Ok... Entonces, en esta historia no hay magia, ni maldición.
Regina no hizo todas las cosas sin sentido a Mary Margaret y no es más que una alcaldesa y madre sobreprotectora. Mary Margaret y Regina no se llevan bien, pero tampoco horriblemente. Henry de verdad se dejó llevar con los cuentos de hadas, no quiere decir que esté loco.
Empieza en 1x21 y esto es bastante anti-Emma Swan, además de anti Swan Believer. Están advertidos.
«¿Quieres venir conmigo?».
«Más que nada» respondió el pequeño.
Y así, tan simple como eso, Emma convenció a Henry de irse con ella. Después de todo, era lo que siempre quiso: abandonar su vida miserable, alejarse de la Reina Malvada, estar feliz con su verdadera madre. El niño y su rubia madre pasaron la señal que anunciaba "saliendo de Storybrooke". Finalmente todo iría a su lugar correcto, y en ese momento, junto con Emma a alguna gran ciudad era el suyo. La curiosidad lo llenó.
«¿A dónde vamos?» preguntó el pequeño Henry.
«¿Qué opinas de Nueva York?».
«¡Genial! ¿Cómo es?».
«Hermoso y ruidoso, chico. Ya verás» ella suspiró y prendió la radio. «¿Quieres parar por bocadillos?».
Sonrió ante la respuesta exageradamente positiva de su hijo... Su hijo. A partir de ahora tendría todos los derechos sobre Henry, lo mantendría alejado de esa psicópata. Pero hasta entonces no notó lo complicado que sería. Según la ley, estaba secuestrando a Henry, no salvándolo de su loca madre adoptiva. Eso significaba que debían ocultarse, Regina no tardaría en hacer una denuncia, y sus planes cambiaban.
«Tengo una mejor idea» soltó a Henry, quién emitió un sonido para reconocerla. «¿No prefieres ir a otro país? Bien alejado de ella, como Inglaterra o Canadá».
«Emma... Canadá está literalmente pegado a Maine».
«Sí, pero... entiendes mi punto».
«Ok» se encogió de hombros. «Irémos adónde quieras».
Bien, pensó, eso haría las cosas más fáciles. Debía de alguna forma conseguir un pasaporte para Henry sin llamar la atención y sus documentos. Fue lo suficientemente tonta como para sacarlo de su casa a improviso, sin siquiera pensar en esos detalles que resultan necesarios para el resto de su vida. Pero se las arreglará, siempre lo hace.
Ahora mismo, ella era una criminal, pero no era como si la ley la hubiera detenido de cometer crímenes antes. El siguiente movimiento más inteligente sería llamar a algunos de sus contactos para ayudar a salir del país con un niño.
Se detuvo en una estación de servicio y mandó a Henry a comprar café, gaseosa y algo para comer mientras ella cargaba gasolina y hacía un llamada.
«Hola, Claus» saludó incómodamente.
«¿Swan?» escuchó al hombre decir.
«¿Recuerdas ese favor que me debes?».
«¿Qué quieres?» dijo la voz brusca y ella festejó en su interior.
«Documentos falsos».
«¿Otra vez de fuga, Swan?».
«No es asunto tuyo» gruñó la rubia.
«Ok, ok. Mañana a la tarde, donde siempre».
Ella suspiró. Tal vez no le daría el tiempo, pero era su única oportunidad. Tenía a Henry al fin, lo recuperó, sólo debía asegurarse de que permanezca así. En sus manos.
«Bien» aceptó fríamente. «Uno para mí, y otro para un niño, diez años, castaño...».
«Sí, sí, ya entendí, Swan. Sé cómo hacer mi trabajo».
«Como sea. Nos vemos».
Su cabeza la estaba matando, como lo hacía últimamente. Empujó las sábanas fuera de ella con ese malhumor que nunca parecía querer irse y tomó una toalla para darse una ducha fría. Pero el agua fría parecía no tener efecto algunos con su latente migraña. Gruñó en frustración mientras ponía un pie fuera de la ducha y empezó a cambiarse.
Tenía que hacer el desayuno, pronto Henry despertaría y, quizás, esta vez no la ignoraría para ir a Granny's con... esa. Lo primero que hizo fue poner a funcionar la cafetera, mientras intentó hacer una comida nutritiva. Se sentó y esperó a que el olor llegue hasta Henry, lo que normalmente lo despertaba aunque prefiera evadirla como a la plaga.
Su hijo nunca bajó. Con el ceño fruncido, la morena subió las escaleras y no dudó en abrir la puerta. La personita bajo las sábanas ni se inmutó, agravando aún más las líneas en su entrecejo.
«¿Henry?» llamó gentilmente, pero no menos firme. «Es hora de levantarse».
Qué extraño. Lo usual era que el niño se despertara y preparara para el colegio por su cuenta, y ahora no emitía sonido. Quizá no se sentía bien. Se acercó a moverlo ligeramente, llamando a su nombre. En el momento en el que su mano tocó las sábanas, supo que algo estaba mal. Se hundió. Descubrió el bulto para encontrarse con dos almohadas y una linterna.
Su corazón dió un vuelco. ¡Henry volvió a escapar! O peor, alguien lo secuestró, o torturó, ¡tal vez ya esté muerto para el momento en el que lo encuentren!
La madre dentro suyo no evitó entrar en pánico. Después de la pesadilla que tuvo anoche, ya no estaba tan tranquila. Claro que no tenía sentido que Emma Swan y el resto del pueblo la culpen por arruinar su felicidad, no tenía sentido. Pero su subconsciente le gritaba que algo malo iba a suceder, y era esto.
Intentó respirar, y recuperar la calma. Llamar al alguacil, eso era lo correcto que hacer. Buscó su celular y marcó el número de la estación. Sonó, y sonó, y sonó... Cortó. Nadie llegó allí. Por más que se dejaría crucificar antes de tener que marcar ese número, llamó a Mary Margaret Blanchard. De todos modos, Mary Margaret era mejor que Emma; al menos ella no le robó a su hijo.
«¿Hola?» la voz en la otra línea habló.
«Srta. Blanchard» saludó Regina con cortesía. «¿Está Henry en su clase?».
Quizás se fue temprano para escapar de ella. A ese punto de la mañana la clase ya debía haber empezado.
«No... Supuse que estaba enfermo».
«Su suposición es incorrecta» espetó ella.
«¿Volvió a huir?» la voz de la mujer seguía siendo calma y llena de simpatía. La detestaba.
«Sí, ¿sabe dónde está?» demandó Regina.
«No, no. ¿Ha intentado comunicarse con Emma?».
Genial. Su último recurso. Aunque era lo más probable que su hijo esté con esa mujer.
«Gracias por nada» se despidió groseramente y cortó antes de que pueda oír una respuesta.
No tardó en cambiarse y dirigirse a la estación del alguacil, la cual—sorpresa, sorpresa—seguía cerrada. Podría haber entrado igualmente, pero sabía que era una pérdida de tiempo. Marcó el número de Emma Swan mientras apuraba el paso hacia el desgraciado loft que Mary Margaret y Emma compartían.
Su llamada la llevó al buzón, el cual ignoró y cerró los puños en frustración. Justo en el momento en el que su hijo estaba en peligro a esa mamarracha se le ocurre desaparecer. No antes, no cuando dijo que lo haría, sino cuando le aseguró que se quedaría—aunque sea para robarle la custodia, lo que dudaba que lograría.
Entonces, todo encajó. Emma Swan le había robado a su hijo. Era oficial. No solamente lo robó, lo secuestró. Oh, se iba a divertir tanto cuando le pongan las esposas camino a prisión por el secuestro de un menor, ¡su menor!
Llegó al loft, sólo para confirmar sus sospechas. Ya no había alguacil local, la idiota acababa de escapar, rompiendo la ley en el camino; no había a quién llamar para asegurarse de que no estaban en alguna esquina lejana en Storybrooke, fuera de sus ojos y oídos.
«Sidney» dijo por el celular. «Eres el alguacil interino. Recorre cielo y tierra, ds vuelta el infierno si es necesario, pero encuentra a mi hijo y a Emma Swan».
Cortó la llamada antes de que el hombre fuera capaz de responder o procesar la información.
Lo que necesitaba ahora era un abogado, y un vaso de whisky... O unos cuantos. Por más que lo detestara, debía ir hacia Gold. Estaba por entrar a la tienda cuando se chocó con Mary Margaret. ¿No se suponía que estaba trabajando? Puso los ojos en blanco; nunca entenderá las reglas de ese colegio.
«Señora Alcaldesa» la mujer saludó con una pizca de miedo en su voz. «Quería preguntarle si ya encontró a Henry».
«No. Y que no le queden dudas que su amiga va a pagar por esto».
«¿Qué quiere decir?» frunció el ceño.
Regina largó una risa amarga. «¿No lo sabe? La Srta. Swan secuestró a mi hijo» y ante la mirada confusa y herida de la maestra siguió. «¿Acaso no le dijo? Mmm, bueno, no es de extrañarse de una mujer como esa. Si me disculpa».
Entró a la tienda dejando a la jóven atontada afuera, aún pensando en la nueva información. Emma la había abandonado. Regina casi quería reirse de ella otra vez. Por lo menos para aparentar que no se sentía tan horrible, rechazada, miserable... Y la lista seguía. Bien dentro suyo, simpatizaba con la maestra; ambas fueron abandonadas por su única familia.
«Vaya, vaya, ¿a qué debo esta agradable sorpresa?» el hombre dijo, su voz desbordando sarcasmo.
«Necesito un abogado».
«¿Y por qué eso?».
«Nuestra honorable y heroica alguacil desapareció, casualmente al mismo tiempo en que mi hijo está perdido».
«Déjame adivinar, ¿escapó con su madre?» estableció Gold.
«¡Ella no es su madre!» hizo rechinar sus dientes.
«Él parece pensar diferente... Dejó que su salvadora lo secuestrara a su voluntad. Pobre, pobre Henry Mills. ¿O será ahora Henry Swan?» la provocó con una sonrisa arrogante.
Sintió una punzada en el lado izquierdo. Hizo lo mejor para ignorarla y cerró los ojos, dando un respiro brusco. No ayudó. El pequeño dolor seguía allí, y aumentó. Su corazón bajó de su pecho a su estómago, y luego subió hasta su garganta. Se tragó las lágrimas y se limitó a dirigirle al hombre una mirada asesina.
«Sobre mi cadáver» la mujer murmuró.
Decidió que sería mejor salir de allí y volver a su casa para poder revolcarse en su miseria. Luego va a conseguir otro abogado que no la ponga de los nervios. Por ahora debía hacer la condenada denuncia y temer por la seguridad de Henry.
Desde que se enteró de lo que Emma hizo, Mary Margaret no dejó de llenar el buzón de voz de la rubia con mensajes.
No podía ser que la deje, así como así, después de haberla reconocido como su familia. No podía ser que su amiga haya tenido el poco sentido común de llevarse a un menor a vivir su inestable vida. No podía ser que ni siquiera se haya despedido.
Quizás Emma no estaba tan sana mentalmente como pensaba. Esperaba más de ella.
Y el rostro de Regina... Dios, sería difícil borrarse esa imágen de la cabeza. La alcaldesa se veía como la desesperación en persona. Por más de que lo intente ocultar riéndose de ella, o con esa máscara de ira; Mary Margaret lograba ver detrás de todo eso, y lo que encontró, era una mujer rota.
La morena era más parecida a ella de lo que pensaba. Regina sólo tenía a Henry, y Mary a Emma. Ambas los perdieron, y ambas fueron arrebatados de su única familia. No, no se los robaron; ellos se fueron por su propia voluntad, lo cual era aún peor.
Sólo esperaba que todo mejore. No sabía si sería capaz de perdonar a Emma, pero realmente no deseaba que arruine todo de esa manera. Porque, a pesar de lo que pueda creer ahora, escapando así estaba arruinando la vida de Henry.
Que quede claro: no tengo idea de cómo la ley funciona en EE.UU., ni mucho menos en Maine.
Además, tampoco podría imaginar lo que pasaría una persona en el lugar de Regina, así que estoy imaginando y asumiendo, y probablemente mal.
