Alterando el Tiempo

Por Ladygon

Los personajes no me pertenecen, son del mundo Black Sails. No espero ofender a nadie, solo escribo por diversión y son fantasías mías.

Aquí el segundo fic de esta serie llamada "Burlando al Destino", espero les guste.

Capítulo 1: Viajando por el tiempo.

Viajar en el tiempo era un acto imposible, pero ahí estaba James frente a una bruja muy poderosa, quien le ofrecía un deseo al capitán pirata más temible de todo el caribe. El capitán Flint fue a esa isla en busca de aliados para su guerra y encontró una elección.

—Puedo ayudarte en tu guerra, o… —dijo la bruja—. Puedo enviarte al pasado y darte la oportunidad de salvar a quienes amas. Elige.

—No puedes cambiar el pasado, eso no existe. No mientas, bruja —recriminó Flint.

—Por supuesto que puedo, pero depende de ti la forma como cambiará.

Flint no le creía nada. Fue Silver, quien le dijo que aceptara lo segundo, porque no tenía nada que perder.

—¿Es cierto eso? —preguntó Flint.

—Es cierto. No tienes nada que perder. Lo peor que sucedería es que volverías a este lugar y tendría que ayudarte en la guerra.

Flint sonrió incrédulo. Si la bruja quería jugar, poniendo a prueba su poder, sería interesante de ver. De todas formas no lo creía y ganaría una aliada poderosa para la guerra. Así que aceptó viajar en el tiempo. La bruja dibujó un pentagrama en el suelo, dijo sus hechizos entre una nube de humo. Tan espeso era el humo que cuando se disipó, quedó paralizado.

Estaba en el barco de la Royal Navy de regreso a Londres. Vestía su uniforme de teniente de la marina y volvía a ser James McGraw, solo que no era el teniente, sino el capitán pirata Flint en el pellejo del teniente McGraw con todo el conocimiento del futuro a suceder. Comenzó a hiperventilar.

—¿Se encuentra bien teniente? —preguntó un subordinado.

James lo miró y el odio bajó a su vientre. Odiaba a todos sus compañeros, incluso más de cuánto los odiaban ellos a él, en ese tiempo. Solo le mandó una mirada asesina al oficial y siguió en su posición. Debía pensar, lo demás era una tontera.

Esa noche llegaría a puerto, esa noche llegaría a Londres y esa noche vería a Thomas. Su Thomas vivo, joven, con ese idealismo puro, con esa pureza de espíritu. Su Thomas hermoso como el sol. Llegó a suspirar de pensarlo. Tanto tiempo pasado y el sentimiento era el mismo. La melancolía, la tristeza y la felicidad, juntas. Ahora debía mantener la cabeza fría para pensar en cómo salvar a Thomas.

Podría llegar y matarlos a todos. Matar a Peter Ashe por traidor, e ir al almirantazgo para matar al conde. Eso sería fácil, también mataría a Hennessey, ese tipo ya no significaba nada para él, solo un traidor más en la lista, cuando debió darle su apoyo, hizo lo contrario, y pensar que lo consideraba como un padre. Vaya que fue estúpido, un completo idiota en confiar en ellos. En este instante, en este tiempo, era él, James Flint, quien los despreciaba a todos ellos. Después, podría huir hacia Nassau, no se veía tan difícil. El problema era Thomas.

Podría llevarse a Thomas a Nassau, pero muerto su padre, podría vivir en Londres sin obstáculo. Ser el gran político que siempre fue, quizás haría algo grande. Le gustaba esa idea, aunque no confiaba en Inglaterra. Inglaterra era una perra, no dejaría en paz a Thomas, lo atacarían de alguna forma e incluso, podrían culparlo de la muerte de su padre. Veía claramente, a Thomas, preso por cualquier cosa que quisieran achacarle. A Thomas lo aplastarían, era demasiado precioso para vivir en ese mundo desgraciado. No lo merecían ¿Por qué debería dejárselo a ellos? Debería llevárselo lejos. Quizás huir los dos a Nassau con Miranda, pero ella odiaba su vida en Nassau ¿Tendría alguna diferencia si estuviera a Thomas con ella?

También podría matar al conde y culpar a otro. Él era un asesino muy eficaz, matar era fácil, solo disparar o un espadazo y listo, sangre por todos lados. Un guerrero con experiencia en el campo de batalla. Matar furtivamente, un homicidio planificado, nunca le resultaría. Trató con Gates y nadie le creyó un pepino, e incluso, disfrazando la cosa como un accidente, lo culpaban, o cuando ni siquiera tenía la intención y parecía que quería salvar en vez de matar, como le sucedió con Billy, lo culpaban. Un desastre cuando quería ocultar un homicidio. Rodó los ojos con frustración. Mejor era matar al conde y a Peter de la misma forma como los mató antes. Sería fácil, porque ya sabía dónde encontrarlos.

¿Y si desapareciera él? Si James McGraw moría, Thomas dejaría de estar en peligro de ser enviado al manicomio. Podría fingir su muerte, luego escabullirse en la mansión para hablar con Thomas y ponerlo en sobre aviso. Dejarlo junto con Miranda en Londres para que sigan con su hermosa vida y él convertirse en Flint. Matar a sus enemigos en cuanto pueda. Thomas esperaría su momento, e incluso, podría llegar a ser el gobernador de Nassau. Parecía un buen plan, salvo que no confiaba en Inglaterra. La maldita haría algo para fastidiarlo ¡Cuánto la odiaba! ¡Quería destruirla! ¡Quería quemarla! ¡Quería…!

Los dientes apretados del teniente sacaban un gruñido de su garganta. Ahora mismo quería matar a alguien, quizás al oficial de hace un rato.

Tenía muy poco tiempo para decidir lo que haría. Como Flint no tenía dudas, pero como McGraw había cosas que no podía hacer. Si la solución era hacerse el muerto, debía ser ahora ya. Ahora que estaba navegando, porque faltaba poco para llegar.

Una cosa estaba clara, Thomas no iría al manicomio. Por ningún motivo dejaría que eso sucediera. Si significaba matar a todo Londres para lograrlo, lo haría. Era muy difícil definir qué hacer, porque esa noche en especial, fue la noche de ellos dos. Fue la noche donde James se entregó a Thomas.

Las huellas de esa noche todavía corrían por la sangre de James y en sus noches más solitarias, invocaba las imágenes junto con las sensaciones, para alivianar la carga sexual. Lo único que lo excitaba con éxito abrumador. La noche en que los dos se amaron con verdadera entrega, diciendo lo que sus corazones ya sabían desde hace rato.

No podía faltar a esa cita. No podía dejar que esa noche se perdiera, porque en el caso de fracasar en su misión, solo eso lo mantenía en pie, junto con su ira por haberlo perdido. Eso era la leña de las llamas de su ira. Por eso debía apartarse, pero no morir, no ahora que tenía la oportunidad de volver a tenerlo entre sus brazos y entre sus piernas. Además, era demasiado tarde, viajaban por el Támesis, pronto aparecería el puerto de Londres. Planear su muerte ficticia sería complicado. Quería verlo. Dolía como los demonios, porque quería verlo, desesperadamente. No tenía opción, eran más de diez años, debía verlo o moriría de verdad.

Sus sentimientos volvieron a traicionarlo, turbando su mente, sin poder concentrarse para hacer el plan. Hacer esto, siendo el capitán Flint podía, podía planear en el calor de la batalla, con la sangre caliente por la ira. James McGraw no servía para esto, por eso lo destruyeron en un mundo lleno de maquinaciones, de conspiraciones. Tenía que conspirar, engañar a Peter Ashe y al conde, pero él no era muy buen conspirador. El conde y Peter Ashe eran los mejores conspiradores, basados en la confianza de los pobres tontos.

No había confianza, podría jugar con eso. Les haría creer que era una inocente paloma, después escaparse de forma sigilosa. Dejarlos a todos con la boca abierta. No podía matar a James McGraw, pero quizás podría neutralizarlo, sacarlo del juego. Entonces, fue a la cabina del capitán y pidió hablar con él a solas.

Apenas dejó el barco fue a su habitación, la cual arrendaba en el centro. Hizo sus maletas, es decir, sus maletas definitivas y luego volvió al muelle, donde dejó su equipaje en custodia. No volvería nunca más a su habitación.

Se aseguró que nadie lo siguiera. Ahora venía con sus armas en los cintos, su espada y una carta bajo su chaqueta. Cuando caminaba hacia la puerta de los Hamilton, sus piernas temblaban de forma terrible. Por un momento pensó que no lo lograría.

Antes de entrar a la mansión vio una persona sospechosa, pero no se detuvo a observarla para que no se diera cuenta de que la había detectado. Si la veía otra vez, quería decir que estaban bajo vigilancia y cuando él saliera de la mansión, estas darían el aviso para ir en busca de Thomas.

Su mente estaba bastante confusa al cruzar el vestíbulo. Años que no veía al amor de su vida y también vería a Miranda. Estaba nervioso, muy nervioso, pero debía controlarse, porque también estaba su enemigo. Peter Ashe estaba coludido con Arthur Hamilton, así que debía tranquilizar su espíritu para que no lo delatara. Sería muy difícil.

Estaba en lo correcto. Solo entró a la sala donde estaban y quedó paralizado. Ahí estaban los tres como recordaba, pese a estarse preparando desde el barco, nada pudo contra el impacto de verlos. Dejó que los otros hablaran, en realidad, no los dejó, sino que no pudo hablar hasta cuando se le acercó Thomas y extendió su mano. James pudo reaccionar y darle la mano cuando solo quería empujarlo hacia sí, y abrazarlo con todas sus fuerzas. Ni siquiera supo de qué hablaba, pero como sabía lo que dijo respondió:

—Nassau cayó. El gobernador y su familia fueron arrastrados a la plaza donde los mataron a todos. No hay ley en Nassau, está en poder de los piratas. Yo apenas pude salir de ahí con vida. Todo está perdido —sonó lo más derrotado que pudo.

Thomas recibía la noticia como la primera vez. Tuvo que sentarse por la impresión. Miranda le sostuvo los hombros.

—Entonces, todo está perdido —dijo Peter Ashe.

Ahí estaba el pie, definitivamente, todo cambiaría desde este momento.

—Lo lamento, pero no hay nada que podamos hacer —respondió James—. Los Piratas tienen el control del fuerte y una buena flota de naves. Además, formaron una alianza, nombrando a Teach Rey de los Piratas.

—¡Dios! —dijo Thomas con la mano en su frente a modo de abatimiento.

Peter Ashe, no lo engañaba, el maldito estaba feliz, así como estaba molesto cuando dijo lo contrario y su plan de pedirle ayuda a Hennessey. Ahora no le pediría nada a Hennessey, ni siquiera lo iría a ver al supuesto padre que pensaba tenía. Ese era igual de traicionero que el padre de Thomas. En ese momento, lo miró y supo lo que ella diría, así que antes de eso dijo:

—Thomas, me permites una palabra, en privado.

Thomas quitó su mano de su cara y lo miró curioso. Aceptó, bajo la mirada sospechosa de Peter Ashe. Era peligroso, pero debería arriesgarse en esto. Siguió a Thomas al despacho. Cuando cerró la puerta en su espalda, James le puso el pestillo.

—¿James? ¿Qué sucede?

Caminó rápido hasta él y lo asaltó con un beso fogoso donde le hizo perder el equilibrio a Thomas. No cayó, porque James lo agarró con fuerza y lo guio contra el escritorio, donde lo abrazó al punto de las lágrimas, incluso algunas cayeron por su rostro, entonces lo dejó de besar, solo para abrazarlo. No dejó que le viera su rostro húmedo, así que tuvo que limpiarse las lágrimas en el hombro de Thomas y obligarse a controlarse un poco. Todavía estaban en peligro.

—¿Qué te pasa James? Me asustas.

—Quédate así un rato, por favor…. Fueron tres meses.

Dijo eso último para despistar y no alterar a Thomas más de lo que estaba. Resultó, porque lo sintió reír, eso hizo cambiar el ambiente, hacerlo llevadero con respecto a la situación. James debía enfriar sus sentimientos, porque era la hora de actuar y salvarlos a todos.

—Lo sé, fueron los tres meses más largos de mi vida —dijo Thomas.

Era el momento. Así que dejó de abrazarlo y lo encaró, mirándolo a los ojos.

—¿James?

—Thomas, te amo. Necesito que confíes en mí ¿Confiarás en mí?

La mirada de Thomas estaba en alerta.

—Por supuesto que confío en ti ¿Me dirás lo que sucede?

—Estamos en peligro. Tú, yo y Miranda. Necesito que hagas exactamente lo que te pido o nunca más nos volveremos a ver.

Hubo un pequeño silencio.

—Dime lo que tengo que hacer.

Amaba a ese hombre ¡Dios, cómo lo amaba! El orgullo de eso infló su pecho adolorido.

—No tenemos mucho tiempo —respondió Flint.

Momento después salieron los dos del despacho. Venían con un aire abatido, en especial Thomas, quien no miró a nadie y tomó asiento en el sillón de antes.

—¿Qué sucedió? —preguntó Peter Ashe.

Thomas se agarró la cabeza y negó. No podía hablar.

—¿Teniente? —preguntó Miranda.

James suspiró, aquí venía. Debía ser convincente.

—Mi comisión ha terminado aquí, por esta razón, me… me envían al frente.

—¡Qué! —chilló Miranda— ¡No!

—¿Cómo? —preguntó Peter.

James llevó su mano al interior de su chaqueta y sacó una carta, que extendió al hombre. El hombre la tomó, leyó, mientras Miranda se acercaba a ellos con las manos juntas de angustia.

—¿Qué es eso? —preguntó Miranda.

Peter la miró y luego miró la hoja.

—Son sus órdenes —dijo Peter—. Mañana debe presentarse en el almirantazgo para embarcarse a la guerra.

—Debe haber algo que podamos hacer ¿Thomas? —pregunta Miranda.

Thomas no responde nada, solo niega con la cabeza, sin sacar su mano de la frente.

—Lady Miranda tiene razón, podemos usar nuestras influencias y…

—Me siento indispuesto —interrumpió Thomas—. Disculpen, no puedo…Miranda, ¿me acompañas?

Miranda lo vio angustiada y fue a tomar su mano para ayudarlo a levantarse del sillón. Parecía tan abatido y débil, que sorprendió. Caminó despacio, mientras los dos hombres no se movían de su sitio.

—Tendrás que disculparme, querido amigo. Nos vemos otro día —le dijo Thomas a Peter Ashe al pasar por su lado.

James también se vio abatido, pero se acercó al enemigo para retirarlo de la escena.

—¿Qué le dijiste? —preguntó Peter a James.

—No importa lo que haga, yo iré al frente.

—¿Por qué quieres eso?

—No tengo opción. Mi capitán irá también al frente y he decidido acompañarlo.

—¿Al capitán Collins?

James suspiró y asintió con la cabeza. Esa era la firma de la carta con las órdenes para ir al frente.

—Vamos —le dijo James.

Peter Ashe fue acompañado por James a la salida de la mansión Hamilton. Lo dejó en la entrada y lo despidió.

—¿No vendrás conmigo? —preguntó Peter.

—Debo despedirme de Lady Hamilton. No sé cuánto tiempo me tomará —aseguró James.

—Comprendo, esto es muy inesperado —dijo Peter ensimismado.

—¿Qué esperabas? —preguntó James con sospecha.

Peter quedó descolocado con la pregunta. No supo responder adecuadamente. Quedó pensando un momento antes de responder. No pasó desapercibido para James.

—Pensé que eras un gran amigo de los Hamilton —respondió al fin.

—Lo soy —dijo James—. Pero mi deber primero es con mi patria. Soy un oficial de la marina, que acaba de ver como los piratas acabaron con los ingleses.

Peter abrió los ojos sorprendido. James esperaba que se lo imaginara patriota con algún sentido por ser teniente de la marina. Debía mantener la cabeza fría, en todo momento, con ese traidor, porque no sabía si podría ganar algún tiempo con esto. Quizás fuera ahora directo con Alfred Hamilton a contarle lo sucedido. Miró hacia las calles de forma disimulada para ver si había hombres, vigilando. Solo vio a uno, el mismo de antes.

—Ha sido un honor, teniente —dijo Peter, dándole la mano.

—El honor fue mío —respondió James con el apretón de manos.

Vio cómo subía al carruaje y se iba. Volvió al interior de la mansión junto al criado, caminó lento con ganas de correr. Por un momento creyó que no llegaría al cuarto de Thomas, pero cuando llegó entró rápido y cerró la puerta con pestillo. La pareja lo quedó, mirando. Miranda tenía una cara de funeral.

—¿Le dijiste? —preguntó James a Thomas.

—No lo puedo creer —dijo Miranda abatida.

—Lo siento, pero debemos irnos pronto. La casa está vigilada y Peter partió a juntarse con el conde.

El rostro de Thomas palideció.

—¿Huiremos? ¿Dónde? —preguntó Miranda.

—Se los diré en su momento —respondió James.

—¡Qué! —chilló Miranda.

James la hizo callarse con un dedo en sus labios. Miró las cortinas y estaban cerradas por completo.

—Es hora de empacar —dijo Thomas.

—Pero debe haber otra manera. Hablas de huir como delincuentes en la noche y abandonarlo todo.

—Créeme, lo pensé todo y no vi ningún otro camino. Si mi muerte pudiera aplacar a Lord Alfred, moriría sin pensarlo, pero él ya tomó una decisión. Desde el momento que tacharon a Thomas de loco, todo acabó. Él es capaz de enviar a su propio hijo a Bethlem y matarlo, solo por mantener su honor.

—¿Bethlem? ¿Estás seguro? ¿Cómo lo sabes? —preguntó Miranda.

James no podía decir que venía del futuro, eso era demasiado increíble y no le creerían.

—Bethlem… —susurró Thomas.

—¿Thomas? ¿Sabes algo? —preguntó Miranda.

James frunció el ceño con sospecha.

—Mi padre siempre me amenaza con eso. Dice que hay una cura experimental en ese hospital para lo que tengo.

—¿Para lo que tienes? —pregunta James.

—Sí, mis gustos por los hombres.

—¡Dios! —exclamó Miranda—. Ese hombre es un malvado.

—Miranda, debemos ser fuertes si queremos permanecer juntos —le dijo Thomas.

—Miranda —dijo James—. No te obligaremos a venir con nosotros, pero la vida de Thomas corre peligro y no lo dejaré atrás por nada del mundo. Si quieres, después puedes irte a Boston o adónde tú quieras.

Hubo un silencio.

—Iré con ustedes. Mi lugar es dónde está mi esposo.

Thomas sonrió con tristeza y James la adoró otro poco.

—Está decidido. Hay que empacar, nos iremos esta noche —dijo James.

—Yo ya tengo listo algo, pensaba irme para acallar los rumores —dijo Miranda.

—Eres muy precavida, querida. Por favor, despide a los sirvientes de sus tareas y solo quédate con la de tu confianza. Termina de empacar.

—Vendrá un carruaje a las cuatro de la mañana. Debemos ser pacientes. Dejaremos todo empacado y esperaremos el momento. No dormiremos —dijo James.

—Será una larga noche.

Así fue, la noche más larga de su vida. James ayudó a empacar a Thomas. Debían llevar suficiente dinero para sostenerse, llevar algunas cosas de valor para cambiar o vender. Lo hicieron en silencio para no despertar a los sirvientes. Solo la doncella de Miranda los ayudaba.

Capítulo 1.-

No hay muchos lectores, ni escritores de fic FlinHamilton de idioma español de esta serie. Me gustaría ver más de ellos. Ni siquiera está la opción para poner a Thomas Hamilton T_T