¿Y después qué?
Lo que más le molesta a Morte de Kirie son sus ojos, que le piden que confíe, que se entregue, que no pasará nada y es apenas un montón de carne que cubre huesos y jamás podría protegerla, menos en ese mundo en el que la vida de los humanos no tienen casi ningún valor, salvo cuando son mascotas de las Bestias, justo como Toppi en el fondo piensa de ambos. Que el golpe de un látigo, bien dado, lo desarmará, si no lo hacen las garras de la mujer dragón del Comité de Salvación Mundial. Porque cuando Morte mira a Kirie, le gustaría que su hermano no hubiera muerto nunca, porque si así fuera, sin ese dolor que oprime su pecho con furia y tristeza, ella podría amar nuevamente sin temor a que ese mundo hostil le arrebate las esperanzas. Entonces golpea a Kirie, le ofrece dejarlo en la próxima ciudad. Y él nunca lo hace, así que no se lo perdona porque los días siguen corriendo y como no traiga el Apocalipsis, va a acabar cayendo en sus brazos y cuando él caiga fulminado por la crueldad de una bestia inmunda, entonces ella no sabrá qué hacer.
