Hola, feliz navidad a todos chicos, aquí les traigo un pequeño regalito de navidad, es un cuento tradicional europeo, creo que ruso muy bonito, como la historia es un poco larga la presentare en tres o cuatro capítulos, aclaro que en el cuento original en realidad son la niña y la reina las protagonistas, pero decidí que quedaba mejor hacerlo con Kagome como la niña y cambian a la reina por un papel masculino. A las que esperan la continuación de "El Correcto" no se preocupen que no está abandonada solo de vacaciones. Lean disfruten y comenten para que termine la historia pronto.

Los Doce Meses

Dos Huerfanitos

Summary: Kagome es una chica huérfana que vive con una mala mujer y su hija que la tratan de sirvienta. En la víspera de año nuevo al joven rey Inuyasha se le ocurre que quiere flores de abril y ofrece una gran recompensa por ellas. Kagome es mandada al bosque a buscarlas y estando a punto de morir congelada es atraída por un fuego en donde los espíritus de los 12 meses se sientan al rededor.

Hace mucho tiempo, en un pequeño reino cubierto por el manto blanco del invierno, vivía una joven de trece años llamada Kagome, que habiendo quedado huérfana hacia poco más de un año, pasaba sus días trabajando para la señora Tsubaky y su horrible hija Kikyo, quienes malas y perezosas descargaban todas las labores en ella sin dirigirle ni una sola palabra de agradecimiento, y además obligándola a pasar hambre y frio solo por placer de verla sufrir.

A pesar de todo Kagome siempre sonreía y hacia sus labores sin replicar, pues poseía un corazón puro, leal y generoso que le impedía odiar a cualquiera. Siempre sonreía por las mañanas y buscaba gozar de los pequeños detalles que brindaba la vida en su día a día, como la compañía de los animalillos del bosque, las hermosas puestas de sol, los colores del bosque y las flores así como otros placeres minúsculos que se podía permitir entre sus labores.

Esa mañana en particular, la última del año, los animalillos más pequeños de la zona, como pajarillos, conejos, ardillas y otros aguardaban expectantes en un árbol cercano a la casita de madera de la señora Tsubaky, las gotas de nieve caían de las ramas y golpeaban las orejas de los conejos, los pajarillos daban brinquitos al sentir la fría escarcha bajo sus patitas desnudas y las ardillas esponjaban su cola, la puerta de la cabaña se abrió y Kagome salió con dos platos entre sus manos y de tan solo divisarla los animalillos se abalanzaron a sus pies.

- hola pequeños, no he podido conseguir mucho hoy, pero creo que alcanzara para todos - sonrió colocando un plato de migajas de pan mesclados con algunas semillas para las aves y otro de verdura y tallos que sobraron de la cocina.

- vamos, coman, sé que es poco, pero podemos compartirlo – los animo acuclillándose en la nieve, los animalillos no tardaron en ponerse a comer encantados, los inviernos en ese país solían ser crudos y largos, por lo que las pequeñas aportaciones que hacia la joven eran muy esperadas y agradecidas por los animalitos. Kagome los observo comer con una dulce sonrisa adornando su rostro, adoraba a esos animalitos.

- ¡Kagome! ¡KAGOME! - unos fuertes gritos rompieron la quietud de la mañana y los amigos de Kagome se quedaron quietos de inmediato.

- ¿si señora? – se apresuró a responder la niña poniéndose de pie, la puerta principal de la cabaña se abrió dejando ver a la dueña de la casa.

La señora Tsubaky era una mujer de mediana edad de cabello negro con gruesos mechones de canas que inútilmente intentaba ocultar con pañoletas, peinados demasiado elaborados y sombreros ridículos. Tras de ella venia Kikyo, su hija de catorce años, era bella como una estatura de hielo e igual de fría y dura, además de egoísta, vanidosa, perezosa y malvada como su madre. Tan pronto como uno de los botines de la señora pisaron la nieve los animalitos echaron a correr y se escondieron tras el árbol donde antes habían aguardado a Kagome.

- ¡¿pero cuantas veces debo decírtelo?! Hoy es noche vieja y en lugar de perder el tiempo atendiendo alimañas deberías ir por leña para el fuego – la regaño cuando ella y Kikyo llegaron a donde estaba Kagome.

- mi madre tiene razón, eres una tonta ¿a quién se le ocurre darle de comer a esos horribles pájaros? – gruño Kikyo agachándose para formar una bola de nieve que arrojo a donde estaban los animalitos.

- ¡fuera de aquí alimañas! –grito Kikyo a los animalitos, Kagome miro con profunda tristeza como sus amigos se alejaban.

- ¡Kagome! – grito la señora Tsubaky para llamar su atención.

- si señora – contesto Kagome procurando mantener la mirada baja.

- escucha muy bien, Kikyo y yo haremos las compras para año nuevo, más te vale que cuando regresemos el deposito este lleno de leña o te ira mal – la amenazo la señora, Kagome bajo la cabeza en señal de sumisión, sabiendo que aunque trajera la leña igual podrían castigarla por diversión.

- vamos madre, las tiendas estarán a reventar – tironeo Kikyo a su madre para que se pusieran en camino.

- tienes razón hija, será mejor apresurarnos – sonrió Tsubaky y ajustándole el chal a Kikyo con cariño.

Kagome las observo marchar con tristeza, ella siempre había hecho las compras de año nuevo con sus padres y, cuando el dinero les alcanzaba siempre le compraban una golosina, un pan dulce recién horneado o incluso una rica bebida caliente. Una lagrimita cayó por su rostro, pero la limpio de inmediato, de nada le servía ponerse a llorar, una fría rajaba pego contra sus mejillas anunciando que se aproximaba una nevada. Lo mejor era que se diera prisa camino a la cocina donde descolgó el chal de su madre, se lo ato a la cabeza de tal manera que le cubriera las orejas el cuello y los hombros, luego fue al cobertizo donde tomo un hacha de mano, unos pedazos de soga y un trineo, se puso sus viejos guantes y emprendió el camino.

Tal como lo pensó a los pocos metros de avanzar por el camino comenzó a nevar, primero muy suavemente, pero poco a poco mientras avanzaba la lluvia de estrellitas de agua congeladas le nublaban la vista y tenía que esforzarse para avanzar y no perderse. Cuando llego al bosque busco algunos árboles secos que conocía y comenzó a quitarles las ramas, también busco aquellas que estaban sueltas para arrancarlas de un jalón o cortarlas con ayuda de su hacha. A su paso algunos animalitos la seguían e incluso algunos pájaros le indicaban ramas secas para recoger.

Más aunque pasaron algunas horas mientras trabajaba incesantemente, la leña que conseguía encontrar no era suficiente para reponer toda la que se había gastado del depósito durante las fiestas. Estaba buscando algunas ramas útiles en un viejo abeto cuando el sonido de unas pisadas la hizo brincar. Detrás de un frondoso pino apareció una siluetá, pero no tardó en darse cuenta de que solo era un soldado que aunque alto y en buena forma se notaba que había vivido tres veces más inviernos que ella.

- ¿oh? Pero ¿Qué está haciendo aquí una chica como tú? – pregunto dulcemente el soldado cuando la vio.

- buenas tardes soldado – saludo Kagome con cortesía, el viejo soldado sonrió mientras se ponía en pose de firmes.

- buenas tardes a usted señorita – le correspondió con un saludo militar que hizo sonreír a Kagome.

- imagino que te has perdido – menciono el soldado, pues no encontraba otra explicación del porqué una niña estaría en el bosque a esas horas.

- no, no me perdí, estoy recogiendo leña – explico Kagome con voz suave.

- ¿leña? ¿Con este clima? – pregunto el soldado con incredulidad.

- ¿pero cómo se le ocurre a tu madre hacerte salir sola tan tarde? – pregunto el soldado.

- no ha sido mi madre - Kagome bajo la cabeza con tristeza.

- oh… disculpa, no debí preguntar eso – se disculpó el soldado.

- pero tu padre también ha sido muy imprudente al mandarte aquí sola – intento de nuevo, pero Kagome volvió a negar con la cabeza.

- también ha muerto, soy huérfana – explico con tristeza la chica.

- oh pobrecilla, ¿tan joven y solita en el mundo? – pregunto el soldado con tristeza.

- ¡vamos! Yo te ayudare a recoger leña y podrás irte a casa – le ofreció para animarla, Kagome lo miro con sorpresa, peor el soldado ya estaba sujetando algunas ramas secas que había en un manzano y las arrancaba con su propia hacha.

- te lo agradezco mucho soldado – sonrio Kagome mientras tomaba algunas ramas por su cuenta.

- no hay de que pequeña, y no me llames soldado, dime Jinenji – sonrió el militar tomando una larga rama y luego partiéndola con su hacha.

- ¿Por qué Jinenji? – pregunto Kagome agarrando las ramas que le pasaba el soldado.

- porque así me llamo – sonrió dulcemente haciendo que la chica también.

- solo los soldados y las huérfanas estamos fuera trabajando a estas horas – suspiro Jinenji cuando lograron llenar el trineo.

- ¿tú también has venido por leña Jinenji? – pregunto Kagome mientras amarraba la leña con los trozos de cuerda para que no se callera de camino a casa.

- no, me han mandado a cortar un abeto para un hombre muy egoísta – explicó Jinenji atando otro fardo para poner en el trineo de Kagome.

- ¿Qué? ¿Muy egoísta? – repitió Kagome sin entender.

- sí, el rey – asintió Jinenji asegurando las amarras del trineo, lo menos que quería era que la leña de Kagome se perdiera.

- ¿el rey? ¿Un abeto para el rey? – sonrió Kagome emocionada, casi por el tiempo que murieron sus padres el joven príncipe del país se había convertido en rey.

- sí, un abeto para el rey, debo ponerlo en el gran vestíbulo de palacio – asintió Jinenji entregándole su hacha ya limpia.

- ¿y para qué? – pregunto Kagome curiosa, pues, ¿qué tendría que hacer un abeto en el vestíbulo de un palacio?

- es una moda que viene de Viena, y como mañana es año nuevo, muchos invitados irán al palacio, y del árbol colgaran joyas, golosinas y regalos para complacer al rey – comenzó a explicar Jinenji y a medida que describía la fiesta los ojos de Kagome se iluminaban con ilusión.

- incluso habrá juguetes – sonrió el soldado contagiado de la emoción de la joven, pero ese último dato la hizo parpadear sorprendida.

- ¿juguetes? ¿Pero es que el rey aun juega con juguetes siendo rey? – pregunto sin poder contener su curiosidad.

- claro que sí, de hecho le encanta – sonrió Jinenji por la cara de asombro de Kagome, la cual tenía los ojos y la boca formando círculos perfectos.

- de hecho, en el fondo, no es más que un niño como tú – Kagome bajo sus ojitos y tomo el hacha de las manos del soldado.

- pero… yo hace mucho que no juego con juguetes o muñecas, tanto que casi no lo recuerdo - murmuro triste mientras amarraba el hacha al trineo, si llegaba a perderla la señora Tsubaky la dejaría sin comer una semana, y luego Kikyo la convencería de que fueran dos o tres.

- no me extraña, tú ya trabajas como una mujer, hecha y derecha – suspiro Jinenji mirándola con compasión, a él no le aprecia correcto que una joven, casi una niña tuviese que ocuparse de esa clase de labores y sin poder disfrutar de su juventud.

- y en cambio el rey no sabe lo que significa trabajar – gruño un poco, pues sus pobres hueso viejos estaban doliéndole a causa del frio.

- los reyes no tienen que trabajar como nosotros – se rio Kagome después de asegurar el hacha.

- pero si es un pobre huérfano como tú, pues como su padre y su madre han muerto ahora se ha convertido en un rey – explico cruzándose de brazos en un ademan pensativo.

- pero entonces ¿dices que es un huérfano igual que yo? – pregunto Kagome sorprendida, no había pensado en eso de aquella forma.

- sí, se puede decir así – asintió Jinenji aun con los brazos cruzados.

- oh… pobre rey… - suspiro Kagome con tristeza, ella sabía lo que era quedarse sin padres que te cuiden y te quieran, así que entendía un poco al rey, o eso creía ella.

- sí, pobre rey, desde que murieron sus padres nadie se atreve a decirle lo que está bien y lo que estas mal, y como todos algunas veces se equivoca – asintió Jinenji, sorprendido por lo madura que era la niña, y en el fondo deseando que su joven rey tuviese la mitad de esa madures. Kagome bajo la cabeza triste, pero entonces una idea ilumino sus pensamientos.

- ¿sabes Jinenji? Se me ha ocurrido una idea – lo llamo de pronto, el soldado dejo de ver el cielo de donde aun caían copos de nieve para mirarla con curiosidad.

- ¿ah sí? – pregunto intrigado.

- sí, conozco el bosque mejor que nadie, y puedo mostrarte el abeto más hermoso, para que se lo lleves al rey – la sonrisa de Kagome contagio a Jinenji.

- ¿de verdad? Que bien – sonrió sinceramente, Kagome lo tomo de la mano y lo guio a un par de metros dentro de la espesura, hasta un abeto de buen tamaño con hermosas ramas y figura perfecta.

- mira, de todos los del bosque este es el mejor – señalo Kagome, Jinenji rodeo el árbol y asintió en aprobación.

- desde luego, tiene una forma muy hermosa – murmuro sonriente mirando como Kagome también sonreía.

- este será mi regalo para el rey – menciono Kagome, Jinenji rio un poco ante el comentario, algo le decía que esa niña le daría mucho más que un simple abeto al rey.

Continuara…