preocuparme por ti! —replicó.
— ¡¿Martin qué?! —gritó más fuerte la araña, y coge a Martin y lo lanza fuera de la tienda a través de la puerta de vidrio, rompiéndola. Al salir, él le espera con su espada en mano, al lado del auto de emergencias.
—Martin… 1, 85 m. ¿Eres Martin Li? —preguntó serio y el hombre se delató al empuñar con menos fuerza su espada.

La mirada de Spider-Man es furiosa, ataca con todo al hombre frente a él, pero se detiene en seco y esquiva más balas electrificadas, esta vez disparadas por la mujer. Las sirenas de la policía se oyen muy cerca, parecen ya haber atrapado a los que huyeron, o haberlos perdido. Martin siente el nerviosismo y sin su compañera, sube al auto, uno muy veloz, y arranca. Spider-Man le persigue, Martin dispara más balas electrificadas de un arma especial, el arácnido las evade, pero una de ellas era diferente a la normal, explota detrás de él y le electrocuta causando que caiga de golpe al suelo.

Al recuperar la conciencia, ya no había rastros del auto, ni de Li, ni de aquella mujer, y se ve rodeado por policías. Le piden que no haga nada, pero en sus pensamientos está el cosquilleo de que la electricidad que acaba de derribarlo, no es electricidad normal, y que la reconoce perfectamente. Spider-Man abandona la escena e intenta encontrarlos sin éxito. Regresa muy tarde a casa, recién como Peter Parker nota que se dañó la frente al caer durante la batalla, y que está sangrando. Se limpia con la manga de su camisa y abre la puerta, May le recibe con un abrazo, feliz de que haya regresado. Son las doce de la noche.
—Peter, ¿dónde estabas? ¿Qué te pasó?
—Nada, tía, fui atacado por unos bravucones, nada importante —dijo tratando de verse fuerte—. Supongo que ya es muy tarde para ver esa película —habló esforzándose por esbozar una sonrisa.
—No importa eso, me alegra que estés bien.
—Lo siento tía. Lo siento. Lo siento mucho —dijo con la mirada desorientada.
—No es para tanto, sólo no vuelvas a llegar tan tarde —habló preocupada.
—Lo siento.

Peter cae de rodillas y May, asustada, le abraza.

FIN DEL ACTO.